Mi personal balance literario del mes de agosto incluye también el último tercio del de julio, exactamente desde mi regreso de vacaciones. En una rápida visión de la lista de libros terminados llego a la conclusión de que últimamente se ha acentuado mi curiosidad literaria, ya que no me explico de otra manera que entre aquéllos se incluyan uno sobre el cine francés de los 60 y 70, otro sobre el islam, un tercero acerca de una semifinal de un torneo de tenis de 1967 y hasta un ensayo de Montaigne ... aunque puedo asegurar de que todos y cada uno de ellos tiene su interés. Eso sí, por encima de todos destaco el último premio "Alfaguara", escrito por Sacheri y el reciente éxito de Julian Barnes: dos excelentes novelas, muy recomendables. También buena nota para las cuatro restantes, firmadas por Carofiglio, Jenn Díaz, Gómez Rufo y Miguel Mena.
Gianrico Carofiglio es un magistrado italiano que ha triunfado en el campo de la narrativa; de sus novelas de género negro leí hace ya tiempo "El pasado es una tierra extraña", un magnífico relato sobre la convulsa juventud de un magistrado y "Testigo involuntario", primera entrega de la serie protagonizada por el abogado Guido Guerreri. Carofiglio es de Bari y allí ambienta todas sus novelas. El primer libro que pasó por mis manos tras terminar mis vacaciones fue "El lado vertiginoso de las cosas", un relato que se aparta de la tendencia habitual del autor a escribir novela policíaca. Ésta cabe definirla como una novela de aprendizaje, una narración en la que un escritor poco prolífico regresa a Bari en búsqueda de su pasado, mientras en capítulos alternativos se nos cuenta, siempre en primera persona, la adolescencia conflictiva y comprometida de Enrico, que así se llama el protagonista. Una de las características más atractivas del estilo de Carofiglio es su "elegancia" literaria, consigue que la lectura de sus libros sea algo grato y ameno independientemente del tono más o menos dramático de su contenido. A la vez, "El lado vertiginoso de las cosas" es un relato con mensaje, que dice cosas, que lleva a la reflexión sobre temas tan importantes como las huellas que quedan de lo vivido en la infancia y la adolescencia, el sentido de la vida o la posibilidad de mantener siempre una puerta abierta a la esperanza a pesar de los fracasos personales de cada cual. Una de esas novelas que sin ser excepcionales, son muy gratas de leer.
El Premio de novela "Alfaguara" ha recaído este año en el escritor argentino Eduardo Sacheri por su novela "La noche de la Usina". Sacheri es el autor, entre otras, de "La pregunta de sus ojos", novela que inspiró el guión de la película "El secreto de sus ojos", que, en contra de lo que suele pasar ordinariamente, fue aún mejor que el libro en que se basaba, tanto como para ganar en 2010 el Óscar a la mejor película extranjera. "La noche de la Usina" es ante todo un relato fundamentalmente entretenidísimo, ambientado en la Argentina del "corralito", recién dimitido el presidente de la Rúa, y protagonizado por unos personajes entrañables, gente sencilla que arrastra cada cual su drama particular, además de haber sido todos ellos estafados por los oportunistas de turno... La trama de la novela consiste precisamente en la venganza que entre todos urden contra quien les ha engañado. La novela tiene un importante condimento de humor que hace más grata su lectura y es una de esas que engancha definitivamente, por mucho que la organización de la "vendetta" exija prestar atención para no perder el hilo. Magnífica la ambientación en un pueblo humilde de Argentina y la alternancia de personajes, con una forma de estructurar la narración estilo en la que Sacheri supera con maestría el peligro de romper la hilazón. Eso sí, he de advertir que el novelista escribe con usos propios de la Pampa, por lo que es bueno andar acompañado de algún tipo de diccionario que sirva para entenderlo todo mejor.
Jenn Díaz es una jovencísima escritora barcelonesa -nació en 1988- de la que había oído hablar muy bien. A su edad ya ha escrito cinco novelas y las críticas que pasaron por mis manos hablaban de ella como la sucesora de Ana María Matute, sin duda una de las más brillantes firmas de la literatura española contemporánea. Tras leer su quinto libro, una novelita de 189 páginas titulada "Madre e hija", no me queda más que confirmar lo bien que, en mi opinión, escribe esta autora. La comparación con Matute es acertada y tiene condiciones para incrementar ese largo y brillante elenco de escritoras españolas que forman, entre otras, la citada, Carmen Martín Gaite, Carmen Laforet, Josefina Aldecoa, Dolores Medio, ... "Madre e hija" es un relato protagonizado por mujeres, los hombres tienen papel secundario. Hay cuatro personajes centrales: Gloria, que se acaba de quedar viuda, sus dos hijas Ángela y Natalia, muy distintas una de otra y Dolores, la hermana soltera del difunto marido de Gloria. La autora va saltando de una protagonista a otra, describiendo con acierto la psicología de cada una de ellas, seres complicados y abrumados por sus pequeños dramas personales y familiares. El tono de la novela es triste y pesimista, algo que no puede impedir calificarla como una buena novela, escrita por una autora en la que depositar esperanzas.
"La nouvelle vague" (nueva ola) la define la wikipedia como "la denominación que la crítica utilizó para designar a un nuevo grupo de cineastas franceses surgido a finales de la década de 1950. Los nuevos realizadores reaccionaron contra las estructuras que el cine francés imponía hasta ese momento y, consecuentemente postularon como máxima aspiración, no sólo la libertad de expresión, sino también libertad técnica en el campo de la producción fílmica". Para quienes como yo somos paganos en la historia del cine, el tema sonaba a películas aburridas, para intelectuales, de esas que se solían exhibir en las salas de arte y ensayo. Para tener un conocimiento menos superfluo del tema, he leído el ensayo que con ese mismo título escribió hace unos años el periodista madrileño Javier Memba. El libro se divide en varias partes; en las primeras el autor explica las líneas generales de este fenómeno, así como cuestiones históricas e ideológicas, lo que Memba hace con claridad y agilidad, dando un "baño" general que sirve a los iniciados como yo. La tercera parte incluye una nómina de los principales representantes de la nouvelle vague, tanto directores -Truffaut, Godard, Chabrol, Resnais, Rohmer, ...- como artistas -Jean Paul Belmondo, Anna Karinna, Jean Seberg, Ainouk Aimeé, Catherine Deneuve, ...- que mantiene el interés. Finalmente, el autor incluye recensiones de las películas más representativas -"400 golpes", "Al final de la escapada", "Hiroshima mon amour", "Julles y Jim", "Los paraguas de Cherburgo", "El año pasado en Marienbad", ...- una lista que ha terminado siendo algo tediosa, posiblemente por no haber visto ninguno de esos films. Un libro interesante, que pienso lo habría sido más de tener cerca algún experto cinéfilo.
Hace ya unos cuantos meses escuché en un "podcast" de la sección literaria de una web de información general, una entrevista con Ana Palacio, quien en tiempos fuera Ministra de Asuntos Exteriores y a quien tengo por mujer preparada, culta y sensata. En ella recomendaba diez libros, que apunté; entre otros aparecía "Violencia e Islam", unas reflexiones realizadas por Alih Ahmad Said Esber, un poeta sirio conocido como Adonis, considerado el mayor poeta árabe actual, candidato al premio Nobel y, como dice la banda verde que rodea al libro, una "voz representativa del nacionalismo árabe laico y antiislámico". Sus opiniones sobre el Islam las vierte a través de una conversación con la profesora universitaria Houría Abdelouahed, quien con todo derecho puede considerarse coautora del ensayo. "Adonis" realiza una seria y fundamentada crítica de la religión islámica, sin matices, considerando que se trata de un credo que incita siempre a la violencia y sin capacidad de evolucionar. Asimismo contiene un duro alegato contra lo que el considera el colaboracionismo y la pasividad de los países occidentales y tiende a hacer extensivo su veto, cosa que no comparto en absoluto, a toda religión monoteista. Es un libro interesante, aunque en general me ha parecido muy complicado de leer, tanto por mi general ignorancia del mundo y la religión musulmana como porque el autor es un poeta, y yo, por desgracia para mí, ando lejos de esa sensibilidad.
"Nunca te fíes de un policía que suda", es una de esas novelas de las que me encapricho a primera vista: una portada sugerente, un argumento interesante, un título que me hizo gracia y un autor, el madrileño Antonio Gómez Rufo, de cierto prestigio: un buen número de novelas a sus espaldas, algún que otro premio literario y la condición de guionista del mismísimo Luis García Berlanga en "Paris-Tombuctu" y una serie televisiva sobre Blasco Ibáñez, amen de algún ensayo y biografía sobre el fallecido cineasta valenciano. Se trata de la primera incursión de Gómez Rufo en el mundo de los relatos policíacos que le ha servido para obtener el máximo galardón del "III Premio Valencia de Novela Negra". Tuve el libro varios meses en mi librería, y tras leer un par de buenas críticas decidí ponerlo por fin en circulación y puedo confirmar que se trata de una buena narración del género, con un plus de calidad literaria, un argumento imaginativo y bastante entretenido. El autor nos ambienta en un pueblo pequeño y miserable de la Extremadura del año 1934. La aldea comparte una doble vecindad: la de la España republicana, con presidencia entonces de Alejandro Lerroux y la de un Portugal donde acaba de instaurarse la dictadura de Oliveira Salazar. Gómez Rufo consigue introducir al lector en ese ambiente de pobreza e incultura máximas del lugar y del tiempo y crea unos personajes francamente bien configurados. Pienso que es algo más que un simple relato de intriga, es sobre todo una buena novela. No obstante, he de reconocer que tras terminarla me quedó la sensación de que la lectura no había sido redonda del todo: no se si por la presencia del personaje de Lucio, un niño demasiado listo que colabora con el inspector madrileño protagonista, que puede quitar veracidad a la investigación -esto no es Enid Blyton-, porque cuando disfrutas mucho en los primeros capítulos de una lectura es difícil mantener el entusiasmo, o simplemente he tenido algún "día tonto".
Julian Barnes es sin duda uno de los más brillantes escritores británicos contemporáneos. En su día leí "Arthur & George" y la verdad es que la novela no me dijo gran cosa. A pesar de ésto, mantuve el interés en seguir a este autor y decidí darle una nueva oportunidad con su última novela, "El ruido del tiempo": la unanimidad de las críticas positivas y un argumento interesante fueron el impulso que necesitaba para hincarle el diente a un relato que, además de venir avalado por "Anagrama", no pasaba de 200 páginas. Adelanto que esta vez no ha habido decepción, sino todo lo contrario. Me ha parecido una excelente lectura, una novela que realmente vale la pena. Barnes nos cuenta la historia personal del compositor ruso Dmitri Shostakóvich, un genio de la música que estuvo marcado por una inicial caída en desgracia en el apogeo del mandato de Stalin, que terminó superando a costa de quedar marcado para siempre por su sometimiento al poder soviético. El escritor de Leicester aprovecha para contarnos la historia personal de un inseguro y medroso Shostakóvich, así como el modo de controlar y dirigir las vidas y profesiones de los hombres más destacados de las artes y la cultura por parte de las autoridades del Kremlin. Barnes escribe con maestría, sabiendo reflejar de modo irónico y contundente los distintos episodios de la vida del protagonista, cuya psicología, carácter y dramas personales son plasmados de forma certera. Una buena y entretenida novela.
Michael de Montaigne es un escritor y pensador francés del siglo XVI cuyos ensayos son considerados la obra cumbre del pensamiento humanista francés de su época. Desde muchos ámbitos he escuchado entusiastas recomendaciones sobre la bondad de los textos de dicho pensador y por fin me decidí a leer un breve libro sobre un viaje a Italia realizado ya en los últimos años de su vida titulado "Diario del viaje a Italia". Se trata de un relato de pocas páginas en el que con cierto toque de humor, y a veces cierta irreverencia, nos habla de Venecia, Roma, ... La narración es iniciada por su secretario y continuada por el propio Montaigne. Al parecer se trata de un diario cuya publicación no estaba prevista, y en él se habla tanto de los males que aquejaban a la salud de Montaigne -flatulencias, cálculos renales, ...- como de los eventos y lugares del viaje. También habla de ceremonias y audiencias del Papa, cardenales y obispos y de algún monumento relevante, amén de un balneario donde terminó acudiendo. Un documento interesante, escrito con cierto desorden y que, tras descubrir por internet alguna referencia, me temo he leído en alguna versión abreviada.
De Miguel Mena, escritor y periodista madrileño , aunque afincado en Zaragoza, ya he hablado en otras ocasiones. Ya pasaron por mis manos "Todas las miradas del mundo" y "Alcohol de quemar", dos excelentes novelas, especialmente la última, una de las lecturas que más me han impresionado en los últimos años. Hace poco me prestaron "Días sin tregua", un relato protagonizado por el inspector de la Policía Nacional Luis Mainar que resultó ser el episodio inmediatamente anterior a "Todas las miradas del mundo". Está ambientado en la España de 1981 y tiene como tema central el secuestro del delantero asturiano del Barça Enrique Castro "Quini", aunque el autor no se limita a narrar la investigación policial sobre el suceso, sino que aprovecha para incidir sobre la crisis personal y familiar del protagonista. El libro es también un análisis certero de la situación nacional de la época: España en plena transición, con asesinatos de ETA todas las semanas y el país traumatizado por el reciente golpe de estado del 23 de febrero. Puedo afirmar que se trata de una magnífica escenificación de un año en el que se temió el derrumbe de algo que había costado tanto esfuerzo y tantas renuncias conseguir. La lectura no pierde ritmo, y mantiene la tensión por mucho que el autor cuenta con el hándicap de que al ser un hecho real todos sabemos el desenlace. Me llama la atención el estilo literario de Miguel Mena; no se si es un atrevimiento por mi parte, pero afirmaría que escribe con pasión, con fuerza, así como con un especial sentido dramático de los sucesos y de la vida.
He de reconocer que no recuerdo el lugar exacto donde encontré la información sobre "Los niveles del juego" un entretenido librito escrito en 1969 por el hoy veterano periodista norteamericano, premio Pulitzer de 1996, John McPhee, pero lo cierto es que he disfrutado con su lectura. McPhee aprovecha el relato de la semifinal del primer Open USA, jugado en Forest Hill en 1968, para analizar la transformación del tenis, y con él de la sociedad americana, a través de los dos jugadores que la jugaron, Clark Graebner y Arthur Ashe, posiblemente las mejores raquetas del país en aquel momento. Son magistrales los relatos de los puntos disputados por ambos, pero mucho más como entre golpe y golpe va relatando dos planteamientos vitales tan distintos: Graebner, blanco, conservador, de buena familia y absolutamente académico en su juego, frente a Ashe, el primer afroamericano que destacó en el tenis, votante de los demócratas, de familia humilde y con un juego caracterizado por la improvisación. El ensayo está muy bien escrito, aunque evidentemente su interés puede verse reducido a quienes gustan del tenis o, como yo, siguieron con interés al equipo de USA, formado por los dos citados más Bob Lutz y Charlie Pasarell, que en verano de 1968 impidió a nuestros Santana y Orantes disputar a los "leñadores" australianos la Final de la Copa Davis, que por cierto ganaron los "yankees".