Mayo, con las flores y el calor, ha sido un mes de lecturas con algo de originalidad. Destacan tres novelas policíacas, una que supone reanudar mi querencia a la intriga escandinava, mientras que las otras dos son nacionales: las tres me han gustado. Ha pasado por mis manos "Stoner", una novela magistral muy recomendada previamente y he concluido tres ensayos bien distintos, de temas tan variados como Siria, la España rural y las costumbres social-gastronómicas francesas.
La escritora aragonesa Virginia Aguilera ha realizado una incursión en el género negro con tanto éxito que le ha valido el XIX Premio García Pavón de narrativa policíaca. La novela, con el título de "Ojos ciegos", está ambientada en un imaginario falansterio -así se denominaba a las comunidades teorizadas por el socialista utópico francés Charles Fourier- ubicado en la provincia de Teruel y situado temporalmente en los años finales del siglo XIX. El protagonista es un juez ciego -de ahí el título- y una aventajada y joven secretaria que responde al nombre de Candela. Como bien resaltan algunas críticas, estamos ante una novela de intriga próxima al estilo gótico, que relata acontecimientos estremecedores y donde el mal resalta sobremanera en algunos personajes, verdaderamente perversos y siniestros. Buen desarrollo de la trama, buen estilo literario e interés en el argumento, aunque en algún momento tuve la impresión de que la autora de liaba algo ... no descarto que ha de admitirse la posibilidad de que quien se liara fuera yo.
Estamos en un momento de abundancia creativa en lo que se refiere al género negro nacional, lo que es una buena noticia aunque sea necesario -como ocurrió en su día con la "intriga escandinava"- distinguir el grano de la paja. De entre las más recientes publicaciones nacionales opté por la lectura de "Lo que nos queda de la muerte", una novela del tarraconí Jordi Fabregat, galardonada en su día con el premio "Silverio Cañada" de la Semana Negra de Gijón. Se trata de un relato con los condimentos propios del "Noir" español actual: crítica social, tono descarnado y agilidad literaria. No estamos en absoluto ante una novela policíaca convencional, ya que el autor parece optar por mostranos un tapiz de personajes y situaciones que se entrerrelacionan, lo que consigue con maestría notable, una acertada muestra del paisaje social de la última quinta parte del siglo XX. Está ambientada en los difíciles años 80 y 90, con elementos tan significativos como la corrupción, la adicción a las drogas, su tráfico, la desorientación juvenil, ... En mi opinión, no se trata de un producto más del género, sino de una buena novela que avala la trayectoria literaria de un autor que ya venía avalado por excelentes trabajos.
Tras el enorme éxito de "La España vacía", escrita por el aragonés Sergio del Molino, ha cobrado actualidad la cuestión de la España rural. Acerca del tema encontré un magnífico tratado sobre libros relativos al mismo que publicó hace unas semanas "Babelia" y en el que, entre otros, se mencionaba "El viento derruido", un repaso a la comarca de Los Pedroches, ubicada en la encrucijada donde confluyen tres regiones (Andalucía, Castilla La Mancha y Extremadura) y tres provincias (Córdoba, Ciudad Real y Badajoz), durante los duros años de posguerra y dictadura. El autor, el escritor andaluz Alejandro López Andrada, natural de la zona, reflexiona sobre la vida en los pueblos a través de conversaciones con distintos habitantes que desempeñaron en su tiempo distintos oficios -panadero, picapedrero, pastor, labriego, ...- y que tienen en común su bonhomía, su vida dura y su amor a la tierra. El autor, por boca de dichas personas, ofrece un testimonio tan duro como entrañable de la pobreza de esas zonas y esas gentes, de su lucha por salir adelante, ... de un mundo que existió y no es suficientemente conocido: miseria, niños que trabajan, emigración, hambre, ... crudeza que contrasta con la ternura y el amor a la vida con que se sobrellevaban tantas limitaciones. López Andrada es detallista y exhaustivo, y a veces la lectura puede cansar.
Leyendo el "ABC cultural" de hace algunos sábados me llamó la atención un pequeño ensayo escrito por el etnólogo y escritor francés Marc Augé y titulado "Elogio del bistrot". Para quien no lo sepa, los bistrot son unos pequeños establecimientos, populares en Francia, donde se sirven bebidas alcohólicas, café, quesos y otros refrescos; también se entienden por tales pequeños restaurantes de comidas a precios económicos. El libro ha respondido a lo esperado: entretenido, breve -117 páginas en formato "octavilla"- y elegante. Augé nos hace un agradable recorrido por estos locales franceses tan característicos, teorizando y elucubrando sobre camareros, decoraciones, ubicación de la barra, clientes habituales y ocasionales, menús, bebidas, ... todo desde un punto de vista muy humano, sin perder de vista cierto toque filosófico. Se trata de una lectura amena, que nos descubre una forma especial de entender lo que en España llamaríamos "ir de bares", con un planteamiento siempre atractivo y positivo, tal como se deduce del título. Muy adecuado para personas necesitadas de lectura oxigenante, degustadores de curiosidades y amantes de lo francés.
Hasta tres personas distintas, todas ellas de la máxima confianza en gustos literarios -y en otras cosas-, me recomendaron en diferentes momentos la lectura de "Stoner", novela escrita por el norteamericano John Williams en 1965 y traducida al español hace poco más de dos años. Tanta unanimidad no podía fallar, y efectivamente se trata de una novela magistral, perfecta, bien escrita. Y lo curioso es que no pasa casi nada: Williams nos cuenta la historia de William Stoner, un ciudadano de Missouri, nacido a principios del siglo pasado y que estando destinado a ejercer de técnico de agricultura en la granja paterna da un giro a su vida para dedicarla a la literatura inglesa en la universidad. El libro nos cuenta la rutina ordinaria de un hombre más bien gris, que intenta triunfar profesionalmente sin excesivas energías ni acierto, cuya vida familiar no deja de ser un fracaso y de poco carácter. A pesar de eso, el autor consigue ofrecernos un relato interesante, lleno de humanidad, con un personaje que, con todas sus limitaciones, consigue que de alguna manera -posiblemente cada uno a su modo- terminemos identificándonos con él. Sin duda, valió la pena escuchar el múltiple y reiteradoconsejo.
Siria es un país en permanente actualidad, y lamentablemente lo es por la sangrienta guerra que lleva años asolándolo. Por esta razón me parece especialmente interesante la lectura de
"En Siria", un pequeño libro escrito por
Joseph Kessel, un escritor y periodista francés, de origen judeo-lituano, que fue corresponsal de guerra y vivió en el siglo pasado. El libro comienza con un prólogo a cargo de la historiadora tunecina Leyla Dakhli y concluye con un artículo del propio autor y un breve y magnífico album fotográfico. Se trata de un ensayo breve, pues en total no llega a las cien páginas. "En Siria" no es más que el cuaderno de viaje de Kessel tras un recorrido de varias semanas por Siria en 1926. Leyéndolo van apareciendo nombres que siguen siendo actualidad: Damasco, Alepo, drusos, alauitas, ... sin olvidar lo que ahora es Líbano. El libro refleja cómo los problemas geográficos, sociales y de religión ya estaban en ebullición por aquellos años. El autor se sirve de capítulos breves en los que va relatando viajes, anécdotas, encuentros con personajes relevantes y visiones socio-políticas de la situación. Un libro francamente entretenido e interesante.
Hacía tiempo que no pasaba por mis manos -y ojos- una novela de intriga escandinava, si no recuerdo mal desde la última que leí de Jo Nesbo. Hacía tiempo que tenía en la cabeza comenzar
"El hombre invisible de Salem", novedad de hace un par de años en España por la que fue galardonado con el premio de la Academia Sueca a la Mejor Novela 2013 el joven escritor y criminólogo sueco
Christoffer Carlsson. Mi regreso al género negro sueco ha sido acertado, y me he tropezado con un libro al que he de reconocer tres virtudes: un personaje notable, el agente de asuntos internos Leo Junker, hombre complicado, con una infancia dura y marginal, una serie de relaciones sentimentales fracasadas y una situación difícil, al estar suspendido por la muerte trágica de un compañero y andar con alcohol y antidepresivos; una llamativa y explícita crítica social al describir la vida en un barrio marginal, Salem, marcado por la miseria y la criminalidad elevada y una trama bien estructurada que se va desarrollando con buen ritmo y desentrañándose poco a poco como un jerogífico. Se nota que Carlsson es un experto en el tema, que trata cuestiones absolutamente reales y de personas de carne y hueso. El tono es duro, sin concesiones, realista y creible. En suma, una novela al nivel de las mejores del género en aquellas zonas tan frías.