A lo largo del mes de abril, en el que anda incluido la fecha elegida como "Dïa del Libro" han pasado por mis manos lecturas bien variadas. Cada una tiene su parte de interés, aunque quiero destacar una novela de la entidad del "Soviet de los vagos", un clásico inglés que habla de la familia Forsyte y "Un avión sin ella", una novela francesa de intriga de la que no se ha hablado demasiado pero que destaca por los continuos giros en la trama y un final sorprendente.
Ya he comentado en otras ocasiones que soy un lector caprichoso; una especie de curiosidad literaria y cierta tendencia a dejarme llevar por intuiciones me mueve a leer novelas sin excesivas consultas previas. Este ha sido el camino que me ha llevado a leer "Dollface", un relato que con el subtítulo de "Una novela sobre los violentos años veinte" ha escrito la periodista norteamericana Renee Rosen. Se trata de una historia ambientada durante la ley seca en Chicago y no faltan en ella todos los elementos propios que el título y la ambientación hacen presumir: gangsters, clubs nocturnos, whisky de contrabando, crímenes, vendettas, enfrentamientos de bandas, ... La traducción de "Dollface" es "cara de muñeca", el apelativo con el que el líder de una de las dos bandas -el otro es nada menos que Al Capone- se refiere a la protagonista, Vera Abramowitz, una joven de origen judío que prtendiendo huir de una infancia desdichada, acaba en relación directa con el mundo del crimen. Por encima de los gangsters y sus bandas, las verdaderas protagonistas de la novela, con la citada Vera a la cabeza, son las mujeres de aquéllos, las llamadas "flappers", jovencitas de pelo corto, trajes de borlas y labios pintados de rojo, que bailan el charleston y acompañan, como esposas o amantes, a gangsters de traje de rayas y chaleco, sombrero tipo fedora y que se mueven en torno al bourbon de contrabando y grandes cantidades de dinero. No puedo avalar la calidad literaria del libro, que sin ser un pastiche es bastante limitada, pero no deja de ser una lectura entretenida y la autora consigue darle un toque de humanidad y romanticismo que compensa, al menos en parte, la dureza y marginalidad del argumento.
Allá por el final de la década de los 60 triunfó en TVE una serie de la BBC titulada "La saga de los Forsyte"; recuerdo que a mis padres les "cogió" mucho la misma y era emitida los domingos por la noche en un horario vetado a los que por aquella época éramos unos niños, además de que nos insistian responsablemente con eso de que "no es para menores". Con el tiempo descubrí que el guión era una adaptación de "La dinastía de los Forsyte", una novela escrita por John Galsworthy, un novelista y dramaturgo inglés que obtuvo el Premio Nobel de literatura en 1932. La novela -más de 700 páginas- la he ido leyendo durante varios meses, en concreto desde el pasado mes de agosto. Galsworthy nos cuenta la historia de una amplia familia de la clase alta londinense desde los estertores de la época victoriana hasta los año posteriores a la primera guerra mundial; me ha parecido un relato muy bien escrito en el que destaca la perfecta ambientación de la época, la riqueza de unos personajes llenos de fuerza, aunque cada uno de ellos bien distintos, con la nota común de la frialdad y el cálculo tan propio de los británicos; tremendamente representativos cada uno de los distintos miembros de la familia Forsyte: Soames, su primera mujer Irene, Jolyon, Winifred, Eustace, Timoteo, Jorge, ... No pasan acontecimientos excesivamente llamativos., aunque tiene su toque de drama, pero Galsworthy tiene la habilidad y el acierto de narrarnos la vida ordinaria de los protagonistas de forma que la llega a hacer apasionante. La novela nos muestra además la evolución de la sociedad, con el paso del espíritu puramente victoriano a lo que para el escritor, muerto en 1933, son los tiempos modernos. Teniendo el libro empezado, la editorial "Reino de Cordelia" ha publicado una nueva edición en el que se recupera el nombre de "saga" en lugar del de "dinastía".
La de la revolución francesa es una época que me interesa mucho, a pesar de lo cual he de admitir que no la he estudiado demasiado. Leí en su momento una antigua historia escita por Pierre Gachot y llevo años tratando, sin éxito, de hacerme con la que publicó en su día Francois Furet. De este autor encontré navegando por internet un pequeño ensayo titulado "Pensar la revolución francesa", un escrito que he de empezar reconociendo me ha costado mucho entender ... tanto que, de hecho, sospecho que he conseguido captar más o menos la mitad de lo escrito por el pensador francés. Furet pretende refutar esa especie de idolatría sobre tal revolución, no a base de proscribirla sino intentando ofrecer una versión más objetiva e imparcial de la misma, lejos de la interpretación marxista predominante en el siglo XX. Por eso mismo habla de "pensar la revolución francesa", y no de exaltar ni proscribir. El ensayo se divide en dos partes, una en la que el autor nos ofrece su visión de unos acontecimientos que supusieron el paso del antiguo al nuevo régimen, tratando de desmitificar alguna cuestión y dejar clara su postura de que por encima de las habituales consideraciones sociales y económicas de tantos estudiosos de la revolución, ésta es un acontecimiento esencialmente político. En la segunda parte Furet analiza los estudios de dos autores tan distintos como Tockeville y Cochin.
"Un avión sin ella" es una novela de intriga escrita por el francés Michel Bussi, me llamó la atención en su día cuando la vi expuesta en los anaqueles de la "Librería General" de Zaragoza, aunque no recuerdo que tuviera especial difusión en webs del género y suplementos de prensa. Al cabo de tres años de su publicación he leído unoas cuantas críticas positivas en internet, además de descubrir que recibió el premio "Prix de la Presse" del año 2012. Sin llegar a la excelencia que pregonan algunos comentarios de la red, ni siquiera a convertirse, como también afirmaban, en la típica novela policíaca cuya lectura cuesta cortar, me ha parecido un relato bien construido, con un argumento original e interesante, una intriga que crece conforme avanzas en la lectura y un final tan inesperado como bien conseguido. Un dramático accidente de avión en el que viajaban dos bebés, la milagrosa supervivencia de uno de ellos y el contencioso sobre la identidad de la niña superviviente son el punto de partida de un relato ambientado en Francia y que entretiene bastante. Y, por supuesto, tenemos que hablar de una novela muy francesa.
"El soviet de los vagos", del escritor madrileño Eduardo Galarza es una de esas novelas de las que tomas nota al tiempo de su publicación y, a la vista del tenor de las críticas y esa primera impresión favorable que viene a ser como el ojho clínico de los lectores, asumes casi el compromiso de leerla. De hecho recuerdo haberla comprado hace ya un par de años en la tienda de "La Casa del Libro" ubicada en la Gran Vía de Madrid, aunque hasta el primer fin se semana del reciente mes de abril no comencé su lectura. Se trata de una novela bien construida, cuidada al detalle; a la hora de tomar en consideración el género al que pertenecer no sabría dar una respuesta unitaria: tiene su parte de intriga, su tono romántico y sería incardinable dentro de los relatos de espías, incluso podríamos encasillarla sin temor a hacer una barbaridad entre las novelas históricas, al incluir como personaje al científico de origen croata Nikola Tesla. No obstante, pienso que "El soviet de los vagos" es ante todo una buena novela, complicada eso sí, pues Galarza, uno de esos que llaman escritores "de culto", plantea una especie de tablero de ajedrez lleno de giros y originalidades, creando una trama enrevesada que exige leer con atención y sin perder ripio en las casi 600 páginas de las que consta el libro. Buenos personajes, una época interesante -el París misterioso y conspiratorio de los años 30- y un argumento que se complica y vuelve más interesante conforme se pasan los capítulos.
Hay tipos de libros que viene bien leer de vez en cuando, aunque puede resultar indigesto hacerlo frecuentemente. Pienso que es el caso de "Dura la lluvia que cae", una novela del californiano Don Carpenter que fue publicada en 1966 y no se ha traducido al castellano hasta 2012 en una modesta edición de "Duomo Editorial". Alguno han calificado la novela como de crimen, castigo y búsqueda de redención, incluso algún blog vecino asegura que no se trata de una novela sobre "perdedores", sino directamente "sobre perder". El protagonista, Jack Levitt pasa dos terceras partes del relato entre orfelinatos, tugurios y la prisión, algo que confirma lo dicho. No sabría en qué género incardinar este libro, no es policíaco, pues apenas sale algún agente tangencialmente, ni de intriga, pues no la hay, ... ni siquiera me ha parecido una novela negra. En el libro Carpenter nos muestra unos personajes duros, aunque también humanos, llenos de contrastes pero siempre condicionados por sus orígenes y el ambiente en que se mueven. Un relato donde no parece haber puerta abierta a la esperanza, propio de un autor que no creía en nada y que terminó quitándose la vida para evitar los sufrimientos de la vejez. Lo dicho: no conviene andar todo el tiempo con estos libros, pero se aprende con uno de vez en cuando.
Eloy Fernández Clemente es un economista e historiador aragonés; hombre comprometido políticamente, incardinable dentro del aragonesismo de izquierdas, tuvo un papel importante en la transición aragonés y española como director de la revista "Andalán", una publicación sin la que no se puede entender ni explicar el ambiente cultural y político del Aragón inmediatamente posterior al franquismo. Leí hace unos pocos años la primera parte de sus memorias y me pareció un personaje interesante, equilibrado y tolerante; también es autor de una historia de Aragón que confío decidirme a leer algún día y no hace mucho me baje de la red "Ante Cataluña", un breve libro donde recopila varios artículos suyos de los últimos 50 años. Todos los citados artículos tienen como elemento común la referencia a Cataluña, y en ellos habla de su cultura, su idioma, sus políticos y sus aconteceres históricos. Se trata de la versión de un hombre cercano, que habla desde la admiración y desde la coincidencia en algunas ideas, y trata tanto de personajes concretos como de opiniones políticas. En sus textos queda reflejada su admiración por la tierra vecina, sus posturas favorables al reconocimiento histórico de la cultura, el idioma y la identidad catalana, el espinoso tema de la lengua catalana hablada en las zonas limítrofes de Aragón con Cataluña y de su decepción por la situación actual, en la que critica tanto la actitud cerrada de los gobiernos centrales como la deriva hacia la manipulación de la historia, el victimismo y la endogamia de la actual política catalana.