En la contraportada del "Cultural" de ABC de hace unas cuantas semanas aparecía una breve reseña de "El misterioso asesinato del arte moderno", un breve libro cuyo título, tema y tono laudatorio del artículo captaron mi atención. Su autor, Javier Montes, escritor y crítico literario y de arte y autor de cinco novelas que hacía tiempo despertaba mi interés. Tomé decisión rápida y esa misma tarde -el citado suplemento sale el sábado- me compré el libro. El relato viene a ser una especie de fábula en l el que se investiga, a través del sistema de crimen en habitación cerrada, la autoría de la muerte del arte moderno para dar paso al contemporáneo. Para ello, Montes reúne sospechosos, testigos, móvil, pruebas, ... en un hábil juego que está bien escrito y es original, además de contener una crítica más que velada a tanta tontería que ha llevado a considerar arte cualquier cosa rara. El único inconveniente que encontré fue el hecho de no estar muy al día del arte moderno y contemporáneo, hecho que sin ningún género de duda ha limitado la posibilidad de haber disfrutado del todo con este interesante trabajo.
De vez en cuando se te pone por delante una joya literaria ... y no se trata de desaprovecharlo. Cuando leí la crítica de "Prisionero en la cuna", el breve relato del francés Christian Bobin, no tuve duda de que debía de leerlo ... incluso que urgía. A las cualidades que se intuían en este de prosa poética, se añadía el prólogo y el aval de Jesús Montiel, un granadinodel que hace unos pocos años leí "Sucederá la flor", otra pequeña maravilla literaria. Bobin evoca, con nostalgia, ternura y sentido poético, su infancia en la localidad de Le Creusot, en la Borgoña francesa. Se trata de una de esas narraciones que deben leerse poco a poco, sin pensar en otra cosa y dispuesto a deleitarse con cada frase. Es un canto a la sencillez, a la honestidad, al valor de las cosas simples, ... sin ocultar ciertos toques de tristeza, melancolía ... Un libro magnífico, de los que hay que leer, del que cabe aprovechar mucho ... y si te quedas con la sensación de que no lo has disfrutado lo suficiente, no perderás el tiempo volviendo a empezarlo.
Es bueno recurrir algunas veces -¡cuando menos, de vez en cuando!- a los autores de siempre. Por esta razón pienso no haberme equivocado escogiendo una pequeña novela de Edgar Allan Poe. Opté por una de las más conocidas aventuras de su detective de cabecera, Arsene Dupin, como es "La carta robada", un relato que se lee ej una atrde ... casi en un rato de una tarde. El libro viene a ser tida una lección de ingenio y sabiduría. El misterio que le le plantea al personaje protagonista tiene su parte de político y su parte de trama detectivesca, y Poe solventa el tema con la nota máxima. El hecho de la sencillez con que se plantea y resuelve el misterio que constituye el argumento central, no es incompatible con la agudeza y la maestría que demuestra el autor nacido en Boston, un auténtico inmortal de la literatura universal. Como en otras ocasiones he dicho, he aquí una apuestab segura. Todavía quedan muchas genialidades de Poe por seguir leyendo.
Me gusta leer con cierta frecuencia algo de historia, aunque sea en forma de novela histórica o biografía. Un poco de todo tiene "Cabeza de Vaca", libro publicado recientemente por Antonio Pérez Henares, veterano periodista-columnista que ya había escrito unos cuantos relatos históricos bien interesantes. Alvar Núñez Cabeza de Vaca fue un conquistador español que nació en Jerez de la Frontera, vivió entre finales del siglo XV y mediados del XVI y exploró la costa sur de Norteamérica, desde Florida a Arizona, así como el norte de México. No fue uno de esos aventureros que nos describe la historia de la conquista de América, pues Cabeza de Vaca puso por encima de ambiciones y codicias la búsqueda de favorecer la cultura y la conversión de los indios y se mostró amante de la cooperación, evitando enfrentamientos y ansiando la paz. El autor nos relata aventuras apasionantes, algunas de ellas dramáticas y desalentadoras, y nos pone al día de una parte tan interesante como apasionante de nuestra historia. Es una novela escrita con corrección, aunque no me ha parecido especialmente brillante desde el punto de vista literario. Pérez Henares tiene, entre otros, una novela sobre Alfonso VIII, el rey vencedor en las Navas de Tolosa, que también tengo en perspectiva, amen de una serie sobre la edad primitiva que puede ser interesante.
La colección "Cuadernos Anagrama" permite leer ensayos breves, generalmente de nivel e interés. En la librería del FNAC encontré "Ganarse la vida", un relato de David Trueba en el que, siguiendo la moda que viene imperando en muchos escritores, generalmente jóvenes y españoles, se remonta a su pequeña historia personal y familiar. El libro me ha permitido además conocer por vez primera un escrito de uno de los autores punteros en el actual panorama literario nacional. En este libro el escritor madrileño nos da un visión muy real y significativa de como era la vida de la clase media baja española en los años previos a la muerte de Franco y los primeros de la transición. En las escasas 64 páginas de que consta, David Trueba demuestra su buena capacidad de contar hechos reales, su conocimiento atinado de la realidad que le tocó vivir, haciéndolo con un llamativo desapasionamiento, que no significa no tomar partido, sino mostrarse tolerante y ausente de todo maniqueísmo. La citada colección de "Anagrama" tiene muchos más ensayos francamente apetecibles.
Por consejo de alguien que sabe catar lo bueno ... y lo incisivo, he leído "Vida privada", una novela que causó cierto escándalo en su día, especialmente en el mundo de la burguesía catalana y tuvo serios problemas para se publicada. Su autor, Josep María de Segarra, escritor nacido en Barcelona que cultivó principalmente la poesía y el teatro, pero que con esta novela demostró que también tenía capacidad innata para destacar en la narrativa. El libro es una crítica despiadada a la nobleza y burguesía catalana de la primera tercera parte del siglo XX. Al parecer, parte de los problemas que he referido se debieron a que bastantes se vieron identificados con los personajes que muestra Segarra, quienes no quedan precisamente bien parados. Los vicios, debilidades, hipocresías y torpezas de estas personas van describiéndose a lo largo de una narración que no tiene cortapisas y se extiende al detalle. En ocasiones no anda exenta de "sal gorda", como la descripción del recorrido de algunos protagonistas por el barrio chino de la capital del principado o las conductas poco edificantes de algunos de ellos. Hay veces en que el escritor navega adelante y atrás en el tiempo y otras que se extiende en largos párrafos, pero nunca deja de entenderse bien lo que se lee. Hay que destacar un extenso, magnífico y clarificador prólogo de Marcos Ordoñez, así como los comentarios finales, mucho más breves, de cinco firmas de lujo: Félix de Azúa, Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Terenci Moix y Manuel Vázquez Montalbán.