De entre los seis libros que he terminado en el mes de marzo, hay uno realmente magnífico, "Una educación", sin desmerecer la última intriga de Cupido y el relato desempolvado de Julián Ayesta. Este mes no ha habido malos libros ... ni regulares.
Ya he comentado en otras ocasiones que Eugenio Fuentes es uno de los autores españoles de novela policíaca
que me merecen más garantías. Sabe contarnos historias creíbles y bien
estructuradas y tiene un valor literario por encima de la media si del citado
género hablamos. Ya he leído unas cuantas de sus novelas, todas protagonizadas
por el peculiar detective Ricardo Cupido, y he tardado bien poco en comprar y
devorar su último libro, “Piedras
negras”, también protagonizado por el citado personaje, aunque esta vez
desplaza la acción de la imaginaria localidad de Breda a Toledo. Aunque hay
algún lector amigo a quien no ha gustado en exceso el relato, a mí no me ha
decepcionado en absoluto. Fuentes nos cuenta una historia con evocaciones de la
guerra civil que nos habla de niños robados, familias de abolengo y un crimen
realmente macabro, todo ello ubicado en un Toledo cuya ambientación me ha
parecido uno de los mayores aciertos del libro. La historia es enrevesada,
aunque nadie ha de esperar grandes sorpresas finales. Eugenio Fuentes no ha
bajado el listón en cuanto a su nivel literario.
William Styron
fue un escritor norteamericano –nació en el estado de Virginia- que llegó a
ganar el Pulitzer en 1967 con “Las confesiones de Nat Turner”, un estremecedor relato
en torno al líder de una rebelión de esclavos negros. En 1990 Styron escribió “Esa visible oscuridad”, unas sinceras
y dramáticas memorias en torno a la depresión, enfermedad que afectó
profundamente durante buena parte de su vida. El título lleva como apostilla
“Memoria de la locura”, frase que ya nos da a entender la crudeza del ensayo.
Es un libro que me ha gustado y estremecido por partes iguales; William Styron
no esconde nada y habla sin reservas mentales ni maquillajes de su
desesperación, sus planes de suicidio, … en definitiva, ese pozo negro en el que
fue cayendo poco a poco. Las noches en blanco, las entrevistas con el
psiquiatra, las estancias hospitalarias, … todo nos lo cuenta al detalle. Por
poner una pega, la edición de “Capitán Swing” me ha parecido floja, con un
formato, una letra y unos espacios que no ayudan a la lectura. No obstante, es un inconveniente que vale la pena pasar por encima, pues se trata de un libro francamente interesante y sugerente.
De vez en cuando uno termina un libro con la conciencia de
haber disfrutado de una lectura especialmente buena. Es el caso de “Una educación”, novela autobiográfica
de la norteamericana Tara Westover
que ha tenido unánimes valoraciones altamente positivas por parte de los
críticos literarios de los más variados medios. La autora, que debuta en el
mundo literario con este libro, nos cuenta su infancia y juventud en Idaho en
el seno de una familia que practica radicalmente la religión mormona, mayoritaria en el estado de Utah, y
que influye de manera nuclear en las vidas de los muchos hijos de un padre
fanático, que dedica sus esfuerzos a almacenar víveres ante un próximo
apocalipsis, no permite que sus hijos vayan al colegio y considera que los
médicos son dañinos y toda enfermedad o accidente se cura en casa. El libro se
convierte en un relato pormenorizado de la educación de la autora, quien hubo
de superar todo tipo de obstáculos internos y externos hasta salir adelante, llegando
a obtener un Máster en el Trinity College de Cambridge y el Doctorado en Harvard. Tara Westover nos
cuenta su vida con tanta sencillez como crudeza, y consigue una obra extensa
.462 páginas- que no pierde nunca ni ritmo ni fuerza. Vale la pena dedicarle
tiempo a esta novedad publicada por “Lumen”.
Dentro del panorama literario nacional han ido apareciendo en los últimos años una serie de nuevos valores que garantizan el mantenimiento del alto nivel que de siempre ha tenido, en mi opinión, la narrativa española. Entre ellos destacan una serie de mujeres cuyas novelas se han convertido en santo y seña tanto de la lucha por el Olimpo de la literatura como en la reivindicación feminista más o menos radical. Entre estas se encuentra Marta Orriols, una sabadellense que inicialmente escribe en catalán, pero de la que ya ha traducido dos novelas. Me gusto el argumento y el planteamiento de la segunda de ellas, "Aprender a hablar con las plantas" y decidí darle preferencia en mi lista de pendientes. Una aceptable calidad literaria, un planteamiento argumental atrayente, un razonable número de páginas (256) y la habitual buena edición de "Lumen" ha hecho agradable la lectura de esta hstoria intimista y pesimista de una protagonista que acaba de perder a su pareja en un accidente con unas connotaciones que reduplican su drama. Creo que promete esta autora, aunque la novela, redactada en primera persona, provoca cierta desazón.
Sara Mesa es madrileña, y también pertenece a esta generación de escritoras nacidas en la década de los 70 que comienzan a liderar la narrativa contemporánea de nuestro país. Tiene ya bastantes novelas de éxito, con unos cuantos premios literarios en el bolsillo, aunque para debutar con su lectura he empezado con un ensayo publicado en esos atractivos y breves "Cuadernos de Anagrama", recomendado por un inquieto lector que ejercita bien su condición de amigo y asesor en la materia. Dicho ensayo se titula "Silencio administrativo" y el subtítulo que acompaña la portada lo dice todo sobre lo que nos cuenta: "La pobreza en el laberinto burocrático". Sara Mesa relata la auténtica odisea que supone conseguir las ayudas económicas previstas en favor de una mujer indigente en Sevilla. Es sin duda una de esas historias reales que conviene leer, un auténtico despertador de conciencias. Hay que empezar diciendo que Mesa escribe muy bien, con claridad y riqueza de vocabulario, que la historia tiene miga, mucha y que contiene además dosis de pasión y conciencia social que aportan fuerza a lo que lees. También es cierto que se intuyen inclinaciones políticas determinadas que pueden llevar a la sospecha de cierto sesgo en lo que se cuenta y alguna dosis, pequeña, de demagogia. Pero la historia es real y hace pensar mucho.
Todos los meses le doy un repaso a las "lecturas encadenadas" que aparecen en el blog "Cosas que me pasan". Las críticas que expone su autora son sin duda una garantía. Y leyendo el capítulo correspondiente a enero, descubrí a Julián Ayesta, un escritor asturiano fallecido hace más de veinte años que en 1952 publicó "Helena o el mar de verano", una novelita -88 páginas- que recientemente ha recuperado la editorial "Acantilado". Una vez más acertó la "blogera" en cuestión, y la lectura del libro ha sido una gozada. No hay una trama concreta, sino que el autor, en un tono cercano al lirismo, va relatando sin un orden concreto, recuerdos de adolescencia del protagonista que narra en primera persona, con unos detalles que huelen a relato autobiográfico. Ayesta nos habla de amistades de vacaciones de verano, sentimientos de culpa propios de los jóvenes del año de redacción de la novela, y sobre todo de esos primeros amores adolescentes con toques platónicos y casi melodramáticos. El relato está ambientado en Asturias y vale la pena.
Dentro del panorama literario nacional han ido apareciendo en los últimos años una serie de nuevos valores que garantizan el mantenimiento del alto nivel que de siempre ha tenido, en mi opinión, la narrativa española. Entre ellos destacan una serie de mujeres cuyas novelas se han convertido en santo y seña tanto de la lucha por el Olimpo de la literatura como en la reivindicación feminista más o menos radical. Entre estas se encuentra Marta Orriols, una sabadellense que inicialmente escribe en catalán, pero de la que ya ha traducido dos novelas. Me gusto el argumento y el planteamiento de la segunda de ellas, "Aprender a hablar con las plantas" y decidí darle preferencia en mi lista de pendientes. Una aceptable calidad literaria, un planteamiento argumental atrayente, un razonable número de páginas (256) y la habitual buena edición de "Lumen" ha hecho agradable la lectura de esta hstoria intimista y pesimista de una protagonista que acaba de perder a su pareja en un accidente con unas connotaciones que reduplican su drama. Creo que promete esta autora, aunque la novela, redactada en primera persona, provoca cierta desazón.
Sara Mesa es madrileña, y también pertenece a esta generación de escritoras nacidas en la década de los 70 que comienzan a liderar la narrativa contemporánea de nuestro país. Tiene ya bastantes novelas de éxito, con unos cuantos premios literarios en el bolsillo, aunque para debutar con su lectura he empezado con un ensayo publicado en esos atractivos y breves "Cuadernos de Anagrama", recomendado por un inquieto lector que ejercita bien su condición de amigo y asesor en la materia. Dicho ensayo se titula "Silencio administrativo" y el subtítulo que acompaña la portada lo dice todo sobre lo que nos cuenta: "La pobreza en el laberinto burocrático". Sara Mesa relata la auténtica odisea que supone conseguir las ayudas económicas previstas en favor de una mujer indigente en Sevilla. Es sin duda una de esas historias reales que conviene leer, un auténtico despertador de conciencias. Hay que empezar diciendo que Mesa escribe muy bien, con claridad y riqueza de vocabulario, que la historia tiene miga, mucha y que contiene además dosis de pasión y conciencia social que aportan fuerza a lo que lees. También es cierto que se intuyen inclinaciones políticas determinadas que pueden llevar a la sospecha de cierto sesgo en lo que se cuenta y alguna dosis, pequeña, de demagogia. Pero la historia es real y hace pensar mucho.
Todos los meses le doy un repaso a las "lecturas encadenadas" que aparecen en el blog "Cosas que me pasan". Las críticas que expone su autora son sin duda una garantía. Y leyendo el capítulo correspondiente a enero, descubrí a Julián Ayesta, un escritor asturiano fallecido hace más de veinte años que en 1952 publicó "Helena o el mar de verano", una novelita -88 páginas- que recientemente ha recuperado la editorial "Acantilado". Una vez más acertó la "blogera" en cuestión, y la lectura del libro ha sido una gozada. No hay una trama concreta, sino que el autor, en un tono cercano al lirismo, va relatando sin un orden concreto, recuerdos de adolescencia del protagonista que narra en primera persona, con unos detalles que huelen a relato autobiográfico. Ayesta nos habla de amistades de vacaciones de verano, sentimientos de culpa propios de los jóvenes del año de redacción de la novela, y sobre todo de esos primeros amores adolescentes con toques platónicos y casi melodramáticos. El relato está ambientado en Asturias y vale la pena.