Desde que el 20 de julio regresé de vacaciones, he terminado siete libros, lo que no es mucho en comparación con otros meses, máxime teniendo en cuenta que estoy hablando de 40 días y tiempo de verano. Tal vez la razón haya que encontrarla en el calor, aunque creo que se debe en mayor medida a una larga -y magnífica- biografía de Pedro el Grande de la que aún me queda casi la mitad. He leído por vez primera a dos magníficos autores -uno checo y otra del sur de los Estados Unidos- de esos que muchos consideran imprescindibles, de calidad notable y nada sencillos de leer. También me han encantado dos novelas de intriga escritas por autores -polaco él, alemana ella- de países que no he frecuentado en el género. Las otras tres novelas cabría incluirlas entre aquellas a las que me lleva esa curiosidad literaria que me atribuye un buen amigo, alguien que es capaz de comprender este hábito.
En una de mis dos visitas a la Casa del libro de Valencia, de las que ya hablé en mi anterior entrega, mi amiga Virginia, una encantadora y amabilísima dependienta, devota de la buena lectura, me recomendó a un autor checo que desconocía, Bohumil Hrabal y que ha resultado ser uno de los escritores europeos de la segunda mitad del siglo XX mejor valorados, a pesar de la enormes trabas que le pusieron para escribir las autoridades comunistas de su país, que censuraron su obra en diversas ocasiones. El libro que me "adjudicó" fue "Una soledad demasiado ruidosa", una novela de 102 páginas y nada fácil de leer, entre otras cosas por estar escrita sin puntos y seguido. Hrabal nos cuenta, con redacción del protagonista en primera persona, la cruda historia de un ciudadano que lleva 35 años trabajando en una trituradora de papel que destruye libros y lienzos. Se trata de un relato lleno de contrastes, de cuyo mensaje me he enterado más en unos capítulos que en otros, pero del que puedo confirmar que esta maravillosamente escrito y que rezuma sensibilidad. El libro tiene un tono triste y carece de un argumento concreto pues más bien se limita a reflejar las consideraciones de quien es prácticamente el único personaje.
"El aroma del crimen", primera novela del donostiarra Xabier Gutiérrez me entró por los ojos desde el primer momento; el hecho de haber sido publicada en "Destino" garantizaba el mínimo nivel literario y el que el personaje protagonista fuera un miembro de la Ertzaintza me atraía, en cuanto ya habían pasado por mis manos novelas protagonizadas por Policías Nacionales, Guardias Civiles, Policías Locales y hasta miembros de los Mossos d'Esquadra, pero hasta ahora no había leído ninguno con protagonista de la policía vasca. No obstante, lo más llamativo del libro es que su autor trabaja como cocinero en "Arzac" y en su relato todos los personajes están relacionados, de una u otra manera, con el mundo de la gastronomía, amen de que la novela tiene continuas referencias al tema, con múltiples descripciones de platos y postres. Desde este punto de vista, hay que concederle al libro el valor y su lectura resultará de interés para quienes, siendo aficionados al género policíaco, gusten también del tema gastronómico. Como novela de intriga creo que es francamente mejorable, en mi opinión el autor peca de artificialidad a la hora de elaborar la trama y he tenido la impresión de que ha buscado varios elementos y los ha mezclado sin mayor orden. La intriga tiene interés, aunque tratándose de dos muertes paralelas, no consigue reflejar con la solidez necesaria la investigación de ambas, a cargo del inspector de la Ertzaintza Vicente Parra. El desenlace me pareció inicialmente bien encaminado, aunque el final termina siendo lioso, tal vez porque el autor se ha parado mucho en la cocina y ha desarrollado poco la investigación de los crímenes. Están anunciados tres novelas más de la serie, y mucho hueco deberé encontrar para leerlas.
Hacía ya bastantes años que venía oyendo el nombre de Flannery O'Connor como una de las mejores escritoras norteamericanas contemporáneas, y entre ellas y a la par de otras como Willa Cather, Carson McCullers o Eudora Welty, una de las que mejor había sabido describir el ambiente sureño.Su condición de católica y la peculiar forma de ver la vida a la que le llevó una grave enfermedad congénita y degenerativa -murió a los 39 años- la hacen una autora interesante. La mayor parte de la obra de O'Connor está compuesta por cuentos, y en mi intención de bucear por autores no leídos opté para empezar por "La buena gente del campo" , un breve relato que editó hace un par de años Nórdica en una mínima y coqueta edición -70 páginas tamaño octavilla-. El libro, despachado en dos días, me ha confirmado la justicia de tantas alabanzas que he escuchado hacia esta escritora, y su lectura me ha recordado a esas películas que recrean un mundo y un paisaje humano tan peculiar como el del sur de los Estados Unidos. O'Connor consigue en tan poco espacio realizar una soberana descripción de una forma de ser y un ambiente concreto. Es una novela con pocos personajes: una madre simplona, una hija recluida por su pierna ortopédica, su lesión cardíaca y su rebeldía insufrible y un vendedor de biblias que no es el ingenuo muchacho que parece. Un relato para disfrutar leyendo y para pensar en la condición humana.
Cuando el pasado 20 de enero, día de San Vicente y fiesta en Huesca, di mi habitual paseo por Zaragoza anoté tres novedades negro-criminales del momento y que me llamaron la atención; una de ellas era "El caso Telak", novela publicada en Alfaguara por el polaco Zygmunt Miloszewski. La garantía de una editorial que no publica cualquier cosa y el traslado de una intriga a Varsovia ofrecían su atractivo. Al cado de ocho meses y cuando he encontrado hueco para leerla puedo asegurar que en esta ocasión mi olfato literario funcionó bien. Se trata de un caso criminal protagonizado por el fiscal polaco Teodor Szacki, un personaje que me ha recordado en parte al inolvidable Wallander de Hening Mankell, en cuanto el autor, como el caso del sueco, no se limita a contarnos un suceso delictivo, sino que entra en la personalidad del protagonista y nos pone al día de sus problemas conyugales, sus dudas profesionales y hasta sus gustos personales. Al interés del libro ayuda el tratamiento de una técnica psicológica novedosa como la llamada terapia de las constelaciones familiares, en una de cuyas versiones tiene origen el crimen que da vida y título al libro, así como la visión de las peculiariedades del sistema policial y judicial de Polonia. Un relato humano, actual y muy bien escrito, que entretiene desde el primer momento y debe de ser incluido en la lista de las novelas policíacas de calidad. Cabe añadir que la resolución final de la intriga posee aires de la mismísima Ágatha Christie.
La librería "Negra y Criminal" de Barcelona envía frecuentemente información vía email relativa al género que constituye su objeto comercial; dentro de dichos envíos destaca una periódica "carta de la librera", en la que Montserrat, copropietaria de la tienda junto al inimitable Paco Camarasa, nos aconseja lecturas diversas con general acierto. En una de las remitidas antes del verano, nos hablaba de tres novelas que tenían en común el haber sido escritas por mujeres y estar encasilladas dentro del género policial como "suaves". Una de ellas era "Bienes y codicia", escrita por Ingrid Noll, una alemana nacida en Sanghai hace casi 80 años. La novela, publicada por "Circe" me ha encantado y la leí de un tirón. Noll tiene un estilo elegante y relata con amabilidad una historia que hace parecer menos truculenta de lo que realmente es. El relato recuerda mucho al estilo de la gran Patricia Highsmith y, como ésta, nos ofrece una intriga de perfil muy piscológico y con un ambiente y unos personajes caracterizados por la ambigüedad moral. En la novela, como al parecer en todas las de la autora, no hay buenos ni malos, ni policías, sino que todo se lo guisan y se lo comen los protagonistas, que en el caso que nos ocupa tienen todos algo que ocultar. Queda dicho que Ingrid Toll, aunque no escatima crímenes, escribe con sencillez y serenidad. Todo un descubrimiento. Y por supuesto, voy haciendo hueco para las otras dos recomendaciones de la librera.
Hace muchísimos años que he visto por ahí, generalmente en las librerías de viejo, una novela de Darío Fernández Florez titulada "Lola, espejo oscuro", un relato que no sólo tuvo segundas y terceras partes, sino que fue guión de una película de los años 60 con el mismo título y protagonizada por una espléndida Emma Penella. Tanto el libro como el film tuvieron abundantes problemas con la censura de la época, ya que el núcleo de la narración viene configurado por la vida de una prostituta de lujo ... una vez leída puedo confirmar que, tratándose evidentemente de un tema escabroso, su contenido es absolutamente inocuo, casi cándido. La novela se me ha hecho larga; esperaba una especie de relato costumbrista, y solamente quedé satisfecho con el primer tercio del libro. Terminada la miserable y pícara infancia de la protagonista, un buen relato de la miseria propia de la España rural de la primera mitad del siglo XX, con gitanos, rateros y demás, la novela se convierte en un relato en primera persona de la compleja vida de una prostituta, con un tono más bien psicológico pero con párrafos demasiado largos y reiterativos. Un buen ejemplo de novela de éxito en su época que con los años ha perdido frescura.
Hace unos meses alguien me prestó "Misterio en el Ara", una novela policíaca ambientada en la provincia de Huesca y escrita por Juan Ramón Ferrer Lorenzo; mi intención era leerla en un fin de semana de decanso que tuve en marzo, aunque al final he terminado retrasando la lectura hasta la última semana de agosto. Siempre añade atractivo a un relato que su trama se desarrolle en lugares conocidos. Me he encontrado con una novela en la que la intriga está bien construida, desarrollada y resuelta. Me ha gustado lo bien que ambienta unos hechos que se desarrollan en el mundo empresarial de las bodegas vinícolas, algo que sabe plantear el autor con acierto, así como el siempre atrayente mundo del Pirineo, especialmente el de la zona mágica del Sobrarbe. Se trata de una novela corta -188 páginas- con una intriga bien llevada. En el aspecto menos positivo, pienso que se echa de menos un mayor cuidado literario, que se presume cierta precipitación en terminarla, que cuando se habla de investigaciones y trabajo policial sería de agradecer un mínimo de precisión -nunca un policía nacional destinado en Jaca investigaría un crimen ocurrido en el partido judicial de Boltaña ... aunque ya se que esto es ficción- y que aunque es lógico -e imagino que hasta necesario- que una novela lleve implícita hoy en día una sana crítica política, esta debe de introducirse de manera que vaya implícita en el desarrollo del argumento, y en este caso la he visto como metida con calzador, me han parecido exabruptos -repartidos a "diestra" y "siniestra"- que excedían, desde mi punto de vista, lo que debe de ser una novela policíaca. No obstante, es de halagar una novela hecha con pocos medios, editada de modo sencillo y que se lee con gusto e interés.