Creo que este año he subido el nivel de mis lecturas vacacionales; he preferido incluir relatos poco extensos para llegar más lejos, con la excepción de "El jilguero", sin duda lectura estrella del mes. Creo que ofrezco una buena selección de lecturas, con la excepción del de Patterson, pero siempre es bueno tener algo para cuando se necesita pura evasión ... muy pura.
Entre los libros que me llevo a mis vacaciones siempre hay uno con el cartel de “principal”; suele tratarse de una novedad del momento y tener una extensión notable. El año pasado me llevé “La verdad sobre el caso Harry Quebert”, del francés Joel Dicker, que por entonces se vendía como rosquillas y que terminó siendo una novela tan entretenida como irregular. En esta ocasión he asegurado más la jugada y he optado por “El jilguero”, de la norteamericana Donna Tart, un relato de más de 1.100 páginas que ha ganado el premio “Pulitzer” de novela. Tart ha escrito tres libros en 22 años, algo que podría indicar poca diligencia, aunque tras terminar su jilguero mi conclusión es que trabaja lo que escribe y lo cuida al mínimo detalle. Una magnífica novela, de las que dejan huella, una historia apasionante que la autora relata sin omitir detalle, casi en tiempo real. Una narración cuidada, profunda y muy bien escrita . En algún lugar de la red se calificaba a la novela como dickensiana, algo que comparto, pues lo que nos cuenta Donna Tart bien podría equivaler a un Oliver Twist o un David Copperfield de nuestros días. Los personajes son formidables, con un protagonista, Theo Decaer, lleno de fuerza y contrastes, sin olvidar a Boris, Hobie, la familia Barbour, … por la novela desfila todo un muestrario de caracteres, a la vez que trata tantos problemas actuales como los dramas familiares, las drogas, las falsas apariencias o las ambiciones, entre otros, así como se mueve en ambientes tan variados como el Nueva York más selecto, las zonas más cutres de Las Vegas o los rincones más conflictivos de Ámsterdam, todos ellos descritos magistralmente por una autora que no es una más.
Mi estancia en Galicia representaba una buena oportunidad para leer algo de un autor gallego; hacía decenios que no leía algo de Ramón del Valle-Inclán,en concreto desde que haciendo la mili leí un par de Sonatas, "Luces de Bohemia" y "La corte de los milagros". Hacia tiempo que me había hecho con la trilogía de las guerras carlistas y la inicié con el primer volumen, "Los cruzados de la causa", una formidable novelita ambientada precisamente en Galicia. Con su peculiar estilo Valle-Inclán nos cuenta en unas cien páginas una deliciosa historia protagonizada por el inefable Marques de Bradomín y ubicada temporalmente durante la segunda guerra carlista. Unos personajes magníficos y una escenificación en la que no faltan el convento de monjas con superiora "aguerrida", hidalgos sin blanca ansiosos de poder, el usurero, criados desleales, soldados pendencieros, ... Lo de menos es el argumento, la trama, a Valle-Inclán le basta para deleitarnos con su estilo esperpéntico, su fina y a la vez ácida crítica social y una forma de hacer historia novelada muy difícil de imitar y de igualar. Sin duda, uno de esos que nunca decepciona.
Con "El licenciado Vidriera" inicié el mes pasado la grata aventura de leer todas y cada una de las "Novelas Ejemplares" de Miguel de Cervantes; en una nueva decisión absolutamente aleatoria escogí en esta ocasión "Las dos doncellas", una historia breve e imaginativa que se desarrolla entre Andalucía y Barcelona. Al igual que en la vez anterior, me encontré con un relato caracterizado por la sencillez y hasta ingenuidad del argumento, la perfección en el uso del castellano, la riqueza de vocabulario y la agilidad en la forma de narrar; a esto hay que añadir el sentido común y las buenas intenciones que rezuman todos y cada uno de los personajes, una bondad que posiblemente hoy día sería impensable, pero que no impidió que con tales ingredientes se escribieran auténticas joyas literarias. Es de agradecer que Cervantes nos ofrezca unas narraciones que se leen con agrado, contienen valores y suelen terminar bien.
El francés Pierre Lemaitre ha sido el último ganador del prestigioso premio “Goncourt” de novela con el libro titulado “Nos vemos allá arriba”; semejante galardón es todo un aval para cualquier novela y el libro ya lo tengo en lugar principal de mi estantería de pendientes. Por lo visto, este autor se había dedicado hasta ahora al género policíaco y de su única obra de este tipo traducida al castellano, “Alex”, leí una muy laudatoria crítica en el blog de “Un mundo para Curra”, cuyas valoraciones literarias –como el resto de valoraciones- son una garantía para mí. Compré el libro en la librería “Follas Novas” de Santiago –una de esas donde se disfruta- y lo devoré en cuatro días. Comprobé que la “dueña” del blog citado tenía toda la razón: una novela formidable, que mantiene la tensión y el interés y que está magníficamente escrita … y traducida. Lemaitre divide el libro en tres partes, cada una de las cuales supone un giro espectacular en la trama. Unos personajes sólidos y llenos de fuerza, con mención especial para el comandante de la policía Camilla Verhoeven, un hombre marcado por su pasado y su 1,40 de estatura y Alex, la protagonista, de quien mejor no decir nada más para no dar pistas a futuros lectores. Una novela policíaca distinta, francamente dura, estremecedora, y no solamente por los asesinatos espeluznantes que se describen.
Desde que hace ya más de trece años pasó por mis manos "El alquimista impaciente", leer cada novela de Lorenzo Silva protagonizada por el brigada Bevilacqua y la sargento Chamorro -que al principio eran sargento y cabo respectivamente- es prácticamente una obligación. El nivel bajó algo con "La estrategia del agua" (2011) y volvió a su nivel habitual con "La marca del meridiano" (2012), que le valió el Planeta; el escritor madrileño ha vuelto a estar a la altura con "Los cuerpos extraños", un caso ambientado en la costa levantina donde la muerte violenta de la alcaldesa de una localidad da pié a tratar el actualísimo tema de la corrupción. Silva nos vuelve a presentar unos personajes fijos llenos de humanidad, en especial la pareja de guardias civiles protagonistas de la "serie", a los que como suele ser habitual no presenta sólo enfrascados en la investigación del crimen de turno, sino que nos muestra sus cuitas personales; junto a ellos, este nuevo relato aporta unos personajes nuevos magníficamente creados, personas, la mayoría del mundo de la política, a los que eres capaz de ver casi en vivo al leer como son descritos. Lorenzo Silva nos ofrece una prosa elegante, una intriga bien construida, un ambiente creíble y realista de o que es el funcionamiento de la policía judicial, los juzgados de instrucción y la fase inicial de un proceso penal y un desenlace a la altura de lo esperado. Y por supuesto, una filosófica conclusión final llena de acierto que da lugar al título de la novela.
Desde que hace ya más de trece años pasó por mis manos "El alquimista impaciente", leer cada novela de Lorenzo Silva protagonizada por el brigada Bevilacqua y la sargento Chamorro -que al principio eran sargento y cabo respectivamente- es prácticamente una obligación. El nivel bajó algo con "La estrategia del agua" (2011) y volvió a su nivel habitual con "La marca del meridiano" (2012), que le valió el Planeta; el escritor madrileño ha vuelto a estar a la altura con "Los cuerpos extraños", un caso ambientado en la costa levantina donde la muerte violenta de la alcaldesa de una localidad da pié a tratar el actualísimo tema de la corrupción. Silva nos vuelve a presentar unos personajes fijos llenos de humanidad, en especial la pareja de guardias civiles protagonistas de la "serie", a los que como suele ser habitual no presenta sólo enfrascados en la investigación del crimen de turno, sino que nos muestra sus cuitas personales; junto a ellos, este nuevo relato aporta unos personajes nuevos magníficamente creados, personas, la mayoría del mundo de la política, a los que eres capaz de ver casi en vivo al leer como son descritos. Lorenzo Silva nos ofrece una prosa elegante, una intriga bien construida, un ambiente creíble y realista de o que es el funcionamiento de la policía judicial, los juzgados de instrucción y la fase inicial de un proceso penal y un desenlace a la altura de lo esperado. Y por supuesto, una filosófica conclusión final llena de acierto que da lugar al título de la novela.
Tenía ganas de leer algo de James Patterson, un norteamericano especialista en best sellers; advertido estaba de que estaba ante un autor capaz de sacar novelas como churros y a quien se acusa de tener a sus órdenes un buen equipo de "negros", de hecho es llamativo que en la portada de sus libros su nombre aparezca en letras más grandes que el título de los mismos. Escogí uno de sus éxitos más famosos, "Los puentes de Londres", una de las muchas aventuras protagonizadas por el agente del FBI Alex Cross, personaje a quien vi en una ocasión en el cine interpretado por Morgan Freeman. Pensaba que se trataba de una novela policíaca, aunque en las primeras páginas ya comprobé que se trataba de un thriller y conforme avanzaba el relato lo fui colocando entre el thriller y el "tebeo". Capítulos muy cortos -máximo tres páginas-, lectura fácil, ausencia de concesiones literarias, muertes continúas y tensión permanente. Como entretenimiento sirve, incluso puede ser aconsejable en épocas de stress o situaciones de desánimo, pero carece de valor literario alguno, además de que Patterson, desde mi punto de vista, no resuelve bien la trama, hay desenlaces que no quedan claros y parece no cerrar bien el asunto. A pesar de todo, aseguran que ostenta records de ventas.
Hace pocas semanas falleció Ana María Matute, sin duda una de nuestras grandes escritoras, notable representante de una generación cuyos libros me suelen gustar mucho y en la que además de la barcelonesa destacan unas cuantas novelistas de primerísima fila como Carmen Martin Gaite, Carmen Laforet, Josefina Aldecoa, Elena Quiroga, ... En su día pasaron por mis manos libros excelentes como "Los Abel", "Primera memoria" y "Paraíso inhabitado" y con la intención de brindarle mi pequeño homenaje he leído "La torre vigía", la primera entrega de su llamada "trilogía medieval", que forma el citado con "Olvidado rey Gudú" y "Aranmanoth". Se trata de una breve novela que narra los años de aprendizaje y formación de un joven como caballero en un innominado lugar durante la tenebrosa época de la Alta Edad Media. No ha sido un libro fácil de leer, pues la autora nos introduce en un mundo lleno de fantasía y magia, sin un argumento concreto, un relato lleno de lirismo, a la vez que de una crudeza que parece necesaria para introducirnos en el oscuro ambiente de aquellos tiempos. Pero por encima de todo hay que hablar de una novela de alta calidad literaria, con un castellano perfecto y unos personajes sólidos.
En bastantes ocasiones había escuchado grandes loas de "El corazón de las tinieblas", para muchos la ópera prima de Joseph Conrad; se trata de una novela breve -176 páginas- y lo he podido colar en la última semana de mis vacaciones; he confirmado que los aplausos estaban plenamente justificados. Conrad cuenta en primera persona la experiencia de un marinero apellidado Marlow en su expedición por el Río Congo en busca de un personaje llamado Kurtz, un viaje que le lleva a entrar en un mundo nuevo, ajeno a toda civilización y donde va encontrándose con situaciones y escenas que le estremecen. Cuentan que en el fondo el personaje de ficción no es más que el propio Conrad que en un momento de su vida se dedicó a estos menesteres navieros. La novela es un relato tremendo sobre los abusos de la colonización, y en concreto de la realizada en su época -último cuarto del siglo XIX- por el rey Leopoldo II de Bélgica; la codicia por el tráfico de marfil, los abusos sobre los nativos, la agresividad de unos y otros, las costumbres ancestrales, ... son circunstancias que menudean en el viaje del protagonista en una narración que hay que leer despacio y atentamente y que constituye sin duda uno de los relatos más relevantes de la literatura en inglés.
Hace pocas semanas falleció Ana María Matute, sin duda una de nuestras grandes escritoras, notable representante de una generación cuyos libros me suelen gustar mucho y en la que además de la barcelonesa destacan unas cuantas novelistas de primerísima fila como Carmen Martin Gaite, Carmen Laforet, Josefina Aldecoa, Elena Quiroga, ... En su día pasaron por mis manos libros excelentes como "Los Abel", "Primera memoria" y "Paraíso inhabitado" y con la intención de brindarle mi pequeño homenaje he leído "La torre vigía", la primera entrega de su llamada "trilogía medieval", que forma el citado con "Olvidado rey Gudú" y "Aranmanoth". Se trata de una breve novela que narra los años de aprendizaje y formación de un joven como caballero en un innominado lugar durante la tenebrosa época de la Alta Edad Media. No ha sido un libro fácil de leer, pues la autora nos introduce en un mundo lleno de fantasía y magia, sin un argumento concreto, un relato lleno de lirismo, a la vez que de una crudeza que parece necesaria para introducirnos en el oscuro ambiente de aquellos tiempos. Pero por encima de todo hay que hablar de una novela de alta calidad literaria, con un castellano perfecto y unos personajes sólidos.
En bastantes ocasiones había escuchado grandes loas de "El corazón de las tinieblas", para muchos la ópera prima de Joseph Conrad; se trata de una novela breve -176 páginas- y lo he podido colar en la última semana de mis vacaciones; he confirmado que los aplausos estaban plenamente justificados. Conrad cuenta en primera persona la experiencia de un marinero apellidado Marlow en su expedición por el Río Congo en busca de un personaje llamado Kurtz, un viaje que le lleva a entrar en un mundo nuevo, ajeno a toda civilización y donde va encontrándose con situaciones y escenas que le estremecen. Cuentan que en el fondo el personaje de ficción no es más que el propio Conrad que en un momento de su vida se dedicó a estos menesteres navieros. La novela es un relato tremendo sobre los abusos de la colonización, y en concreto de la realizada en su época -último cuarto del siglo XIX- por el rey Leopoldo II de Bélgica; la codicia por el tráfico de marfil, los abusos sobre los nativos, la agresividad de unos y otros, las costumbres ancestrales, ... son circunstancias que menudean en el viaje del protagonista en una narración que hay que leer despacio y atentamente y que constituye sin duda uno de los relatos más relevantes de la literatura en inglés.
Hacía mucho tiempo que tenía ganas de leer algo de Ellery Queen, un clásico de la novela policíaca norteamericana; tendría que empezar diciendo que el de Ellery Queen no es más que el apodo literario de dos primos, Frederick Dannay y Manfred Benington Lee, que entre 1929 y 1970 escribieron un notable número de novelas de este género, además de servir de nombre al protagonista de varias de ellas, entre otras "El misterio del ataúd griego", recomendada vivamente por Tommy y que ha puesto fin a mis lecturas en Galicia. Una vez más Tommy no me ha decepcionado y he disfrutado con este relato más cercano a autores como Agatha Christie o Simenon que a los clásicos de la novela negra, incluyendo el acierto de incluir al principio una lista de personajes. Se trata de una novela policíaca perfecta, con una narración llamativamente ágil, un misterio que se va complicando y unos personajes bien construídos. Destacaría la capacidad de los autores de ir elaborando tesis que terminan desmontándose y el desenlace final, propio de los mejores textos de esta naturaleza. Eso sí, me temo que la traducción que llegó a mis manos no era la mejor.