El pasado miércoles trasnoché más de lo habitual para ver el partido de vuelta de la Final de la Supercopa española que enfrentaba al F.C. Barcelona con el Atlético de Madrid. Sentía curiosidad tanto por comprobar el rendimiento del nuevo Barça del "Tata" Martino y Neymar como por ver actuar a un Atlético al que Simeone ha devuelto, en la eficacia y en la tendencia a enseñar los dientes, los valores de antaño. Como no jugaba el Real Madrid no corríamos el riesgo de que los comentaristas de turno dedicaran buena parte del tiempo a elucubrar sobre Garteh Bale, Casillas y hasta sobre la pobre Sara Carbonero, de la misma manera que el hecho de que los azulgrana jugaran en casa propia nos evitaba tener que tragarnos esa nueva equipación tan poco oportuna que tomando la parte por el todo parece pretender exclusivizar los signos de la Corona de Aragón en un simple Condado.
Del transcurrir del encuentro han hablado largo y tendido expertos e inexpertos, aunque no puedo evitar poner de manifiesto que vi a un Barça bastante menos contundente de lo habitual, a un Messi que parecía tenso, no se si por carácter, celos o aburrimiento y a un Atlético al que intuyo van a ganar muy pocos equipos. No deja de ser chocante, además, observar a Iniesta en el banquillo, contemplar que el mister blaugrana ni habla catalán ni viste de Miró y ver a David Villa portando la camiseta con la que empezó a despuntar, aunque ahora no lleve en el pecho el escudo del Sporting sino el del oso y el madroño. Por cierto, no me gustaron nada lo silbidos al asturiano, un jugador que lo ha dado todo las temporadas que ha jugado con los del Camp Nou: mira que somo en ocasiones caprichosos, ingratos y retorcidos los aficionados al fútbol.
Jugaban por vez primera juntos Leo Messi, el argentino más importante del mundo con permiso del Santo Padre, y Neymar, el fichaje más caro y llamativo que han hecho esta temporada los catalanes. Me temo que el primer experimento ha resultado más bien fallido, pues como digo más arriba no vi bien a Leo, aunque cada vez que la toca se nota que es un mago, un fenómeno, y además ponía malas caras, como si no fuera feliz hoy y ahora. Al brasileño, rápido y ágil, le vi precipitado y con algo de tendencia a hacerse un lío cuando lleva la pelota. Sin duda es un gran jugador y su "maridaje" con Messi solamente puede tener dos finales: la más probable, que ambos formen una pareja letal y demoledora capaz de batir records goleadores, y la otra, posible pero poco, que no se compenetren bien y el joven carioca termine en el banquillo y quemado, pues ya se sabe que los brasileiros son de mal conformar.
Mención aparte merecen los dos entrenadores; no entraré en consideraciones acerca del prestigio profesional y el buen currículum de Martino y Simeone, dos argentinos que en su día coincidieron en el cesped, en posiciones parecidas, cuando se vestían de corto, por mucho que Martino le lleve ocho años al "Cholo" y nunca tuvo la relevancia de éste -más de cien entorchados intermnacionales del "cholo" frente a dos del "Tata"-. Simplemente me hizo gracia el aspecto que ambos presentaban de pìe sobre la zona técnica del campo; el del Barcelona con una pinta que estamos poco acostumbrados a ver, muy lejana por ejemplo a los "glamoures" de Guardiola, más propia de un vendedor de seguros o un visitador médico: sólo le faltaba la "mariconera". Simeone, por su parte, iba de negro absoluto, y en otro ambiente podría incluso confundirse con algún importante miembro de la mafia calabresa. Quede claro que estoy de broma, y que no se enfaden cules, colchoneros, vendedores de seguros ni visitadores médicos, ... ni mafiosos italianos.
Y una última referencia a dos jugadores blanquirrojos; me gustó mucho Arda Turan, ya me constaba que el turco es un futbolista hábil, capaz de sacarse de la chistera auténticas genialidades, pero ayer este individuo, que al natural me pareció en su día "agitanado" y "culibajo", se convirtió en el alma de su equipo, en la punta de lanza del Atlético a lo largo de un encuentro en el que los de Madrid se vaciaron y se lo pusieron muy difícil al Barça; en cuanto se le terminó la gasolina a Arda Turan los barceloneses respiraron y retomaron la iniciativa. Y un aplauso para Courtois, el meta belga del equipo que preside Cerezo, un seguro en la meta colchonera, un hombre sobrio que me pareció tiene muy pocos puntos débiles. Al final la Copa se la llevó el Barça, pero las buenas perspectivas se las queda el Atlético, un equipo que puede dar mucha guerra este año.