Un tiroteo ante la sede del Gobierno en Italia deja dos ‘carabinieri’ heridos.
Los disparos de un parado desesperado hieren a dos ‘carabinieri’ ante la sede
del Gobierno y marcan la jura del cargo del nuevo Ejecutivo de Enrico Letta.
El que haya habido dos policías heridos es triste y lamentable, pero, desde mi punto de vista, no lo más llamativo. Lo que debe preocupar del atentado ocurrido en Roma cuando juraban el nuevo presidente del Gobierno y sus ministros es que el autor de los disparos, Luigi Preiti, es un albañil parado de 49 años que desesperado en su peregrinaje inútil buscando trabajo decidió disparar contra los políticos, a quienes atribuía la culpa principal de su penosa situación. Por primera vez en mucho tiempo un atentado -o como lo queramos llamar- de estas características provoca un cierto grado de comprensión y solidaridad respecto de su autor, por mucho que los "carabinieri" heridos sean evidentemente víctimas inocentes y que los políticos que resultaron ilesos nadie asegura que sean precisamente ellos los responsables de los males que afectan a Italia y a tantos otros países y, de cualquier manera, no parece la solución eso del "ojo por ojo".
Salta a la vista que aumenta, deprisa y llamativamente, la desafección hacia la clase política; pienso que no es justo generalizar, pero hay que comprender que más de seis millones de parados, demasiados casos de corrupción y esa inevitable sensación de ineficacia que se palpa en el ambiente hace comprensible el enfado generalizado con los políticos. Aquí en España hemos tenidos protestas, escraches, abucheos y demás, pero afortunadamente nadie ha llegado más lejos. Miedo me da que la acción desesperada de un italiano pueda ser el banderazo a una carrera que vaya a más, que a alguien le de un día por mostrar sus frustraciones a la tremenda y contemplemos agresiones y hasta tiros o a alguien le de por suicidarse llevándose a otros por delante. Serían hechos injustificables, pero tal vez algunos deberían comenzar a pensar que no basta con legislar y tomar decisiones, que los ciudadanos necesitamos liderazgo, cercanía y que los padres de la patria muestren no sólo comprensión, sino también que vayan a la cabeza a la hora de mostrarse solidarios, dar ejemplo de austeridad y tomar decisiones valientes, ... y sin demagogias, que de esos también andamos hartos.
Eso sí, ante estos actos no podemos caer en el error de comprender, disculpar, ni mucho menos justificar. Es muy triste que Preiti haya llegado a la situación a la que ha llegado, pero es la misma en la que se encuentran otros que ni disparan ni agreden. Lo que pasa es que cada vez hay más "desesperados" y la solución a la crisis no se ve por ninguna parte.
Para quienes nacimos a finales de los 50, la tele fue permanente compañera de viaje, y tuvimos una innata tendencia a tragarnos todo lo que, en horario infantil por supuesto, nos echaban en la caja tonta, anuncios incluidos, cosa que no deja de tener sus ventajas respecto a la actualidad, en la que muchos niños también se tragan todo, programas basura incluidos. Y entre los anuncios tenían su jerarquía los de detergentes, así sabíamos que "ESE lava blanco, blanquísimo y limpio, limpísimo" o que era preciso tener "la blancura de OMO", de la misma manera que la marcha nupcial de Mendhelsson la aprendimos al ritmo de "lave su ropa con PERSIL" o que "AJAX es el más poderoso", sin olvidar otras marcas como "ARIEL"; "Biotex" y alguna más. Por aquélla época corría también en las tiendas "del ramo" un detergente que elaboraba una empresa valenciana denominado "Tú-tú", nombre que tenía su causa en el sonido de los barcos al salir del puerto, por lo que en el envoltorio del mismo aparecía dibujado un pequeño barco en tal situación.
En los tiempos más primitivos de nuestra televisión, la empresa en cuestión tuvo el acierto de elegir para su campaña publicitaria a Manolo Morán, un genial actor cómico madrileño, prematuramente fallecido, que cuenta entre sus películas más significativas títulos como "Balarrasa", "Bienvenido Mr. Marshall", "Recluta con niño"; "Manolo, guardia urbano", "Currito de la Cruz" y "Como dos gotas de agua". Morán era un personaje genial, con aires de castizo madrileño y de una gracia y una soltura providencial. El otro día encontré este anuncio por las profundidades de "YouTube" y me pareció verdaderamente delicioso. Nótese el ambiente completamente rural, al más puro estilo del "Bienvenido Mr. Marshall" de Berlanga, la camisa del vendedor, los comentarios -"unos sabios que no han dudado en sacrificar sus años mozos en beneficio de la humanidad", la cara del niño, las miradas de los paisanos, la "chula" que aparece y desaparece, con el consiguiente desplante de Morán, el burro al que enfocan cuando aquél alude al "noble e inteligentísimo pueblo", el pañuelo en el bolsillo superior de la chaqueta, el billete de 5 pesetas,... Toda una exhibición de casticismo y de tópicos de la época.
Nota: al principio aparecen unos cuantos anuncios de OMO.
En el ambiente se respira una visión pesimista y negativa de España; nuestra autoestima anda por los suelos y puede que haya que remontarse a la generación del 98 para encontrar una situación equiparable. La crisis económica, el paro, la decepción en torno a la clase política y a las Instituciones en general, el desencanto que trae consigo descubrir que habíamos vivido en la inopia y el engaño y ni somos la octava potencia ni el presente reviste, ni de lejos, el esplendor que nos anunciaban cuando solamente era futuro. A estos aires de desengaño pienso que contribuyen también los vientos de distanciamiento y cierta agresividad que vienen de territorios que alardean de derechos históricos y cuyos "próceres" parecen disfrutar mirando por encima del hombro, enarbolando la bandera de la desmitificación y atacando a todo a lo que suene distinto a sus obsesiones atávicas. Además, la leyenda negra nunca ha dejado de sobrevolar el territorio nacional, y nosotros mismos hemos terminado dando más protagonismo del que debería tener a la llamada "España profunda", como si los sangrientos sucesos de Puerto Urraco fueran el pan nuestro de cada día, cada español tuviera alma de torero o cantante flamenco y al salir de las grandes urbes uno tan sólo pudiera toparse con cerrazón, incultura y costumbres tan antiguas como salvajes. No dudo que tengamos mucho que mejorar, pero a lo mejor deberíamos andar menos preocupados por conocer Nueva York, la India o Marrakech y redactar un plan para conocer, en serio y en profundidad, las tierras de por aquí y, sobre todo, sus gentes.
Sería muy triste que la imagen de España se cerrara con un toro y una bailaora encima de la tele, un muestrario de tapas en la barra de un bar o las carreras de los mozos delante de los toros por la calle de la Estafeta. Y es que España, vayas por donde vayas, es territorio donde se ubica el arte más bello y que desde más antiguo ha surgido del mundo, y no cabe reducir esos monumentos, y toda la historia y la grandeza que ocultan de quienes los elevaron y los ocuparon, a maravillas únicas como la Alhambra de Granada, la Mezquita de Córdoba, las catedrales de León y Burgos o el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, porque en cada rincón del mapa se esconden obras que engrandecen a un país, como lo demuestra un recorrido por el Románico de Aragón -la Colegiata de Alquezar, el Castillo de Loarre, San Juan de la Peña, el Monasterio de San Pedro de Siresa, la Catedral de Jaca, la iglesia de Santa Cruz de la Serós, ...- o de Cataluña -Monasterios de Ripoll y de Sant Pere de Roda, San Juan de las Abadesas, Catedral de Girona, Sant Climent de Tahull, ...-, las construcciones romanas de ciudades como Mérida, Sagunto o Tarragona, el marco inolvidable de la Catedral de Santiago, con la Plaza del Obradoiro y todas y cada una de las ruas e iglesias o ciudades que rebosan belleza en cada esquina como Salamanca, Cáceres, Toledo, Oviedo, Segovia, Sevilla, Córdoba, Granada, ... y podríamos seguir hablando de todos los tesoros del Museo del Prado, la imponente obra de Gaudí, el mudéjar turolense, ... Detrás de cada piedra, de cada trazo, de cada esfuerzo, se encuentra nuestra historia, una historia que tiene mucha más antigüedad y mucha más enjundia que unas batallas perdidas, unos errores concretos o las épocas de decadencia que a veces presenciamos y otras intuimos.
Y está también la España solidaria, tantos ciudadanos que salen de sus casas a echar una mano en las grandes tragedias, en las catástrofes naturales, en los accidentes dramáticos y los atentados más viles; esa España que se estremece ante la pobreza, ante el drama personal, que no ve con indiferencia -¡ni mucho menos!-el drama de las pateras, el de aquellas familias en las que no trabaja nadie o el más personal de quienes pierden la vida a chorros por el cáncer, la vejez o cualquier enfermedad degenerativa. Y hay una España hospitalaria, porque puedes recorrerla de norte a sur, de este a oeste confiando en que te van a acoger, que para muchas personas el viajero, el peregrino no es un ave de paso al que mirar de reojo, sino alguien con quien compartir charla y mesa, esa España cuya existencia comprobábamos quienes peinamos canas en los vetustos compartimentos del tren Expréss, entre ruidos metálicos y sabor a carbonilla, cuando cualquier pasajero se veía alegremente obligado a darte conversación y a ofrecerte un trozo de la hogaza de pan y el chorizo más bien manoseado que sacaba de la mochila, esa España que saluda impepinablemente cuando te cruzas por los caminos, que se interesa por la salud de tu familia o que llora deconsoladamente cuando tiene conocimiento de la muerte inesperada del cartero, el señor del quiosco o el vendedor de la ONCE, aunque a lo mejor ni sabía donde vivían y con quien. Y está también la España que reza, porque aquí rezamos más de lo que proclamamos y uno se encuentra en El Pilar en postura recogida, tal vez algo avergonzada, a quienes ni se le ocurriría pensar que lo pisaban, o en cualquier rincón de iglesia o catedral, donde desahogan sus penas, preocupaciones y miserias viejas beatas, jóvenes de aspecto abandonado o padres y madres de familia que parecían haber olvidado las imágenes de los santos; y no hay más que recorrer ermitas, que ver las cruces de los caminos o darle un repaso a los libros de firmas para descubrir grandezas ocultas e interiores.
Sí, tal vez nos venga bien algo de autoestima, recuperar el pulso y la conciencia, confirmar que no somos tal desastre, reducir el tiempo en el que nuestro país nos parece de pandereta, descubrir la belleza exterior del terreno y la interior de las personas. España es algo más que las personas que a lo mejor no están a la altura, que los programas de televisión donde todos gritan y se quitan la palabra los unos a los otros, que el feísmo imperante en las modas y las apariencias exteriores, que las revistas satíricas y los programas rosas, .... que la selección española o cuatro deportistas de élite que lo ganan casi todo. De Verdad, nos conviene viajar, nos conviene conocer lugares y personas y nos conviene desempolvar de vez en cuando nuestros viejos libros de historia.
Feministas radicales agreden al presidente de la Conferencia Episcopal de Bélgica.
"Un grupo de activistas de 'Femen' irrumpió en una conferencia del arzobispo de Bélgica, monseñor André-Joseph Léonard a quien acusan de homofóbico. Las jóvenes ingresaron con botellas con forma de la Virgen María llenas supuestamente con agua bendita y lo rociaron totalmente".
Los hechos relatados en esta noticia son sin duda lamentables, una manifestación más de la deriva a la que han llegado determinados grupos, gente que dan la impresión no solamente de creerse con la verdad absoluta y manifestarse incapaces de aceptar una sociedad plural, tolerante y diversa, sino que al parecer piensan que todo vale, que para defender sus posturas y protestar por lo que consideran nocivo están justificadas las agresiones, el insulto y la intimidación ... Me da mucha pena y me preocupa enormemente la falta de conciencia y el elevado índice de agresividad que ostentan algunos, que, sinceramente, ignoro si son muchos, pero dado que poseen un "spray" aparentan ser bastantes. Afortunadamente, pienso que soy capaz de distinguir la indignación y el desaliento ciudadano, plenamente justificado y que muchos exhiben de forma civilizada, de lo que no puede calificarse sino como recreación de un gamberrismo que con frecuencia llega a traspasar los límites del Derecho Penal.
Pero la actitud que más me duele es la de aquéllos que observan estos acontecimientos desde su butaca, con una sonrisa medio cínica medio complaciente, hasta con algo de satisfacción interior porque aún queda quien disfruta especialmente con el escarnio ajeno, sobre todo cuando aquél que es puesto en la picota viste hábitos o lleva alzacuellos. He escuchado demasiados comentarios ácidos y excesivas actitudes equidistantes, y me parece que corre entre algunos bastante intolerancia y algo de ignorancia. En una sociedad en la que se ha impuesto una especie de filosofía de lo políticamente correcto, no se intuyen límites cuando la crítica se fija en la Iglesia y sus representantes, mientras se consagran como tabúes intocables posturas con mucha menos historia detrás y que, desde mi punto de vista, ni se acercan a aquélla en servicios prestados a la humanidad.
Monseñor Leonard dio toda una lección de saber estar, aguantando el chaparrón -nunca mejor dicho- y la impresentable conducta de cuatro inconscientes -vamos a llamarlas así- que además de demostrar una total falta de conciencia y categoría, quedaron descalificadas definitivamente.
"La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales,
que se encuentran de golpe con una miserable cuota de Poder".
En el servicio militar se cumplía a rajatabla eso de que "la veteranía es un grado"; cuando llegabas al cuartel eras un "quinto", un novato y aquellos compañeros de desdichas que ya llevaban un tiempo bregando en la "batalla" estaban esperando al nuevo reemplazo como agua de mayo, desahogando sus frustraciones con el turuta pardillo, al que trataban con desdén, incluso le bautizaban con el chusco apelativo de "pollo". El recién llegado no tenía derecho prácticamente a nada, podía ser abrumado con todo tipo de novatadas cuya brutalidad e indecencia dependía de la mayor o menor actitud contemporizadora de los mandos, no se le respetaba turno de comer o cenar, era "castigado" con los peores servicios y mirado por encima del hombro por los más antiguos. Los más veteranos del grupo, que se ufanaban de estar muy próximos a la licencia -"¡qué poquita me queda!"- decían con orgullo-, se hacían llamar "abuelos" y algunos de ellos no cesaban de repetir esa condición como si ésta les diera poco menos que carta blanca para convertirse en personajes a los que casi adorar. Observé que cuanto menos cultura e inteligencia se les adivinaba, esa vanagloria era mayor, intuyo que posiblemente porque era esa una de las pocas ocasiones que tenían de destacar por algo en la vida.
Así somos los hombres, unos pánfilos ansiosos de encontrar algo de lo que presumir, con lo que sentirnos por encima de los demás y con capacidad de que éstos actúen conforme a nuestros antojos. El poder transforma, y frecuentemente para mal. Y no me refiero exclusivamente al poder político, a esos espejuelos que ciegan y conducen a la tentación totalitaria, al engaño a los electores, a la corrupción, al aislamiento social y al abuso, sino también a la ceguera que sufrimos en ocasiones cuando adquirimos, ocasional o permanentemente, una posición de prevalencia sobre alguien, por ridícula e injustificada que sea. Nos gusta en exceso mirar por encima del hombro, exigir respetos y reverencias que a lo mejor no hemos sabido ofrecer a otros nunca, exhibir demostraciones de poderío y mando, ese "aquí estoy yo" tan racial y tan hispánico. Todos, en mayor o menor medida, tenemos tendencia a caer en los errores del pavo real, ese bicho de plumaje exhuberante y colores brillantes que ejercita el hábito del "pavoneo" y no se da cuenta que todo su aparente encanto se derrumba como castillo de naipes en cuanto se observa su torpe caminar y en cuanto de da la vuelta y se le ve el trasero.
Deberíamos ser conscientes de lo efímero que es el poder humano, de lo fácilmente que se pierde y de lo peligroso que es sostener tu seguridad en ese poder si detrás de él no hay nada más.
Me encontraba el otro día en los "excusados" de la "Estación de Autobuses" de Zaragoza cuando, en medio del silencio del momento, entró un individuo que, con voz chillona, se dirigió a uno de los "departamentos" que tenía la señal roja de "ocupado" y gritó: "Juan, ¿qué haces?", pregunta que no dejaba de ser ociosa, pues la función que uno realiza en el interior de un lugar de esos parece obvia, el tal Juan, también a grito pelado, contestó lo que era lógico: "estoy cagando", una de esas actividades, por cierto, que consigue que las personas seamos iguales, con lo imagino que el interrogador pudo confimar sus sospechas; pero se ve que la curiosidad -o el interés- del individuo no quedó ahí, y con la misma intensidad sonora volvió a insistir: "¿tienes papel?, pregunta que parece más lógica si consideramos que no siempre queda cubierta adecuadamente la intendencia de un lugar así; el "inquilino" no era tímido, pues contestó afirmativamente sin rubor alguno, y ante la confirmación de que éste andaba bien servido, el primero aseveró: "usa todo el papel que necesites", no se si porque tenía algún tipo de participación en la tarea de cubrir las necesidades materiales del W.C. o porque le preocupaba que su amigo cicateara por timidez o deseo de ahorrar el uso del "rollo" correspondiente.
Ante semejante escena lo que te viene a la cabeza es que el sujeto en cuestión viene a confirmar que existen personas capaces de actuar de forma basta, grosera e indiscreta, uno se limita a callarse en su rincón mientras nota el sentimiento interior de cierta vergüenza ajena e incluso a escuchar esa vocecita interior de "¡tierra, trágame! ... Pero también podemos enfocar la cosa desde otro punto de vista, y considerar que al fin y a la postre el individuo no deja de comportarse como un "buen samaritano", y ante la presumible tardanza de su amigo en regresar de los servicios ha acudido presto en su ayuda a interesarse por si le pasaba algo, pues el tener que acudir a tal "cubículo" puede ser señal de una indisposición que vete a saber cómo puede acabar, incluso se preocupa por si tiene todos los elementos necesarios para una "operación" limpia y completa, que ya se sabe que en los lugares públicos no siempre se ha previsto todo -aún recuerdo un día que me puse malo en Barcelona, hube de entrar en un bar bastante cutre y acabé recurriendo al "Mundo Diario"- y hasta le anima a desinhibirse y utilizar todo el rollo que necesite, que nunca está de más incitar a la generosidad. ¿Y qué sería de nosotros si la Providencia no nos dejara estas ocasiones de pasar un rato llamémosle hilarante?.
Hay quien pensará que esto no es más que otro truco del "Corte Inglés" y de los libreros más relevantes del país para colocarnos sus mercancías, pero por encima de todo la costumbre de convertir el día de San Jorge, patrón de Aragón, en el "Día del Libro" la considero un gran acierto, y es que para muchos un libro es algo muy importante, un objeto del que no solamente puedes disfrutar leyéndolo, sino que basta tenerlo en tus manos para gozar: con sus tapas, con el argumento del dorso, con las referencias al autor y con la simple ilusión de llegar a devorarlo algún día. Por eso, al igual que el año pasado, aprovecho la circunstancia para aconsejar algunos libros que en su día me hicieron disfrutar mucho.
No haremos justicia en tanto en cuanto no tratemos como se merecen a los grandes literatos españoles de siempre, esos que nunca han de pasar de moda. Entre éstos se encuentra Pío Baroja, uno de los más geniales representantes de la generación del 98 y un hombre capaz de escribir de una manera sencillamente maravillosa. En Baroja me introdujo un profesor de bachiller con la lectura de "Las inquietudes de Santhi Andía", un estupendo relato con los aires cantábricos de su tierra vasca, al igual que "Zalacaín el aventurero". Pero sin ningún género de dudas, es la trilogía de "La lucha por la vida" lo que más me ha impresionado de este personaje al que siempre nos retrataron con boina y barba de muchos días. En las tres novelas de la misma -"La busca", "La mala hierba" y "Aurora roja"- el escritor donostiarra traslada la trama a la capital de España, mostrándonos ese Madrid pobre y miserable de principios del siglo pasado, un Madrid de chulos, ladrones, prostitutas, buscones, burgueses venidos a mucho menos, ... todo un muestrario de personajes peculiares, estrambóticos, ... Baroja afina hasta la perfección al describir individuos y ambientes, acentúa una crítica social despiadada y nos mete en un mundo donde bailan con la misma música el desenfreno, la ingenuidad y el desencanto.
Siempre me han gustado las novelas ambientadas en el Londres victoriano, y si hay un autor que refleja como nadie esa época tan especial es sin duda Charles Dickens; el contraste entre los grandes caserones, los lujos y la aristocracia británica con las miserias propias de la revolución industrial, los barrios bajos, las tascas cochambrosas y las vidas miserables se convierte en materia habitual de los libros de Dickens. El autor londinense escribió unas cuantas piezas magistrales, pero puestos a recomendar una en concreto elijo "David Copperfield", un relato que para muchos tienes aires autobiográficos en el que los referidos contrastes se reflejan de manera llamativa. Una de las grandes habilidades de Charles Dickens es la creación de personajes inolvidables y de éstos, además del protagonista que da título a la novela, "Copperfield" tiene unos cuantos -"buenos y malos"-: la fiel Pegotty, Agnes Wickfield, Uriah Heep, su amigo James Steerforth y y su tía Betsy Trotwood. "David Copperfield" no es una historia para niños, aunque ésto no quita para que pueda ser un excelente libro para que los adolescentes se inicien en un hábito mucho más productivo que la "play-station", sino una novela de las que hacen época.
Stefan Zweig es un escritor que debería tener puesto fijo en cualquier biblioteca que se precie; tiene unas novelas magníficas y son especialmente buenos sus "Momentos estelares de la humanidad"; donde Zweig también se esmeró fue con las biografías, teniendo excelentes trabajos sobre "María Antonieta", "Magallanes", "María Estuardo", ... aunque no tengo duda alguna al elegir a "Fouché, el genio tenebroso" como la mejor, y no sólo por tratarse de un personaje tan especial, sino porque el austriaco sabe narrar su vida de una forma magistral. Se trata de una biografía que no solamente nos habla con rigor y maestría del personaje, sino que nos muestra el ambiente y los sucesos de una época verdaderamente apasionante. Un libro que se lee con agrado, escrito en una prosa sencilla y cuidada e incluso con la virtud de tener un número de páginas asequible. La editorial "Acantilado" está teniendo el enorme acierto de desempolvar viejos literatos cuyas obras se perdían entre el polvo de las librerías de viejo, y entre otros incluye unas cuantas obras de Stefan Zweig como esta impresionante biografía.
No me importa volver a la generación del 98 para recomendar una obra de teatro inigualable, "Luces de bohemia", de Ramón María del Valle Inclán, un estilo que el propio autor definió como "esperpento", así el mismo protagonista de la obra, en la escena duodécima, lo define como una forma de mirar el mundo. Es uno de esos libros que leí en mi servicio militar y creo que debería volver a hacerlo. El argumento es un remedo de la vida literaria española al tiempo de ser escrita la obra, 1924, con el protagonista, el poeta ciego Max Estrella, desesperado por no recibir de Don Latino el dinero justo por la pieza escrita. Pienso que lo que viene a hacer Valle Inclán es reflejar sus propias desdichas, con un personaje bohemio e incomprendido que termina encontrándose con ese grupo de jóvenes modernistas que se ríen de la sociedad y son los únicos que admiran y quieren al poeta, lo que añade fuerza ideológica a lo escrito. Valle Inclán fue en sí ya un auténtico personaje, alguien que reflejaba la "bohemia" con su vida y sus costumbres y su obra es parada exigible para quien desea leer lo mejor de la literatura española.
En los últimos años ha proliferado la novela histórica: han salido autores de debajo de las piedras que ha escrito sobre todas las épocas de la historia; y como en tantos otros campos, es necesario separar el grano de la paja, porque ha habido quien ha dejado desbordar su imaginación, sin olvidar que incluso alguno han pretendido adaptar la historia a sus ideologías. Jesús Sánchez Adalid se encuentra, en mi opinión, entre los más serios y rigurosos autores de novela histórica. El autor extremeño ha publicado ya un buen número de libros en los que recorre diversas épocas de la historia de España, aunque tiene una indiscutible querencia por los ocho siglos de ocupación árabe. Entre éstos se encuentra "El Mozárabe", una novela realmente magnífica que nos sitúa a finales del primer milenio en la Córdoba de los Califas donde convivían cristianos y musulmanes, una veces mejor avenidos que otras. La novela tiene dos personajes principales, un cristiano y un árabe que poco a poco van adquiriendo relevancia en el marco del califato de Abd al-Rahman III, el primero llega a convertirse en obispo, mientras el segundo termina siendo el mismísimo Almanzor, un caudillo musulmán que se convierte en el azote de la cristiandad de la península. La novela, de casi setecientas páginas, describe con precisión el ambiente del tiempo y del lugar, nos familiariza con las costumbres de unos y otros, mantiene el interés de principio a fin y consigue que nos deleitemos conociendo más y mejor momentos importantes de la historia de España y personajes históricos de primera fila. "El mozárabe", sin ninguna duda, es de esas novelas llamadas a pervivir con el paso del tiempo.
La figura de Antolín García fue una de las más famosas de aquella vieja tele de los años 60 y 70, aquéllos tiempos iniciales de la televisión, cuando solamente había una cadena y todo se realizaba de forma bastante "artesana" aunque entonces nos parecía poco menos que un milagro. Aunque este hombre nacido en Barcelona en 1928 llegó a presentar programas concurso como "La unión hace la fuerza" o de marcado carácter social, como "Teleclub", donde terminó siendo más popular fue en sus intervenciones en programas deportivos. Antolín García era un auténtico experto en Atletismo, y puede decirse que fue cocinero antes que fraile, pues llegó a convertirse en campeón universitario de España de Atletismo; son inolvidables las retransmisiones de las diferentes reuniones atléticas en las que hacían lo que podían los atletas españoles de la época como Luis María Garriga, Ignacio Sola, Mariano Haro, Luis Felipe Areta, Javier Álvarez Salgado o José Luis Sánchez Paraíso. García llegó a su máximo nivel con la retransmisión de las pruebas de los Juegos Olímpicos de Moscú-1980 y Los Ángeles 1984. También intervino en retransmisiones de ciclismo. Era un hombre de una serenidad y una corrección exquisitas, un caballero amable y educado, bregado en mil batallas y capaz de cubrir cualquier hueco que surgiera y exigiera improvisación. Se inició en la radio, y en 1970 recibió el Premio Antena de Oro, por su labor radiofónica.
Lo que posiblemente conozca menos gente es que Antolín fue un consumado especialista en el doblaje de películas; tenía una voz profunda y pausada y si acudimos a las fuentes oportunas podemos comprobar que prestó su voz a actores tan importantes como Glenn Ford -"Los cuatro jinetes del apocalipsis", "Duelo a muerte en Rio Rojo", "Hombres violentos", "Los desbravadores" y "Chantaje a una mujer"-, Peter O'Toole -"Lawrence de Arabia", "La noche de los generales", "Cómo robar un millón y...", "Lord Jim"- y Cary Grant -"Bésalas por mí", " Tú y yo", "Vivir para gozar"-; también se incluye su condición de voz habitual de David Niven, aunque no he encontrado films concretos. Antolín García falleció en Madrid, donde vivió casi siempre, el 23 de agosto de 1990. veintidós años después es lógico que bastantes no lo llegaran a conocer, e incluso que alguno más no le recuerde, pero fu sin duda un excelente profesional y un rostro amable, por eso pienso que se merece un recuerdo.
Cuando eres niño, al menos a mí me pasaba, vives como si todo fuera a ser siempre igual y funcionas como si pensaras que los niños siempre serán niños y los adultos, adultos, mientras a los abuelos les otorgas el "status" permanente de abuelos ... yo creo que con pocos años andaba convencido de que mis abuelos ya habían nacido tales. Pero la vida te va ayudando a abrir los ojos, y si se hace duro comprobar cómo estos últimos desaparecen pronto, frecuentemente tras haber pasado periodo más o menos largo de aislamiento del mundo real, quienes eran maduros y fuertes se van convirtiendo en ancianos y cuando éstos llegan también a la meta de sus antecesores el siguiente en la lista de aquéllos a quienes toca alcanzar la época de la decrepitud eres ya tu. Y, sinceramente, no se si la asignatura del respeto y la gratitud hacia los más mayores es disciplina con un porcentaje excesivamente alto de aprobados.
Yo crecí en un mundo donde las personas mayores habían adquirido la condición de individuos respetables, dignos de honores y detalles; así en el propio hogar aprendías a considerar como acciones ineludibles el dejarles paso al entrar o salir de un portal, cederles el asiento en los medios de transporte público o mostrarse servicial y atento cuando la ocasión lo exigía; incluso llegado a los puntos más álgidos de la adolescencia, ni se te ocurría mostrar impertinencia o rebeldía alguna ante tus abuelos u otros familiares de edad provecta. Hoy en día no resulta extraño observar a señoras de notoria edad aguantar el equilibrio en la plataforma del bus o andar perdidas en un edificio o gran superficie sin que se advierta alma caritativa alguna dispuesta a echar espontáneamente una mano.
Hace unos meses observé una situación que me llegó al alma; una señora de cierta edad deambulaba desnortada por los andenes de la estación de autobuses de Zaragoza; la pobre mujer quería encontrar el autobús que iba hasta Tauste y no era capaz de aclararse ni con los tableros ni mucho menos con los avisos que sonaban por los altavoces; para alguien frío, duro y con mentalidad de ingeniero el agobio de la anciana dama podría ser muestra de ineptitud, pero hace falta bastante incapacidad de comprender para no darse cuenta que a alguien que ya ni ve ni oye ni usa la mente con la agilidad de otros tiempos mejores no es sencillo calibrar cuál es la lista de salidas y cual la de llegadas o en qué línea se encuentra el bus que necesitas, y ya no digo, poder escuchar bien unos avisos que no sabes si se refieren a buses que entran, a buses que salen o se limitan a advertir que no está permitido fumar. Al final, entre varios conseguimos asesorar adecuadamente a la buena señora, que evidenciaba una angustia notable y a quien se veía completamente perdida entre individuos sin nombre y máquinas ruidosas ... yo al menos llegué a la conclusión de que hemos construido un mundo en el que se produce un apartamiento fáctico de quienes han perdido facultades o han llegado al tiempo de los avances tecnológicos fuera de control.
Mientras escribía esto he recordado una escena mucho más positiva, cuando vi como la joven empleada de una farmacia atendía con exquisita delicadeza a una persona mayor y le escribía en un papel una larga parrafada en la que al parecer explicaba los pasos que debía de dar para que en el médico le facilitaran no se si una medicina o un tratamiento, indicándole que acudiera a la consulta y siguiera las indicaciones que le había puesto por escrito. Agradecí que siguiera existiendo alguien capaz de ponerse en el lugar de otro, de respetar a quien ha podido perder la lucidez de otros tiempos, en definitiva, alguien que vive consciente de que saber querer tiene muchas facetas y muchos posibles destinatarios.
Tal vez en los últimos decenios hayamos vivido demasiado deprisa, tanto que hemos terminado excluyendo, apartando a un lado, a quienes no eran capaces de seguir nuestro ritmo vertiginoso, una trayectoria que en ocasiones no nos llevaba a ninguna parte ni nos hacía bien alguno. Cuando ya no sólo las nieves del tiempo han blanqueado la sien, sino que poco a poco en el interior va anidando el fantasma del olvido, la sombra de la soledad, la tentación de sentirse inútil, el resto lo que hemos de pensar es que allí están los héroes de antaño, el ejemplo a seguir y la fuente de la experiencia ... además de considerar que cada vez nos falta menos para llegar ahí.
Cuando yo tenía pocos años podía adquirirse en los quioscos "La Codorniz", una revista de humor que hacía las delicias de los ciudadanos, al menos de los que poseían cierta inteligencia y un minimo de sentido crítico: propio y ajeno; la publicación había sido fundada por Miguel Mihura, aunque fue Álvaro de la Iglesia el que la llevó a su máximo esplendor, junto a ambos trabajaron gente tan notable como Mingote, Evaristo Acevedo, Máximo, Cándido, ... "La Codorniz" destacaba por un humor agudo, un humor capaz de dar en el clavo y pasar por encima incluso de la dura censura de la época, un humor elegante, porque entre otras cosas era inteligente. En la transición también tuvo su éxito "Hermano Lobo", una publicación que combinaba el blanco y negro con fuertes colores azules, rojos, verdes, morados y naranjas y en la que brillaron humoristas que hicieron época como Perich, Chummy Chúmez, Cesc, Summers, Gila, Ops y, por supuesto, el genial e incombustible Antonio Fraguas, "Forges"; se trataba de un humor más de choque, de clara intencionalidad política, pero que conservaba ese aire fresco de quien sabe ser duro y certero en la crítica sin traspasar los límites del respeto y la decencia.
Ahora corre por ahí "El Jueves", un semanario del que ignoro tirada y ventas, pero que debe de tener muchos adeptos si tenemos en cuenta que lleva más de veinticinco años saliendo cada miércoles. La publicación se caracteriza, fundamentalmente, por el culto a la sal gorda, la inexistencia de límites cuando se trata de cargar la mano y arremeter contra instituciones y personas y, el frecuente uso del insulto y la mofa más burda, con un tono basto y grosero que se acentúa sacando el sexo proceda o no proceda y manteniendo una particular querencia a la hora de cargar las tintas cuando se trata de ridiculizar a obispos, curas y monjas. Mi opinión, como cualquiera, es por supuesto personal y subjetiva, y conozco a gente a la que aprecio y respeto que consideran que "El Jueves" practica un humor sano cuyos contenidos han de saber interpretarse hasta desdramatizar, pero a mi, admitiendo que solamente he visto alguna portada que otra, me parece que rebasa con creces los límites de lo digno y lo admisible. Es más, me preocuparía seriamente que la evolución de nuestra sociedad quede representada por el tránsito desde la fina sátira de antes hasta el recochineo de todo lo divino y lo humano sin límites y caiga quien caiga. ¿Existe una España del Jueves?, ¿hay una España que disfruta desangrando a todo el mundo, traspasando fronteras y sacando los más bajos instintos?; me gustaría pensar que se trata de meras vías de escape, de medios a los que se recurre para sacar la bestia que llevamos dentro en momentos concretos, pero no lo termino de ver claro.
Siempre digo que soy hombre de pocas prestaciones, y es verdad, entre otras razones porque en pleno siglo XXI voy por la vida sin carnet de conducir. Pero esta carencia tiene también sus ventajas, pues te convierte en un peatón cualificado, te ayuda a disfrutar de la "noble" tarea de pasear y con el tiempo adquieres un dominio interesante y útil de la utilización de los medios públicos de transporte. Los peatones natos tenemos nuestros defectos y hace unas semanas un amigo me comentaba con gracia e ironía la costumbre de algunos de hacerte esperar en los pasos de peatones, los cuales cruzan despacito mientras con el rabillo del ojo miran al paciente conductor a ver si se quema un poquito; entendía mi amigo que era una actitud propia de gente retorcida y debía de tener razón.
Pero también los conductores mantienen en ocasiones actitudes criticables; afortunadamente me he topado muchas veces con conductores pacientes y educados que esperan con elegancia que los ciudadanos cambien de acera, algo que tiene especial mérito en esas horas punta de entradas al trabajo y acompañamiento de niños al colegio en las que suele producirse una riada de peatones que pasan sin solución de continuidad y obligan a quien lleva el coche a mantener la calma durante un buen rato. Pero a veces uno ve al volante a personajes con aspecto de talibanes de cuatro ruedas: mirada fría, espalda tiesa, pie nervioso en el acelerador, brazo izquierdo apoyado en la ventana y, bastantes veces, gafas de sol. Da la impresión de que se consideran una especie Sebastian Vettel de zona urbana, que circulan tan seguros de sí mismos que el resto de mortales hemos de rendirnos a sus pies y que cuando han de respetar un semáforo o paso de peatones más que cumplir unas reglas lo que hacen es perdonarte la vida. Tienes la tentación de pensar que para estos tipos el coche es el arma que utilizan, un objeto de lucimiento, la forma de demostrar su superioridad sobre el mundo. Con lo fácil que es ser amable y esta gente malgastando su vida entre la arrogancia y la tontería.
El pasado jueves paseando por la calle San Miguel descubrí que "Barril", la ´vieja y clásica tienda de "tantas cosas" había cerrado y el local se encuentra en alquiler. Ya me había llamado la atención poco antes comprobar como la tienda de "Calzados Milán" que desde hace decenios se ubicaba en Isaac Peral había quedado reducida a pavesas, pero lo de "Barril" fue uno de esos golpes difíciles de encajar. "Barril" era un establecimiento de los que ya no existen, allí se vendía de todo y aunque en el exterior se hablaba de "camisería a medida", allí podías encontrar gemelos, alfileres de corbata -esa prenda que hace años pasó de moda y solamente usan algunos viejos "rockeros"-, mecheros de todo tipo, plumas, relojes digitales, barajas -la tienda era todo un homenaje a Heraclio Fournier-, fichas de poquer, tapetes para hacer "timbas", juegos de cartas y ruletas colocados en míticos estuches de piel, ... una especie de templo del regalo, de lugar donde encontrar mil ideas, de bazar propio de películas antiguas, de tienda que hace las delicias de los antiguos, de los clásicos.
En "Barril" te atendían dos personajes "de siempre", unos dependientes clásicos y veteranos, dos auténticos maestros que se habían pasado la vida viéndoselas con todo tipo de clientes, sabiendo como tratar a cada uno, decir lo que había que decir en el momento oportuno y callar cuando convenía, aconsejar bien, convertir una compra en un momento grato, sano y que se desea repetir, añadiendo a su trabajo esas notas de confianza, humor, casticismo y simpatía que hacen a determinados comercios distintos al resto, a los que se han dejado llevar por la rutina del trabajo ocasional, por mil teorías carentes de naturalidad y por ello de humanidad. Durante una temporada acompañaba a los citados una joven búlgara, que por cierto estaba de muy buen ver, y que suponía un magnífico contrapunto a la ortodoxia de sus compañeros de mostrador, y que a pesar de su condición de foránea y de una juventud que podía hacer presumir inexperiencia, tenía pleno dominio de su trabajo y estaba a la altura de la profesionalidad del resto.
En una web de la Fundación "Basilio Paraíso" he encontrado esta breve historia de "Barril", realmente enriquecedora y que copio dejando constancia del origen de la misma:
"Barril es un ejemplo de evolución en el mundo del comercio. Lo que comenzó como una “Camisería Francesa”, según el rótulo inscrito en el mármol del suelo de la entrada a su primer establecimiento (en el Pº Independencia 10), se ha convertido hoy en un dinámico comercio con una página web de éxito y que a la camisería añade los artículos para regalo, fumador y escritura, los productos de piel y los complementos. En el negocio que fundó José Barril en Zaragoza en 1875 se sucedieron varias generaciones familiares, hasta que un aprendiz, Emilio Gonzalvo Beneded, se hizo cargo de la tienda en 1947, año en el que ingresó com0o colaborador Emilio Berdún Nadal, padre a su vez del actual propietario. Emilio Berdún López dirige el negocio desde 1988, cuando acabó sus estudios de derecho.
El fundador José Barril estudió corte de camisería en París y en 1880, a los cinco años de abrir su tienda en Zaragoza, consiguió el título de “Camisero de la Casa Real”, un logro de especial mérito al tratarse de un negocio de fuera de Madrid. Su espíritu emprendedor le llevó también a participar activamente en la promoción del ferrocarril de Canfranc. El establecimiento Barril fue punto de recogida de adhesiones para el Canfranc. Experto filatélico y numismático, utilizaba una parte de la fachada para tal fin. La apertura de un destacamento militar alemán en Zaragoza en 1902 llevó a suprimir el rótulo de “Camisería Francesa”, debido a la enemistad manifiesta de ambos países. En 1974 el negocio se trasladó a su actual ubicación en la calle San Miguel. La constante renovación ha permitido a Barril llegar a superar con nitidez el siglo de historia."
Pero más que nunca "Barril" permanece en el recuerdo.
Diógenes de Sinope fue un filósofo griego perteneciente a la escuela de los cínicos, vino al mundo en Sínope sobre el año 412 a. C. y murió en Corinto en el 323. Cuentan que el hombre caminaba por Atenas a plena luz del día alumbrándose con una lámpara, y si alguien le preguntaba la razón respondía: «Busco un hombre». Y puede que hoy en día haya muchos que andemos siguiendo los pasos de este hombre austero y sobrio que dicen los cronistas de la época se preocupó menos de formar escuela que de llevar una vida recta, de acuerdo con los principios de autonomía y desprecio de los usos de la sociedad. He de admitir que una mirada rápida y genérica a la sociedad que nos ha tocado vivir me mueve al desaliento; el desprestigio de las instituciones, me temo que muchas veces ganado a pulso, el descontrol en el uso indiscriminado e indigesto de las redes sociales y esa España que parece alimentar sus ideas con la tele-basura, el humor chabacano de algunos medios y la frivolidad a la hora de interpretar sucesos y noticias pueden generar, si uno no se planta a meditar y valorar, una percepción terrible del nivel intelectual y moral de bastantes de nuestros conciudadanos.
Pero, afortunadamente, en cuanto uno abre los ojos al exterior aprende a conocer a fondo a la gente y va descubriendo que muchos guardan secretos que no es que no sean inconfesables, sino que ponen de manifiesto una bondad y un compromiso social que la discreción y el pudor, parte de su propia grandeza, ocultan a los ojos de la mayoría. Cada hombre, cada mujer, individualmente, libre del gregarismo y la reacción primaria a la que con tanta frecuencia nos inclinamos, esconde unos valores superiores a los que refleja la sociedad en su conjunto. Por eso, ante el desánimo al que puede llevar la injusticia, la irracionalidad, la violencia, la agresividad, el tribalismo más o menos ilustrado;... tanta estulticia que corre por ahí, hay que evitar caer en el error de cerrar los ojos ante quienes son capaces de hacer campañas en facebook y escribir libros para dar de desayunar a los niños que van al colegio en ayunas; los que dedican su tiempo libre -incluso el que no tienen- a colaborar con Cáritas, Manos Unidas y cualquier otra organización similar, a quienes detrás de quien mendiga o está preso ven el sufrimiento y no la molestia, el alma de esa persona y no su realidad o su pasado.
Menos mal que aún quedan quienes nos dan ejemplo, quienes consiguen que la ridícula luz del candil se amplíe con la luz natural de la bondad y el amor al prójimo.
El lunes también falleció Sara Montiel; ¡menuda le ha debido tocar a San Pedro si ha tenido que atender a la vez a Sara y a la Thatcher!, sin duda habrá tenido un día agotador, porque además las dos fumaban. Yo a Sara Montiel, que era manchega -en concreto de Campo de Criptana- y se llamaba María Antonia Abad, al principio solamente la conocía de las revistas, era junto a Carmen Sevilla, Lola Flores, Paquita Rico y alguna más una de esas artistas españolísimas que se habían convertido en mujeres admiradas en toda la geografía nacional, y además eran muy completas pues no solamente protagonizaban una película detrás de otra, sino que también cantaban lo que hiciera falta. Me acuerdo las fotos de Sarita con el pelo cardado que se puso tan de moda entonces y cómo me quedé patidifuso cuando la vía en directo por vez primera por la tele en uno de esos festivales benéficos de Navidad que se celebraban en el Teatro Real y presidía Doña Carmen Polo; me llamó la atención que la señora -me refiero a la Montiel- salió con una especie de traje de pieles, haciendo grandes aspavientos y hablando en un tono artificial y como embaucador, ... vamos que esperaba otra cosa, y es que entonces era muy niño y aún no había comprobado que los artistas actúan siempre ... o casi siempre.
Entonces andaba yo lejos de saber que Sara Montiel había sido la primera española -y durante muchos años la única- en triunfar en Hoollywood y que había una película titulada "Veracruz" (1954), dirigida por Robert Aldrich y donde compartía "estrellato" con Gary Cooper y Burt Lancaster, sin olvidar a Ernest Borgnine, Charles Bronson y César Romero, al parecer aunque la actriz llamada a ser principal era Denise Darcel, la manchega le fue robando protagonismo hasta convertirse en la estrella, sin olvidar que durante el rodaje tuvo su romance con el mismísimo Gary Cooper. Con su primer marido, Anthony Mann, rodó "Dos pasiones y un amor" (1956), junto a Mario lanza, Joan Fontaine y Vicent Price, con Alfredo B. Crevenna "Donde el círculo termina" (1956) y con Samuel Fuller "Yuma" (1957), donde compartió rodaje con Rod Steiger, Charles Bronson y Brian Keith. Antes de esta época americana Sara había intervenido en películas como "Bambú" (1945), "Mariona Rebull" (1947) y "La mies es mucha" (1948), de José Luis Sáenz de Heredia, "Don Quijote de la Mancha" (1947), de Rafael Gil, "Locura de amor" (1948) y "Pequeñeces" (1950), de Juan de Orduña, "El capitán Veneno" (1950), de Luis Marquina, "Cárcel de mujeres" (1951), de Miguel M. Delgado, "Aquel hombre de Tánger" (1953), de Luis María Delgado y Robert Elwyn y "Piel canela" (1953), de Juan José Ortega, alternando con los mejores artistas españoles de la época: Rafael Rivelles, Aurora bautista, Fernando Rey, Jorge Mistral, Fernando Fernán Gómez, Luis Peña, Imperio Argentina, Guillermo Marín, Manolo Morán, Pepe Isbert, ...
De vuelta en España protagonizó una de las películas más taquilleras de la historia y el que probablemente ha sido su trabajo más emblemático: "El último cuplé" (1957), dirigida por Juan de Orduña y con un reparto de lujo: Armando Calvo, Julita Martínez, Alfredo Mayo, Matilde y Guadalupe Muñoz Sampedro, José Moreno, Miguel Fleta, Erasmo Pascual, Rafaela Aparicio, José María Caffarell y el torero Enrique Vera. La película, un drama de amoríos, viejas glorias y toreros que rompen corazones, fue un éxito internacional y convirtió a Sara Montiel en la actriz española mejor pagada, inolvidables canciones como "Fumando espero" y "El Relicario". A la estela del éxito referido en 1958 y bajo la dirección de Luis Césare Amadori, rodó "La violetera", trabajando esta vez con Raf Vallone y Ana Mariscal, y dando vida a una modesta vendedora de flores que alcanza la gloria como cantante. Con Luis César Amadori siguió trabajando en "Mi último tango" (1960), en el papel de una actriz llegada desde abajo a la fama y "Pecado de Amor" (1961), un melodrama en el que Sara Montiel, como actriz española que se precie, cumple su cupo de hacer de monja y en cuyo reparto, además de históricos de la tele como Rafael Alonso, Ana María Noe y Xan das Bolas, aparece nada menos que Mario Girotti (Terence Hill para los amigos). En "Carmen la de Ronda" (1959), de Tulio Demicheli, y"La bella Lola" (1962), de Alfonso Balcázar y "La reina del Chantecler" (1962) de Rafael Gil vuelve a interpretar a una cantante, en la primera de tiempos de la invasión napoleónica, en la segunda de principios del XX y en la otra de nuestros días.
Conforme avanza la década de los 60 va cambiando el estilo de las películas en las que actúa Sara, y así "Noches de Casablanca", (1963) de Henri recoin, donde aunque también hace de cantante de cabaret el argumento central viene a ser un remedo de la película de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, "La dama de Beirut" (1965), de Ladislao Vadja, un drama sobre la trata de blancas, "Samba" (1965), de Rafael Gil, un thriller ambientado en Brasil, "La mujer perdida" (1966), de Tulio Demicheli, de nuevo como cantante que se enamora de un político de relieve, "Tuset Street" (1968), de Luis Marquina, donde aparece Berlanga en el reparto y se ambienta en la célebre calle barcelonesa, prototipo en la época de la modernidad, "Esa mujer" (1969), de Mario Camus, un dramón en el que interpreta a una monja misionera que ha sido violada, "Varietés" (1971), de Juan Antonio bardem, donde recupera el papel de cabaretera y "Cinco almohadas para una noche" (1974), de Perdo Lazaga al más puro estilo "españolada de la época". En todas estas películas, junto a algunos actores extranjeros, llaman la atención unos cuantos nombres de la televisión de entonces: Tota Alba, Antonio Ferrandis, Manuel Tejada, Julia Caba Alba, Cándida Losada, Carmen Bernardos, José María Prada, Amelia de la Torre, ...
A partir de 1974 la carrera de Sara Montiel se centró en los discos y en las giras; siempre fue objetivo permanente de los periodistas, portada frecuente de las revistas y personaje interesante de reportajes y entrevistas. Su último paseo en el cortejo fúnebre por la Gran Vía de Madrid fue un emocionante, todo un símbolo. Descanse en paz.
El lunes falleció en una habitación del Hotel Ritz de Londres Margaret Thatcher; quien fuera la primera mujer inglesa en llegar a Downing Street contaba 87 años, padecía desde hace tiempo demencia senil y sufrió un ataque cerebral frente al que los médicos no pudieron hacer nada. Thatcher fue la primera ministra británica de 1979 a 1990 y se convirtió sin duda en uno de los personajes políticos más importantes del mundo, vivió e influyó en un tiempo en el que cayó el Muro de Berlín y desapareció la Unión Soviética, con una serie de estadistas de primera fila que influyeron junto a ella en el devenir de la historia de esa época: Ronald Reagan, Lech Walesa, Mijail Gorbachev, ... y también Juan Pablo II, aunque pienso que aquí estamos ante alguien de una dimensión distinta por aquello de que "mi reino no es de este mundo". Fue Margaret Thatcher, no cabe duda, una persona polémica y no parece que en buena parte de esa línea de opinión pública con tantos seguidores en nuestro país, sea alguien visto precisamente con simpatía. Pero, por encima de todo, a la "dama de hierro" yo la veo como un líder solvente, una mujer con una fe inmutable en lo que decía y que puso los medios para sacar adelante con convicción, energía y coraje aquello en lo que creía: la libertad, la economía de mercado y el predominio de los ciudadanos sobre el estado. Tras su fallecimiento he leído valoraciones muy duras, todas ellas respetables por supuesto, aunque no me gustan, absolutamente nada, esa especie de anhelos totalitarios que pululan por el aire, ese afán por convertir a los estados en unos gigantes intervencionistas y controladores frente a quien, con sus errores y sus decisiones tan opinables, fue un adalid del respeto a la iniciativa privada, consiguió reducir el papel del Estado en la economía, logró vencer el reto de recompensar el esfuerzo individual frente a la cultura del subsidio. Como decía hoy Cristina Losada -¡qué bien escribe esta chica!- Thatcher era quien era por el trabajo, el esfuerzo, la dedicación, la constancia. En el telediario han aparecido grupos de personas celebrando en zonas de Londres y Glasgow la muerte de quien fuera primera ministra, en una muestra más de la catadura de algunos, aunque yo me quedo con los ramos de flores dejados junto a la sede de Downing Street y con el silencio respetuoso de muchos que no compartieron ni sus ideas ni sus decisiones.
Márgaret Thatcher era la líder del partido conservador, un calificativo que para muchos supone ya una tacha imperdonable, un epíteto que parece desearían desapareciera del diccionario; ella no lo tuvo fácil y tras décadas en los que los "Torys" tenían como "númber one" a representantes de la más consolidada aristocracia londinense y británica, Thatcher, siendo mujer e hija de un tendero, supo estar en su sitio, luchar por un puesto y llegar al máximo. Y esta mujer no llegó a líder de su partido y a "Premier británica" por la necesidad de cubrir cuota femenina alguna, sino por méritos propios. Su papel en la guerra de las Malvinas, en las luchas contra los Sindicatos, en las huelgas de los valles mineros de Gales, ... fue discutido por muchos, y opiniones las hay para todos los gustos, pero creo que nadie le podrá negar su liderazgo y su tesón político. Thatcher estuvo en la cresta de la ola en una época tan especial como difícil, la década de los 80, un tiempo que para quienes nacimos a finales de los cincuenta tiene un significado entrañable, en cuanto fue el tiempo de la plenitud de nuestra juventud, los momentos en los que nos iniciábamos profesionalmente y nos enfrentábamos a un mundo muy distinto al de hoy, una época que añoramos, no se si por las propias circunstancias de la misma o, simplemente, porque éramos más jovenes. En las redes sociales, ese lugar tan formidable en el que en ocasiones se opina con ligereza, frivolidad y desconocimiento, sigo leyendo a algunos veinteañeros -y otros más mayores- afilando sus cuchillos ante la noticia de la muerte de la "dama de hierro", y es lógico porque hay pluralismo y porque a todos nos falta en ocasiones cierta perspectiva histórica, pero ya me gustaría que hoy y ahora tuviéramos en Occidente -y en España- un líder de esa envergadura. Descanse en paz.
Patrick Minford: "Europa se encamina hacia una pesadilla"
Patrick Minford fue asesor de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher -quien por cierto falleció ayer y de la que prometo una entrada-, es Catedrático de Economía Aplicada en la Cardiff Business School y constituye uno de los intelectuales liberales más influyentes de Reino Unido. Y este hombre, experto en economía y que debe de saber bastante de lo que está ocurriendo en la economía europea, ha sido entrevistado recientemente en Madrid y ha lanzado un pronóstico preocupante acerca de lo que nos espera en Europa: "Me siento muy pesimista con respecto al futuro de Europa. Salvar el euro y profundizar la Unión Europea se está traduciendo no solamente en impuestos, gasto y deuda, sino también en ataques contra la competencia, el comercio, las finanzas..." ... más adelante cuestiona el euro: "Hizo falta una gran crisis para demostrar las carencias del euro, pero mientras no llegó esa crisis se intentó vender la idea de que todos los escépticos y críticos del euro se habían equivocado. Al final, esa moneda ha demostrado que no puede superar una crisis y en un modelo capitalista los desajustes se afrontan con economías robustas.", para terminar dando un "caponcillo" a unos cuantos: "El mercado es así: funciona a base de continuos ajustes, de grandes momentos de crecimiento, pero también de algunos tiempos de decrecimiento. Esos shocks exigen flexibilidad, competitividad y adaptabilidad, pero con el euro hemos visto que esos cimientos no estaban bien colocados. No obstante, las elites del euro nunca se han preocupado por eso, como tampoco se han preocupado por la legitimidad de su proyecto. Esto es típico de los experimentos sociales que tanto gustan a este tipo de intelectuales. No creen que la gente deba validar, aprobar o limitar sus actos. Creen que la gente seguirá dócilmente sus indicaciones, creen que sin ellos la gente no sabrá lo que hacer... Y, tristemente, esto acaba siendo interiorizado por muchas personas." ... vamos que ha habido quienes no se sabe si han incurrido en la misma equivocación que la lechera del cuento o simplemente han recaído en ese pecado de soberbia que ha parecido repetirse siglo tras siglo entre ideólogos y gobernantes.
Minford sigue diciendo muchas cosas, algunas bien llamativas como que todo lo que llega de Bruselas es más regulación y menos mercado creándose cada vez más restricciones, o que los jóvenes no deben pedir "derechos" sino condiciones económicas que creen oportunidades para la creación de empleo, ... pero son cuestiones opinables y no parece que vayan a tener buena prensa en un país donde parece que nos gusta más el intervencionismo que la propia iniciativa. Yo de economía no entiendo nada, pero leyendo lo que dice este hombre uno llega a la conclusión de que con la Unión Europea y la moneda única nos han terminado dando gato por liebre, nos han vendido unas ventajas y un futuro espléndido que han terminado siendo como pompas de jabón, tan bonitos con etéreos y frágiles. Y uno tiene esa sensación de hallarse en un callejón sin salida, de haber estado como el hijo pródigo, dilapidando la herencia paterna como si siempre fuera a ir todo bien para terminar suspirando por bellotas inaccesibles. La Europa construida parece no tener cimientos, por eso da miedo que llegue esa pesadilla que anuncia Minford, un mal sueño que no se si estamos capacitados para soportar, y no tanto por nuestras insolvencias económicas, sino por las quiebras morales que se han ido instalando en los habitantes de un continente en clara decadencia. Yo voy preparándome para la pesadilla, esperando que sea de esas de las que al final despiertas.
El pasado sábado falleció el director de cine catalán José Juan Bigas Luna, acababa de cumplir 67 años y padecía desde hace tiempo un cáncer contra el que ha terminado sucumbiendo. He de reconocer que no he visto ninguna película del director desaparecido y que he tenido que recurrir a mi cineasta favorito para que me diera alguna pista; éste no me ha fallado, además de especificar que se trataba de películas ajenas a "mi estilo" y que el hombre tenía la habilidad de trabajar con las actrices más "agraciadas" del panorama español ... aunque no haya utilizado precisamente esta expresión tan cursi. De cualquier manera, Bigas Luna no podía faltar en este blog si tenemos en cuenta que fue el artífice de que en 1998 la tradicional ofrenda de flores zaragozana del día del Pilar cambiara de ubicación, lo que supuso un doble mérito: por un lado se realzó el acto al pasar la Virgen al centro de la plaza, con lo que la ofrenda ganó en espectacularidad y en superficie de manto, además de que no deja de tener su notable mérito el ser capaz de cambiar una tradición tan antigua si tenemos en cuenta la clásica tozudez de mis paisanos y lo recalcitrantes que somos a veces a la hora de mantener los usos más ancestrales. Por otra parte el director barceloní fue el artífice del renacimiento del mítico "Plata", ´del que se convirtió en director artístico, dándole la forma de "cabaré ibérico", como él mismo lo definió. A todo esto cabe añadir que fue pregonero de las fiestas del Pilar de 2001, que el film "Jamón, jamón" lo rodó en la localidad de Monegrillo, un pueblo de la Comarca de los Monegros ubicado a caballo de las provincias de Huesca y Zaragoza que no llega a los 500 habitantes y que rodó un spot sobre el jamón de Teruel en el que intervenía el cantante David Civera. En fin, que Bigas Luna era catalán pero anduvo muy unido a territorio principal de la Corona de Aragón.
La primera película de cierta fama del director fallecido fue "Tatuaje" (19796), basada en una novela de Manuel Vázquez Montalbán en el que el papel de Pepe Carvalho le corresponde a Carlos Ballesteros, acompañado en el cartel por Pilar Velázquez y Terele Pávez, aunque fue "Bilbao" su primer éxito notable donde nos cuenta la obsesión de un psicópata por una prostituta del barrio chino de Barcelona. "Caniche" (1979) nos habla del esfuerzo de dos hermanos por aparentar una posición social de la que carecen, mientras que en "Renacer" (1981) cuenta en el reparto con dos nombres tan sonoros y distintos como Dennis Hooper y Paco Rabal. En "Lola" (1986) nos presenta un drama de esos en los que reaparece un pasado que parecía olvidado y para confirmar lo dicho por mi amigo reune en el mismo film a Ángela Molina, Assumpta Serna y Ariadna Gil, con la ocasional presencia del mismísimo Constantino Romero. Para muchos "Angustia" (1987), un film de terror que recibió el Premio Goya a los mejores efectos especiales, se encuentra entre el repóker de las cinco mejores películas de Bigas Luna. En la siguiente década debuta con "Las edades de Lulú" (1990), film en el que aparece un joven Javier Bardem que tuvo aquí su primera oportunidad junto a actores que no llegaron tan lejos como Fernando Guillén Cuervo; la película le valió a maría Barranco el Goya a la mejor actriz de reparto.
"Jamón, jamón" (1992)supone un nuevo giro en la carrera del director, que de una tacada saca de la chistera tres nuevas figuras: Penélope Cruz, Javier Bardem y Jordi Mollà, siendo el inicio de una especie de "trilogía ibérica" que siguió "Huevos de oro" (1993), un film con menos éxito que el anterior en el que a Bardem le acompañaba Maribel Verdú que aún no andaba tan sensibilizada como ahora con los desahucios y donde también contó con un grande como Benicio del Toro que con el tiempo sería incluso oscarizado; dicha trilogía la completó "La teta y la luna" (1994), un exitoso film en el que se toca el tema de los castells, todo un símbolo en el Principado y donde actuaban Biel Duran y Mathilda Main, además de un breve papel de Javier Bardem. En 1996 rodó "Bámbola", un film de origen y ambiente italiano en el que contó, además de con Valeria Marini y Jorge Perugorría, con otra belleza, aunque esta vez más "deteriorada" como Anita Eckberg. En aquellos años Bigas Luna dirigió también uno de los cortos de "Lumière et compagnie" (1995).
"La camarera del Titánic" (1997) fue otra vuelta de tuerca de Bigas Luna, otra vez acudió a una actriz de calidad en todos los sentidos, Aitana Sánchez-Gijón y nos cuenta la pasión que sintió un estibador de cincuenta y dos años, por una joven camarera del famoso trasatlántico y se ganó un Goya al mejor guión adaptado. En 1999 dirigió "Volaverunt", una adaptación de un premio Planeta de hacía casi veinte años ganado por Antonio Larreta y que tenía como personaje principal a la Duquesa de Alba, no la actual sino la que pintó Goya y donde reune a Aitana Sánchez-Gijón y Penélope Cruz,con Jordi Mollá como Godoy y Jorge Perugorría como el pintor de Fuendetodos. Menos éxito tuvo "Son de mar" (2001), una película de ambiente mediterráneo basada en una novela de Manuel Vicent. Y la quinta película del repóker fue "Yo soy la Juani" (2006), la historia de una chica de barrio que quiere triunfar como actriz en Madrid cueste lo que cueste y que protagonizan verónica Echegui, Dani Martín y Laia Martí. "DiDi Hollywood" (2010) es su último trabajo reseñable; el título es al parecer un homenaje a Brigitte Bardott (B.B.), una especie de remedo de la "Juani" pero con destino Hollywood; la protagonista es Elsa Pataky, posiblemente la moza guapa que le faltaba al director catalán.
Espero con este post haber dejado satisfecho a mi amigo Tommy, que no se si pensaba que no me iba a atrever a homenajear a un tipo como Bigas Luna, ... ¿cómo no lo iba a hacer cuando hizo tanto por Zaragoza? ... le pediremos ahora el milagro de la salvación del equipo de la capital de Aragón ... aunque me parece que es mucho pedir.
De todos es sabido que en la década de los 50 el Real Madrid, con Alfredo di Estéfano a la cabeza, fue el indiscutible rey de la Copa de Europa de fútbol; cuando el argentino, Puskas, Rial, Santamaría, Marquitos y cía se hicieron mayores tan sólo Paco Gento, el rapidísimo extremo zurdo que respondía al pomposo apodo de "la galerna del Cantábrico", sobrevivió a tanta jubilación y los merengues hubieron de rejuvenecer el equipo formando el que se llamó, parafraseando las modas de la época, "Real Madrid ye-ye", un equipo demasiado novel y que con la prohibición de fichar extranjeros perdió jerarquía en el fútbol europeo. A pesar de ello, todavía fue capaz de ganar una sexta Copa de Europa en la recordada final celebrada en el "Heysel Stadium" de Bruselas cuando se impuso por 2-1 al Partizan de Belgrado. El equipo, entrenado por Miguel Muñoz, estuvo formado por Araguistain; Pachín, De Felipe, Sanchís; Pirri, Zoco; Serana, Amancio, Grosso, Velázquez y Gento; junto a estos jugadores otros como Betancourt, Calpe, Miera, Veloso, Félix Ruiz y Manolín Bueno componían una plantilla poco "rimbombante" pero que en España no tenía demasiados rivales y en el continente aún fue capaz de lograr triunfos llamativos. La fuerza de Pirri, la seguridad y el trabajo de Zoco, la clase de Velázquez y la habilidad y dribling de Amancio convertían al Madrid "ye-ye" en un equipo sólido y solvente.
La final de Bruselas, a la que llegaron los merengues tras eliminar a Feyenoord de Rotterdam, Kimalnork de Escocia, Anderlecht e Inter de Milán, no fue fácil de ganar; el Partizan no parecía a priori un hueso demasiado duro, pero los yugoslavos nunca fueron rivales sencillos y tras una primera parte igualada los balcánicos se adelantaron inesperadamente con un tanto de Vásovic: quedaba poco más de media hora y parecía que el Partizan iba a dar la campanada. Pero los blancos reaccionaron y a falta de 20 minutos Amancio igualó la contienda, para seis minutos después ser el extremo Fernando Serena el que con un sensacional disparo limpió las telarañas de la escuadra rival y le dio el título a su equipo. Los jugadores del Madrid regresaron triunfalmente a España y un equipo joven y barato -solamente Amancio había costado una cantidad relevante de dinero- fue capaz de pasar a la historia grande del fútbol español.
Jugadores como Sanchís, Pirri, Zoco, Amancio, Grosso, Velázquez o Gento eran integrantes habituales de la selección española, pero el resto no eran más que buenos peones que completaban un equipo capaz de llegar tan lejos. El gol del triunfo fue logrado por Fernando Serena, un madrileño que contaba entonces 25 años cuyo nombre posiblemente hoy no le suene a casi nadie. Serena era el típico extremo menudo y rápido, con capacidad de desborde, buen dribling y facilidad para dar asistencias. Se había formado en el filial del Real Madrid que por aquellos años era conocido con el nombre de Plus Ultra; con 20 años fue cedido al Osasuna, equipo donde militó dos años, marcando nueve goles en 51 partidos, su buen rendimiento en Pamplona le llevó al primer equipo merengue en el que estuvo cinco temporadas con un bagaje de 54 encuentros de liga en los que logró once tantos, una trayectoria discreta pero suficiente para ser decisivo en el partido más importante de todos y debutar con la selección nacional. En el verano de 1968 Serena se fue al Elche, club entonces boyante en la máxima categoría y en el que militó dos años y logró 3 goles en 39 partidos, llegando el primer año a disputar la Final de la Copa frente al Athletic junto a los Vavá, Asensi, Canós, Araquistaín, Llompart, ... Los últimos años de su carrera los jugó en el Sant Andreu, equipo de Barcelona que militó unas cuantas temporadas en segunda.
La trayectoria de Serena fue similar a la de tantos jugadores que han sido capaces de aguantar unos cuantos años en equipos grandes como Madrid o Barça y luego han bajado su "caché" en equipos inferiores, pero que siempre mantuvieron un buen nivel futbolístico. Con el tiempo, mientras nombres como Amancio, Gento o Pirri siguen sonando por ahí, ahora como auténticas leyendas, muchos se han olvidado de otros como Serena que contribuyeron de forma decisiva a un éxito tan grande como una Copa de Europa que su equipo tardó más de treinta años en volver a conseguir.
Imagino que a muchos nos pasará lo mismo, pero es curioso comprobar cómo cuando eres joven, muy especialmente si como era mi caso a eso se añadía las condiciones de tímido, ingenuo y preocupón, conviertes en preocupación circunstancias que a lo largo de tu vida posterior muchas veces hubieras deseado sustituir por los diversos problemas que van surgiendo. Eso me pasó a mí con el servicio militar; siempre he tendido a hacer esperar demasiado la solución de los problemas y cuando a principios de julio de 1980 comprobé que la papeleta de la última asignatura de la carrera tenía contenido positivo, la mili apareció como un gran obstáculo por superar. Como era incapaz de subir la cuerda y saltar el caballo ni siquiera intenté la incorporación a las milicias universitarias por lo que decidí renunciar a la prórroga que había pedido e incorporarme al servicio militar ordinario a finales del mes de agosto. Era un tema que no me hacía ninguna gracia y me sumía, cada vez que me venía a la cabeza, en cavilaciones y ansiedades. pasó el caluroso y húmedo verano tarraconí y el 29 de agosto viajé a Zaragoza para incorporarme desde allí al CIR de Rabasa en Alicante. Recuerdo que un sábado por la mañana acudí a Centro de Reclutamiento de la Avenida San Fernando, enfrente de la iglesia de San Antonio, para recoger el petate y las últimas instrucciones, que en resumidas cuentas eran que debía estar a la mañana siguiente en la Estación del Portillo para coger el tren que me llevaría a Valencia y de ahí a Alicante.
La mañana terminó siendo medio festiva: conocías a los futuros compañeros de "aventura", con lo que la "desgracia" compartida parece menos dañina, a la vez que asistías a algún reencuentro inesperado; pero conforme llegaba la tarde, el futuro inmediato iba acechando de manera cada vez más intensa y, lo que es peor, cada vez más cercana hasta el punto de terminar desencajándote. Decidí airearme y salir al calor del agosto zaragozano, un mes en el que el sol cae seco y despiadado sobre el asfalto. De ese paseo guardo muy pocos recuerdos, solamente que me encontré con un viejo conocido de Barcelona que acababa de incorporarse al cuartel y me contó mil barbaridades que contribuyeron a amargarme más la existencia y que me dirigí al Pilar a través de la Calle Don Jaime: vete a saber la razón por la que, encuentro referido al margen, lo que me quedó se esa tarde es el recuerdo de la céntrica calle también llamada de San Gil, donde paran la sede del Colegio de Abogados de Zaragoza, la Confitería "Fantoba" y el restaurante "Las Palomas", entre muchos otros sitios y allí aterricé en la Cafetería "Don Jaime I", un establecimiento que hace años desapareció, donde pedí una Coca-cola y sonaba por el "hilo musical" la canción "Abrazamé", de Julio Iglesias, a la vez que un camarero con gafas y regordete que parecía intentar ligar con la otra cliente que había en la barra a la vez que tarareaba la canción mencionada poniendo cara de bobalicón.
La vida es así, y a uno le quedan en ocasiones unos recuerdos bien curiosos y tontos de momentos concretos de la vida, algo ahora tan lejano e inane como las vísperas de incorporarme a una actividad que ya no existe, que ya no preocupa ni asusta a los jóvenes del nuevo siglo.