31 de agosto de 2011

Gominas, colorines y melenillas

Pasear por Madrid es hacerlo por una ciudad cosmopolita y plural; allí puedes ver de todo y no parece que ya queden formas, indumentarias, actitudes y maneras de hacer que llamen la atención. En algunos lugares concretos, como puede ser el Barrio de Salamanca, y muy en especial toda la zona que abarcan las calles de Goya, Serrano y Velázquez, permiten contemplar a una serie de personajes que podrían tener el común denominador de haber comido siempre caliente y tener una notoria preocupación por su aspecto exterior. Me falta experiencia y suficientes horas en ambiente para saber distinguir el grano de la paja y delimitar la frontera que separa los pijos cualificados de quienes deambulan por las vías de la apariencia, aunque puede que haya en todos un poco de todo. Pero en pocos sitios como las calles referidas he observado funcionar de modo habitual a personajes de revista de moda, a individuos que no han dejado un milímetro a la improvisación. Cada cual puede vestir y acicalarse como quiera y pueda, por supuesto, pero no puedo evitar llegar a conclusiones, fundamentalmente tres: cuando hay una apariencia de vestimenta forzada, de pulcritud máxima hasta el detalle, la elegancia pierde uno de sus elementos principales: la naturalidad, y por lo tanto empieza a dejar de ser tal; en ocasiones detrás de determinadas formas de vestir y/o peinarse uno intuye cierta resistencia a mostrar el transcurso del tiempo, algo que a la falta de naturalidad añade ciertos aires de inmadurez mientras que, finalmente, existen modos y maneras que lo único que consiguen es apartar a la persona de sus semejantes, crear en su entorno un aire de élite que ni le conviene ni suele estar justificado y convertirse en seres lejanos, de otro planeta, inaccesibles.

En este sentido, me llamó la atención en mi penúltima estancia en la capital del reino cuando, tras verme obligado a subir desde abajo hasta arriba la calle Velázquez me crucé con unos cuantos sesentones -puede que algunos ya hubieran llegado a la década siguiente- que lucían unos pantalones de colores chillones: rojo, verde fuerte, azul cobalto, amarillo, ..., todos ellos con apariencia de haber costado importes prohibitivos para la mayoría de los españoles. No estoy criticando y ya he dicho que cada cual puede vestir como le da la gana y emplear su dinero según le plazca, en buena lógica siempre que cumpla sus obligaciones morales con quien las tenga, pero me parecen detalles que dejan entrever una especie de rebeldía ante algo tan irreversible como la llegada de la vejez, una circunstancia que se debe saber llevar con toda la dignidad y la deportividad del mundo sin necesidad de tanto "cante".

En Madrid, como en otros lugares como puede ser Sevilla, se ve mucha gomina; de nuevo tengo que empezar respetando el gusto de cada cual, que ningún mal se hace cargando el cabello con fijador, es más, en diversas épocas de mi vida he sucumbido a la tentación de ponérmelo yo. Hace unos cuantos miércoles, cuando regresando de mis vacaciones paseaba por la Gran Vía madrileña, me llamó la atención la presencia de un joven "engominado" que paseaba en compañía de otro; iba completamente trajeado, con terna azul oscura y camisa de rayas, su pelo presentaba un aspecto totalmente monolítico, es más, el propio individuo daba una impresión monolítica, a la vez que ofrecía ese aspecto de elegancia forzada al que antes me refería, de distinción artificial y despersonalizada. A veces la gomina facilita la presencia en la parte final del pelo de unos "ricillos", incluso un manojo de pelo, como a modo de remolino, que se junta en medio ... y vuelvo a repetir, que parece forzado, como si quienes lo llevan así fueran personajes salidos de un molde.

Y el mismo miércoles, en la sala "Club" de Atocha me tropecé con otro personaje muy de esta onda, otro individuo que no cumple los 60 y "va de juvenil", lo que un viejo compañero de carrera llamaba un "madurete"; destacaba por su blazer azul marino, con forro color grana, y un pelo blanco echado para atrás que dejaba una melenilla llamativa, una melenilla que no puede disimular ni las entradas, ni las canas ni la arrugas ... Y vuelvo a insistir, que cada cual vaya como quiera, solamente he pretendido reflejar un tipo de personal que me llama la atención, y donde seguro que uno se encuentra muy buena gente.



30 de agosto de 2011

Una reacción imitable




Hace unas semanas hablé del último libro publicado por José Antonio Labordeta "Regular, gracias a Dios"; como ya dije en dichas "memorias compartidas" el ya fallecido político y cantautor aragonés nos contaba el diágnóstico y desarrollo del cáncer de próstata que sufrió y que acabaría ocasionando su fallecimiento. Con relación al momento crucial en el que el médico le confirmó que tenía la cruda enfermedad Labordeta relata una anécdota que tal vez para muchos sea superficial, pero que a mí me ha hecho pensar mucho, sucedido que debió producir cierta repercusión en el editor, pues el fragmento donde aparece es literalmente recogido en una de las solapas interiores del libro.

Nos dice el genial cantante que al salir del Hospital Provincial de Zaragoza junto a su mujer, tras conocer que tenía cáncer ésta le dijo que se iba a casa, mientras él contestaba que prefería antes tomarse un café, con lo que tras recibir el beso de su esposa -aprovecha Labordeta para confesar que hacía años que ella no le besaba en la calle- se dirigió en solitario al "Café de Levante", establecimiento que tenía sus preferencias. Habría que hacer aquí un inciso para alabar el gusto del hombre y referir que algún día tendré que dedicar alguna entrada al "Café de Levante", que representa tan bien el estilo y el alma de los viejos cafés de siempre.

Una vez en el citado lugar, Labordeta abandonó descartó la opción del café y decidió pedir un pincho de tortilla y una caña; acaba el relato afirmando que tras tomarse el primer sorbo de la cerveza "ésta me supo magnífica" ... algo que no me extraña, pues si la tortilla está bien hecha y la cerveza fresca, pocas cosas podrán superar semejante opción gastronómica. En un momento de la narración Labordeta aprovecha para defender la decisión de apalancarse en solitario en la barra de un bar, algo que no se suele hacer de ordinario -en un bar lo que apetece es la buena compañía y la sana conversación- pero que en determinadas ocasiones puede convertirse incluso en necesario.

La anécdota no da más de sí, pero resulta susceptible de provocar conclusiones; en primer lugar me parece de un temple y una categoría humana notables decidir pasarse por el Café Levante: a mí una noticia de este tipo sospecho que me cerraría el estómago, con lo que he de confesar mi admiración por quien es capaz de meterse cerveza y tapa entre pecho y espalda. También es cierto que en determinados momentos cruciales de la vida no viene mal cierta soledad, aunque las soledad de los bares siempre acabe resultando algo más compartida; además no deja de ser envidiable esa querencia por establecimientos concretos, y es que si uno tiene un médico de cabecera, un peluquero fijo o una tienda donde te calan la ropa que necesitas, ¿por qué no vas a tener un bar o cafetería de "cabecera"? José Antonio Labordeta describe con una sencillez tan encantadora como emocionante como pasó consigo mismo los momentos inmediatamente posteriores a un diagnóstico que era una condena.

Yo me planteo lo que hubiera hecho en su caso, y lo primero que se me ocurre es que hubiera ido al Pilar; aunque bien pensado la solución de Labordeta tampoco está mal, y no tiene porque ser incompatible, no sólo porque siempre puedes ir al Pilar y luego al "Levante" o viceversa, sino porque la caña también te la puedes tomar pensando que la Virgen te acompaña ... hasta que ha puesto la tortilla a punto.



29 de agosto de 2011

Una fábula política





Acceso no autorizado
Belén Gopegui
Mondadori. Barcelona (2011)
316 páginas





Resumen: Acceso no autorizado arranca con dos historias en paralelo. Por un lado, un hacker es contratado por una empresa para que piratee el sistema informático de la compañía donde trabaja. Por el otro, una historia de insólita confianza entre una vicepresidenta y un pirata informático que se cuela en su ordenador y asegura querer ayudarla. A partir de aquí, Gopegui crea una ficción de lectura veloz, que reflexiona sobre las distintas formas de violencia que el poder desarrolla en la pirámide social.


Había hablado hablar muy bien de Belén Gopegui, según unas cuantas personas de las que saben de ésto una de las mejores autoras del panorama literario español actual. Aprovechando la salida de su última novela decidí comprobar directamente el fundamento de estos comentarios; lo que no sabía era de la radicalidad y las posturas ideológicas de la escritora, una mujer decantada claramente a la izquierda, algo que en absoluto es para mí impedimento para leer y valorar sus libros, aunque tal vez éste en concreto sea, evidentemente desde mi punto de vista, excesivamente militante desde una perspectiva ideológica.

"Acceso no autorizado" es un libro difícil de leer, o así me lo ha parecido a mí; es posible que buena parte de la culpa haya sido mía, pues lo he leído un poco a trompicones, intercalando su lectura con la de otros e interrumpiéndola en mis vacaciones; por otra parte tiene el inconveniente de tratar el tema de los hackers, algo que no domino en absoluto y al utilizarse demasiados términos informáticos la complicación se acentúa. No obstante, puedo confirmar que Belén Gopegui escribe muy bien, que la calidad que se le atribuye no es exagerada.

La autora acierta con un tema tremendamente actual, viene a ser como una anticipación del fenómeno de los indignados, y nos habla de decepción, de enfriamiento de viejos ideales, de necesidad de reaccionar ante el establishment económico, ... Y lo más llamativo del libro está en unos personajes que son de ficción pero a los que uno enseguida les pone nombre: una vicepresidente del Gobierno con personalidad, un ministro del interior que le hace la cama, un viejo político de izquierda socialista, un antiguo presidente del gobierno, ... hay que admitir que en este aspecto el poner cara y ojos a los protagonistas hace más sencillo seguir una trama nada fácil.

Eso sí, en la novela veo poca humanidad; los personajes son fríos: no se ve ni un ápice de ternura y sentimientos; los protagonistas son presentados con valores indudables, como la responsabilidad, el compromiso, el idealismo, la honestidad ... pero todo ello en un marco de frialdad y total ausencia de sensibilidades. No hay concesiones a la dulzura, el corazón, la afabilidad.

Me siento muy lejos de los postulados de Belén Gopegui, pero su forma de escribir, la consistencia de sus novelas pienso que la sitúa muy por encima de escritoras actuales de más fama, a las que, quien sabe si por sus planteamientos mucho más correctos políticamente, se las tiene en más consideración. Queda dicho que el libro no lo he leído con el ritmo y la atención exigibles, pero a la vista de las impresiones recibidas habrá que pensar en dar una nueva oportunidad a la escritora madrileña.




28 de agosto de 2011

"La Lontananza", Doménico Modugno



Doménico Modugno fue un auténtico dios de la música italiana del siglo pasado; el cantante nació en 1928 en la localidad de Polignano a Mare, un pueblo cercano a Bari, en la región italiana de Puglia. Su aspecto recio, su bigotito fino y una simpatía por arrobas fueron suficientes para conquistar el cariño de los italianos, cosa lógica si pensamos que Modugno reunía todos los caracteres que definen al tipo italiano. El cantante, que también hizo alguna película, también hizo sus pinitos políticos y representó a Italia en el Parlamento por el Partido Radical.

En la wikipedia se nos dice que fue el padre de los cantautores italianos y uno de los más prolíficos artistas del siglo pasado; escribió y grabó cerca de 230 canciones, interpretando 38 películas para cine y 7 para la televisión, así como 13obras teatrales; también condujo algunos programas televisivos. Una vida de trabajo a todo ritmo que comenzó a resentirse en 1984, cuando el cantante sufrió una parálisis parcial que le tuvo en una silla de ruedas hasta su muerte diez años después.

EL gran éxito de Doménico Modugno fue "Nel blu dipinto di blu" (más conocida como Volare), con la que ganó el Festival de San Remo de 1958 y quedó tercero ese mismo año en Eurovisión y que se convirtió en la canción italiana más vendida y escuchada después de "O sole mío", conquistando el mercado americano. Modugno ganó San Remo en tres ocasiones más: con "Piove" (1959), "Addio, addio" (1962) y "Dio, come ti amo" (1966); en Eurovisión volvió a participar en 1959 y 1966.

No obstante, he optado por una canción con la que no ganó certamen alguno, "La Lontananza", un tema en el que nos dice que "la distancia es como el viento", cargado de sentimientos y nostalgias; en el vídeo se puede comprobar la pasión con la que cantaba Modugno, quien realiza una auténtica interpretación, casi un marathon musical, con un público incondicional y una entrega completa.




27 de agosto de 2011

La indumentaria de Puyol



Carlos Puyol es uno de los indiscutibles en el centro de la defensa del Barça y de la selección española; además de ser, por ello, protagonista directo de los años más gloriosos en la historia del equipo blaugrana y de la selección nacional, Puyol es un excelente jugador y una persona coherente, prudente y equilibrada, lo que no es poco para los tiempos que corren. En el sorteo de la Liga de campeones que se celebró el pasado jueves en el Foro "Grimaldi" de Mónaco, al capitán barcelonista le correspondió intervenir en un momento determinado, y el hombre se presentó al evento vestido con un polo de F.C. Barcelona y unas bermudas a cuadros. La indumentaria fue la comidilla del día y los propios compañeros del futbolista -Cesc Fábrefas y Gerard Piqué entre otros- hicieron mofa de las formas de su capitán.

No hay que darle al tema más importancia de la que tiene, ni trascendentalizar en exceso la anécdota, máxime cuando el propio Puyol en su Twitter -con esto de las redes sociales uno se entera de más cosas y enseguida- ha sabido reaccionar con elegancia y oportunidad asegurando que "He estado mirando todos los trajes q tengo... con el q me siento mejor es con el escudo del Barça en el corazón", pero aún así lo ocurrido nos puede llevar a sacar conclusiones.

Las exigencias protocolarias y de corrección se han relajado en los últimos tiempos, algo que tiene sus indiscutibles ventajas, pues se gana en naturalidad lo mismo que se pierde en acartonamientos y reglamentaciones agobiantes y excesivas, además de que uno puede vestir muy correctamente sin obligarse a galas y etiquetas. Pero hay que buscar un equilibrio, y siempre será, cuando menos aconsejable, guardar un mínimo de formas. Si uno tiene que tomar parte en un acto como el mencionado sorteo, por mucho que no sea ni la Gala de los Nobel, ni la toma de posesión del Presidente de la República Francesa ni una Boda Real, debería de tener la precaución de presentarse en mínimo estado de revista, y me parece que esto no incluye ni llevar un polo publicitario ni enseñar las "garrillas", por mucho de que con las mismas se hayan ganado las Copas más importantes del mundo.

Cada indumentaria tiene su momento, e igual que Puyol, que me cae de miedo, no se presenta a entrenar vestido de Armani, debería haber tenido la precaución de acudir a Mónaco un poco más "mudado"; porque por mucha broma que hagan ahora sus compañeros, hay que admitir que un poco la nota si que dio. Eso sí, que nadie se ría en exceso, porque este tipo intuyo que va a seguir levantando trofeos y ya se sabe eso de que quien ríe el último ...


26 de agosto de 2011

Unos minutos de tontódromo



El pasado miércoles estuve en Zaragoza, una serie de gestiones pendientes y la posibilidad de respirar aire maño pudieron más que el calor reinante y el cansancio acumulado por la mañana y tomé el bus de las 16.45 que me dejó cerca de una hora después en María Agustín, a la altura de la Plaza del Portillo. La tarde fue provechosa y una por una pude realizar las tareas pendientes y hasta pasar un momento por el Pilar, visita que en la medida que puedo procuro cumplir cada vez que acudo a mi ciudad de origen. Eso sí, el calor que caía inmisericorde sobre el asfalto zaragozano fue dejando su huella y acabé mi último recado, la adquisición de unos tirantes, con las piernas cargadas, la piel mojada de sudor y la boca seca.

Decidí entonces recurrir al refresco, uno es caprichoso y frecuentemente no tiene paciencia para esperar a llegar a casa y así entré en una cervecería de la calle Mefisto, una pequeña calleja situada entre el Paseo de la Constitución y la Plaza de los Sitios, es decir, en plena zona denominada "la milla de oro", lugar donde encuentras las tiendas más caras, las casas más lujosas y el ambiente más pijo de Zaragoza. Por allí se ubican diversos abres y cafeterías a las que acuden clientes con notables cuentas corrientes, vestimentas a la última y piel bronceada, aunque en ocasiones sean más lo aparente que lo consolidado.

Dicha cervecería no estaba precisamente hasta los topes de personal, y tan sólo había unas cuantas "niñas" bien en un par de mesas, tal vez a la espera de su príncipe azul y cuatro jóvenes en la barra con aspecto de haber bebido alguna copa de más y vestidos con los últimos modelos veraniegos: bermudas estilosas, naúticos de diseño, camisas coloridas y peinados super estudiados. No se porque razón los tipos me miraron al entrar, tal vez ofrecía un aspecto de personaje provinciano, de intruso en sede cerrada, la cuestión es que me sentí observado y valorado e incluso uno de los sujetos, dudo que ninguno llegara a los 20 años, se dirigió a mí y me espetó: "jefe, este sitio está muerto" ... no se que pretendía decir con tan imaginativa y pensada frase, tal vez desengañarme de vete a saber que intuida pretensión, la cuestión es que llegué a la conclusión de que eran unos niñatos y que encima, les faltaba imaginación y sobraba rudeza, pues eso de dirigirse a alguien con el apelativo de "jefe" me suena más a taller mecánico o bar de pueblo que a sede de niños bien con poco qué hacer.

Hay quien llama "pijo" a cualquiera: los he conocido que te colocan la etiqueta solamente por no comprarte la ropa en los chinos o ponerte algo de colonia, pero a la hora de la verdad no es tan fácil encontrarlos en su esencia, con denominación de origen y código de barras. Creo que ayer tuve contacto durecto cone stos seres que uno ya no sabe de qué planeta son ... o en qué planeta viven.


25 de agosto de 2011

Descubriendo a Cunqueiro



Los excesos de la afición a la novela policíaca, ese cierto snobismo que nos inclina a leer fundamentalmente libros recién publicados y la ausencia del tiempo que a uno le gustaría tener para dedicar a la lectura te llevan a haber descuidado la lectura de os de siempre, de esos autores que no tienen fecha de caducidad porque lo que han hecho a lo largo de su carrera literaria ha sido sencillamente escribir bien. En nuestro país tenemos muchos de ellos, desde Delibes hasta Wenceslao Fernández Florez, pasando por autores tan distintos como Carmen Martín Gaite, Ignacio Aldecoa, Enrique Jardiel Poncela o Jesús Fernández Santos, sin olvidar a autores teatrales tan lucidos como el citado Jardiel, Miguel Mihura o Alejandro Casona. He hecho el propósito de comenzar a darles la importancia que tienen, intención que espero cumplir.

Mi estancia en Galicia, que como se ve está dando para bastantes comentarios, me ha ayudado a recuperar el interés por un autor que siempre me había llamado la atención, pero del que debo confesar no haber leído nunca nada; me refiero a Alvaro Cunqueiro, el periodista y escritor nacido en Mondoñedo en 1911 y fallecido en Vigo setenta años después. Alvaro Cunqueiro además de escritor fue periodista, escribiendo artículos excelentes en diarios de su tierra como "La Voz de Galicia", "El Progreso", "La Región" y "Faro de Vigo", aunque por encima de todo era un hombre que escribía muy bien, que dominaba a la perfección la prosa, tanto castellana como gallega. Cunqueiro era muy gallego y en sus escritos se palpa ese carácter tan especial de los gallegos, aficionados al misterio, al más allá y amantes apasionados de su terruño: significativo su deseo expreso de que figurase en su tumba, como epitafio, la frase siguiente: "Eiqui xaz alguén, que coa súa obra, fixo que Galicia durase mil primaveras máis" ("Aquí yace alguien, que, con su obra, hizo que Galicia durase mil primaveras más"). No cabe duda de que Alvaro Cunqueiro contribuyó, y mucho, a hacer brillar la primavera gallega.

Cunqueiro fue pionero en utilizar en sus novelas lo que se llamó realismo mágico, pues junto al relato de las gentes, los lugares y los ambientes propios de las tierras gallegas, siempre introdujo el elemento fantástico, y así nos encontramos con personajes legendarios, meigas, hadas, animales que hablan, muertos que caminan por los montes, ... Mucho de este realismo tienen las que posiblemente son sus dos principales obras: "Las crónicas del Sochantre", con las que ganó Premio Nacional de la Crítica en 1959, una obra enmarcada en la Bretaña del siglo XVIII, en la que una hueste fantasmal rapta al joven sochantre, Charles Anne de Crozón, para que amenice un entierro y "Un hombre que se parecía a Orestes", ganadora del Premio Nadal de 1968, fábula que recrea de forma totalmente libre "La Orestiada" de Esquilo. Estas novelas, como todas las de Cunqueiro, rebosan genialidad, perfección literaria solidez argumental. No cabe duda que se encuentran entre los más valiosos tesoros de nuestro patrimonio literario.

En las últimas semanas estoy deleitándome con la lectura de "La otra gente", una colección de micro-relatos que se unen por el denominador común de hablar de las buenas gentes de Galicia, los gallegos sencillos, generalmente del mundo rural, cuya idiosincrasia domina como nadie el autor. El apego a la tierra, el ansia pleiteadora, la doble intención de las frases, la morriña, ... son cuestiones latentes en unas narraciones llenas de un humor que a veces llega a ser desternillante, a la vez que de cierta ternura y no poco conocimiento de la vida misma. Por supuesto, a las descripciones de paisajes y caracteres se añade el toque fantástico, y nos encontramos con muertos que vuelven a la vida, con cuervos parlanchines que dan consejos y brujas ejercientes de curanderas. Cada relato tiene un máximo de cuatro páginas y es un uso bien recomendable conservar el libro en la mesilla para llenar con una lectura deliciosa los momentos de insomnio.




24 de agosto de 2011

El accidente mortal de Jochen Rindt



El 5 de septiembre de 1970 el piloto austriaco de Fórmula-1 Jochen Rindt falleció a consecuencia del accidente sufrido en el circuito italiano de Monza cuando pilotaba su Lotus en las rondas clasificatorias del Gran Premio de Italia. Rindt encabezaba con una notable ventaja el Campeonato Mundial de pilotos de ese año, tanta que nadie le pudo superar y acabó siendo el único piloto en la historia de la Fórmula-1 en ganar el mundial a título póstumo. Rindt, que había nacido en la localidad alemana de Maguncia en plena 2ª Guerra Mundial, aunque desde muy pequeño se trasladó a vivir a Austria -sus padres habían fallecido durante un bombardeo-, era un piloto fogoso, audaz, para algunos incluso temerario. Su carrera en la Fórmula-1 fue larga y accidentada, siendo incluso una especie de niño malo e incomprendido en los boxes de los circuitos. El año 1970 fue el de su consagración, y a partir de un inesperado triunfo en un accidentado Gran Premio de Mónaco, tuvo una trayectoria imparable que sólo pudo ser truncada por la muerte. Nuevamente un gran campeón de la Fórmula-1 dejaba su vida entre hierros, combustible y escombros, como antes lo habían hecho Ludovico Scarfiotti, Jim Clark, Lorenzo Bandini o Jo Schlesser, una realidad que por aquellos años se repetía con dramática frecuencia. Rindt era desde hacía años una de las grandes esperanzas entre la nueva ola del automovilismo mundial, su éxito se había retrasado por la ausencia de un vehículo adecuado, cierta dosis de mala suerte y su excesiva vehemencia al volante, pero parecía que la temporada de 1970 iba a ser el inicio del imperio de un nuevo dominador de los circuitos. En una curva del mítico trazado de Monza se cerraron muchas esperanzas y a Rindt solamente le quedó la gloria de un título que no llegó a disfrutar en vida. http://dieoffii.blogspot.com/2008/01/jochen-rindt.html.

Recuerdo que era entonces cuando comenzaba a seguir, sin excesiva pasión, la Fórmula-1; un reportaje publicado en "La Actualidad Española" sobre el Gran Premio de España que se iba a celebrar ese año en el circuito madrileño de "El Jarama" despertó mi interés y me guardé las páginas dedicadas a coches y pilotos. Hasta ese momento solamente sabía de la existencia de grandes campeones como Jim Clark -fallecido pocos años antes en otro accidente-, los también ex-campeones mundiales Graham Hill y Jack Brabham o el entonces vigente campeón, el escocés Jackie Stewart; en el artículo de la mencionada revista aparecían nuevos nombres, como el citado Rindt, el prometedor piloto sueco Ronnie Peterson -en la foto-, el belga Jacky Icks, que sufriría un espectacular accidente en el Jarama del que saldría milagrosamente ileso, los ex-campeones del mundo Dennis Hulme y John Surtees -el único piloto que ha sido capaz de ganar los mundiales de automóviles y motos- o el suizo Clay Regazzonni.

En aquella época las carreras de Fórmula-1 llevaban aparejada un enorme riesgo: los coches no eran seguros, no existían las restricciones y límites actuales, los espectadores estaban al borde de pista y las medidas de seguridad brillaban por su ausencia; así los accidentes estaban al orden del día y frecuentemente se producía el fallecimiento de algún piloto: ese mismo año, además de Rindt morían el neozalendés Bruce McLaren, creador de la famosa escudería, fallecido en el circuito británico de Goodwood y el inglés Piers Courage, muerto en el Gran Premio de Holanda, en el circuito de Zandvoort. De la lista de pilotos que aparecía en el mencionado reportaje, seis más fallecieron posteriormente en el transcurso de diferentes competiciones: el suizo Jo Siffert, el mejicano Pedro Rodríguez, el italiano Ignazio Giunti, el francés Francois Cevert -foto de la derecha-, el sueco Ronnie Peterson y el aleman Rolf Stommelen. La lista se siguió ampliando años después con los nombres de Roger Williamson (1973), Peter Revson (1974), Helmuth Koinigg (1974), Mark Donohue (1975), Tom Pryce (1977), Patrick Depailler (1980), Gilles Villeneuve (1982) -foto de la izquierda-, Ricardo Palletti (1982), Manfred Winkelhock (1985), Stephan Bellow (1985), Elio de Angelis (1986), Ronald Ratzenberger (1994) y Aytonn Senna (1994), sin olvidar accidentes como el que dejó permanentes y llamativas secuelas al tricampeón austriaco Niki Lauda. A partir de la muerte del mítico Senna, se ha cerrado la nómina de pilotos muertos, algo que se debe a las restricciones lógicas impuestas, una lista que esperamos no se reabra nunca más.

A pesar de que siempre he seguido los resultados y avatares de la Fórmula-1, he de reconocer que desconozco todo tipo de reglas y cuestiones técnicas, es más me suelo perder en las actuales pruebas con las entradas y salidas de boxes, las penalizaciones y demás; pero me parece interesante sacar conclusiones de lo que he contado: además de debates éticos acerca de los riesgos derivados de este deporte, reflexiono sobre esos años de bachiller en los que seguía las carreras y asumía las muertes de pilotos en cierta manera como cosa ordinaria: evidentemente, me impresionaban, pero, como ocurría con el boxeo, no me planteaba que el tema fuera más o menos nocivo. Los accidentes eran considerados como parte del juego y la muerte de una serie de hombres como gajes del oficio.


23 de agosto de 2011

Una joven normal



El domingo pasado asistí a la Santa Misa a la Parroquia de Santiago de Huesca; como se trataba de hora temprana -8,30 de la mañana- la ceremonia tuvo lugar en la capilla del santísimo, sita en un lateral. Había bastante más gente de la habitual y los bancos andaban casi llenos. Al poco de empezar la Misa entró una muchacha que me llamó la atención, era joven, delgada y por su indumentaria uno diría que venía de hacer footing; la chica captó mi atención por esa especie de empatía que uno siente por alguien casi sin saber porqué, tal vez porque es menos frecuente ver a alguien joven en la iglesia, porque su cara era agradable o vete a saber la causa.

No me acordé de ella hasta terminar el acto, momento en el que la chica se dirigió a la imagen de la Virgen ubicada en un lateral de la nave principal donde estuvo un buen rato rezando de pie y con la mirada dirigida a la Madre de Dios, posteriormente repitió la misma operación ante el Cristo ubicado al otro extremo. La mujer rezaba con sencillez, sin gestos ni posiciones forzadas y a la vez con toda la naturalidad, sin preocuparse de la opinión del resto ni importarle mostrar su piedad y su devoción. La imagen se me quedó bien grabada, me hubiera gustado acercarme y ponerle de manifiesto que envidiaba su talante, su forma de hacer, pero ni hubiera sido oportuno ni me gustan exceso determinadas actitudes que me parecen de personas que otean por encima.

Esta anécdota tan simple me sirvió de aprendizaje, de estímulo para actuar con naturalidad, para mostrar mis sentimientos religiosos cuando procede y sin remilgos. La piedad, cuando es ejercida sin postizos ni adornos resulta algo grato, que estimula y sirve de testimonio; no me ocurre lo mismo con esa piedad alambicada, casi barroca de algunos, ni con la excesivamente seria y cerrada, la de quienes parecen declarar incompatibles la devoción y la frescura, ni con la piedad artificial de quienes más que rezar, interpretan. La chica del domingo no aparentaba ni exageración, ni rigorismo ni teatro, era la de alguien que actua tal como le sale de adentro, que va, al hilo del célebre libro de Susana tamaro, "donde el corazón le lleva".

No se como se llama la moza, ni si vive en Huesca o está de paso, ni siquiera su nacionalidad, aunque juraría que era extranjera, pero da igual, el domingo ya hizo su obra buena.


22 de agosto de 2011

Robert Redford cumple 75 años

Espero que nadie se asuste al leer el título del post y piense que Redford ha pasado a mejor vida. Simplemente he leído en la prensa que el pasado jueves día 18 el hombre cumplió 75 años y me apetece dar mi pequeño homenaje a un actor de primer nivel, a uno de esos actores de nuestra época que han mantenido la altura de los grandes del Hollywood clásico: Spencer Tracy, Gary Cooper, James Stewart, Cary Grant, ... Robert Redford es uno de los grandes de la escena, incombustible, constante y con una personalidad aplastante. Redford es algo más que un sex-symbol, por mucho que haya robado los corazones de mujeres de toda edad y condición; de la misma manera como actor y como director el artista nacido en Los Ángeles presenta un currículum espectacular. Redford fue un joven americano de clase media baja que abandonó los estudios y se marchó a vivir una vida bohemia por Francia e Italia, lugares en los que se acostumbró a beber mucho. De este vicio  salió al conocer a Lola, que sería su mujer durante 27 años. Redford fue desde joven un enamorado de la naturaleza, algo que quedaría reflejado en muchas de las películas que dirigiría con los años. Tras sus primeros pinitos en teatro y televisión Robert Redford se marchó a España para volver a la bohemia, pero allí duró poco, pues su vida cambió cuando le ofrecieron hacer la versión cinematográfica de "Descalzos en el parque" (1966) junto a otro mito de su generación, Jane Fonda; a partir de ahí su vida artística fue un continuo éxito.

Me gustan un buen número de sus trabajos como actor, pero yo destacaría fundamentalmente dos: "El golpe" (1973), la primera película que recuerdo haberle visto y en la que forma una pareja de fulleros inolvidable con Paul Newman -verdaderamente un dúo cinematográfico que hace época y entra en la leyenda- y "Memorias de África" (1985), un maravilloso film de Sidney Pollack en el que junto a Meryl Streep recrean la apasionante vida de la escritora danesa Karen Blixen. Por la primera Redford consiguió su única nominación a un Oscar como actor -algo inexplicable- y por la segunda tocó la gloria de las siete estatuillas recibidas, entre ellas a la mejor película y el mejor director, aunque a él no le tocó ni una nominación. También recuerdo otra película que me encantó en su día, la vi cuando se estrenó en Zaragoza el año 1973 en el Cine Rex y se titulaba "Diamante al rojo vivo",  adaptación de una magnífica novela de Donald E. Westlake que dirigió Peter Yates y en la que Redford era acompañado por George Segal;  una divertida historia de ladrones que caen bien y con una serie de escenas desternillantes. De esta misma época son otros dos films excelentes: "Dos hombres y un destino" (1969) de George Roy Hill, un western sobre dos pistoleros legendarios donde también hace dúo genial con Newman y "El gran Gatsby" (1974), de Jack Clayton, basada en una novela de Scott Fitzgerald sobre un personaje peculiar y en la que actúa con Mia Farrow. Recuerdo haber oído hablar mucho de su papel en "Las aventuras de Jeremías Johnson" (1972), de Sidney Pollack, calificada como "western ecológico" y en la que todos hablan de su pelea con un oso, aunque yo no recuerdo haberla visto. De Pollack eran también "Tal como éramos" (1973), "Los tres días del cóndor" (1975) y "El jinete eléctrico" (1979) en las que compartió cabecera de cartel con tres actrices de primer nivel: Barbra Streisand, Faye Dunaway y Jane Fonda.

Me vienen a la cabeza dos papeles del actor muy alejados de la golfería del golpe o del diamante, ambos encarnando a personajes reales y que me gustaron especialmente. Una de ellos el de Bob Woodward en "Todos los hombres del presidente" (1976), un gran film de Alan J. Pakula sobre la investigación del caso Watergate y otro en el de Tom Murtom en "Brubaker" (1980), de Stuart Rosenberg, un drama carcelario de primera fila en el que Redford representa al director de prisiones que destapó gravisimos escándalos y crímenes en la prisión de Arkansas. En ambos el actor nacido en Los Ángeles da unos magníficos registros dramáticos. En esa misma línea están sus intervenciones en "El candidato" (1972), de Michael Ritchie, "Un puente lejano" (1977), de Richard Attenborough, con un cartel excelso y una actuación tan breve como dramática y "El mejor" (1984), de Barry Levinson junto a Kim Basinger, Glenn Close y Robert Duvall. A partir de "Memorias de África" la carrera como actor de Robert Redford pierde, desde mi punto de vista, relevancia, aunque sigue habiendo títulos interesantes como "Peligrosamente juntos" (1986) de Ivan Reitman y con Debra Winger y Daryl Hannah, "Habana" (1990) en la que vuelve a trabajar con Pollack y regresa al papel de tahur, ambientado en este caso en la Cuba prerevolucionaria y de la que se esperaba más, "Los fisgones" (1992), de Phil Alden Robinson, la polémica "Una proposición indecente" (1993), de Adrian Lyne, junto a Demi Moore, "Intimo y personal" (1996), de Jon Avnet y con Michelle Pfeiffer", "Juego de espías" (2001), de Tony Scott y "Una vida por delante" (2004), de Lasse Hallström, amen de sus trabajos en las películas dirigidas por él.

Como director Robert Redford ha tenido también unos cuantos aciertos plenos, revelándose como una persona sensible, inquieta y con convicciones. Su primera película con galones de mando le supuso el único Oscar disputado de su carrera -en 2001 ganó uno honorífico-, pues obtuvo la estatuilla al mejor director con "Gente corriente" (1980), un drama familiar lleno de sensibilidad y mensaje protagonizado por Donald Sutherland y Mary Tyler Moore que también se llevó los Oscar a la mejor película, mejor guión adaptado y mejor actor de reparto (Timothy Hutton). Si tuviera que elegir otra película dirigida por el actor optaría por "El río de la vida", un drama en el que se mezclan los lazos familiares, el riogorismo protestante del padre de los protagonistas y la belleza de la naturaleza, manifestada en la pesca en el río, del film tengo, entre otros, el recuerdo de haber visto actuar por vez primera a un jovencísimo Brad Pitt y la frase puesta en boca de uno de los dos jóvenes protagonistas: "en mi casa nunca quedó clara la diferencia entre la religión y la pesca con mosca". También hay que destacar "Un lugar llamado milagro" (1988), una película bucólica y de fantasía en la que se refleja su amor por la naturaleza y la vida rústica; "Quiz show" (1994), basada en un hecho real y de la que guardo unm magnífico recuerdo, aunque en taquilla parece que no rindió en exceso, en dicha película contó con actores de la importancia de Ralph Fiennes y John Turturro y supuso la exitosa reaparición -fue nominado al Oscar al mejor secundario- de Paul Scofield, el inolvidable protagonista de "Un hombre para la eternidad"; "El hombre que susurraba a los caballos" (1998), un drama que causó cierto impacto, se basaba en una novela de Nicholas Evans y fue protagonizado por el propio Redford y una jovencísima Scarlett Johansson; "La leyenda de Bagger Vance" (2000), basada en la novela homónima de Steven Pressfield y con un trío portagonista de verdadero lujo: Will Smith, Matt Damon y Charlize Teron y la más reciente, "Leones por corderos" (2007), todo un alegato anti-belicista con la guerra de Irak como trasfondo y en el que comparte cartel con dos fenómenos del nivel de Tom Cruise y Meryl Streep.

Se ha dicho que Robert Redford es un gran actor al que le han faltado películas que estuvieran a su altura; es posible que con films de mayor calidad la carrera de Redford hubiera sido más brillante, si cabe, y sobre todo más reconocida desde el punto de vista de los grandes premios. No obstante, en mi particular opinión "El golpe" puede ser considerada una de las mejores películas de la historia del cine y creo que es indudable que el número de cintas que vale la pena ver del actor es francamente numeroso, lo que no deja de ser significativo.























21 de agosto de 2011

La liga empieza con huelga



Este año la liga comenzaba más pronto que nunca, pero la crisis económica también afecta -¡y de qué manera!- al fútbol y los jugadores profesionales, a través de su asociación la AFE, han convocado una huelga de dos jornadas que, al menos en lo que se refiere a la primera, ha sido unánimemente seguida. El conflicto entre la AFE y la Liga de Fútbol Profesional (LFP) es tan grave como preocupante, y no quiero ni pensar la que se puede montar si las cosas no se arreglan en breve plazo, con unos aficionados que ven como se prolongan las semanas sin competición a la vez que las expectativas económicas de los clubes comprueban el progresivo e imparable aumento del agujero negro con que se presenta el futuro.

De entrada creo que ha de apoyarse a los jugadores; pienso que la LFP se ha convertido ya hace años en sede de negocios, influencias y abusos, y los clubes, incardinados necesariamente en ella, han vivido por encima de sus posibilidades, gastando lo que tenían y lo que no, frivolizando con el dinero de las televisiones y beneficiándose de amnistías generales que sonaron en su día casi a escándalo. Los clubes profesionales son culpables de haber convertido el deporte rey en un lugar de mercadeo, de haber creado una especie de burbuja futbolística y consolidado un zoco de intereses económicos que va más allá de los criterios puramente deportivos. A base de directivos trepas y trileros, magnates con afanes expansivos, intermediarios oscuros y venales y representantes de jugadores que juegan a dos bandas y con varias barajas, han destrozado cualquier aspecto meramente deportivo, haciendo desaparecer esa visión idílica como la que imperaba antaño.

Uno comprende que los jugadores se hayan cansado de no cobrar lo prometido, a la vez que comprueban como sus equipos -y el mío es claro ejemplo- siguen gastando el dinero que no tienen, les engañan con promesas que no cumplen y rivalizan en el juego de usar la ley maquiavélicamente para eludir obligaciones y responsabilidades. El fútbol profesional español va bastante más allá de los grandes ídolos millonarios como Messi, Cristiano Ronaldo, Iniesta o Iker Casillas, y ya es estampa habitual la de jugadores con meses sin cobrar o figuras de antaño que no tienen equipo. Es por todo ello por lo que entiendo que la Liga necesitaba un aviso, que alguien le pusiera por delante sus errores y le exigiera respuestas.

Pero los futbolistas tienen también su culpa; a ellos hay que echarles en cara que como norma general han estado bien callados en los tiempos de vacas gordas, aprovechando las circunstancias y convirtiéndose en trabajadores privilegiados. Con frecuencia los contratos de los jugadores -la proliferación de representantes ha convertido cualquier fichaje en una complicada operación de ingeniería financiera- aparecen llenos de claúsulas que hasta pueden rozar la ilegalidad, con Hacienda han disfrutado habitualmente de una paciencia y ventajismo que no se tiene precisamente con el ciudadano medio y han estado en general demasiado consentidos y mimados. Ahora me vienen a la cabeza tantas escenas de jugadores que piden aumento de prima cuando aún quedan años de vigencia de un contrato que firmaron líbremente en su día, de jóvenes promesas que piden el oro y el moro como si ya no tuviesen nada que demostrar, de futbolistas que fuerzan su traspaso a un equipo que le da más dinero olvidando la oportunidades que se les han dado, ...

El comienzo de la nueva competición deberá esperar, por lo menos una semana, con el accidentado y polémico partido de vuelta de la Supercopa ya tuvimos nuestro aperitivo y, en mi opinión, el asomo de que vamos a seguir con hegemonía culé, por mucho que los merengues anden cerca. Del Real Zaragoza de mis úlceras hablaremos otro día.


20 de agosto de 2011

Rosalía y la nostalgia



Se dice que en Galicia nacieron y vivieron cuatro grandes mujeres: María Pita, Emilia Pardo Bazán, Concepción Arenal y Rosalía de Castro; la figura de esta última siempre me ha llamado la atención, porque cuando en los libros de literatura uno la estudiaba siempre se remarcaba su condición de persona triste, nostálgica, introvertida. Tal vez a esta condición contribuyó de manera notable su condición de hija natural, algo que por aquellas épocas resultaba casi imperdonable: nos cuentan las fuentes que su madre era una hidalga soltera de escasos recursos económicos, María Teresa de la Cruz Castro y Abadía y su padre un sacerdote, José Martínez Viojo, algo, esto último, que incluso ocultaban alguno de sus biógrafos. La infancia de Rosalía fue triste, sin el cariño de los padres, pues se crió con una tía paterna.

Es de imaginar que estas condiciones forjaron en ella un carácter difícil, dado a la depresión y al pesimismo, y posiblemente, también una sensibilidad especial sin la que no hubiera llegado a traer a la luz unos poemas tan bellos, pues muchas veces es a base de golpes y tristezas como acaban surgiendo la creatividad, la belleza. A Rosalía se le considera, junto a otro sentimental eminente como Gustavo Adolfo Becquer, la gran precursora de la poesía española moderna, que ya es decir.

Rosalía no vivió siempre en Madrid, pues se trasladó en varias ocasiones a Madrid, donde al parecer conoció al prohombre de la intelectualidad compostelana Manuel Murguía, con quien se casó. En ocasiones nos creamos prejuicios respecto a las personas, y podemos encasillar a una mujer como Rosalía de Castro como una especie de ser encerrado en el terruño, que no ha conocido nada más que las tierras gallegas, cuando fue una mujer que estuvo presente en los ambientes culturales y sociales de su época mucho más allá de los límites de su tierra.

Lo que pasa es que Rosalía, con su nostalgia derivada de una infancia solitaria y triste y una salud enormemente perjudicada, estaba esencialmente imbuida de su condición de gallega, tenía por ello un amor arraigado a su tierra, que veía -no podía ser de otra forma- como un lugar hermoso, con unos paisajes privilegiados, una costa salvaje y hermosa y unas gentes buenas y trabajadoras, a la vez que consideraba que estos atributos y estas virtudes no se valoraban adecuadamente, y Galicia vivía dentro de España empobrecida, aislada y maltratada, no comprendiendo cuando viajaba por la península la desproporción de trato existente con respecto a su terruño.

Son muy bellas las poesías contenidas en sus célebres "Cantares gallegos", libro que supone la reivindicación romántica de las culturas tradicionales y de sus manifestaciones populares y que no se puede entender sin sabe la afición y el conocimiento de Rosalía respecto de la música gallega; su segundo y último libro de poemas en gallego fue "Follas novas", calificada como la obra más rica y profunda de la autora y que se caracteriza por su trasfondo de una notable intención social, manifestada en la denuncia de la marginación del sexo femenino, de los niños huérfanos y de los campesinos, especialmente de aquellos que se habían visto en la obligación de emigrar ante las pésimas expectativas económicas del país. La poesía en gallego de Rosalía de Castro puede suponer un plus de dificultad para el lector que desconoce el idioma, pero vale la pena poner los medios para saltar el obstáculo, porque rápidamente se es capaz de superarlo y son de una belleza sublime.

Un año antes de fallecer Rosalía escribió su gran poemario en castellano, "En las orillas del Sar", un libro intimista, riguroso, subjetivo, formalmente arriesgado; se trata de una de las mejores obras románticas en castellano, de un romanticismo que, como el de Bécquer, abandona toda pompa aparatosa para concentrarse en el subjetivismo más puro y la expresión más auténtica del yo del poeta. Rebosa desarraigo y desolada visión del mundo, casi un anuncio de la problemática de la poesía del siglo XX; Unamuno y Machado son, en muchos aspectos, herederos de la poetisa gallega. Si a la calidad y estética excepcional de los versos añades la contemplación de los paisajes, de las estampas a las que se refiere Rosalía, la lectura de este libro de poemas puede llegar hasta convertirse en una experiencia celestial.

Con Rosalía de Castro uno junta la morriña hacia esa tierra gallega que, una vez conocida, queda grabada en el corazón y la satisfacción de comprobar que en cuanto se profundiza en los grandes de la literatura española de cualquier siglo, se encuentra joyas que descubrir o redescubrir.


19 de agosto de 2011

Haciendo caso a Brunetti



Me temo que en los últimos tiempos he abusado de la novela policíaca; entre que es toda una afición, que tengo quien me incentiva con ideas y préstamos y esa especie de certamen en el que tiendo a participar de completar series con protagonista fijo, me ha faltado tiempo para otras lecturas de más calidad; Brunetti, un conocido de estos pagos es hombre que afina más y tiene una notable capacidad de selección. También es cierto que entre sus gustos hay algunos escritores realmente complicados a los que no se si enfrentarme, pero por lo general un consejo suyo suele ser garantía de éxito. Recientemente he seguido su criterio en tres lecturas y puedo dar fe de que ha sido un acierto hacerle caso.














"Tres rosas amarillas"
Raymond Carver
Anagrama. Barcelona (1997)
160 páginas




Seis magníficos relatos, de uno de los autores más valiosos y significativos de las últimas décadas, que ahondan y, si cabe, perfeccionan su personal universo literario, con un broche de oro final: el relato que da título al volumen, reconstrucción imaginaria de los últimos días de Chéjov, que alcanza cotas de auténtica genialidad.

Raymond Carver solamente escribió narraciones cortas; su éxito fue fulminante y su prematura muerte, antes de cumplir 50 años, impidió que siguiera creciendo su leyenda de escritor de primera fila. Pertenece Carver a lo que llaman "realismo sucio", un estilo literario vigente en los Estados Unidos -otro de sus representantes es Richard Ford- consistente en la creación de una narrativa directa, en la que se relata lo que ocurre sin más explicaciones, sin la utilización de adverbios ni calificativos. Así son los cuentos de Carver, en los que los protagonistas suelen ser norteamericanos de base, gente pertenenciente a la clase obrera y donde el escritor narra los aconteceres ordinarios, los sucesos de cada día que muchas veces parecen triviales y acaban teniendo para quienes los protagonizan más trascendencia de lo que aparentan. Carver había llegado a la conclusión de que el famoso "sueño americano" solamente podía ser cumplido en una parte de la población del país.

"Tres rosas amarillas" es el título del último de los siete cuentos que recoge este libro publicado hace ya unos años por "Anagrama" y se trata de una deliciosa narración de los últimos días de la vida de Anton Chejov, un relato elegante y con cierta carga poética; es significativo no sólo por dar título al libro, sino porque a Carver se le ha llamado por algunos el "Chejov americano", incluso hay quien dice que es junto al autor ruso el mejor escritor de cuentos de la historia. Los otros seis relatos cortos tienen un denominador común, la relación entre parejas, generalmente con problemas personales: nos describe una América de familias rotas, de gente con problemas derivados del alcohol, la infidelidad, las deudas de dinero, ... Carver saca partido de sucesos tan irrelevantes como una llamada equivocada de madrugada, la inadaptación de una mujer mayor a la vida con su hijo, los agobios de un ciudadano que tiene que prestar dinero a su ex-esposa, hijos, madres, hermanos, ... o la visita de un ciudadano a su ex-mujer.

Raymond Carver escribe magníficamente, pero se echa de menos algo de acción, algún suceso que rompa la monotonía, ... aunque quienes me lo han recomendado me aseguran que sí ocurren cosas, los cuentos contenidos en "tres rosas amarillas" apenas nos ofrecen movimiento. Tal vez no he sabido interpretar bien lo que leía, no he conseguido captar el sentido de esos finales repentinos. Repito que la recomendación estaba más que justificada, simplemente es posible que sea un lector demasiado convencional.














"Purga"
Sofi Oksanen
Salamandra. Barcelona (2011)
550 páginas

En una deshabitada zona rural de Estonia, en 1992, recobrada la independencia de la pequeña república báltica, Aliide Truu, una anciana que malvive sola junto al bosque, halla en su jardín a una joven desconocida, agotada y desorientada. Se trata de Zara, una veinteañera rusa, víctima del tráfico de mujeres, que ha conseguido huir de sus captores y ha acudido a la casa de Aliide buscando una ayuda que necesita desesperadamente. A medida que Aliide vence la desconfianza inicial, y se establece un frágil vínculo entre las dos mujeres, sale a flote un complejo drama de viejas rivalidades y deslealtades que han arruinado la vida de una familia.

"Purga" ha sido una de las sensaciones del primer trimestre de este año; la joven autora finesa Sofi Oksanen ha conseguido un libro bien escrito, que trata un tema muy interesante y que aporta cierta originalidad. A partir del éxito de "Purga" la editorial "Salamandra" ha comenzado a reeditar los libros anteriores de Oksanen, empezando por "Las vacas de Stalin" ... pero habrá que ver si están a la altura de éste.

Además de la calidad de la narración, en la que la autora maneja magistralmente ese arriesgado sistema de intercalar pasado y presente, la lectura de la novela presenta, desde mi punto de vista, un triple interés: trata un tema tan actual y dramático como la trata de blancas, nos introduce en un país no excesivamente conocido como es Estonia, con su cultura, su historia y su estilo de vida, y nos da un panorama tan crudo como real del drama de los países que cayeron bajo las garras de la Unión Soviética, no sin antes -como es el caso de Estonia- haberlo hecho en las de la Alemania nazi.

Se trata de una novela dura, muy dura, tanto por el drama que lleva implícita una guerra y una ocupación, como por la tragedia personal de la joven protagonista y el crudo relato de la miseria moral que conduce a la falsedad y a la traición. El estilo es, como ya dije, original, con una prosa que ha de leerse con calma y en la que la psicología de los personajes y el recuerdo de sus dramas personales prevalece sobre la propia trama.















"El adversario"
Emmanuel Carrere
Anagrama. Barcelona (2000)
172 páginas


En los primeros dias de 1993, un científico de la OMS, Jean Claude Romand, asesinó a su mujer y a sus dos hijos, y tras ello intentó sin éxito suicidarse, prendiendo fuego a la casa. Durante la investigación del suceso, se reveló que Romand no era médico investigador de la OMS ni nada que se le pareciese, al contrario de lo que pensaban su familia y amigos; también fueron revelándose muchas más cosas que dejaron claro que la vida del tal Romand era una ficción de envergadura increíble. Llevaba engañando -desproporcionadamente- a su entorno desde hacía cerca de 20 años. Era cierto que había comenzado la carrera de Medicina, pero la abandonó poco antes de comenzar el tercer año, mientras fingía que continuaba sus estudios. Y siguió fingiendo durante casi dos décadas.

Se trata de un libro magnífico y, por encima de todo, de un testimonio estremecedor; el caso es real y existen varias versiones cinematográficas, una de ellas española y protagonizada por José Coronado. Emmanuele Carrere, de quien no había leído nada, es al parecer un excelente escritor francés, y puedo asegurar que así lo demuestra con "El adversario". Estamos ante un magnífico ejemplo de narrativa periodística, al nivel de la obra cumbre del género: "A sangre fría", de Truman Capote.

En el libro Carrere nos cuenta el origen, desarrollo y consecuencias de una gran mentira; cómo la frivolidad de quien no se enfrenta con la realidad de su vida se convierte en un ovillo cada vez más grande que le lleva a una vida de trampas, engaños, estafas y fingimientos, para terminar con los crímenes más horrendos. Es un libro breve, pero de una lectura intensa, un relato que hace pensar y, en ocasiones, pone los pelos de punta. El autor ha tenido el acierto de no convertir su libro en un alegato moralista, sino que se limita a contarnos cómo Jean Claude Romand llegó a tan enorme fraude.

Estamos ante un libro que nos cuenta una historia apasionante, una situación humana dantesca, Carrere lo hace de manera formidable, con el aliciente indudable de que estamos ante un caso real, que no se trata de historias fruto de la imaginación de nadie. Por otra parte, es un libro que hace pensar, porque, sin llegar a los limites de un caso como éste, absolutamente extremo, en la vida real existen situaciones en las que la verdad está maquillada, en que hay quien vive de apariencias y acaba siendo víctima de las exigencias que aquellas representan.


18 de agosto de 2011

Bienvenido Benedicto

Es posible que la existencia de sectores de la sociedad contrarios al viaje del Papa, incluso la manifestación habida en Madrid en tal sentido puedan oscurecer -somos así- una realidad mucho más brillante, una noticia enormemente relevante como es la presencia del sucesor de San Pedro en España. En tiempos en los que no parecen surgir grandes líderes es de agradecer que aún quede alguien que nos acerque a la verdad, llame las cosas por su nombre, nos mire con ojos sinceros y cariñosos y nos dirija un mensaje en el que esencialmente se nos habla de amor y esperanza y se nos invita a la entrega y el servicio a los demás. Para mí la llegada del Santo Padre supone un soplo de aire fresco, una invitación a ser mejor, una ocasión de oxigenarme interiormente. Respeto todas las posturas, pero tal vez por eso mismo desearía que respetaran la mía, que cesara esa especie de epidemia de intolerancia que en ocasiones parece tener su causa en la visceralidad, el empecinamiento e incluso ciertas dosis de resentimiento. En los tiempos que corren me resulta curioso comprobar cómo se gastan tantas energías en manifestaciones contra la visita del Papa, a la vez que entiendo demencial el fomento de actos paralelos caracterizados por la burla y el escarnio de los sentimientos religiosos, aunque tanto esfuerzo siempre acaba resultando inútil y ridículo ante la fuerza de la realidad, la de más de un millón de personas, casi todos jóvenes, dando testimonio de haber ganado a los otros la batalla del sentido común y la magnanimidad. El Papa llega hoy, pero a estas alturas no creo que sea de profeta aficionado asegurar que su figura, su personalidad y su mensaje no solamente andan muy por encima de nimiedades , sino que fundamentalmente responden a lo que esperan tantas personas que han realizado sacrificios de todo tipo para seguirle y acompañarle estos días y tantas otras que nos tenemos que limitar a verlo desde nuestras casas.

No voy a poder estar en Madrid, pero seguiré con interés lo que ocurra estos días; de entrada estoy encantado de darle la bienvenida a Benedicto XVI a mi país, me siento bien orgulloso de que la primera autoridad de la Iglesia pise la tierra a la que pertenezco y disfrute de unos días de calor humano, intensidad y alegría en mi patria. Cada uno somos libres de plantear nuestra vida y nuestras convicciones como consideremos oportuno, pero no tengo ninguna duda de que quien esté pendiente de la acción, la voz y la mirada del Papá tendrá una ocasión única de aprender y mejorar, porque muchas veces deseamos la paz interior y no podemos dilapidar la ocasión de encontrarla.


17 de agosto de 2011

Jazz en la noche oscense


El pasado domingo quedé con unos amigos para cenar de tapas en lo que iba a ser la penúltima noche de las fiestas de San Lorenzo; tras un periplo por el "Mi Bar", el "Da Vinci" y el "Tomate-Jamón", donde además de disfrutar de las delicias de la gastronomía oscense comprobamos que a pesar de la crisis las terrazas siguen estando llenas, terminamos tomando una copa en la terraza del "Café del Arte", sito en la Plaza de Navarra, auténtico corazón de la ciudad y lugar grato y tranquilo, aunque en este caso la tranquilidad andaba alterada por un grupo de tamborileros portugués que demostraba sus dotes a la altura de los Porches de Galicia.

Pero la noche nos tenía deparada una sorpresa, pues al poco rato de empezar a degustar el combinado aparecieron seis individuos vestidos con pantalón negro y camisa roja chillona que resultaron ser los miembros de la "Missisipi Jazz Band", un grupo de jazz que, a pesar del nombre, está compuesto por franceses; con los instrumentos oportunos -banjo, platillos, saxofón, trompeta, tuba y trompón- nos deleitaron con varias piezas que dieron al momento esa carga mágica y mítica que convierte estos ratos en deliciosos. No solamente era la belleza de una música tocada con acierto, sino todo el ambiente que se creó en torno a ellos, comenzando con su propio estilo desenfadado que te trasladaba a Nueva Orleans; los miembros de la banda eran ya talluditos y funcionaban con una cierta anarquía que los hacía, si cabe, más atractivos. La belleza de la estampa venía adornada por una pequeña barra instalada en la zona donde tocaban los músicos en la que una morenaza con coleta y pendientes de aro grande preparaba mojitos sin parar: tengo la impresión de que la chica debió de batir el record "Guiness" de elaboración de mojitos, y tras verla creo que he aprendido definitivamente a fabricar tan apetecible refresco.

Fueron unos minutos encantadores, el tiempo se paró y lo único malo fue que se terminó demasiado pronto; además lo de los mojitos lo descubrí después de pedir el gin-tonic, con lo que lo tuve que dejar para otro día. El plan tenía su colofón en el concierto que Mike Kénnedy, el legendario solista de "Los Bravos" daba en Interpeñas, pero el hombre anda ya tan terminal que mejor no incidir en el tema.


16 de agosto de 2011

Ojos ilusionados


Cuando el pasado día de San Lorenzo salía de la Misa mayor en compañía de las personas que ocupaban conmigo sitio en la procesión que acompaña al Santo desde la Catedral me encontré con unos amigos en compañía de sus tres niños, quienes por lo que vi observaban el panorama de danzantes, participantes y autoridades con interés, con esa mirada de asombro e ilusión que solamente saben poner los más pequeños. Me acerqué a ellos y comprobé que andaban expectantes ante la figura del general de la zona, quien equipado con su uniforme de gala se encontraba a mi derecha. Aprovechando mi buena relación con éste le avisé para que saludara a esos jovencísimos admiradores, a quienes se dirigió con cariño y simpatía mientras éstos le miraban embobados, con unos ojos como platos.

La anécdota no tiene más enjundia ni trascendencia, todos en nuestra infancia construimos mil sueños a base de uniformes, sables y fajines, pero contemplar esos ojos iluminados por tan sencilla situación me conmovió, me hizo desear recuperar esa capacidad de asombro, de ilusionarme con escenas tan intrascendentes como la referida, no por tal ausencia de entidad sino porque en esa mirada infantil fluía la ingenuidad, la sencillez, esa candidez que vamos perdiendo y que nos puede llevar a las puertas de un carácter agrio, una visión desencantada de la vida o unos planteamientos ácidos.

El pasado día 10 deseé fervientemente recuperar el garbo para mantener una mirada joven, para que ante la realidad de unos años que inexorablemente limitan facultades y potencias, sea capaz de mantener la juventud interior suficiente para seguir asombrándome.


15 de agosto de 2011

La Virgen de San Paio

El Monasterio de San Paio (San Pelayo) es una de las muchas joyas que tiene Santiago; pertenece a la orden benedictina y es uno de los más antiguos de España, habiendo sido fundado en el siglo XI por el rey Alfonso II con la misión de custodiar las ermitas que guardaban los restos del Apóstol y sus discípulos; San Paio (San Pelayo) fue al parecer un santo martirizado en Córdoba cuando era un niño. Está ubicado en una de las esquinas de la Plaza de la Quintana y en el interior de su iglesia destaca un retablo barroco enorme e impresionante, aunque dentro del Museo, que no llegué a visitar, parece que hay cuatro retablos más del mismo estilo. En él viven un número importante de monjas benedictinas a las que da gusto escuchar cantar en gregoriano durante alguna de las misas que se dicen allí. Se trata de una de esas iglesias de suelo de madera, de ese que cruje al pisarlo, con unos bancos vetustos y un ambiente propicio para el incienso, la calma y la piedad. No obstante, con toda la sobria belleza que, a pesar del barroco, destila la nave de la iglesia, lo que más llama la atención es la escultura de la Virgen existente en la parte izquierda del retablo principal, una de las imágenes´de Nuestra Señora más bella que recuerdo.

Destaca en primer lugar que la Virgen luce una sonrisa de oreja a oreja, un detalle que ayuda, no cabe duda, a rezar, a salir de allí con la idea firme de que siempre vale la pena sonreír, que como ella hace no podemos negar al resto del mundo, conocido o no, una cara afable y jovial. Se trata de la talla de una Virgen guapísima, joven y radiante; y eso no es nada fácil de conseguir, porque con frecuencia nos encontramos con "crometes" o imágenes que parecen de pasta flora, con tallas que muestran tan buenas intenciones como frustrantes resultados. No es sencillo lograr reflejar la belleza de la Madre de Dios, y quien hizo la Virgen de San Paio lo consiguió plenamente.

Una imagen así invita a rezar; ante ella es fácil pedir, agradecer, pedir perdón ... o, sencillamente, estar, dejar pasar el tiempo descansando con la contemplación de lo bello, de alguien cuya visión da paz y serenidad. La cara de la Virgen de esta iglesia es la cara de la maternidad, una mirada donde no cabe el reproche, la visión negativa, la indiferencia, es la cara de una madre cariñosa, amable, desdramatizadora y dispuesta a todo. Entrar un momento a San Paio es como ir a saludar a alguien próximo y, tras marchar de Santiago, uno siente que deja, en espera, a alguien querido.