Entre que he terminado algún libro largo que había comenzado en mayo y que el resto de lecturas fueron novelas no muy extensas y en general bastante amenas, he concluido junio con siete libros cerrados. Si me preguntaran los mejores, pienso que elegiría dos: el estudio que de Miguel Delibes hace su amigo Ramón García, una auténtica delicia para cualquier admirador no sólo del escritor castellano sino de la novela española de su época y la colección de relatos sobre la guerra civil de Chaves Nogales, una auténtica joya literaria. Excelente la otra aportación de "libros del Asteroide", una novela inglesa del todo. En materia negro-criminal dos grandes novelas: una de un autor fallecido hace más de 40 años y otra de uno que se estrena, sin olvidar mi primera incursión en la obra de Volker Kutscher que anima a reincidir y un pinchazo en hueso que a veces se produce, por mucho que en esta ocasión no puedo decir que no estaba advertido.
Miguel Delibes es posiblemente mi escritor español favorito; otros como Galdós, Baroja, Aldecoa o Ana María Matute no le andan a la zaga, pero nadie como él ha sabido llegar al fondo de los temas, crear personajes entrañables, azuzar la conciencia y, por encima de todo, escribir un castellano maravilloso. Por eso me decidí a embarcarme en la lectura de "El quiosco de los helados", un amplio estudio de más de 600 páginas elaborado por su amigo Ramón García Dominguez, un escritor que plasma años de conversaciones y paseos con Delibes, partiendo casi siempre de unas citas en un garito de helados de Valladolid que da título al libro. La lectura ha sido una auténtica delicia, pues García realiza un amplio recoorido por la vida del gran novelista vallisoletano, entrando en sus intimidades, reflejando su carácter, sus virtudes y defectos, la excepcional personalidad de su mujer, cuya prematura muerte supuso un tremendo trauma para Delibes, su afición a la caza, su trabajo como periodista y luego director de "El Norte de Castilla", sus problemas con la censura franquista, su conciencia social, ... Y por encima de todo, el autor va desbrozando cronológicamente los libros publicados por el escritor castellano, entrando en antecedentes, argumentos y circunstancias, así uno va deseando volver a leer "El camino", "Cinco horas con Mario", "Las ratas", "Señora de blanco sobre fondo gris", ...y por supuesto, de emprender la tarea de corregir el fallo de tener aún bastantes pendientes. Una auténtica gozada ir pasando las páginas, una tarea que necesariamente confirma la admiración por el hombre y por el escritor, a quien el autor del libro presenta además en su vertiente más humana. Como también han de reflejarse las pegas, me parece que la calidad literaria del ensayo anda muy por debajo del personaje que lo protagoniza, a la vez que he visto alguna reiteración y citas excesivamente largas del propio Delibes.
Hace unas semanas apareció como libro recomendado conjuntamente por tres librerías especializadas en género negro "Los huesos del invierno", de Daniel Woodrell, uno de esos relatos duros y amargos ambientados en la América miserable, en concreto en los Ozaks, una región montañosa de Missouri conocida por ser una de las más pobres y aisladas de Estados Unidos. Los "expertos" la pusieron por las nubes, e incluso se la llegaba a equiparar con la literatura de Cormac Mccarthy y hasta con William Faulkner, aunque en este último caso uno ya notaba cierta timidez en la afirmación. Si a lo dicho añadías que se trata de una narración breve y que hasta se ha hecho versión cinematográfica, no tuve duda en hacerme con ella. Eso sí, antes de empezarla vino Brunetti "con las rebajas" y me dijo que era decepcionante: "Mala literatura y mala historia", éstas fueron sus palabras. Y he de decir que, como tantas veces, mi amigo lector experto y exigente tuvo razón, y es que para contar una historia cruda y hablar de gentes que viven en la miseria no es necesario ser tan poco pulcro, ni para hacer literatura negra es preciso escribir a empujones. No puedo presumir de conocer bien a Mccarthy y Faulkner, pues solamente he leído el primer libro de la trilogía de la frontera y del segundo comencé "El villorrio", pero no pasé de la página 50 ... pero la equiparación realizada fue sin duda excesiva e imprudente. Eso sí, terminé la novela, pues había que amortizarla.
Ya ha quedado reflejado en este blog mi entusiasmo por los libros de Philip Kerr protagonizados por Bernie Gunther, por esta razón no pude evitar que me entrara el gusanillo cuando se publicó "Sombras sobre Berlín", la primera entrega de la serie escrita por el alemán Volker Kutscher y que protagoniza el Comisario Gereon Rath, pues intuía que podía tratarse de una novela con el encanto de las de Kerr; la garantía de Ediciones B y un buen lanzamiento comercial me animo a comprarme el libro. Se trata de una novela larga -530 páginas-, extensión que comienza a pesarme, y de hecho los primeros capítulos no terminé de hacerme con el libro, que me parecía falto de fuerza; posiblemente la razón de estos comienzos dubitativos estuvo en el error de equipararlo a las novelas del escocés, y no comencé a disfrutar de la lectura hasta que asumí que se trataba de un estilo diferente, que los relatos de Kutscher tienen su propio encanto. Una vez concluida la lectura, que ha durado bastantes días, puedo decir que estamos ante una buena novela en la que caben destacar, desde mi punto de vista, dos cuestiones, de un lado lo bien ambientada que está, y en concreto cómo te mete en la Alemania inmediatamente anterior a la llegada al poder de los nazis, la débil República de Weimar, una época herida por una derrota en la gran guerra mal resuelta y el crack económico de 1929 y, por otro, lo bien que están cerrados los personajes, comenzando por el de Gereón Rath, un joven comisario lleno de contradicciones, con pasado difícil y facilidad para meterse en líos, y sin olvidar a toda una rica gama de policías alemanes que Kutscher dibuja magistralmente, sin olvidar esa dama misteriosa que parece protagonista exigida en este tipo de novelas. "Sombras sobre Berlín" me ha parecido globalmente una novela policíaca bien construida, que tiene la ventaja de tratar sobre un momento de la historia de Alemania del que no se ha hablado demasiado en este género y que el autor cierra con acierto, tanto que no esperaré mucho para empezar la lectura de la segunda parte, "Muerte en Berlín". El final, por cierto, digno de película de acción.
Ya hablé en otras ocasiones de Giorgio Scerbanenco, un escritor italiano con raíces en Ucrania que falleció en 1969 no sin antes haber dejado una amplísima producción de novelas policíacas, todas ellas protagonizadas por Duca Lamberti, un médico forense que tras cumplir condena por eutanasia ejerce de detective. Tras la excelente impresión de sus dos primeras nvelas, "Venus privada" y "Traidores a todos" la tercera de ellas, "Muerte en la escuela" aún me ha gustado más, Scerbanenco escribe con sencillez y dota a sus relatos de un toque de humanidad que los hace especiales, por mucho que no ahorre crudeza y realismo a las historias que cuenta. "Muerte en la escuela" es una durísima historia acerca del asesinato de una maestra por un grupo de alumnos de una escuela nocturna de Milán; el autor entra de lleno en un mundo de marginalidad, drogas, prostitución, miseria, alcoholismo, abandono, ... algo que añade a la trama policíaca de una importante dosis de crítica social. Por encima de todo sobresale el protagonista, Lamberti, un personaje muy trabajado y que consigue la identificación plena del lector, y junto a él está el de Livia, víctima en la primera entrega de la serie, y convertida en compañera inseparable de Lamberti en el trabajo y en la vida. Giorgio Scerbanenco consigue unas novelas breves, interesantes, entretenidas y con cierto mensaje, no se le puede exigir más.
"Libros del Asteroirde" publicó a primeros de años "Un paraíso inalcanzable", una magnífica novela del británico John Mortimer escrita ya hace unos cuantos años. Me convencieron las críticas que leí y tras terminar su lectura puedo decir que esta vez no ha habido fiasco. Mortimer nos presenta una divertida y a le vez profunda visión de la vida en Inglaterra durante el largo periodo que va del final de la 2ª Guerra Mundial a los primeros años del Tatcherismo, y para ello nos sitúa en una pequeña localidad Rapstone Fanner y parte del conflicto que surge cuando el peculiar párroco anglicano del lugar, Simeón Simcox -socialista convencido, con un busto de Carlos Marx en su despacho y propietario de una industria cervecera- deshereda a su mujer, Dorothy, y a sus dos hijos, Henry y Fred, dejando como heredero a Leslie Titmuss, un joven y ambicioso político conservador que llega de abajo -un auténtico "trepa"-. Este incidente sirve para que el autor se saque de la manga todo un apasionante muestrario de personajes, un ambiente muy conseguido y una serie de escenas verdaderamente hilarantes. A la hora de definir el género del relato podemos hablar tanto de una indudable ración de humor inglés, una indiscutible crítica social y una más que afilada, demoledora crítica política. A la narración no le falta la intriga permanente de las razones que tuvo el buen rector para hacer un testamento tan sorprendente. John Mortimer no sigue un ritmo temporal normal y va y viene en el tiempo a lo largo de los capítulos, algo que no entorpece la lectura pero que te obliga a estar atento. Una novela sin duda recomendable: una buena lectura para este verano, siempre que a uno no le produzca urticaria lo genuinamente británico, por supuesto.
Entre los libros que incluí en mi bolsa literaria para las vacaciones se encontraba "El invierno del comisario Ricciardi", del italiano Maurizio De Giovanni; a la hora de la verdad no pude abarcar todos y éste se quedó pendiente; poco antes de comenzar las de este año he cubierto la omisión y he terminado una novela policíaca que destaca por su originalidad y me ha gustado mucho. El argumento se centra en el asesinato en los camerinos del Teatro San Carlo de Nápoles de un divo de la ópera; no obstante en el libro lo esencial, sin ningún género de dudas, es la figura del protagonista, el comisario Luigi Alfredo Ricciardi, un hombre de 31 años, marcado por una infancia triste debido al prematuro fallecimiento de sus padres y que posee, heredado de su madre, un don sobrenatural: puede contemplar la última expresión y escuchar las últimas palabras de las personas fallecidas de muerte violenta. Se trata de una facultad que le ayuda en sus investigaciones, pero que a la vez marca definitivamente su personalidad abrumada por el dolor y demás sensaciones que comparte con los muertos. Ricciardi, heredero de una noble familia napolitana es un personaje austero, tímido, sin relaciones sociales, melancólico y dotado de una rectitud y bondad notorias. Se muestra riguroso en su trabajo y protagoniza absolutamente el relato. Junto a la intriga el autor nos muestra los sentimientos de Ricciardi, que ama en secreto a Enrica, una joven vecina a quien observa desde su ventana. La novela está ambientada en los inicios de los años 30, en pleno auge del fascismo instaurado en Italia por Benito Mussolini. Como queda dicho, es una novela distinta dentro del género policiaco, escrita con un estilo preciso y cuya lectura ha sido para mí una delicia, aunque intuyo que no gustará a todo el mundo. Está editada por "Lumen", lo que es otra ventaja añadida, y ya están publicados la primavera y el verano del Comisario Ricciardi, historias que no me pienso perder.
Ya he puesto en otras ocasiones por las nubes a Manuel Chaves Nogales, se trata de una de las pocas veces en que he descubierto una joya literaria con anterioridad a Brunetti, y es algo que me enorgullece. Tras leer hace años "Juan Belmonte, matador de toros" y durante las vacaciones del verano pasado "La agonía de Francia", tenía muchas ganas de hacerme con "A sangre y fuego", un libro con la guerra civil como tema exclusivo; una vez más Chaves Nogales ha sacado la máxima nota: prosa excelente, tratamiento imparcial de los temas, capacidad de análisis asombrosa si tenemos en cuenta que falleció en 1944 y, en definitiva, auténtica literatura de calidad. En esta ocasión no estamos ante una biografía ni ante un ensayo como en los dos anteriores, sino ante nueve relatos breves con nuestra guerra civil como telón de fondo. En estos tiempos en los que se habla de este triste y aún reciente periodo de nuestra historia con sectarismo y parcialidad asombrosas, se agradece la serenidad del escritor y periodista sevillano, que trata los temas sin visiones sesgadas ni parciales, por mucho que su condición de liberal y exiliado dejen bien claro su alineación con el orden establecido antes del 18 de julio de 1936. La objetividad de Chaves no es equidistancia, a él le duele lo que pasó en España, y de la misma manera que relata con precisión y sin concesiones las barbaridades que se realizaron en uno y otro bando, nos narra también el heroísmo y la noble defensa de sus ideales de tantos españoles que lucharon a ambos lados del frente. El escritor considera que no son los españoles de una y otra ideología los culpables, sino quienes desde fuera y a veces incluso desde lejos imponen sus intereses y sus visiones totalitarias del mundo, como es el caso del fascismo y el comunismo. Los relatos son duros, en algunos casos de manera muy llamativa, pero son narrados con una elegancia que facilita la tarea de leer; y por encima de todo, se una auténtica delicia la forma de escribir de un autor que ha supuesto para muchos un descubrimiento excepcional más de sesenta años después de su prematura muerte. Un libro para descansar.