El pasado domingo finalizó en París el Tour de Francia, una prueba que desde mi más tierna infancia he seguido con interés e incluso, en determinados períodos, con un buen grado de pasión. Este año se ha impuesto por vez primera en su historia un ciclista australiano, Cadel Evans, quien siempre ha estado en las proximidades del éxito en dicha prueba pero que parecía condenado a convertirse en un eterno segundón, como lo fuera en su día el francés Raymond Poulidor -el célebre "Pou-Pou"-, un inmenso ciclista que nunca pudo superar la sombra de monstruos como Jacques Anquetil, Felice Gimondi o Eddy Mercks; Evans fue cuarto en 2006 y segundo en 2007 y 2008, quedando a 23" y 58" de Alberto Contador y Carlos Sastre respectivamente cuando en ambos casos todos le daban como gran favorito para imponerse en la última y decisiva contra-reloj. Ahora, a sus 34 años, ha aprovechado el que probablemente era el último tren para entrar en la lista de privilegiados que han ganado la prueba ciclista más importante del mundo.
Como manifestó Alberto Contador al terminar la contra-reloj de Grenoble, pienso que Evans ha sido un justísimo vencedor; el ciclista australiano tiene fama de andar siempre agazapado, chupando rueda y aprovechándose del esfuerzo de otros, pero en esta edición de la ronda francesa ha puesto de manifiesto un coraje, una constancia y un espíritu de lucha y superación ejemplares. En una prueba en la que los otros favoritos han roto la carrera en varias ocasiones -especial mención para Andy Schleck en la etapa del Galibier y Alberto Contador en la de Alp d'Huez- Evans ha sabido sufrir, luchar contra todos con muy poca ayuda y rehacerse tras alguna que otra pájara. Supo jugar sus bazas y llegar a la etapa decisiva contra el crono en las mejores condiciones, y en esta ocasión no falló.
El Tour de 2011 ha tenido algo más de lucha y emoción que otros; hace ya muchos años que estamos acostumbrados a presenciar en las grandes etapas de montaña excesivos trabajos de equipo, actitudes conservadoras y reserva de ataques a los últimos kilómetros, por eso es de agradecer actitudes como las mencionadas de Contador y Schleck en las etapas de los Alpes. Por lo que se refiere al corredor español, no cabe duda que ha supuesto una cierta decepción el que no haya obtenido su cuarta victoria en el Tour, pero no creo que haya que rasgarse las vestiduras, pues el español ya se desgastó al ganar el Giro y no cabe duda que le tuvo que influir el hecho de no saber hasta última hora si iba a correr la prueba, además de que ya va siendo hora de que perdamos esa especie de deriva patriótica de seguir el Tour en función de los éxitos de los españoles. De cualquier manera Contador dejó muestras de su categoría en diversas ocasiones, muy especialmente en la referida etapa de Alp d'Huez.
Es posible que a pesar de que el corredor de Pinto no pasara de un modesto quinto puesto final, los grandes derrotados de la prueba fueran los hermanos luxemburgueses Andy y Frank Schleck, en especial el primero, quien parece que se tendrá que ir acostumbrando a disfrutar del podio de París sin maillot alguno. Los Schleck han hecho un buen Tour y han animado la prueba en las etapas pirenáicas y alpinas, siendo posiblemente los corredores que han subido las grandes cimas con mayor soltura, pero, en mi opinión, insisten en mostrar dos defectos llamativos: pecan de conservadores y andan demasiado pendientes de Contador, algo que les limita y así lo demuestra el éxito de Andy cuando en el Izoard decidió hacer la guerra en solitario y muestran unas carencias evidentes en la lucha contra el crono, limitación que creo impedirá, mientras no la superen, que puedan ganar alguna vez el Tour. No obstante, y a diferencia de Evans, ambos hermanos son jóvenes y tienen margen suficiente para mejorar y conseguir en el futuro su objetivo.
A la hora de hablar de la edición recién terminada hay que añadir, por méritos propios, dos nombres más: el del francés Thomas Voeckler y el del español Samuel Sánchez; el galo ha sido el sorprendente líder de la prueba prácticamente hasta el final, y, contra todo pronóstico, superó las etapas de los Pirineos y los Alpes con entereza, cayendo solamente en Alp d'Huez tras la gran batalla de los favoritos; su cuarto puesto tiene un mérito indudable, a pesar de que algunos, ante la resistencia casi sobrehumana puesta de manifiesto por el corredor nacido en la localidad alsaciana de Schiltigheim, han pretendido insinuar que la causa de su fortaleza habría que encontrarla en el recurso a incentivos ilegales, algo que mientras no se demuestre convendría callar. Por lo que se refiere al asturiano Samuel Sánchez ha destacado de manera especial en las etapas de montaña, reeditando las gestas de aquellos mitos de las dos ruedas que certificaron la antigua superioridad española en las cimas: Bahamontes, Julio Jiménez, Aurelio González, Andrés Gandarias, Pedro Delgado, ... El esfuerzo de Samuel tuvo su premio con un gran triunfo en la etapa de Luz Ardiden y su presencia en el podium como vencedor del Premio de la Montaña.
El Tour sigue siendo la prueba ciclista más importante del mundo, y aunque nos gustaría que hubiera más épica y lucha en solitario y en ocasiones hay demasiadas etapas aburridas en llano, seguirá cada año ganando la atención de muchos.