31 de julio de 2013

Un famoso mojando la pestaña en el Talgo


Corría el mes de diciembre de 1999 y me dirigía a Madrid a un curso profesional; había cogido el Talgo en Tarragona hacia el mediodía y la llegada del convoy a la capital de España andaba programada para pasadas las seis de la tarde: el AVE aún no había llegado a esos pagos y el Talgo parecía entonces el "no va más" en materia ferroviaria. Casi nunca tengo paciencia para ver una película en el tren, pero en aquella ocasión ponían "La vida es bella", Oscar a la mejor película extranjera del año anterior y que curiosamente aún no había visto, razón por la que asumí las complicaciones de ver un film con el "chacachá del tren" y me la "tragué" de principio a fin. Verdaderamente se trata de una historia preciosa, interpretada magistralmente por Roberto Benigni, con una serie de escenas realmente inolvidables y llena de valores, ternura y belleza; además uno tiene la sorpresa de encontrarse en el reparto nada menos que a Marisa Paredes, por mucho que algo rechine su presencia, y no porque piense que no me parezaca una buena actriz -todo lo contrario-, sino sencillamente porque no la película no le pega demasiado.

Cuando al subir al tren en mi recordada estación de Tarragona deposité mi maleta en el altillo y me dispuse a sentar mis reales en uno de esos asientos más bien "trabajados" de los viejos Talgo, comprobé que justo a mi derecha viajaba el célebre actor español Jose Sazatornil "Saza" en unión de su esposa; es uno de esos famosos que al natural ofrecen el mismo aspecto que en la pantalla, cosa lógica si pensamos que semejantes calva y bigote tienen escasa posibilidad de disimulo; eso sí, he de admitir que ni me contó un chiste ni trató de venderme un portero electrónico, ... y por supuesto quien le acompañaba en el viaje no era precisamente Mónica Randall. Al comenzar la película de Begnini tanto "Saza" como su señora hicieron uso de los auriculares y se dispusieron a verla; todo el film está cargado de momentos emotivos, algo que se va acentuando conforme avanza el mismo y, a la vez que el menda disimulaba como podía una sensibilidad realmente afectada, miré de reojo a mi célebre vecino de asiento, comprobando como Sazatornil también mojaba en varias ocasiones la pestaña. Comprobadas las lágrimas de Saza, no sólo me sentí identificado con el actor, sino que automáticamente desapareció todo complejo "sensiblero" y deje de ocultar mis lágrimas, a la vez que asumía, con agrado e incluso con admiración, que todos tenemos nuestro corazoncito y que a alguien tan bregado y con tanta ficción a sus espaldas como José Sazatornil, tampoco podía evitar exteriorizar las emociones que le causaba una película concreta.
 
 
 
 
 

30 de julio de 2013

Florentino tira de talonario

 
 
Cuando escribo estas líneas aún no se conoce el desenlace del affaire Gareth Bale, de momento el jugador se ha declarado en rebeldía y pretende forzar a su club para que lo venda al Real Madrid; pase lo que pase no cabe duda de que el inefable presidente madridista ha extraído de su chistera toda aquella agresividad compradora que le hizo famoso cuando hace ya más de una década se trajo para Chamartin a "peloteros" tan ilustres como Luis Figo, David Beckham, Ronaldo o Zinedine Zidane. Ya se que desde entonces ha continuado emprendiendo operaciones millonarias -no hay más que recordar lo que costaron Cristiano Ronaldo, Kaká, Sergio Ramos o el mismo Pepe-, pero parece que este verano anda decidido tirar la casa por la ventana y poner todos los medios para que el salón de trofeos del Bernabeu se actualice un poco. Nunca he visto jugar a Bale, un extremo galés que milita en el Tottenham Hotspur, uno de esos legendarios clubes de Londres, pero muy bueno debe de ser cuando se está hablando de cuantías astronómicas: hoy se hablaba del rechazo de una oferta de más de 90 millones, incluso con la inclusión en el paquete de jugadores del nivel de Ze María y Coentrao, el afán de hacerse con él por los de Concha Espina roza la obsesión y los de Londres pretenden mantenerlo en su equipo a toda costa. Si al final el jugador llega al Madrid, el club blanco se habrá salido con la suya, los ingleses ingresarán un buen montante en su tesorería, cosa que seguro será una excelente cataplasma para el dolor por la pérdida de su figura, y el galés podrá decir eso de que ha cumplido el sueño de su vida, aunque no pocas veces el precio pagado por él termina pesando como una losa en un futbolista.

Pero acabe o no fichando el de Cardiff, Florentino ha conseguido ya ganar para la causa a dos de las más emergentes figuras del fútbol español: Isco, la gran figura del Málaga más europeo de la historia e Illarramendi, un volante que ha tenido mucho que ver en la fenomenal campaña desarrollada por la Real Sociedad. Isco es un futbolista distinto, con golpes de genialidad, rendimiento constante y cierta capacidad de hacer goles, alguien a quien se ven hacer cosas que solamente están reservadas a los elegidos, mientras Illarramendi funciona como un motor en pleno rendimiento, da equilibrio al centro del campo y puede ser primero el apoyo y luego el sucesor de un hombre de la jerarquía de Xavi Alonso; vi a este rubio jugador cuando se enfrentó al Zaragoza en la Romareda y él solito dominó el centro del campo de principio a fin. Eso sí, para llevarse el gato al agua con estos dos jugadores, el Real Madrid ha tenido que poner sobre la mesa más de 70 millones de euros, y esto es algo que roza la barbaridad. No tengo ninguna duda de que los merengues se han hecho con dos de los jugadores con más futuro de España, pero no es menos cierto que para lograrlo puede que hayan terminado estirando más el brazo que la manga. Cuando veo que en la columna vertebral del eterno rival figuran Xavi, Busquets e Iniesta, los tres formados en la Masía, me planteo si tal vez los blancos no pudieran tener también en casa propia jugadores capaces de rendir a esa misma altura. No pretendo poner a los blaugrana como modelo de contención económica, pues también han roto la hucha con Neymar y años anteriores gastaron sus buenos duros en fichajes como los de Cesc, Ibrahimovic o Dani Alves, pero me parece que Florentino y su guardia pretoriana andan algo desesperados por tanto fracaso, especialmente en Europa, y tras pinchar en hueso con el experimento Mourinho, ahora se dedican a gastar cuartos sin recato y vete a saber si con eso rompen la mala racha.



29 de julio de 2013

Velasco Alvarado: una paradoja

Es posible que en pleno siglo XXI el nombre de Juan Velasco Alvarado no le diga nada a mucha gente; se trata de un militar peruano que el 3 de agosto de 1968 dio un golpe de estado por el que depuso al entonces presidente Fernando Belaunde Terry, elegido democráticamente cinco años antes. Velasco Alvarado fue presidente del país sudamericano durante siete años, siendo destituido el 29 de agosto de 1975 a través de un nuevo golpe que esta vez encabezó quien entonces era presidente del Consejo de Ministros, el General Morales Bermúdez. Juan Velasco estableció lo que llamó "Gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas", supeditó la Constitución y las leyes a lo que denominaba fines de tal gobierno, no puso límite temporal alguno a su mandato, ordenó la toma de las instalaciones de la IPC en Talara, estatalizó los medios de comunicación e impuso un sistema de censura y control que impedía la libertad de prensa y confiscando todos los diarios de la capital, en la medianoche del 27 de julio de 1974, nacionalizó la banca y realizó todo tipo de nacionalizaciones y expropiaciones. Con el fin de movilizar organizadamente a la población y controlar las movilizaciones sociales, creó en 1972 el Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (SINAMOS), que pronto ofició como una organización política al servicio del gobierno revolucionario, odiada y temida. El 1 de febrero de 1975 se inició en Lima una huelga de policías, quienes se quejaban de maltratos y exigían aumento de sueldo. Los policías se acuartelaron pacíficamente en el centro de Lima, y en la medianoche del 4 al 5 de febrero fueron despiadadamente atacados por la tropa y las unidades blindadas del ejército. muchos policías huyeron, mientras otros se rindieron, produciéndose también un número indeterminado de muertos y heridos. tal situación provocó el estallido popular y el ejército salió a la calle el 5 de febrero; en el transcurso de la tarde y la noche de ese mismo día, restableció el orden a sangre y fuego e hizo un número indeterminado de víctimas. El gobierno suspendió las garantías constitucionales e impuso el toque de queda; el saldo oficial fue de 86 muertos, 155 heridos, 1.012 detenidos y 53 policías enjuiciados.

A estas alturas nombres como Videla o Pinochet figuran en la lista negra de los dictadores que impusieron su poder por las armas, lo mantuvieron con el terror y llevan en su mochila un buen número de víctimas; por el contrario, nadie habla de que en Perú, durante siete años, se estableció un régimen en el que se violaron derechos humanos como también se hizo en Chile y Argentina en las décadas de los 70 y os 80, algo que no deja de ser curioso. Me faltan datos para saber si la dictadura de Velasco Alvarado fue más o menos sangrienta que las de los otros, lo que históricamente queda acreditado es que los derechos y libertades fueron despreciados y pisoteados por otro individuo también con uniforme, galones y estrellas. Eso sí, Juan Velasco Alvarado provocó su golpe de estado con bandera roja y al amparo de la ideología marxista, y por lo visto en estos casos cabe recurrir a eso de "pelillos a la mar".

26 de julio de 2013

Drama en Santiago



En 2010 tuve la enorme suerte de asistir al magnífico espectáculo de luz y sonido que cada noche del 24 de julio se celebra en la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela; ¡quién podía decir entonces que justo tres años después un terrible drama estallaría en las inmediaciones de la histórica ciudad gallega al descarrilar el tren Alvia que iba de Madrid a Ferro!l; más de ochenta personas han perdido la vida y por lo que cuentan al hablar del estado de los heridos es previsible que la cifra supere el centenar. Se trata de una de esas ocasiones en las que el alma se queda encogida y surgen en el interior sentimientos encontrados: una tremenda pena por las víctimas y sus familias, un espontáneo deseo de solidaridad, como una impaciencia insoportable de poder hacer algo y un dolor de esos que se aposenta y mantiene por dentro sin que puedas, ni posiblemente quieras, evitarlo. Dios sabe más y seguro que sabe sacar algo bueno de tanta desgracia, pero no nos puede aliviar ante el drama.

Como tantas veces en este país llamado España del que tanto nos quejamos, ha aparecido con la fuerza desbocada de un río desbordado la solidaridad de tantos españoles de bien que han ofrecido sus horas extras, sus iniciativas personales, su propia sangre y todo su apoyo incondicional para poder aliviar en lo posible las enormes secuelas del siniestro. Estas tragedias mueven a que saquemos lo mejor de nosotros mismos, y por mucho que la pena sea tan grande, semejante realidad no deja de aportar un toque de optimismo y aire fresco a la situación. También habrá que depurar responsabilidades, aunque me parece algo frívolo ese inicial arranque que atribuye las culpas a la excesiva velocidad que parecía haber impuesto el maquinista, y con el paso de las horas da la sensación de que los motivos hay que encontrarlos en otro tipo de fallos. De cualquier manera, confío con toda sinceridad que nadie intente sacar provecho espúreo del accidente, y que nuestros políticos no se dediquen a tirarse los muertos unos a otros.

Hace dos años cogí este mismo tren, hace tres estuve el 24 por la noche en ese inolvidable espectáculo de luz y color de la Plaza del Obradoiro. Y en ambas ocasiones disfruté de la manera de ser dulce y cariñosa de los gallegos, dulce y cariñosa como su idioma. Sirva esta breve entrada para homenajear a quienes realizaron, sin ser conscientes, su último viaje, de consuelo a quienes les lloran y de unión personal al dolor de toda España y a las oraciones de los que rezan.

25 de julio de 2013

Del Planeta al ridículo



Hace un tiempo leí un artículo cuyo autor, al opinar sobre determinadas escritoras cuya principal virtud parecía ser un feminismo militante radical, las definía como "tontitas del sistema"; es posible que quien así hablaba estuviera siendo poco elegante y respetuoso, incluso que algunas de estas mujeres tuviera una calidad literaria que su crítico había sido incapaz de ver, aunque a mí me pareció bastante aguda y acertada su apreciación. Entre ellas incluía a Lucía Etxebarría, ganadora en su día de los premios Nadal y Planeta y quien a tal feminismo suele añadir una cierta afición a desmitificar todo lo divino y lo humano y, en ocasiones, un llamativo exhibicionismo, como si pretendiera escandalizar al personal ... aunque muchas veces cuando estas cosas se hacen con marcada intencionalidad se pierde naturalidad y la actitud se vuelve contra quien la provoca y le deja no excesivamente lejos del ridículo.

Ahora Lucía Extebarría se ha apuntado a la "tele-basura", pasando a formar parte del equipo de concursantes famosos de "campamento de verano", uno de esos "reality-shows" con los que obsequia Tele-5 a quienes tienen el dudoso gusto de la autoflagelación televisiva. Dice que se presenta porque necesita el dinero para saldar alguna deuda pendiente con Hacienda, y al parecer y como diría Serrat, las musas se le han ido de vacaciones ... ahora se ve que resulta más asequible incrementar la cuenta corriente haciendo el "papelón" en la tele que dedicando horas a rellenar cuartillas ... si Delibes, Martin Gaite o Pérez Galdós levantaran la cabeza ... El otro día vi en "YouTube" un par de vídeos en los que se mostraban las quejas de la escritora, sus amenazas de largarse del programa y una serie de reflexiones propias de una adolescente en su peor momento. Con el tono de voz de un niño rezongando y una mirada perdida la tal Etxebarría demostró que la habilidad literaria no va necesariamente unida al talento y el sentido común. Lo triste es que gente así sean de los que crean opinión, como diría un viejo amigo ya entrado en años: ¡así nos va!.

23 de julio de 2013

Lecturas en el Pirineo



Tres semanas de vacaciones dan para bastante y este año han caído nada menos que nueve novelas; he de admitir humildemente que no he dejado ni un rato para ensayos u otros libros más "intelectuales" ... ¡qué se le va a hacer!. Entre todos ellos quiero destacar tres: "Viento del norte", auténtica literatura española de calidad, "El ladrón de meriendas", donde Camilleri sigue inspirado con un personaje excelente y "La habitación cerrada", un éxito más de Sjöwall y Wahlöö. Además han caído dos novelas ambientadas en Barcelona relativas a épocas paralelas, aunque desde puntos de vista bien distintos, un thriller de abogados y corrupción bastante bien elaborado, una novela policíaca de ambiente rural francés, un clásico de espionaje con sus peculiaridades y el "superventas" del verano que, como comentaré, he llegado a la conclusión de que no es para tanto.

Hasta ahora no había leído nada del barcelonés Andreu Martín y tenía ganas de hacerlo; se trata según cuentan de uno de los grandes de la novela policíaca actual en España y había coincidido con él en la primera de las dos visitas que he realizado hasta ahora a la librería "Negra y Criminal" de la Barceloneta. Me llamó la atención su "Cabaret Pompeya", presentada en artículos y solapas como la gran novela policíaca de Barcelona y de una extensión notable: 625 páginas magníficamente editadas por los madrileños de Editorial "Alevosía". La novela nos presenta tres protagonistas principales, un trío de amigos que inician su relación en un cabaret barcelonés que lleva el nombre que da título al libro, por mucho que el establecimiento quede destruido por una bomba en los primeros capítulos de una novela que se desarrolla en la capital de Cataluña a lo largo de los primeras tres cuartas partes del siglo. Como muy bien han remarcado muchos comentaristas, más que ante una novela policíaca nos encontramos con una genuina novela histórica en la que los personajes van viviendo las distintas etapas de la historia de la Barcelona del siglo XX, desde la semana trágica hasta la muerte de Franco, pasando por la proclamación de la República, del Estat Catalá, el 18 de julio, la guerra y la posguerra, ... a la vez que aparecen a lo largo de la misma nombres tan reales como Martínez Anido, Salvador Seguí "el noi del sucre", Andreu Nin, Lluis Companys, Francesc Layret o Miquel Badía. Se trata de una novela amena e instructiva, pero lo cierto es que no le he terminado de ver la calidad literaria que en la mayoría de las críticas halladas en internet se le atribuye, muy lejos, por ejemplo, del nivel de Juan Marsé, con quien algunos pretenden comparar a Martín, a lo que añadiría que, si hablamos de novela negra ambientada en la ciudad condal, también me quedo, sin ir más lejos, con González Ledesma o Vázquez Montalbán. Por otra parte, el autor toma claramente partido, y aunque nos cuenta con rigor sucesos tan controvertidos como la persecución de los militantes anarquistas y del POUM por los comunistas, creo haber visto unos planteamientos excesivamente maniqueos, cargando las tintas en las maldades de unos para presentarnos a los anarquistas como una especie de héroes idílicos: no digo que no nos cuente la verdad, sólo que la historia la relata con cierto "sesgo". Una novela que se hace demasiado larga, con un tono dramático tremendo y muy bien ambientada.

Había oído hablar con frecuencia de “La máscara de Dimitrios”, una novela escrita por el británico Eric Ambler que fue publicada nada menos que en 1939. Este relato ha sido incluido habitualmente dentro del casillero de las novelas de espionaje, y su autor entre los grandes de un género en el que brillan nombres tan llamativos como John Le Carré o Graham Greene. Tras terminar su lectura mi valoración sobre el escritor citado es positiva, pues el libro me ha parecido un excelente thriller, con el interés añadido de estar ambientado en una época tan apasionante como fue el periodo de entreguerras vivido en la Europa del siglo pasado, desarrollándose la trama en lugares tan variados y significativos como Estambul, Sofía, Belgrado y París. Ahora bien, no termino de ver esta obra como un relato que quepa estrictamente calificar como de “espionaje”, cuando menos en lo que siempre he interpretado como tal, sino más bien como una novela en la que se tratan temas relacionados con el mundo de la mafia y el crimen internacionales. Ambler crea unos personajes principales originales y atractivos; por un lado Látimer, alguien que no es ni policía ni detective, ni siquiera periodista, sino un simple escritor de novelas policíacas que investiga inicialmente unos hechos con el único fin de encontrar argumentos para sus obras y termina jugándose la vida, por otro Mr Peters, un gordo y osado individuo dedicado desde siempre a la intriga y el chantaje. Eso sí, el protagonista principal termina siendo aquél que da nombre al libro: Dimitrios, alguien que paradójicamente no es más que un personaje de referencia, pues la trama se inicia entorno a su cadáver, que ha aparecido flotando en el Bósfóro. La lectura de la novela no da respiro, y a ratos uno tiene la sensación de que más que un relato homogéneo está leyendo diversos episodios sueltos, por mucho que al final todo termine casando adecuadamente. El desenlace, por cierto, está bastante logrado.

En el activo literario del siglo XX destaca una magnífica generación de escritores españoles cuya carrera en el mundo de las letras comenzó durante la posguerra: frecuentemente es en tiempos duros cuando aparecen los grandes escritores y artistas. El premio “Nadal”, que a partir de los años 50 se entregaba cada noche de Reyes en Barcelona, fue uno de los más eficaces puntos de partida de un buen número de nombres ilustres como Miguel Delibes, Ana María Matute, Luis Romero o Carmen Laforet. En 1950 tuvo lugar la sexta edición del certamen, y el premio se lo llevó Elena Quiroga, entonces una jovencísima escritora, con “Viento del norte”, una excelente novela que leí en la primera semana de julio para aprobar por fin una asignatura pendiente desde mis últimos años en Tarragona. Elena Quiroga, fallecida hace años, nació en Santander, aunque se crió en Galicia, por lo que no parece una barbaridad incluirle en la nómina de las grandes aportaciones gallegas a las letras castellanas junto a nombres como Cela y Torrente Ballester. La idiosincrasia, los toques misteriosos del los habitantes y el paisaje de Galicia son sin duda un excelente caldo de cultivo para la literatura y en este ambiente se desarrolla precisamente “Viento del norte”. El relato nos muestra la Galicia profunda de finales del siglo XIX o principios del XX –la autora no concreta la época-con ese ambiente rural donde están perfectamente delimitados y separados los amos de los sirvientes, en el que reinan las supersticiones y se imponen las grandes distancias sociales y culturales, por mucho que también tengan cabida la bondad y la nobleza. El argumento se centra en la clásica historia del señorito cincuentón, dueño de tierras y gentes, que se ha quedado para vestir santos y se enamora de una sirviente que nació, indeseadamente y sin avisar, de una madre soltera, empleada de la casa, que se fue sin dejar recado. La timidez de él y la rudeza de ella, unida a las envidias y maledicencias convertirán el matrimonio en un camino imposible. La historia, un auténtico drama, nos la cuenta Elena Quiroga con un castellano formidable, no exento de giros gallegos, con unas descripciones bellísimas de la naturaleza y una cruda y contundente crítica social a un mundo de pasiones, hipocresías, costumbres ancladas en el pasado y relaciones marcadas por una distribución injusta de bienes y tierras. Me parece absolutamente recomendable.

Hace tiempo que hablo con bastante entusiasmo de las novelas que por los años 60 escribieron el matrimonio formado por Maj Sjöwall y Per Wahlöö; por esta razón me ha sorprendido comprobar que desde la última que leí han pasado nada menos que dos años. Se trata de “La habitación cerrada”, octava entrega de la serie que protagoniza el inspector Martin Beck. El argumento de la novela se desdobla en dos casos criminales: la proliferación de varios atracos a entidades bancarias en Estocolmo y una situación clásica de novela criminal: la aparición de un hombre muerto por disparo en una habitación herméticamente cerrada sin haberse encontrado en la misma arma de fuego alguna. El prólogo de la edición publicada el pasado año por RBA esta firmado por el mismísimo Michael Cónnelly, quien asegura que estamos ante uno de los mejores relatos de la serie; sin ánimo de corregir a tan ilustre personaje, y estando a una altura notable, títulos como “Rosseana”, “El hombre del balcón” o “Asesinato en el Savoy” creo que la superan. Como es habitual en los relatos policiales de Sjöwall y Wahlöö, el libro nos ofrece una intriga bien construida, un personaje creíble, sólido y atractivo y una notable dosis de crítica social, muy en la línea desmitificadora del pretendido estado del bienestar sueco que continuaron autores como Mankell o Larsson, que tienen en aquéllos a sus ilustres predecesores. Se trata de una serie de novelas que nos relatan tramas sencillas y descomplicadas, dentro claro está del misterio propio de este género literario, y nos presentan a unos policías que trabajan con lo que tienen, aún muy lejos de los adelantos que aparecieron posteriormente, como las pruebas de ADN, los medios y archivos informáticos y las técnicas científicas avanzadas. En este libro he descubierto, además, un toque de humor ácido que no recuerdo de las anteriores, y si acaso lo había, no era tan acentuado.

“La verdad sobre el caso Harry Quebert”, escrita por el jovencísimo escritor suizo Jöel Dicker, ha sido el gran “bombazo” literario del año, … e intuyo que de varios años. Puse el libro en mi maleta y lo convertí en el protagonista de mis lecturas veraniegas. Si la novela no viniera acompañada de tanta fama la valoraría como una lectura entretenida y adecuada para sobrellevar el calor y el tedio estivales, pero ante tanto bombo y platillo, no me queda más remedio que opinar que está muy lejos de ser una novela de primer nivel, y que ni se acerca a la trilogía “Millenium” de Stieg Larsson, con quien la han comparado. Es lógico que una novela de intriga contenga sorpresas, giros inesperados y pistas falsas, pero lo que Dicker relata cambia con tanta velocidad que el lector puede terminar agotado, incluso con la sospecha de que el autor está jugando contigo, … incluso he llegado a sospechar que el suizo iba improvisando el argumento conforme lo escribía. Desde mi punto de vista, la historia es artificial y poco creíble y termina siendo un relato excesivo y agobiante. Aunque no soy el único decepcionado por el libro, he encontrado muchas críticas positivas, incluso de algún lector en quien confío y de quien desde luego no cabe sospechar, como si de otros, que se beneficia de alguna comisión o incentivo. Insisto que la narración te “coge”, no lo puedes evitar y admito que, como me indicó la dueña de la librería cuando lo compré, se trata de una novela “diferente”, pero creo que Alfaguara ha hinchado mucho la promoción., … y no vamos a negarle el acierto, pues desde el primer día el libro se ha aupado al número 1 de todas las listas de libros más vendidos: “y lo que te rondaré …”.

Después de que la que pensaba iba a ser la novela puntera de las vacaciones terminara en decepción, hube de acudir a una apuesta segura, por lo que ni dudé en recurrir a Salvo Montalbano; el formidable personaje de Andrea Camilleri es una de las más geniales creaciones de la novela policíaca europea contemporánea y “El ladrón de meriendas” estuvo a la altura de lo esperado. En la referida novela Montalbano se muestra una vez más como un personaje de una fuerza tremenda: entrañable, irónico, vehemente, “tramposo” y con su proverbial “mala uva”. Camilleri construye una trama hábil e inteligente y la sabe resolver con agilidad y ritmo, a la vez que aprovecha para incidir en temas de indudable interés social como la inmigración ilegal, los barrios marginales o el desarraigo, sin que falte el tono irónico habitual y cierto humor negro. En el relato la solución final es lo de menos, Camilleri nos la ofrece pronto y añade a la investigación propia de cada novela del género hechos que dotan de humanidad a los personajes, como es el caso de que Montalbano se plantee por vez primera casarse con su novia de siempre, lidia, conmovido por el desamparo del hijo de una de las víctimas o la noticia de que su padre se encuentra enfermo de un cáncer terminal, sin que falten la referencias gastronómicas de siempre, porque leyendo las historias de Salvo Montalbano no solamente encuentras intriga y entretenimiento, sino que frecuentemente se te hace la boca agua.

Llevaba dos veranos incluyendo en mi maleta “Habitaciones cerradas”, novela con trama ubicada en Barcelona de la escritora catalana Care Santos, a la tercera ha ido por fin la vencida y he leído de principio a fin este relato de cerca de 500 páginas entretenido y bien escrito. Habría que incluir este libro dentro de un género literario que podríamos definir como “novela folletín”, al estilo de títulos de tanto éxito como “El tiempo entre costuras” y “¿Quién soy yo?”, aunque su éxito y, posiblemente, su calidad no lleguen tan lejos. Santos nos da una visión panorámica de la Barcelona del primer tercio del siglo XX, centrada en la burguesía catalana, pues el núcleo del relato se ubica en la familia Lax, que viven en pleno Paseo de Gracia y tienen una industria textil; la narración va y viene en el tiempo, ya que parte de la investigación de Violeta Lax, descendiente actual de la familia protagonista, desde cuyas averiguaciones la autora se retrotrae a distintas épocas que van desde finales del XIX a los prolegómenos de la guerra civil. La Semana Trágica, el Liceo, la visita del Rey Alfonso XIII a la ciudad condal, la pujanza de los cafés cantantes y el bodevil en los felices años 20, la afición por el espiritismo, … dan un toque histórico a la novela, a la vez que se nos van mostrando las virtudes y defectos de la burguesía catalana. Como recurso literario de cierta originalidad, la autora completa la narración con cartas, noticias y una curiosas descripciones de los cuadros supuestamente pintados por el protagonista. Un libro que entretiene que gustará necesariamente a los aficionados a este tipo de relatos y a los amantes de Barcelona.

Entre las lecturas de este julio de vacaciones no podía faltar un genuino thriller; en esta ocasión escogí “Los 500”, un electrizante relato del joven escritor norteamericano Matthew Quirk. Con novelas como ésta el citado autor no hará méritos para el Nobel de literatura –sin que con tal afirmación le niegue que aquélla esté bien escrita-, pero sí que puede ofrecer una buena solución a quien necesite una lectura de evasión para un fin de semana de relax o una mañana en la playa. El planteamiento argumental es bien sencillo: un joven abogado recién licenciado y sin padrino algunos es contratado por un gran bufete de Washington D.C., un despacho que oculta una actividad oscura y prácticamente delictiva; el relato recuerda mucho a “la tapadera”, una de las primeras obras de John Grisham que llevó al cine Tom Cruise, aunque sea bastante menos elaborada que ésta, pues Quirk no se detiene en tantas explicaciones jurídicas como Grisham y se vuelca del todo con la acción continua. El título hace referencia a las 500 personas más influyentes de la capital federal de USA a quienes los jefes del protagonista, Michael Ford, pretenden controlar del todo.Se trata de una novela que “engancha”, una narración que no tiene interrupciones ni respiros y que se lee con agrado, por mucho que adolece de lo mismo que casi todas las de su naturaleza: es previsible y mucho de lo que ocurre difícilmente creíble, por mas que ya no dudemos que el mundo de las altas esferas tiene corrupción en abundancia.

“Bruno, jefe de policía”, de Martin Walker, fue un libro comprado a ciegas; nadie me había hablado de él y si lo incorporé a mi librería particular fue por la curiosidad de encontrar un nuevo policía de ficción, esta vez ubicado en Francia – aunque curiosamente el autor es inglés- y por esa cierta garantía que ofrece una novela publicada por Mondadori, empresa que no suele editar cualquier cosa. El protagonista es Bruno Courrèges, jefe de la policía local de la pequeña localidad de Saint Denìs, en la región francesa de Perigord, en el sudoeste del país que se ubica más allá de los Pirineos. Precisamente el gran activo del relato es este individuo, un hombre de fuerte personalidad, marcado por el hecho de haber sido educado en un orfanato –su madre le abandonó en una iglesia a los pocos minutos de nacer- y por su intervención como militar en la guerra de los Balcanes, donde tuvo diversas experiencias traumáticas. Courrèges es un personaje querido en su pueblo: entrena a los equipos infantiles de tenis y rugby de la localidad, es cazador y se reune con sus amigos a hacer deporte y cenar. Frente a la importancia de la policía nacional francesa y le “Gendarmerie”, el papel de un policía local es mucho menos relevante, aunque Bruno domina lo que los jefes de éstas denominan el “conocimiento local”. En Saint Denìs no suelen ocurrir grandes cosas, pero la habitual calma queda interrumpida por el atroz asesinato de un anciano de origen argelino a quien han marcado con una esvástica en el tórax. La novela se lee con gusto mientras se nos relata cómo es el mundo rural francés desde el punto de vista de un policía, pero pierde fuerza en cuanto se extiende demasiado en la vida social del protagonista sin que uno observe excesiva habilidad por el autor en darle “vidilla” a la intriga. No obstante, Walker, escritor y periodista con buenas ventas por Europa, ha escrito dos entregas más de las aventuras de Bruno Courrèges que habrá que tener en cuenta si es que se traducen a nuestro idioma. He leído buenas críticas en la red, globalmente es un libro bien escrito y que se “lee bien”, y me llamó la atención el comentario de un lector que ponía como pega el que el personaje protagonista era demasiado perfecto, lo hacía todo bien: no negaré que en general me pareció intuir un cierto maniqueísmo en la narración.

22 de julio de 2013

Oxígeno recuperado



Hay quien tiene sorprendentes teorías sobre las vacaciones; cada cual somos hijos de nuestro padre y de nuestra madre, y nos gusta dedicar nuestros días de asueto de miles de maneras: excursiones a lugares lejanos, deportes de riesgo, cruceros, relax en la playa, recorrer monumentos, ... hay muchas maneras de ejercer nuestra legítima libertad, siempre, como es lógico, con los condicionantes familiares, económicos, profesionales, etc que todos tenemos. Pero si hay algo que tengo claro es que las vacaciones están para descansar, otra cosa es que no todos descansemos de la misma forma; el otro día escuche la tesis de que uno en vacaciones debe de llegar rendido a la hora de acostarse, como una especie de remedio infalible para dormir profundamente y de un tirón ... y es que hay psicópatas para todo. A quien le guste darse un palizón subiendo un "tres mil" o meterse entre pecho u espalda 200 km de bicicleta, que lo haga, incluso no discutiré que a nuestra salud le conviene el deporte, pero, desde mi punto de vista, el descanso necesario, al menos cuando ya has entrado en la nómina de los cincuentones, tiene bastante más que ver con respirar aire fresco, reducir las obligaciones a las esenciales y buscar con afán la paz interior.

Para algunos la montaña es un reto, para otros un motivo para ejercer el liderazgo, ... incluso hay quien la entiende como el sitio donde uno tiene que emular a las cabras sin parar casi bajo pena de excomunión. ¿Qué cada cual haga lo que quiera!, para mí es simplemente un ambiente idóneo en el que descansar y recuperar esa paz del espíritu que tanto necesitamos, la calma exigible para luego continuar enfrentándote con lo que la vida y el trabajo te deparan. He pasado tres semanas en el Valle de Tena; si he de ser sincero no he trasteado demasiado: tan sólo he buscado relajar tensiones y olvidar problemas y, como se verá mañana, he leído mucho. Eso sí, el Pirineo es, sin duda un lugar en el que disfrutar de la belleza, el paisaje y el aire puro. Escuer, Biescas, Gavín, Santa Elena y el Ibon de Piedrafita son ejemplos de esa belleza necesaria. Me reincorporo a la vida normal, a la rutina diaria, y por ello abro de nuevo el foro con mis mejores deseos para todos, espero que ese aire fresco y esa paz interior me ayuden a terminar cuando menos el año ... y mira que anda complicada la cosa ....