14 de abril de 2020

Tiempo de charlatanes



El cine, la literatura, las leyendas que pasan de padres a hijos, mantienen vivas  imágenes, figuras tan características como peculiares. Una de ellas es la del vendedor ambulante, ese individuo  entre embaucador, predicador y saltimbanqui que en  pasados siglos viajaba de aquí para ella pregonando la excelencia de sus productos e intentando colocarlos sin importarle en exceso la veracidad de sus proclamas, la solvencia de sus ofertas.

Muy frecuentemente tales personajes son situados en el lejano oeste tratando de convencer a los habitantes del pueblo donde aterrizan de la eficacia de un crecepelo. Por mi cabeza ha pasado, casi como nube de verano, la tentación de equiparar estos individuos con nuestros "padres de la patria".

Estoy leyendo una magnífica recopilación de artículos de uno de mis periodistas de cabecera,  Pedro García Cuartango, reunida por la editorial "Círculo de tiza" y con el sugerente título de "Elogio de la quietud", en el que ponía el acento en   la anemia intelectual de nuestra época: "Hoy Europa es un erial intelectual en el que ya no se discute nada. El espectáculo ha sustituido a las ideas, la representación a la política, la televisión a los programas y el Twitter a los debates. Cualquiera puede convertirse en un líder de la opinión pública si su discurso es suficientemente vacío y opaco, aparente paradoja del reino de lo mediático.". 
 
Asoma en mi cerebro esta idea  en relación con aquéllos -y aquéllas- que han llenado la opinión pública, los foros políticos y ciudadanos de palabras, frases, conceptos, ideas, ... etiquetas, ... que aparentan solvencia y suenan a progreso y uno no sabe si no son más que palabrería hueca con tanta trampa e ineficacia como un crecepelo.

3 de abril de 2020

Lecturas con mascarilla


La peculiar situación de pandemia y confinamiento de estas semanas ha  ayudado a incrementar algo mi número de lecturas. Todas me han ayudado a entretenerme, pero  voy a recomendar muy especialmente luna recopilación de artículos de Magris, un pequeño tesoro de Ivo Andric sobre Goya y un excelente relato de Somerset Maugham.

Mi interés por Claudio Magris se remonta a tres décadas; recuerdo perfectamente como en el verano del 90 un periodista catalán me recomendó vivamente la lectura de "El Danubio", posiblemente su obra cumbre. Por esas extrañas razones que uno no sabe muy bien explicar, fui retrasando la lectura del libro de este intelectual nacido en Trieste. No por ello he dejado de estar pendiente de su obra, y al comprobar que "Anagrama" publicó recien iniciado el año una recopilación de brevísimos artículos con el título de "Instantáneas", pensé que por fin llegaba la ocasión de leer algo suyo. El libro es breve : pequeños relatos que no son más que lo que su título indica: instantáneas. Los temas son de lo más variado: escenas, anécdotas, consideraciones concretas … Por encima de todo, destaca la forma pulcra y esmerada de escribir, un sentido común y una incisividad notables y, en suma, una lectura realmente deliciosa. Es de aquellos libros que tienen la virtud de poder leerse en cualquier momento: un fin de semana con tiempo, un rato de cansancio, una lectura escalonada, sin prisas, … Por supuesto, aún no he renunciado al "Danubio".

Cuando relato mis lecturas es frecuente que entre ellas suela figurar algún brindis al sol, algún capricho. Es el caso de "En la sangre", un relato policial escrito por la barcelonesa Laura Gomara. El argumento que nos cuenta la contraportada y una presentación atractiva me animaron a leer este libro sin más referencias. La novela es entretenida y a quien, como a mí, le gusta el género puede permitirse el lujo de leerlo sin la mala conciencia de haber perdido el tiempo … otras cosa es que alguien busque exquisiteces literarias, porque sin ser, ni de lejos, el lubro un desastre, no destacan esas formas en exceso. La autora ambienta la trama en Barcelona, algo que para mí es un dato positivo, al moverse en lugares que uno conoce con mayor o menor detalle. El personaje protagonista posee cierta originalidad: Eva Valverde tiene dos carreras, gasta mucho en ropa y lleva una doble vida, pues es carterista. La autora nos cuenta una historia de crímenes, mafias extranjeras, chantajes, peristas. El libro es tal vez demasiado extenso; pienso que 336 páginas son demasiadas para una novela de intriga, …. al menos si es de esas sin excesivas pretensiones … al menos a mí se me hizo algo larga.

Hacía tiempo que me habia llamadi la atención un libro sobre Francisco de Goya que lucía en el estante de temas aragoneses de la tienda de la "Casa del Libro" de la calle San Miguel de Zaragoza. Lo edita "Acantilado", creo que una editorial de plena garantía, está escrito por Ivo Andric, escritor balcánico que ganó el "Nobel" en 1961 y nos habla de uno de esos aragoneses inmortales que no siempre conocemos con el detalle y la profundidad que sería exigible. La publicación , titulada escuetamente "Goya", es muy breve: 96 páginas de las que exactamente la mitad están dedicadas a 30 reproducciones de cuadros del pintor de Fuendetodos. Las 48 primeras las componen una breve semblanza de Goya y una ficticia entrevista al mismo. La biografía, si es que puede llamarse así, no añade nada nuevo, pero está muy bien escrita, mientras la segunda es una brillante conversación entre el escritor y el artista para lo que aquél  idea la aparición del pintor en un viaje suyo a la localidad francesa de Burdeos. Un libro para disfrutar el corto rato que dura su lectura.

Una de mis más  frecuentes fuentes de inspiración a la hora de escoger libros  es la página que casi todos los sábados publica Pedro García Cuartango en "El Cultural" de ABC. Sus sugerencias son  siempre muy interesantes y la mayoría de las veces pico el anzuelo.  Ya han pasado por mis manos libros de autores como Sciascia y Balzac, entre otros, gracias a sus sabios consejos. En esta ocasión la recomendación asumida hacía referencia a una breve novela del escritor británico William Somerset Maugham, un prolijo autor que vivió entre finales del siglo XIX y los inicios de la segunda mitad del pasado. Ya había leído en su día "El velo pintado", un brillante y moralizador relato llevado al cine por John Curran en 2006, con brillantes interpretaciones de Edward Norton y Naomí Watts, por cierto;  no dudé en hacer caso al veterano periodista y me hice con una versión digital de "El misterio de la vila", un pequeño relato ambientado en Florencia que mezcla la intriga con el drama romántico. Una vez más he acertado plenamente siguiendo el consejo del ex director de "El Mundo" y he disfrutado con una novela que me ha parecido una pequeña joya. La novela también tuvo su versión cinematográfica a cargo del norteamericano Philip Haas y con reparto estelar: Kristin Scott Thomas, Sean Penn, James Fox y  Anne Bancroft. Eso sí, aquí como en la otra no cabe el calificativo de "moralizante",  pero no se trata siempre de eso, ¿no?.

Para los que "odiamos el fútbol moderno" hay una serie de nombres que nos devuelven a esos tiempos de partidos a las cinco de la tarde, "Estudio Estadio" y  marcador simultáneo "Dardo". Cuando se trata de recordar jugadores no  vienen a nuestra cabeza tan solo nombres como  Cruyff, Pele, Maradona o Beckenbauer, sino otros que aportaron un protagonismo tal vez distinto. Uno de ellos fue el salvadoreño Jorge González, quien dejó huella imborrable en Cádiz tanto dentro como fuera del campo. Hace unos años un periodista napolitano, Marco Marsullo, publicó un libro sobre el jugadr centroamericano que tituló "Mágico González. El genio que quería divertirse" y fue publicado en España a finales del verano pasado. No es un libro propiamente sobre fútbol, sino una especie de semblanza, llena de filosofía y anécdotas originales, sobre un hombre que jugaba al balón tan bien como el mejor de su época, pero que se tomaba el deporte rey y la vida misma de otra manera. Mágico González formó parte de ese Cádiz inolvidable de "Super Paco", Juan José, Carmelo, Dieguito y los hermanos Mejías y se hizo famoso tanto por sus increíbles jugadas de artista como por su afición a la noche y a las mujeres. Marco Marsullo idea un viaje en taxi que conducía el futbolista -a eso se dedicó el hombre tras colgar las botas- y elucubra sobre su filosofía de la vida, sus experiencias deportivas y sus peculiares "hazañas".

Hace poco menos de dos meses falleció en Madrid a los 49 años el periodista David Gistau. Fue Gistau un personaje especial, polifacético y lleno de vitalidad; a mi siempre me encantaron sus columnas políticas de "ABC" y "El Mundo", entre otras cosas por su independencia de criterio y su especial forma de escribir: una pluma francamente acerada. David Gistau escribió también unas cuantas novelas y en recuerdo suyo me decidí a leer una de ellas, algo que, además, ya tenía en mente  cuando no era previsible su triste final. Opté por "Golpes bajos", bastante a ojo de buen cubero, pues no tenía preferencias concretas. Gistau escribía muy bien: eso ya lo sabía, pero ahora puedo decir que también brilla cuando hacía literatura: gran riqueza de vocabulario, metáforas llenas de gracia e ironía, giros hábiles e inteligentes, … La novela tiene como tema central el de un deporte que apasionaba al escritor madrileño: el boxeo. Y en torno al ring, a los gimnasios, a los preparadores y jóvenes promesas, el autor nos relata al detalle como funciona todo un mundo de mafias, lumpen, corrupción, famoseo y papparazzi. Una mezcla explosiva, que a ratos divierte más que otros y que en ocasiones ofrece un tono que podríamos definir como de "sal gorda". Yo me lo pasé bastante bien, aunque no sea un libro para estómagos finos.

La editorial "Libros del KO" tiene una atractiva colección de pequeños libros en los que se habla sobre los distintos equipos con más relevancia histórica de España. Ya he leído alguno -Real Zaragoza, Atlético de Madrid-, y hace no mucho descubrí uno que hacía referencia al Celta de Vigo, un club que siempre me ha resultado simpático. Está escrito por la periodista gallega -por supuesto viguesa- Lucía Taboada y lleva por título "Como siempre, lo de siempre". Este libro, como los otros, está escrito -no podía ser de otra manera- desde el forofismo y la pasión por unos colores y viene cargado de sentimientos, ilusiones, alegrías, frustraciones. Taboada nos habla de los avatares de su equipo que ha vivido desde que de niña iba al fútbol con su padre. Aparecen recuerdos tan llamativos como las exitosas campañas con Jabo Irureta y Víctor Fernández en el banquillo, la clasificación para Champions con Lotina y las goleadas a equipos míticos como Juventus y Benfica. Con la misma pasión nos relata las frustraciones de las dos Copas del Rey perdidas, ambas frente al Zaragoza, o de los descensos a segunda y las crisis económicas. Un libro que hará disfrutar a quien le guste el deporte rey. Por cierto, leído ya este tomo he descubierto que la misma editorial tiene otro sobre el Celta: "El Celta no tiene la culpa", de Alfonso Armada: pendiente queda.

También nació en Vigo Ledicia Costas, aunque su novela es bien distinta. A diferencia de la escrita por Laura Gomara, escogida prácticamente al azar, la opción de la novel escritora gallega venía reforzada por buenas críticas del "Cultural" de ABC y el blog especializado de "El País". "Infamia" es el título de un thriller psicológico ambientado en un pueblo gallego, creo que imaginario, llamado Merlo y protagonizado por Emma Cruz, una joven profesora de Derecho Penal que se incorpora a la cátedra de la Facultad de la cercana capital de la provincia. Tanto la protagonista como los habitantes de la localidad andan condicionados por acontecimientos del pasado. No es una novela policíaca al uso, pues casi desde el principio se sabe quienes son los culpables, pero la autora está muy hábil y acertada al ir desgranando poco a poco cómo ocurrieron unos hechos sucedidos 25 años antes, así como al desarrollar las tramas marginales que acompañan a esos hechos y condicionan los actos de sus autores. Se trata de un excelente debut en el género y la novela está bien escrita y se lee de un tirón. Eso sí, viene marcada, desde mi punto de vista, por ciertos planteamientos políticamente correctos que hacen intuir algo de maniqueísmo. Y puestos a poner pegas, tal vez por ser un lector clásico, a uno le gusta más que las tramas se concluyan y resuelvan al final y no queden en el aire … pero esto pueden ser más bien cosas de un estilo literario.