Estaba presenciando las pruebas de natación disputadas el pasado sábado en la primera jornada de los Juegos Olímpicos de Londres; en las ceremonias de entrega de medallas me llamó la atención la presencia de un individuo bien trajeado, ya entrado en años -aparentemente bastantes- y con un aspecto realmente siniestro, más parecido a Drácula o Nosferatu que a un alto cargo del Comité Olímpico Internacional. El hombre, además, mantenía una actitud seria, casi de esfinge, muy lejana a esa simpatía y saber estar que veíamos en nuestro compatriota Juan Antonio Samaranch. Así, la noche fue pasando entre carreras, records, exhibiciones según los casos de chinos, yankees e incluso australianas y la misteriosa presencia de un personaje que terminabas pensando que se trataba del mismísimo "espírit"u olímpico, pero más que en su acepción de sentido deportivo, "Fair play", en la equiparable al concepto de fantasma.
Hice averiguaciones y descubrí que el hombre se llama Ivan Dibos, es perúano y vicepresidente de la Federación Internacional de Taekwondo, ... nada menos y, por supuesto, miembro del C.O.I. He de reconocer que no me imagino al sujeto con el kimono y cinturón negro haciendo exhibiciones con pies y manos ante un rival aguerrido. Eso sí, encontré una entrevista al tal Dibos y comprobé que es mucho más simpático que lo que su adusta actitud "olímpica" demuestra y así me enteré que tiene 72 años y actuó como atleta varios deportes como el ciclismo, natación, atletismos y remo, antes del taekwondo, por supuesto.
Imagino que tendremos que acostumbrarnos a la presencia durante estos días de este señor peruano con aspecto de personaje de película de terror.
La semana pasada tuve la debilidad de aceptar una de esas ofertas para cambiar de empresa de telefonía móvil; una agresiva e implacable operadora con sede en Sevilla me convenció para cambiar de compañía, vendiéndome con habilidad, perseverancia y, por encima de todo, poderío todo tipo de ventajas si le hacía caso. La oferta verdaderamente estaba bien y acepté lo que me proponía. Como era de esperar, al día siguiente la entidad que me factura cada mes mis gastos de teléfono móvil se puso en contacto conmigo para realizar una contraoferta, que al final consideré mejor que la recibida, decidiendo mantener en definitiva la fidelidad a ésta.
Aquí empezó mi verdadero calvario, pues resulta que las leyes han cambiado y tienes que ser tú y no tu compañía quien se ponga en contacto con la otra para deshacer lo andado, algo que en esos términos que nunca aprenderé se llama "cancelar la portabilidad". A un personaje suspicaz y poco paciente como quien esto escribe lo peor que le puede pasar es que termine moviéndose, literalmente y en términos castizos, "como p... por rastrojo" para conseguir conectar con una empresa a la que tras ponerle la miel en los labios pretendes decirle que de lo dicho nada y que te quedas con la "vieja".
El miércoles de 20.00 a 21.00 horas y el jueves de 10.00 a 11.30 los hube de dedicar a comunicarme con ese móvil que se disputaban dos tiburones del sector con diversas señoritas que me atendieron en su gran mayoría -todo hay que decirlo- con una delicadeza y paciencia exquisita. Al parecer la compañía que pensaba haberse llevado el gato al agua se resistía a renunciar a lo logrado, para lo cual me sometía a unas largas esperas telefónicas con una especie de música que intuyo debe ser la misma que utilizan en la antesala del infierno, mientras sin solución de continuidad escuchaba una voz enlatada que me decía "su espera es superior a 5 minutos, ruego permanezca atento al auricular". Mi estado de excitación fue creciendo, llegando en algún momento a perder los papeles, pues a las 13.30 terminaba el plazo para cancelar y me mantenía en unos intentos inútiles más propios del "Vuelva usted mañana" de Larra que de una empresa que se supone privada. En un momento llegué a mandar estrictamente a escaparrar a una operadora algo más impertinente que el resto, pero que de cualquier manera no tenía la culpa de nada y a quien me gustaría pedir disculpas. Al final conseguí mi objetivo tras lograr, al cabo de más de hora y media, hablar con dos empleadas de la compañía reticente, aunque tuve la impresión de que para ello habían elegido a las más torpes. Eso sí, viví interiormente la misma sensación que deben de tener las víctimas de un secuestro, los porteros que encaja una goleada o los exploradores que se ven metidos de la olla de una tribu caníbal.
La odisea me permitió visitar una tienda de la empresa en cuestión, donde fui estupendamente atendido por una trabajadora amable y simpática, y donde al presenciar las gestiones de las dos clientes que me precedieron pude comprobar como a pesar de llevar ya tiempo viviendo una crisis que ha llevado a empresas y familias a la ruina, seguimos viviendo en un mundo de yuppi y buscando continuamente perfeccionar nuestro móvil personal, al que solamente falta que le pidamos que nos afeite cada mañana, nos pinte el rímel, nos acune a la hora de dormir y nos azuce a la de levantarnos. Pero que vanos que llegamos a ser, ... con lo bonito que era el zapato de Maxwell Smart.
Había terminado la temporada 1974-75 y el Real Zaragoza había logrado por primera vez en su historia el subcampeonato de Liga; el equipo se había hecho fuerte en La Romareda, donde habían ido cayendo todos los grandes: Real Madrid, Barça, Atlético, de Madrid, Valencia, Real Sociedad, ... incluso habían sido capaces de endosarle un increíble 6-1 al Madrid de Miljanic, Breitner, Netzer, Santillana, ..., indiscutible campeón de Liga. La directiva que entonces presidía José Angel Zalba vio necesario reforzar el equipo, y entre otras peticiones el gallego Luis Cid "Carriega" había pedido un defensa central con capacidad de liderazgo, pues los dueños del centro del área aragonés, Violeta y Manolo González, habían superado con creces los 30 años. Los tiros se dirigieron a Portugal, donde estaba causando sensación Carlos Alinho, un espigado defensa libre que había nacido en la entonces colonia portuguesa de Cabo Verde y vestía los colores del Sporting de Lisboa; la prensa aragonesa daba por hecho el fichaje, pero a última hora se cruzó el Atlético de Madrid, que se hizo con el jugador, aunque esté no llegaría a formalizar el contrato al no pasar el reconocimiento médico. Pero cuando observaban a Alinho, los técnicos del club se fijaron en su compañero de zona, Victorino Bastos, un hombre de menos altura física, pero de una complexión atlética y una notable contundencia a la hora de defender. El fichaje de Bastos por el Zaragoza fue inmediato y se convirtió en la adquisición estrella del verano zaragocista junto al extremo izquierdo asturiano Juanjo, comprado al Burgos. Los otros fichajes fueron modestos: el regreso del viejo Pichichi Enrique Porta, ya en su declive, un ariete paraguayo llamado Jorge Insfran que era tan alto como torpe y el volante uruguayo Cambón, que apenas completó cinco encuentros con la elástica blanquilla.
A Bastos le costó integrarse en Zaragoza y en un equipo que tras los gloriosos años de los "Zaraguayos" entró esa temporada en barrena; Planas había sufrido una grave lesión de rodilla en la pretemporada que le inhabilitó para el fútbol, Arrua, auténtico buque insignia del equipo, hubo de operarse y los nuevos fichajes no dieron resultado, así el Zaragoza navegó todo el año en zonas pantanosas y solamente le salvó del descenso una victoria ante el Granada en el último partido. El jugador portugués, un futbolista entregado y sobrio, no fue titular hasta el cuarto encuentro, cuando el Zaragoza viajó a Alicante para enfrentarse al Hércules. El equipo alicantino había ascendido el año anterior e iniciaba la época más gloriosa de su historia, pues permaneció ocho temporadas seguidas en la élite; había construido una gran plantilla en la que destacaban dos argentinos de primer nivel: el central Giuliano y el volante Saccardi, junto a ellos lucían el meta Deusto, que había pasado de eterno suplente de Iríbar a portero de primera fila, el capitán Rivera, el interior Baena, un jugador completísimo, el "Tigre" Barrios, un cazagoles venido del Barça y los prometedores Juan Carlos y Carcelén que acabarían fichando por Valencia y Madrid. Ese año el Hércules terminaría el campeonato en sexta posición.
El partido, celebrado el 28 de septiembre de 1975, le fue mal al Real Zaragoza desde el principio y los alicantinos impusieron su mejor preparación física y un orden táctico impuesto por quien fue el auténtico artífice de sus éxitos, el gallego Arsenio Iglesias, que precisamente dos años después ficharía por el Zaragoza y le devolvería a la 1ª división. Con 1-0 en el marcador y ya iniciada la 2ª parte el argentino Saccardi marcó un gol con la mano que el colegiado catalán Crespo Aurré, nacido en la tarraconí localidad de Amposta, dio por válido. Como era de esperar se armó la marimorena y los jugadores aragoneses rodearon al trencilla con la habitualidad vehemencia e impulsividad de estos casos. El propio "Cacho" Saccardi, ya fallecido, se dirigió a Bastos y entre susurros le dijo: "No sé como no le das una patada al árbitro, todo el mundo ha visto que he metido el gol con la mano". El portugués le tomó la palabra al pie de la letra y dirigiéndose al de negro le propinó una patada en el trasero; Crespo Aurré entre incrédulo y sorprendido, mostró la cartulina roja a Bastos. Como era de esperar, éste fue suspendido por el Comité de competición con diez partidos, que al fallecer mes y medio después Franco quedaron reducidos a seis al aprovechar la Federación la subida al trono del Rey Juan Carlos para dar una amnistía general. Yo no recordaba haber visto nunca una agresión al árbitro y me sentí avergonzado de que la primera vez tuviera como protagonista a un jugador de mi equipo, un hombre que era mucho mejor persona de lo que demostraba su primera intervención relevante en el fútbol español.
Bastos jugó tres temporadas en el Zaragoza, llegando a jugar un total de 51 partidos oficiales. Su trayectoria fue discreta y no cumplió las expectativas creadas, aunque siempre fue un buen profesional y una buena persona. Al finalizar la temporada 1977-78 el jugador regresó a Portugal, donde mantuvo un buen nivel hasta su retirada. En el año 2006 falleció a la edad de 55 años víctima de una larga y cruel enfermedad.
Me encontraba hace unas semanas en Valencia y tuve que esperar un rato a unos amigos que me tenían que recoger en coche; habíamos quedado citados junto a la boca de Metro de la Avenida del Cid, una zona más bien modesta y popular de la capital del Turia, y por haber llegado demasiado pronto decidí buscar un banco en una calle lateral para esperar descansado y, de paso, huir del sol que a esa hora de la tarde -en torno a las 19.30- caía fuerte sobre la ciudad. Al poco de acomodarme en el banco de enfrente se instalaron dos chicas adolescentes, calculo que tendrían en torno a uno 15 años, ambas con el uniforme propio del tiempo y de la edad: top de tirantes, mini-short y sandalias equiparables a las usadas por los miembros de las legiones de Escipión; ambas permanecieron calladas, comiendo maíz tostado o algo parecido y mirándose mutuamente hasta que llegó una tercera, vestida de modo análogo, que fue la que terminó dando el pistoletazo de salida a la caja de los truenos.
Así, la recien llegada y uno de las dos que ya estaban comenzaron a increpar a la tercera, una moza delgada, rubia y con coleta que se llamaba Silvia, echándole en cara, según deduje, que no les hubiera informado de sus encuentros y desencuentros con un novio con el que al parecer se había reconciliado. Las dos mozas que ejercían funciones acusadoras se dedicaron a avasallar a la tercera, a quien apenas dejaban defenderse, hablando de lealtades, confianzas, sinceridades y mil argumentos, expuestos con un tono agrsivo, voz chillona y aires de "aquí no hay posibilidad de respuesta". He de confesar que, a la vez que no podía evitar caer en la "tacha" de la curiosidad y poner la oreja, me dio pena la pobre chica, que estaba pagando con la humillación y el acoso el pecado que al parecer había cometido.
La escena me sirvió para conocer mejor ese mundo de las adolescentes, ese ambiente en el que se dramatizan nimiedades, se da importancia a lo que no la tiene y se acentúan ese curioso sentimiento de sentirse ofendido. Me dieron ganas de intervenir, sobre todo al ver a la tal Silvia desencajada y suplicando con los ojos, y cuando le dejaban con la boca, la disculpa de sus implacables amigas. Imagino que siempre habrá ocurrido así y que no cabe extraer conclusiones sobre los jóvenes de hoy y los de ayer, pero me llamó la atención la incapacidad de comprender y perdonar, la insensibilidad para bajar el acento ante el agobio de la increpada y un intuible gozo interior por poder poner a alguien contra las cuerdas. Afortunadamente no osé meterme donde evidentemente no me llamaban, pero me hubiera gustado comentarle a la víctima del "broncazo" que con los años uno comprende que esos disgustos son "pecata minuta", que no valía la pena conservar como amigas a quienes demostraban no ser capaces de disculpar y que, de cualquier manera -y es algo que pensaba con total sinceridad-, era ella con diferencia la más guapa de las tres ... a ver si es que tenían envidia ...
El lunes 23 también falleció el actor Paco Morán; contaba 81 años y llevaba dos enfermo, debiéndose su muerte a un enfisema pulmonar. Paco Morán había nacido en tierra de califas, pues vino al mundo en la localidad cordobesa de Almodóvar del Río, aunque hacía muchos años que estaba afincado en Barcelona, tanto que La Vanguardia lo ha despedido titulando su obituario: "Paco Morán, cordobés de corazón catalán", habiendo sido galardonado por el Gobierno de Cataluña con la Cruz de Sant Jordi. No obstante, los inicios profesionales del actor tuvieron lugar en Madrid, donde entró a formar parte del cuadro de actores de Radio Nacional de España y Televisión Española. Hasta bien entrados los años 60 Morán fue un actor esencialmente televisivo, llegando a intervenir a lo largo de su dilatada carrera en más de 2500 programas. Recuerdo perfectamente a Paco Morán trabajando en esas comedias breves que echaban los domingos por la tarde entre la "Tarde de fiesta" de Angel Viñas, Fran Johan, Gustavo Re y las marionetas de Hertha Frankel y el tradicional partido de las ocho. El actor cordobés trabajaba con una soltura y dominio de la escena total, teniendo una importante "vis cómica" que le serviría años después para triunfar por todo lo alto en el teatro.
El actor fallecido puede presentar una lista interminable de actuaciones televisivas en esos dos programas dramáticos que fueron punteros en la televisión de entonces: "Estudio-1" y "Novela"; en el primero de ellos su gran consagración se produjo con su interpretación de "Otelo", sin olvidar sus papeles en "Oriente 66", "El caso de la señora estupenda", "El nido ajeno", "Son las doce, Doctor Schweitzer", "Ifigenia", "Don Juan Tenorio" ..., mientras que en "Novela" se le recuerdan cerca de 40 trabajos, entre otros "El príncipe y el mendigo", "El grillo del hogar" y "El estudiante de Salamanca". Tampoco cabe olvidar sus trabajos en "Historias para no dormir" ("El regreso"), "Teatro de siempre" ("Ricardo III" Y "Ajax"), "La pequeña comedia" o "Personajes al trasluz". Paco Mor´´an era capaz de bordar de la misma manera un comedia que un drama de Shakespeare.
No obstante Morán tenía una vocación esencialmente teatral, y en cuento pudo se dedicó en cuerpo y alma a la escena. El éxito que terminó de consagrarlo en el mundo de las tablas le llegó en 1968 con "El apagón", de Peter Shaffer, donde se consolidó como primera figura de la escena en el Teatro Eslava teniendo como compañeros de reparto a Juanjo Menéndez, Marisa Paredes y Nuria Carresi, entre otros. "El apagón" es la típica comedia de enredos, un vodevil a la vieja usanza en el que el protagonista, Brindsley, es un joven escultor prometido con Carol. La noche en que se ambienta la trama es especial para él pues vendrá a su estudio un reputado coleccionista de arte interesado en su obra y además conocerá al padre de su novia. Para impresionarlos a ambos la feliz pareja ha tomado prestados los muebles y las obras de arte de un vecino que está de viaje, con la intención de devolverlas una vez finalizada la velada. Por desgracia un inesperado apagón lo trastocará todo. Esta obra supuso un antes y un después en la carrera de Paco Morán.
En los 70 el actor se traslada a Barcelona, y como queda dicho allí se convirtió en uno de los actores más queridos por el pueblo barcelonés. En la ciudad condal Paco Morán cosechó un éxito sin precedentes al representar en el Teatro Borrás junto al actor catalán Joan Pera la comedia de Neil Simon "La extraña pareja" sin parar desde 1994 a 1999; la comedia había sido llevada al cine en 1968 por Gene Saks que contó entonces con un genial dúo interpretativo: Walter Matthau y Jack Lemmon, lo mejor que se puede decir de Morán y Pera es que estuvieron a la altura de los oscarizados actores. En "La extraña pareja" se contaba la vida de dos divorciados absolutamente diferentes que se ven obligados a convivir juntos.Otras obras de teatro en las que destacó fueron "Cada oveja con su pareja" (1973), "Punto y coma" (1987), de Santiago Moncada o "La jaula de las locas" (2002), de Jean Poiret. Morán trabajó en el cine en cerca de 40 películas, entre ellas "Los cuervos" (1961), "Chantaje a un asesino" (1965), Tabú (1966) y "Escrito en las estrellas" (1991). En 1993 protagonizó en TVE Catalunya la serie "Prêt a porter", en la que interpretaba a un sastre.
Hacía varios días que los teletipos habían extendido la noticia de la grave dolencia de José Luis Uribarri, incluso hubo quien anunció su muerte, aunque posteriormente se aclaró que el veterano locutor había sufrido un accidente cerebral y su situación era irreversible. El lunes día 23 se confirmó el fallecimiento de Uribarri, que había nacido en Ávila y el próximo 9 de agosto hubiera cumplido 76 años. Fue José Luis Uribarri, ante todo, un hombre de la televisión, donde ejerció diversos roles y y tuvo mayor o menor presencia según las épocas, si bien no nos equivocaremos si le calificamos como uno de los veteranos del medio, un personaje verdaderamente incombustible y, en definitiva, un auténtico clásico de la Televisión española.
Si acudimos a las biografías que proliferan estos días por la prensa y la red, descubrimos que estudió el bachillerato en los Maristas de Palencia y que empezó a cursar la carrera de Derecho, aunque terminaría colgando los estudios para iniciar su carrera en la radio, primero en Radio Juventud y posteriormente en Radio Intercontinental. No obstante, fue en la Televisión donde el locutor castellano empezó a ser famoso; aunque los anales hablan de su presencia en "Cesta y Puntos", el mítico concurso juvenil de las tardes de los sábados que en mi época presentaba Daniel Vindel, mi primer recuerdo de José Luis Uribarri penetrando a través de la pequeña pantalla en la sala de estar de mi casa fue en los Telediarios de mediados de los años 60, donde era uno de los locutores habituales junto a David Cubedo, la "voz del régimen" y el prematuramente fallecido Jesús Álvarez. Me acuerdo perfectamente de un Uribarri estilizado, con una enorme mata de pelo y una voz clara, pausada y profunda, por mucho que su trayectoria nos lleve a pensar más en actuaciones musicales y festivales que en noticias sobre la guerra de Vietnam, la muerte de Konrad Adenauer o el último pantano inaugurado por el Caudillo.
Otra faceta que hizo popular a Uribarri fue el Festival de Eurovisión; fue -con diferencia- quien en más ocasiones retransmitió el certamen, pues lo hizo 19 veces, lo que sospecho no es sólo un record nacional sino mundial. Aunque ahora "Eurovisión" es más bien un festival secundario, polémico y considerado de escasa elegancia, en su época tenía una repercusión enorme, y los que peinamos canas recordamos como si fuera hoy las presencias de grandes de la música española como Raphael y Julio Iglesias, los triunfos de Sandie Shaw, Massiel, Viky Leandros y, por supuesto, Abba, el empate de cuatro países en el certamen que en 1969 se celebró en el Teatro Real de Madrid, el éxito sin premio de Mocedades con "Eres tú" o esas jóvenes cantantes que vencieron contra todo pronóstico como la irlandesa Dana, con su dulce "All kinds of everything" en 1970, o la francesa Severine que al año siguiente dio el triunfo por primera y única vez a Mónaco con "Un banc, un arbre, une rue". El presentador fallecido nos animaba la velada con comentarios atinados, datos biográficos, ánimos patrióticos y pronósticos que no siempre eran acertados. Al principio y al final del concurso, conectaban con Madrid, donde José Luis Uribarri aparecía en compañía de los miembros del jurado español, que solían ser famosos de la época y al terminar el festival valoraban lo ocurrido: generalmente había grandes alabanzas a la vencedora y palabras de consuelo hacia el o la intérprete española de turno, que frecuentemente había ocupado una posición más bien discreta.
El programa musical "Aplauso" constituyó la otra gran aportación de Uribarri a TVE, lo dirigió entre 1978 y 1983, y que se convirtió en un auténtico referente de la música de actualidad en la época. El programa apostó por difundir la música más comercial de la época, la que se imponía en las listas de Super-ventas. El espacio adoptaba el formato de una revista. Los presentadores manejaban una revista de papel, cada una de cuyas páginas representaba una de las actuaciones que se sucedían en el programa, que tenía una duración aproximada de una hora: Así, el espacio se abría con la portada, páginas centrales, póster central y cerraba con la contraportada. Por ejemplo, la página de humor contó con lo más variado y granado de la época -y de otras épocas-: Andrés Pajares, Fernando Esteso, Bigote Arrocet, Martes y trece, Arenas y Cal, Miguel Gila, Lussón y Codeso, los Hermanos Calatrava, Zori y Santos o las Hermanas Hurtado.
Cuando uno fallece todo suelen ser flores, aunque tengo la impresión de que las otorgadas a José Luis Uribarri son realmente justas; supo estar por encima de modas y tendencias y aguantó con dignidad en una época que ya no era la suya. El otro día, cuando aún se debatía entre la vidab y la muerte leí un artículo de agencia de ese monumental periodista que es Luis del Val que refleja muy bien la calidad humana de Uribarri. Ayer, cuando TVE-1 le dedicaba un homenaje, escuché unas conmovedoras declaraciones del locutor en las que admitía sus fracasos morales y sentimentales, algo que atribuía a una excesiva dediccación al trabajo y el consiguiente descuido de la vida familiar, reconociendo humildemente que ahora cargaba con la pena de sus omisiones, algo poco habitual en el mundo de los famosos y que dice mucho de su bonhomía. Descanse en paz.
En un mes se nos han ido definitivamente tres viejos conocidos de aquellos felices años de la televisión en blanco y negro, de los estudios del Paseo de la Habana primero y de Prado del Rey después. Fueron tres personajes muy diferentes, pero cada uno de ellos triunfó en lo suyo; para quienes disfrutamos aquellos tiempos televisivos su recuerdo permanece y forman parte de las personas que nos hicieron disfrutar, frecuentemente de manera sencilla y sin excesos.
Gustavo Pérez Puig falleció en Madrid el pasado 26 de junio a la edad de 81 años; era, junto a nombres como Juan Guerrero Zamora, Pedro Amalio López, Alberto González Vergel, Domingo Almendros y Gabriel Ibáñez, entre muchos otros, uno de aquellos directores y realizadores que aparecían al final de los titulares en espacios tan señalados como "Estudio-1", "Novela", "La pequeña comedia", etc. Pérez Puig aparecía un día sí y otro también en los letreros que anunciaban esos programas de teatro en los que con muy pocos medios se sabía explotar, en el mejor sentido de la palabra, la profesionalidad y el buen hacer de los mejores actores de la época: las hermanas Gutiérrez Caba, Carlos Lemos, Ismael Merlo, María José Goyanes, Manuel Galiana, Mary Carrillo, José Bodalo, Amparo Baró, José Orjas, Pablo Sanz, Fernando Delgado, Concha Cuetos, ...
Pérez Puig destacó de manera muy especial en ese formidable espacio de teatro que fue "Estudio-1"; al fallecer se ha destacado su capacidad para dirigir con maestría a autores tan distintos como Enrique Jardiel Poncela -"Eloisa está debajo de un almendro"-, Miguel Mihura -"Tres sombreros de copa"-, Alfonso Sastre -"Escuadra hacia la muerte" y Antonio Buero Vallejo -"Diálogo secreto" "Lázaro en el laberinto" o "Música cercana" (1989)-; pero no podemos olvidar dos obras magistrales cuyo éxito televisivo se debe en buena parte al director madrileño: la versión de "Don Juan tenorio" que, con Paco Rabal y Concha Velasco como protagonistas dirigió en 1966 o su inolvidable "Doce hombres sin piedad", de Reginald Rose que en 1973 reunió a lo más dorado de los actores españoles. Otros trabajos suyos en Televisión fueron "Buenas noches, señores" (1972), con Julia Gutiérrez Caba, "La Comedia" (1983), "Ninette y un señor de Murcia" (1984), con Alfredo Landa o más recientemente "¿Se puede?" (2004), con Lina Morgan. Pero también realizó concursos -"La unión hace la fuerza" (1964), "La palabra más larga" (1966), musicales -"Gran Parada" (1959-1965), "Sábado 65" (1965), o programas de variedades -"Hoy dirige" (1961), "Teledomingo" (1964), "Club mediodía" (1967-1972) o "300 millones" (1977-1981).
Entre 1990 y 2003 fue director del Teatro Español , donde dirigió entre otras obras "Las mocedades del Cid", de Guillén de Castro; "La venganza de Don Mendo", de Pedro Muñoz Seca; "Angelina o el honor de un brigadier", de Enrique Jardiel Poncela; "Misión al pueblo desierto", de Antonio Buero Vallejo y "Cyrano de Bergerac", de Edmond Rostand. En 2008 regresó a la dirección, con un nuevo montaje de Mihura: "La decente", interpretada por Victoria Vera y Manuel Galiana, mientras dos años más tarde, produce "Vamos a contar mentiras", de Alfonso Paso, dirigida por su esposa Mara Recatero.
Pero la capacidad de Pérez Puig iba mucho más allá del teatro y los programas televisivos, así Siendo director de dramáticos de TVE realizó los cinco primeros discursos navideños del Rey, quien en la primera ocasión que se dirigió a la nación, tras fallecer Franco, al ver que Pérez Puig le sugería una repetición, el monarca le espetó: “No se preocupe, hablo muchos idiomas y todos mal. Corríjame cuantas veces sea necesario”. No fue su único contacto profesional con dirigentes políticos, ya que también fue responsable de imagen de José María Aznar y de Adolfo Suárez, su compañero de mus y entonces de partido -al parecer fue fue el CDS de Rodríguez Sahagún quien le colocó en el Teatro Español- e incluso hay quien asegura que es el inventor de la mítica frase "Puedo prometer, y prometo...".
En la calma del Mediterráneo he dedicado buena parte del tiempo a poner cruces en mi lista de libros pendientes; me llevé bastantes más de los que he terminado leyendo, pero no se trata de batir records ni hipotecar el tiempo. No deja de ser un momento con cierto encanto ese de optar por uno u otro. Sinceramente, creo que terminé eligiendo siete buenas opciones, y muy especialmente los primeros cinco que expongo me parecen completamente recomendables, sin que los otros dos me hayan parecido, ni mucho menos, malos.
"La estrella del diablo" es la tercera entrega de la serie que el noruego Jo Nesbo dedica al inspector Harry Hole, un personaje tremendo, un auténtico perdedor al que su carácter, su grave adicción al alcohol y su atormentada vida personal tiene siempre en el filo de la navaja. Hay quien opina que los sucesos que le ocurren a Hole son excesivos, pero a mí cada libro que leo de la serie me parece mejor, tanto que, sin contar a Mankel, que juega en Liga superior, le he puesto junto al islandés Indridasson en la cima de la novela nórdica de intriga. La trama de esta novela aún contiene cuestiones pendientes de las dos anteriores, alguna de las cuales ya queda definitivamente resuelta; pero por encima de todo "La estrella del diablo" es una novela policíaca en toda su extensión, sin que tal afirmación incluya ni un solo matiz peyorativo. Un personaje excepcional, un argumento sólido, una acción trepidante y una construcción adecuada del relato convierten al libro de Jo Nesbo en una lectura imprescindible para los aficionados al género.
Manuel Chaves Nogales no tiene nada que ver con Jo Nesbo, aunque ambos coinciden en ser escritores a los que merece la pena leer. Chaves Nogales, de quien ya había leído "Juan Belmonte, matador de toros", es un periodista sevillano exiliado con motivo de nuestra guerra civil, fallecido prematuramente en 1944 y de quien se ha comenzado a publicar sus libros, con un éxito enorme, en el siglo actual. "La agonía de Francia" es un ensayo atinado, analítico y, en cierta manera, estremecedor, del fracaso francés como pueblo y como nación con motivo de la ocupación nazi de 1940. Chaves Nogales refleja la enorme decepción que supuso para quienes como él eran unos demócratas convencidos la cobardía, el conformismo y la pasividad con la que los franceses se enfrentaron a la tragedia que significó el poder de Hitler en un país de la envergadura de Francia; de la acerada crítica no se libran ni los mandatarios galos ni el pueblo francés que observó impotente y resignado como el totalitarismo ario imponía su poder en Francia sin que nadie hiciera nada por evitarlo. Resultan admirable el fino análisis del autor, su mente preclara y su tremenda clarividencia, especialmente si tenemos en cuenta que falleció a los cuatro años de los hechos, estando el libro escrito en 1941, un año después de los mismos, lo que demuestra qué bien captó la situación, mucho antes de que historiadores y analistas políticos los valoraran en la misma dirección una vez terminada la 2ª Guerra Mundial.
Como en el caso de Chaves Nogales, los libros de Irene Nemirovski se han comenzado a publicar más de cincuenta años después de su fallecimiento; Nemirovski fue una ucraniana que murió en Austwitz en 1944 y que cuando hace una década Salamandra publicó la "Suite francesa", una magistral crónica de la huida francesa tras la invasión de las tropas del III Reich, se consolidó como una magnífica novelista. Posteriormente la misma editorial ha ido publicando sucesivas novelas, mucho más cortas, que han convertido a dicha autora en alguien capaz de ganar batallas después de muerto, como nuestro mítico Cid Campeador. "Jezabel" es un estremecedor relato sobre una mujer, Gladys Eysenach, que tiene como única meta en la vida ser vista siempre joven, para lo cual no se para en barras ante nada y ante nadie. Se trata de un análisis duro y atinado sobre el egoísmo humano, de como la superficialidad y la incapacidad de pensar en cualquier problema que no sea propio vuelve ciegas a las personas hasta límites dramáticos. En la solapa del libro alguien la compara con Dostoyewski, lo que no deja de ser audaz, casi temerario ... también he leído opiniones de que tras el éxito de la "Suite francesa" se han lanzado al mercado una serie de pequeños relatos poco brillantes; sin entrar a posicionarme al respecto, puedo asegurar que vale la pena leer con tranquilidad la novela.
Philipp Kerr nunca decepciona, aunque bien podría comenzar el comentario asegurando quen quien nunca lo hace es Bernie Gunther, ese personaje que ha sido ya capaz de facilitarle ocho novelas formidables. "Praga mortal" es la octava entrega de la saga y, no se si es porque la tengo aún reciente, me ha parecido de las mejores. Leyendo a Kerr disfruto, entre otras razones, por dos motivos: la agilidad de la narración, que es sin duda un mérito del escritor y el encuentro con el cinismo y la agilidad mental del personaje, algo que, digo yo, también habrá que cargarlo en el haber de Kerr. La novela nos traslada a la regencia nazi en Checoslovaquia y nos enfrenta con un personaje tan significativo -y terrible- como el Reichsprotector de Bohèmia i Moràvia, Reinhard Heydrich. Se trata de una lectura que no da descanso, con un ritmo vertiginoso, una notable audacia a la hora de forjar los personajes de los militares nazis, todos ellos auténticos y un argumento que te coge de principio a fin. Me da miedo poner demasiado entusiasmo a la hora de comentar un libro, pues me arriesgo a desilusiones, pero "Praga mortal", en mi opinión, es buenísimo.
Rysard Kapuscinski se ha convertido en uno de mis escritores favoritos: de vez en cuando descubres a alguien que te mueve a proponerte leer todo lo que ha escrito, y el polaco ha engrosado sin ninguna duda esta nómina; tras leer "Viajes con Herodoto" he reafirmado mi opinión sobre la excelencia del periodista polaco. Con Kapuscinski no solamente te entretienes, sino que al mismo tiempo adquieres un importante baño de conocimientos y cultura. "Viajes con Herodoto" es una arriesgada apuesta de narrar en paralelo el pasado -lejanísimo, por cierto- y el presente de la que el polaco salió con éxito; a la vez que nos va relatando lo que le brinda la lectura del escritor griego Herodoto, Kapuscinski nos cuenta los viajes que realiza por aquellas tierras que sirven de ambiente a las historias de aquél. Así, uno termina disfrutando con una conmbinación genial de geografía e historia y de la misma manera que te vas enterando de lo sucedido en las guerras entre persas, griegos y espartanos, con las atareadas vidas de personajes como Ciro, Darío, Jerjes o Artajerjes, consigues también profundizar en la actual situación de los lugares que el autor, entonces joven periodista recién salido de su país, va visitando: China, India, El Cairo, Dakar, Addis Abbeba, Jartum, Argelia, ... Un libro para leer con tiempo y despacio.
"La brisca de cinco", la primera novela editada por "Destino" del italiano Marco Malvadi, me entró por los ojos en cuanto la vi expuesta en la Casa del Libro de Zaragoza; lo mismo le ocurrió a Brunetti, a quien tengo por prestigioso lector, con un gusto literario al menos un punto superior al mío, que la adquirió y leyó rápidamente, si bien su opinión sobre aquélla acabó siendo bastante poco favorable. A pesar del consejo negativo de mi amigo, acepté el préstamo queme hizo otro lector de reconocido prestigio, Paco, y la incluí en mi equipaje. Se trata de una novelita que se lee bien, con la gracia y la frescura tan frecuente en los autores italianos, por mucho que le tengo que dar la razón a Brunetti en su carácter más bien intrascendente. Aunque se trata de una novela de intriga, con homicidio, investigación y giro final inesperado, la calificaría más bien como relato de carácter costumbrista, al tratarse de una acción desarrollada en un pueblo turístico cercano a Pisa, con un ambiente característico y plenamente típico de esa zona italiana, desarrollándose casi toda la trama en un modesto bar -"Lume"- cuyo regente, llamado Mássimo, acaba convirtiéndose en el protagonista: un camarero metido a investigador que acaba siendo todo un personaje, posiblemente lo mejor del libro. En definitiva, una novela breve y entretenida que nos puede venir bien si tenemos ganas de ir a leer a la playa o a la piscina.
Juan Madrid está considerado una de los actuales referentes de la novela negra en España; hace unos años leí una de sus primera novelas que me llevó a catalogarlo como un buen escritor. Buena parte de los relatos de Madrid, un periodista metido a literato, tienen como protagonista un personaje peculiar, Toni Romano, un ex policía, expulsado del cuerpo, que se ha metido a detective y a quien, no se sabe si por gusto o necesidad, gusta moverse en el mundo del "lumpen". "Un beso de amigo" es el primer caso del tal Romano, un libro entretenido y dinámico que nos narra una intriga desarrollada en ambientes bajos y lóbregos, con abundancia de maleantes, tramposos, truhanes, prostitutas y demás especímenes "ad hoc". Las novelas de Juan Madrid, y ésta no es una excepción, son duras y de un tono proclive a la "sal gorda", pero al menos ésta puedo asegurar que está bastante conseguida, por mucho que no suela dejar puertas abiertas a demasiadas esperanzas.
El pasado jueves se detuvo a tres viejos miembros del GRAPO -el viernes se haría con un cuarto- y el Ministerio del Interior anunció cómo y cuando falleció el empresario aragonés Publio Cordón. El secuestro del fundador de "Previasa" ocurrió hace 17 años y durante este largo tiempo su familia ha tenido que sufrir la tremenda incertidumbre de no solamente desconocer el paradero de Cordón, sino no saber ni un detalle de lo que había sucedido con él, si seguía vivo y, de haber muerto, donde se encontraba su cadáver. Como bien ha dicho la hija del empresario, aún es preciso encontrar los restos mortales de su padre para así cerrar definitivamente el caso y, aunque el final sea triste, será cuando menos digno. Quienes seguimos las noticias desde el cómodo observatorio del sillón de nuestra casa, nos olvidamos facilmente de los asuntos pendientes, incluso cuando revisten tintes tan dramáticos y desoladores, pero aquéllos que se ven afectados directamente por los sucesos en cuestión tienen que vivir día a día toda la incertidumbre que traen consigo, lo que en el caso de Publio Cordón, se ha prolongado a lo largo de casi dos décadas, con todos los matices, esperanzas y desesperanzas que la larga investigación ha tenido que llevar consigo.
Creo que es el momento de valorar el trabajo de la Guardia Civil, que ha sabido perseverar en su labor investigadora a lo largo de tanto tiempo, de manera callada, constante y, finalmente eficaz. En estos tiempos en los que todo se cuestiona, en los que incluso uno se encuentra gente que retuerce cada noticia hasta darle la vuelta con versiones sesgadas y lejanas a la verdad -no hay más que ver los comentarios a la noticia de la versión digital de un hoy extinto diario impreso- pienso que se debe de dar un respaldo a quienes trabajan para protegernos y defender el orden y la justicia.
Y también es el momento de poner en la picota a quienes en su día se dedicaron a elucubrar sobre el destino del empresario secuestrado; en mentideros, comentarios e incluso en alguna noticia de prensa se llegó a elucubrar con que Cordón había desaparecido voluntariamente, diciendo que estaba en el Caribe o en otros lugares curiosos, atribuyendo su ausencia a motivos económicos y financieros. Quienes difundieron semejantes infundios deberían sentir sonrojo, y no son más que una muestra de lo fácil que es esparcir mentiras y calumniar, algo que con esto de las redes sociales llega ya casi a la condición de deporte nacional. Lo único cierto es que la maldad y las mentiras de los miembros del GRAPO les llevó a secuestrar una persona, a cobrar su rescate después de que hubiera muerto y a reírse de la familia y de todo el mundo durante 17 años, ahora cada cual está en su sitio.
Ya me he referido en varias ocasiones a que Valencia fue la ciudad donde cumplí la mayor parte de mi servicio militar, incluso en mi infancia pasé dos partes de verano en una playa cercana a la ciudad del Turia, Puebla de Farnals; desde entonces mi corazón ha tenido cierta tendencia hacia el Levante y no han sido pocas las ocasiones en las que he elegido esas tierras para disfrutar de mis vacaciones. Volver a Valencia significa darle un "meneo" a la nostalgia, regresar al pasado, evocar momentos que forman parte de mi limitada y simple historia personal.
En aquellos inicios de los 80 en los que con aires de recluta semi-imberbe y en plena juventud me enfrentaba a la vida militar con pocas ganas y menos marcialidad, la Playa de la Malvarrosa, con todos su aura de lugar típico y emblemático, era un sitio más bien descuidado y poco acogedor, incluso diría que bastante "cochambrosillo", sitio propicio para domingueros poco respetuosos del entorno e incluso hay quien dice que en determinadas horas se convertía en indeseada sede el "lumpen". La referida playa inspiró al escritor Manuel Vicent la novela "Tranvía a la Malvarrosa", adaptada para el cine en 1997 por José Luis García Sánchez, con guión de Rafael Azcona, un libro que describe "la Valencia huertana de los 50, salpicada de crímenes, muertes de toreros y otros vaivenes".
Ahora he descubierto otra Malvarrosa: nueva, limpia, oxigenante, donde la presencia de bares y restaurantes no le ha privado de su viejo encanto, sino que ha depurado el ambiente y se ha convertido en lugar donde uno puede renovar el espíritu, descansar su vista con un paisaje que anima a la contemplación y a la serenidad ... sin que el goce del espíritu impida compaginarlo con el del cuerpo a través de una excelente paella en el núcleo del lugar más adecuado para ello; el ambiente, el mar y el arroz eran el mejor complemento para disfrutar de la compañía de los buenos amigos a los que hacía tanto que no veía. Quede este primer post como el del reencuentro con el blog. Aquí estamos de nuevo.
En los últimos tiempos escucho con frecuencia la palabra "emprendedor", es como un sonsonete cuya intensidad y frecuencia ha aumentado de manera notable conforme han ido pasando los últimos años. Parece bastante razonable que en tiempos de crisis y de necesidad de encontrar líderes que en muchos aspectos sean capaces de comandar la reacción social ante tanto problema, se postule la importancia de que haya personas con iniciativa, dispuestas a asumir riesgos, con capacidad de gestión y laboriosidad, afán de crear riqueza, de aportar ideas nuevas y crear puestos de trabajo; lo que ya no se si es tan aconsejable es que se pueble el mapa de fantasmas y vendedores de humo. Cada día estoy más convencido de que la verdadera valía está muy alejada del protagonismo social, la habilidad para ponerse medallas y la pedantería de quienes gustan de pregonar por todos los lados sus enormes capacidades para hallar soluciones, su liderazgo y su genialidad. Estoy harto de escuchar la palabra "emprendedor", pero no porque considere que no necesitamos gente que "emprenda", sino porque me temo que aquélla se ha convertido en una etiqueta tópica y vacía y su abuso puede acabar ahogando la valía de quien realmente es un emprendedor en el mejor sentido de la palabra.
Qué sí, que hay personajes a los que se les llena la boca con palabrejas que parece que por sí solas encumbran a unos y desmontan a otros; y es que al final te cansas de tanta conversación de móvil tan aparente como vacía, del exceso de portátiles -cada vez más pequeños- en el AVE, en Atocha y hasta en algún restaurante, de tanta seguridad en uno mismo, con la paradoja de que se es demoledor con la actividad de terceros a la vez que se está plenamente encantado de la propia. Y no se trata solamente de parecer que no se tiene abuela, porque los hay que se prestan también a actuar como abuela propia y de sus amigos, por vestir de gala a algunos, como cuando los niños hacían la primera comunión de almirante, como si la apariencia terminara siendo más que el sacramento.
El liderazgo no puede ser una insignia que nos colgamos, un carnet de identidad reservado a cuatro elegidos, un código de barras que viene de fábrica, un certificado extendido por un expendedor de gloria; el liderazgo se lo ha de merecer cada uno día a día, sin hacer ostentaciones de nada, casi sin ser consciente de ello ... uno no entra en su trabajo con el sombrero de "number one", un título con el que se sale cuando te lo has ganado a pulso ... con el añadido de que los verdaderos líderes son los que predican con el ejemplo, no alardean de nada y han perdido el hábito de darse importancia.
Todo mi respeto a tanto autónomo que las está pasando canutas, que no vive de una nómina y se ha convertido en triste y negativo protagonista de esta crisis maldita, a quienes han levantado su empresa, su comercio, su despacho, ... piedra a piedra con el sudor de su frente. Mi admiración a quien sabe nadar contra la corriente de desánimo y pasividad que traen estos tiempos y mis mejores valoraciones para tantos españoles que dan mucho más de lo que reciben. Pero ya vale de fantasmas que parece sólo quieren pescar en río revuelto y mirar por encima del hombro.