Cuando afirmo que, literariamente se entiende, noviembre ha sido poco intenso, no me refiero a la calidad de lo leído, sino al poco tiempo que he dedicado a la lectura. De hecho, los cinco libros concluidos son de poca extensión y solamente uno de ellos supera las 200 páginas. No obstante, no ha habido decepciones, incluso el segundo y el tercero me han parecido absolutamente recomendables.
En una de mis periódicas visitas a la Librería "Cálamo", me llamó la atención la presencia en uno de sus estantes principales de una novelita policíaca con una carátula tan sencilla como atractiva: "El expreso de Roma". El libro resultó ser una reedición de un antiguo "noir", publicado nada menos que en 1986 por Arthur Griffiths, un militar británico que, además de escribir un buen número de novelas del género, destacó como historiador militar y corresponsal de guerra, además de haber luchado en Crimea. Griffiths es un autor olvidado, y no he sido capaz de encontrar traducción de obra alguna suya al castellano, a pesar de que este libro fue incluido por Graham Greene y su hermano Hugh en la mítica "Victorian Villainies", antología de obras maestras olvidadas de la novela detectivesca clásica. Tomada la decisión de comprarlo, solamente quedaba asumir su lectura. Se trata de una novela entretenida, un clásico de la vieja escuela, con un crimen cometido en el vagón de coches-cama del tren que va de Roma a París, casi al punto de llegada. Es por lo tanto el típico asesinato en espacio cerrado, con un inspector francés más bien peculiar y algo atrabiliario, y una solución final imaginativa. Que nadie espere encontrarse una joya de la novela de intriga, pero es una lectura digna, amable y que hace pasar un buen rato.
Leyendo una entrevista en "El cultural" de ABC con el actor Eusebio Poncela, me enteré de que andaba representando en el Teatro Español de Madrid "El sirviente", una obra cuyo argumento me llamó la atención, máxime tras descubrir que había sido llevada al cine por Joseph Losey, quien había escogido a dos actores británicos tan relevantes como Dirk Bogarde y James Fox, intérpretes que, a terminar la lectura, comprendes que cada uno de ellos encaja perfectamente con los personajes que representan. La obra teatral referida tiene su origen en una brevísima novela -112 páginas- con el mismo título de Robin Maugham. Está ambientada en el Londres inmediatamente posterior a la 2ª Guerra Mundial y tiene como protagonistas, además del narrador y dos mujeres relacionadas con tales personajes principales, a un joven apuesto y bien posicionado, más bien apático y un mefistofélico mayordomo que va condicionando su vida y voluntad de modo progresivo. Parece ser que Maugham pretende añadir al argumento un fuerte tono de crítica social, pero creo que dada la brevedad de la novela no debo de insistir más, salvo asegurar que me pareció sinceramente magnífica.
En la misma visita a "Cálamo" referida con anterioridad, su propietario me recomendó vivamente "Otra vida por vivir", un breve relato, a modo de reducidas memorias, del escritor griego afincado en Suecia Theodor Kallifatides, y publicado con su pulcritud habitual por "Galaxia Gutenberg". El escritor, ya cumplidos los 80 años, hace balance de su vida, de su marcha desde Grecia a Suecia en busca de prosperidad y trabajo tranquilo y reconocido, a la vez que sin renunciar a la tierra que le acogió, reivindica su tierra griega. Kallifatides no oculta cierto tono crítico, casi amargo, al relatar la pérdida de ciertos valores que encontró en tierras escandinavas a su llegada, así como las situaciones político-sociales que comprueba se dan en Grecia cuando con su esposa, una sueca llamada Gunilla, realiza un viaje al país helvético con tono sentimental y de despedida, aunque no faltan los toques de esperanza y sentimentalismo. El autor muestra con descaro sus intimidades, y aunque nada de lo que cuenta tenga ribetes de heroicidad, drama, espectacularidad, … En su conjunto el relato es interesante y ameno. El libro me ha encantado y ha respondido con creces a la ya intensa convencida y convincente recomendación del librero.
Hay libros que terminas leyendo al segundo intento. Es lo que me ha pasado con "Noche de tahúres", la novela que publicó hace 24 años el periodista Raúl del Pozo, un auténtico histórico entre los comentaristas políticos españoles y que desde hace años mantiene una en mi opinión brillante y certera columna en el diario "El Mundo". Compré una primera edición cuando vivía en Tarragona, y llegué a iniciar la lectura … no se porqué razón la interrumpí y el ejemplar lo olvidé junto al Mediterráneo cuando me fui de allí varios años después. Debió quedarme el gusanillo dentro, y tras encontrarla en una de esas librerías digitales de segunda mano, completé mi antigua decisión y la he leído hasta el final, con gusto y satisfacción por cierto. Del Pozo nos cuenta una historia tan sugerente como rocambolesca de crímenes, lumpen y juegos ilegales. El autor combina con acierto las descripciones del ambiente propio de las partidas de póker y otros juegos de humo y tapete, el lenguaje propio de tales lugares -algo que en ocasiones obliga a leer despacio y consultar- y unos personajes magníficamente descritos: peristas, alcohólicos, carteristas, camellos, policías corruptos, tramposos, … Sin duda ha valido la pena recuperar el pulso de esta lectura casi un cuarto de siglo después.
Alguien me recomendó hace dos veranos "Cómo ganar la guerra cultural", un ensayo escrito en 2002 por Peter Kreek, un estadounidense que es profesor de filosofía del Boston College y del King´s College. Es considerado el filósofo católico de mayor calado de su país y la solapa del libro nos cuenta que sus influencias vienen de Sócrates, Tomás de Aquino, G.K. Chesterton y C.S. Lewis, … nada menos. Una segunda recomendación mucho más reciente me animó a leerlo. Tal vez ésta última fue hecha con llamativo entusiasmo, y es por ello que no se si esperaba más del libro o simplemente esperaba otra cosa. Pensaba que me iba a encontrar un ensayo referido a la necesidad de difundir, en el marco de la libertad de pensamiento y del pluralismo ideológico, los valores de la religión cristiana frente a esa especie de dictadura unidireccional que en ocasiones intuyo. El libro, cuyas ideas y mensaje comparto en general, me ha parecido excesivamente militante y con un contenido más ascético y hasta escatológico que divulgativo. Escribe bien Kreek, pero se trata más de un libro para convencidos que para gente por convencer.