El pasado lunes el Real Zaragoza anunciaba que los técnicos Juan Manuel Nieves y Luis Costa dejaban de pertenecer al club, el primero tras 45 años en la nómina zaragocista y Costa con alguno menos, pues aunque llegó en 1970 al equipo, trabajó en alguna época lejos del Zaragoza. Es ley de vida que cuando la gente cumple años tiene que dejar paso a personas más jóvenes, pero resulta bien triste que se haya despedido con tanta frialdad a dos personas que los han dado todo por el Zaragoza, son historia viva del club y formaron parte protagonista de los mejores triunfos del equipo en las últimas décadas. Para quienes éramos unos niños en los años 70, las figuras de Costa y Nieves son completamente familiares, recordamos un buen número de encuentros en La Romareda y fuera de ella en los que uno y otro tuvieron papeles protagonistas.
Manolo Nieves llegó a Zaragoza en 1967 procedente de la Unión Popular de Langreo, un equipo asturiano que por aquéllos años militaba en 2ª División; tras la retirada de Enrique Yarza, el puesto de portero en el Zaragoza no tenía propietario fijo y Nieves vino al club como una gran promesa, convirtiéndose en un fichaje rentable, por mucho que mientras formó parte de la plantilla del primer equipo de Aragón hubo de pelear la titularidad con metas del nivel del cántabro Alarcia, el vizcaíno Izcoa, el guipuzcoano Irazusta, su paisano Junquera, venido del Real Madrid y Manolo Villanova, un aragonés que llegó al Zaragoza para jugar su última época profesional. Nieves era muy ágil, un auténtico gato, capaz de hacer unas palomitas espectaculares y actuar con una rapidez llamativa. Del asturiano recuerdo muy especialmente un encuentro televisado en el Bernabeu (temporada 1972-73) en la que consiguió mantener la puerta a 0 frente a los Pirri, Amancio, Santillana, Velázquez, ... con un muestrario de "paradones" que le convirtieron en el héroe de la noche: aún figura en mi retina una doble parada, cuando tras rechazar un disparo que iba dirigido a su izquierda el balón lo recogió a la derecha el medio navarro Zoco que lo empujó hacia portería y cuando el gol parecía inevitable el meta zaragocista apareció como por arte de magia para repeler de nuevo la pelota. Al domingo siguiente, en el que el Español se presentaba como líder en La Romareda, Nieves volvió a ser el salvador, pues con 1-0 en el marcador le paró un penalty al malogrado Glaría, quien no solía fallar ninguno. Nieves fue junto a Juan Luis Irazusta el portero que hizo historia con el equipo de los zaraguayos.
Nieves, al retirarse, pasó a formar parte del staff técnico del club, donde ha trabajado como segundo entrenador y como preparador de porteros, posición en la que fue capaz de sacar un buen número de jugadores de la cantera que hand ado un excelente resultado en diversos equipos: Sánchez Broto, Laínes, Rubén Falcón, Moso, Rubén Pérez, ... Entre las imágenes que nunca se irán de la retina de cualquier zaragocista está la de Nieves dando saltos de alegría en el parque de los Príncipes de París tras conseguir Nayim ese gol milagroso que le dio la Recopa al Zaragoza; era entonces el asturiano segundo de Víctor Fernández y disfrutó con protagonismo principal del mayor éxito del Zaragoza en toda su historia.
Luis Costa, al contrario que en el caso de Nieves, tuvo mayor relevancia como técnico; el alicantino llegó al club en sus últimos en activo, en concreto en el verano de 1970, cuando tras triunfar en Elche, Córdoba y Mallorca, los directivos zaragozanos lo incorporaron para que fuera el revulsivo de une quipo que andaba en declive. Su primera temporada, aunque fue titular indiscutible, no fue buena, pues el equipo terminó en 2ª División; en la categoría de plata Costa comenzó en el banquillo, pero pronto Rafa Iriondo se dio cuenta que su clase y su veteranía eran imprescindibles para darle cuajo al equipo, y así el jugador acabó siendo la clave del ascenso junto a Violeta, Villanova y Ocampos. La temporada del regreso a 1ª fue la última de Costa, y aunque la pujanza de jugadores como Molinos, Planas y García Castany le impidió jugar muchos partidos, su sabiduría y buena colocación siguieron prestando buenos servicios al club en momentos puntuales; de esta temporada es la foto de la derecha, en la que aparece junto al oscense Emilio Lacruz. Luis Costa era un jugador de baja estatura, con una técnica depurada y un excelente toque de balón, pudiendo jugar tanto de extremo como de interior de enlace.
Como entrenador Luis Costa lo ha sido todo en el Zaragoza; me temo que pocos recuerden que su primer servicio como mister los prestó en la temporada 1984-85, cuando ascendió al filial del club, el Deportivo Aragón, a 2ª División por primera y única vez en su historia, con una plantilla en la que aparecían nombres tan relevantes como Ruiz, Abad, Blesa, Juliá, Roca, Roberto Elvira, Pedro Moreno y Latapia, entre otros. Al año siguiente el recien llegado presidente Angel Aznar le entregó las riendas del primer equipo, donde reconstruyó un conjunto desinflado tras la época Beenhaker y con los fichajes de Pineda, Fraile, Pardeza y Ruben Sosa y la revitalización de hombres como Señor, Güerri, Casuco, ... realizó una temporada sensacional, claificándose cuarto en la Liga y venciendo en la Final de la Copa del Rey al Barça de Venables, Schuster, Archibald, Alexanco, Carrasco, ... veinte años después de la última Copa de los "Magníficos". Años después Luis Costa se convirtió en un auténtico "apagafuegos", siendo el hombre de confianza al que se recurre cuando las cosas van mal y hay que salvar al equipo del descenso, algo que logró en dos ocasiones. hay que mencionar de manera especial la hazaña lograda por el alicantino en la temporada 1996-97, cuando cogió al equipo terminada la primera vuelta y ocupando el farolillo rojo con 15 miserables puntos y lo salvó del descenso en una segunda vuelta espectacular en la que obtuvo 35.
Luis Costa y Manolo Nieves han sido dos auténticas instituciones en el Zaragoza; ambos presentan un currículum importante, y sobre todo, una hoja de servicios admirable e inmaculada. Se trata de dos excelentes personas, discretas, educadas y trabajadoras, por eso uno lamenta que no se les agradezcan adecuadamente los servicios prestados.