30 de septiembre de 2009

La felicidad


"La felicidad es un artículo maravilloso: cuanto más se da, más le queda a uno."

(Blaise Pascal)

Todos queremos ser felices; es posible que cada uno veamos este hecho de manera distinta: ni todos tenemos las mismas aspiraciones, ni nos movemos en los mismos ambientes ni defendemos idénticos ideales. Pero cada uno a nuestro modo deseamos, a veces ansiosamente, unir nuestro camino al de la felicidad. Se puede ser feliz pasando un momento grato entre amigos, contemplando un paisaje bello, disfrutando de la sonrisa y la alegría de un niño pequeño o celebrando un éxito, un aniversario o un acontecimiento, pero éstas suelen ser situaciones pasajeras, puntuales y uno aspira a algo más permanente y de más calado.

La frase de Pascal, un hombre dotado de una inteligencia y una clarividencia especial, puede darnos una de las claves principales: no hay felicidad si la nuestra no la ofrecemos a los demás, no la compartimos. Ser feliz está reñido con el individualismo egoísta, con la acaparación de lo que nos satisface: nuestra felicidad es proporcional a nuestra capacidad para darnos a los demás. Solamente seremos felices cuando deseemos fervientemente que el otro lo sea, cuando antepongamos la satisfacción del más próximo a la nuestra propia.

Es posible que con lo que dice el matemático, físico, filósofo y teólogo francés nos bastara para ofrecer las pistas adecuadas a nuestra incesante búsqueda de la felicidad, pero siempre hay matices, detalles, aspectos a los que seguir dando vueltas.

Me planteo que buena parte de nuestra felicidad depende de lo satisfechos que estemos con nosotros mismos. Y no estoy hablando de conformismo, pues evidentemente uno tiene que tener capacidad de autorreflexión para rectificar sus errores, para limar sus defectos, sino de saber asumir el lugar que ocupamos en el mundo, las capacidades que tenemos y nuestro modo de ser. Porque me parece que mucha insatisfacción viene derivada bien de una rebeldía por no ser o tener lo que nos gustaría, bien de un complejo, frecuentemente injustificado, ante lo que vemos en los demás. No seremos felices hasta que no nos aceptemos como somos, hasta que no seamos capaces de reirnos de nosotros mismos, de andar por la calle sin pensar -ni un segundo- ni en el aspecto que tenemos ni en la opinión que de nosotros tiene el resto.

En una sociedad tan competitiva es fácil caer en la ambición de poseer: dinero, títulos, cargos, coches, propiedades, ... espejuelos que nos ciegan y cuya falta nos produce una ridícula frustración. Habría muchos argumentos para desmontar estos tristes desencantos, algunos tan profundos como la realidad de que al otro mundo nos vamos desnudos y con los bolsillos vacíos y otras mucho más superficiales como la imagen dudosamente elegante de tres señoras taponando la acera con sus abrigos de visón o unos cuantos políticos dándose codazos para afianzar su lugar protocolario en un acto público. En uno y otro de estos ejemplos, una mente cuerda tiene que llegar a la conclusión de la suerte que tiene de no necesitar ni visones ni prebendas para dar gracias a la vida.

He hablado antes de esos complejos ante la excelencia ajena: de esto creo que se bastante, por propia experiencia. Me parece que es un mal que se puede curar con los años, siempre, eso sí, que junto al calendario avance la experiencia y uno la asimile. No hay más que empezar a conocer al personal para ver que todos tenemos nuestra goteras, físicas, psíquicas y espirituales, que nadie es perfecto -ni de lejos-, que quien más quien menos tiene su secreto inconfesable. Puede ser un grave error pretender ser como fulano o como mengano, fundamentalmente porque dudo que eso sea lo que se nos pide: hemos de conformarnos con ser lo que somos y cómo somos, eso sí en nuestra mejor versión.

Hay muchos obstáculos para obtener y mantener la felicidad; además muchas veces el que éstos no merodeen nuestra existencia no depende de nosotros: la enfermedad, la incomprensión, el aislamiento, la ruina económica, ... son circunstancias que pueden ser inevitables. Es entonces cuando nuestra felicidad es puesta a prueba y solemos necesitar algo o alguien que sirva de contrapeso, de apoyo: Dios, que siempre está ahí, que no es un personaje lejano, impasible e implacable, la propia familia, nuestros seres más cercanos y nuestros amigos, quienes lo sean de verdad. Y es que no me cabe ninguna duda que haber encontrado a Dios, contar con El en nuestra vida, saber cuidar, con mayor o menor lejanía según el caso, nuestras relaciones familiares y cultivar la amistad de quienes son nuestros verdaderos amigos -habitualmente pocos y buenos- contribuye a alcanzar la felicidad, algo que hay que compartir, que necesitamos con mayor fuerza conforme pasan los años y que si bien no la podemos alcanzar sólos, siempre tenemos que dar el primer paso.


29 de septiembre de 2009

Despedidas de soltero



El pasado sábado me encontraba en la Estación de Delicias de Zaragoza dispuesto a coger el bus que me llevara a Huesca; al dirigirme hacia la zona donde se encuentra la Estación de Autobuses me llamó la atención la existencia de buen número de gente, todos ellos varones con excepción de una chica que, era lo llamativo, estaba vestida de baturra. Me sorprendió ya que aún faltan unas semanas para las fiestas del Pilar y, más aún, cuando comprobé que la moza llevaba una pañuelo tapándole los ojos a modo de la "gallinita ciega". Cuando llegué a la altura del grupo comprobé que en realidad todos eran varones y que "ella" no era más que un sujeto rudamente disfrazado: estaba pasando por el escenario de una despedida de soltero.

Una vez instalado en el anden a la espera de la llegada del vehículo de "Alosa" volvieron a aparecer los "festejantes" llevando a su "víctima" a lo largo de aquél mientras le iban haciendo pequeñas faenas como levantarle las faldas, tocarle su parte delantera, generosamente fingida y otras gracias.

No es la primera vez que contemplo espectáculo semejante y aún estoy a la espera de ser testigo de un montaje de esta naturaleza con un mínimo de buen gusto; parece que siempre hay que caer en los mismos tópicos y recurrir a la sal gorda, a la vulgaridad y a la grosería más ridícula y desagradable. A lo mejor lo que me pasa es que me he vuelto mayor, que todo podría ser, y voy perdiendo sentido del humor, aunque en esto del humor pienso que hay grados y matices importantes y, sobre todo, unos límites que no resulta mínimamente elegante traspasar.

No pretendo entrar en cuestiones morales, pues no creo que el problema radique en problemas éticos, sino que más bien es una cuestión de estética: espectáculos como el relatado resultan, en mi opinión, patéticos y, cuando menos, horteras. Tal vez también nos encontremos ante un problema cultural, de formación puramente humana: cada despedida de soltero parece que rivaliza en falta de imaginación, como si quienes la organizan carecieran de recursos para montar algo mínimamente simpático que vaya más allá del monotema.

Tengo que reconocer que ni soy un gran conocedor del tema ni tengo experiencia en el mismo; la única a la que he asistido -por llamarla así- se limitó a unas copas entre amigos. Por esta razón tengo que incluir una clausula excluyente de toda generalización, pues supongo que existirán despedidas simpáticas e imaginativas. Pero lo que he visto hasta ahora por la calle en esta materia ha sido pura exhibición basta y chabacana.




28 de septiembre de 2009

Lo que va de semana a semana



He decidido no crearme la obligación de hacer una crónica del partido del Zaragoza cada lunes -o domingo-, posiblemente empujado por la intuición de que estamos ante una temporada en la que no habrá excesivas alegrías. Por eso me limitaré a abrir alguna entrada ocasional que globalice mis impresiones sobre el devenir de mi equipo.

El pasado domingo, tras ver a mi equipo, acabé completamente decepcionado y con la idea de que este año podíamos estar en segunda ya en Navidades; habíamos perdido contra el Real Valladolid, uno de los conjuntos más flojos de la categoría y se había dado una imagen penosa: defensa de mantequilla, incapacidad de dar pases certeros y ataque capitidisminuido. Está claro que los futboleros nos dejamos llevar, para lo bueno y para lo malo, demasiado por los impulsos del corazón.

Me enfrenté al partido que jugamos el jueves en "El Molinón" como si el Sporting fuera el Liverpool, es decir, con los peores presagios. A la hora de la verdad el equipo jugó un aceptable partido y estuvo más cerca de la victoria que de la derrota, aunque el empate final me supo a gloria.

El Getafe se presentaba ayer en La Romareda como un rival temible, había barrido del campo el miércoles al poderoso Valencia y cuenta en sus filas con jugadores del nivel del Cata Díaz, Casquero, Pedro León, Albín, Soldado y Manu del Moral. Eso sí, había dos circunstancias que me llevaban a un cierto optimismo: que no veo a Michel como un entrenador sólido y el hecho de que los equipos no excesivamente punteros tienden a relajarse tras un buen resultado, es lo que paradójicamente le pasaba al Zaragoza hace unos años cuando visitaba el Coliseo Alfonso Muñoz y ayer le ocurrió al equipo getafense.

La crónica del partido, ganado brillantemente (3-0) por el Real Zaragoza se puede encontrar en muchos otros lugares de la red, aquí solamente quiero resaltar tres cuestiones, tres conclusiones a las que llegó tras ver como tras la tempestad viene la calma y los mismos que pensábamos hace ocho días que el equipo estaba de capa caída, respiramos tranquilos y hemos recuperado la esperanza.

En primer lugar hay que valorar la virtud de Marcelino al recuperar a unos jugadores que había desechado durante el verano; la presencia en los laterales de Pulido y Paredes, a quienes la directiva se ha pasado los meses de julio y agosto intentando colocar por toda España, ha dado poso a la defensa. A mí personalmente Pulido siempre me ha parecido un defensa válido, tanto en Getafe como en Almería, sus anteriores destinos, hablaban muy bien de él y creo le ha perjudicado el lamentable fallo que tuvo en Castellón la temporada pasada y que pudo costarnos el ascenso.

En segundo lugar quiero referirme a la eclosión de Abel Aguilar; el colombiano, que ha llegado a Zaragoza sin hacer excesivo ruido, comenzó la temporada mostrándose en exceso lento y desubiucado, pero tanto en Gijón como ayer estuvo hecho un coloso, mandó en el campo como nadie y consiguió un total de tres goles. Hay quien le empieza a comparar con el gran Gustavo Poyet, demasiado me parece, pero si se acerca al uruguayo habremos ganado un auténtico jugador emblemático.

Finalmente quiero resaltar la reaparición de Ewerthon; la grave lesión de Uche, la falta de gol de Arizmendi -un hombre que hace un trabajo digno de elogio- y la incapacidad de los directivos para encontrar repuestos han convertido al brasileño en un jugador imprescindible: hoy por hoy es nuestro único delantero con gol. Las desavenencias con la directiva no pueden impedir que juegue de titular, entre otras cosas -y fundamentalmente- porque si lo impidiera el principal perjudicado sería el club. Ayer jugó 15 minutos y fabricó el terecr gol con una asistencia digna de un crack.

En fin, que ya no hay nubes y el futuro se presenta mucho más animante, eso sí siempre que tengamos los pies en el suelo y se siga trabajando seriamente y con humildad, algo que con Marcelino García Toral está casi garantizado.


26 de septiembre de 2009

Homenaje al futbol gran canario



El fútbol que se jugaba en España cuando yo era pequeño no tenía, ni de lejos, el glamour de lo que hoy llaman "la liga de las estrellas"; no se permitía la presencia de jugadores extranjeros y los dos equipos de Madrid y el F.C. Barcelona se repartían la hegemonía con mimbres nacionales: Amancio, Pirri, Velázquez, Fusté, Gallego, Sadurní, Adelardo, Luis, Gárate, .... El Athletic de Bilbao y el Valencia aparecían de vez en cuando y gente como Arieta, Uriarte, Sol o Paquito también sonaban, el Zaragoza mantenía el último esplendor de los magníficos y la Real comenzaba a crear escuela tras un paso por 2ª División.

Pero entre los fijos de la categoría de oro había un equipo que jugaba al fútbol de maravilla y con un estilo tan propio como distinto al resto: la Unión Deportiva Las Palmas, que en los últimos años de la década de los 60 tuvo su época dorada y llegó a ser subcampeón de Liga en la temporada 1968-69. El equipo canario jugaba un fútbol pausado, elegante y ofensivo que hizo las delicias de sus aficionados y de todo aquél a quien gustaba el buen fútbol durante unos cuantos años.

El gran artífice de este equipo fue Luis Molwny, un hombre que figura en la gran historia del fútbol español por muchos motivos: fue un jugador excepcional en la plantilla del Real Madrid que conquistó 5 copas de Europa junto a fenómenos de la talla de Di Estéfano, Gento, Kopa, Puskas y Héctor Rial, compartió con Miguel Muñoz y Salvador Artigas los galones de seleccionador nacional en una breve etapa de transición e hizo de apagafuegos con el Real Madrid en diversas ocasiones, siempre con un éxito excepcional y consiguiendo una Liga y una Copa. Pero Molowny también está en el cuadro de honor del fútbol por haber construido como director técnico y dirigido como entrenador (1967-1970) al mejor Las Palmas de su historia.

Cuentan que enfrentarse al Las Palmas siempre era algo especial, y no solamente porque los partidos eran nocturnos y porque en aquella época acudir a las islas afortunadas ofrecía la oportunidad de compras baratas, sino fundamentalmente porque saltar a disputar un encuentro en el estadio Insular era hacerlo ante una afición distinta y frente a un equipo especial. Los amarillos imponían un fútbol de lujo, con un ritmo cadencioso, como una continuo vals sobre el césped en el que quien lo baila domina absolutamente la técnica de esa danza.

El Las Palmas de entonces tenía tres jugadores -todos de la isla de Gran Canaria- que destacaban por encima de todos y, curiosa y dramáticamente, dos de ellos fallecieron prematuramente, cuando aún estaban en activo. Quien más me gustaba de todos era "Juanito" Guedes, un medio volante de la época alto y moreno, que llegó a ser titular de la selección española y aportaba un gran despliegue físico, pero sobre todo una gran clase y el manejo de una zurda de oro. Guedes falleció a consecuencia de un cáncer el 9 de marzo de 1971 cuando solamente contaba 28 años de edad. También era habitual en el equipo titular de la selección española (22 partidos) el central Tonono; Antonio Alfonso Moreno, así se llamaba, era un central con buena técnica, de esos que abundaban entonces -Violeta, Zoco, Glaría, José Manuel, ...- y sabían sacar el balón jugado, subir al ataque más allá de los corners y dominar el área casi con la mirada. El juego sereno de Tonono era imprescindible tanto en su equipo como en la "roja"; Tonono era un ejemplo de deportividad y "fair play", con una alta capacidad técnica y gran colocación. Su precisión en el corte y el pase le ganó el apodo de el Omega (preciso como un reloj suizo). Tonono falleció a los 31 años víctima de una infección vírica fulminante apenas una semana más tarde de disputar su último partido.

El tercer mosquetero canario fue Germán, un auténtico prodigio técnico; Germán Dévora era un interior izquierdo de lujo, un "10", número mágico que han portado fenómenos como Pelé, Overtah, Maradona o Antognoni; en España había entonces unos cuantos "10" de primera fila: Velázquez, José María, Villa, Marcial, Alberto, ... Germán tenía una gran técnica y visión de juego, con un cambio de ritmo prodigioso que desconcertaba al contrario, facilitado por su habilidad para regatear en un palmo de terreno o simplemente con un quiebro de cintura. De juego afiligranado y espectacular, era a su vez práctico y eficaz en el juego colectivo. Estaba dotado de unas cualidades excepcionales para medir el "tempo" del partido, organizando todo el juego de su equipo; a la vez que tenía cierta facilidad para el gol. Fue internacional en cinco ocasiones.

La U.D. Las Palmas tenía por supuesto otros jugadores que pusieron su granito de arena en los triunfos y en el buen juego de los canarios. Los porteros que se alternaban en la meta amarilla, Ulacia y Oregui, eran vascos, como demostración de que la mejor cantera de guardametas se encuentra en esa tierra. En el lateral derecho jugaba Aparicio hasta que apareció Martín Marrero, un rápido y peleón de quien aseguran que fue el primer "carrilero" del fútbol español, siendo cuatro veces internacional con la absoluta. En el lateral izquierdo jugaban José Luis y Hernández. Otro de los jugadores clave en el equipo era Castellano, que compartía con Guedes la línea de volantes; Castellano, que fue dos veces internacional, era un jugador más defensivo que su compañero, pero también estaba dotado de la buena técnica habitual enlos jugadores canarios. Tenía buen disparo y remataba bien de cabeza, aunque por encima de todo su gran virtud era la regularidad.

También tenían su popularidad entre los aficionados de la época los dos Gilbertos, I y II; Gilberto II, también llamado en el mundo futbolístico Justo Gilberto era un interior derecho de gran fuerza y con buen disparo; era un centrocampista trabajador y ofensivo, algo que en el futbol de hoy en día parece incompatible, pero de lo que entonces había bastantes ejemplos, como el "magnífico" Eleuterio Santos, también canario por cierto, el valencianista Pepe Claramunt, el atlético Irureta o Juan Manuel Asensi,un zurdo puro que pasó del Elche al Barça. Gilberto I era un extremo zurdo con más técnica y regate que velocidad, pero que se hizo con el número 11 de los canarios prácticamente en propiedad. El extremo derecho era León, rápido, vertical y con capacidad goleadora, mientras que el ariete José Juan, un delantero centro peleón y oportunista, completaba la delantera. El fornido central Oscar, el volante Niz, el extremo Bosmediano y los jóvenes Melián, Trona, Estevez y Pepe Juán completában, entre otros, un plantel de la casa y brillante.

Años después la Unión Deportiva tuvo otro equipo competitivo, en el que aún quedaban unos cuantos de los jugadores citados y cuya calidad se veía intensificada por cuatro jugadores argentinos, todos ellos internacionales con la albiceleste, que fueron llegando al club en años sucesivos; el primero en llegar, en 1973, fue el meta Daniel Alberto Carnevalli, que tras haber jugado en Rosario Central, Atlante y Chacarita Juniors, cubrió toda una época del club, al año siguiente llegó Enrique Wolf, un lateral derecho que había jugado en Racing y River y que el mister francés Pierre Sinibaldi reconvirtió a interior que tras deslumbrar en el Insular acabó triunfando también en el Bernabeu con la elástica merengue; posteriormente llegaría Carlos Manuel Morete, un goleador de River que además de por sus goles se hizo célebre por jugar con las medias bajadas y finalmente, en 1976, llegaría el maestro Miguel Angel Brindisi, posiblemente el mediocampista argentino con más clase de su época, que llegó del Huracán. El fútbol de todos estos jugadores empujó a la Unión Deportiva a otra época de triunfos que culminó con la Final de Copa del Rey que jugó y perdió contra el Barça de Cruyff en 1978.



En la actualidad el Las Palmas está encallado en la 2ª división, parece que corren tiempos mejores en la isla vecina de Tenerife que, de nuevo en 1ª, ya no vive sólo de las Ligas que le impidió ganar al Real Madrid y del magnífico fútbol de la época de Jorge Valdano, cuando brillaba Fernando Redondo y, en torno a él, Antonio Mata, Quique Estebaranza, Felipe Miñambres, Ezequiel Castillo, Dertycia, Chano, Juan Antonio Pizzi y unos cuantos más. Pero hoy había que hablar de la Unión Deportiva.


25 de septiembre de 2009

Puesta de sol



Una de las cosas que más paz me ha dado siempre es una puesta de sol cerca del mar; las circunstancias de la vida me han permitido tener acceso a esta experiencia durante 22 años, los que estuve en Tarragona. Ahora el mar queda lejos y uno no puede evitar pensar si en su día supo aprovechar la ocasión; de cualquier manera ahí quedan los momentos vividos, impresos en la memoria.

Y es que a veces necesitamos paz, y para ello optamos por huir; la cercanía del mar, la soledad del ambiente y una visión esplendorosa te ofrecen la posibilidad de apoyar el descanso del alma, agitada por los acosos de la vida, por la rutina que agobia, por la ansiedad, la incomprensión o, incluso, por nuestras propias contradicciones. En ocasiones buscamos la soledad, la necesitamos, y frente a esa maravilla de la naturaleza somos capaces de sacar fruto incluso de nuestro propio individualismo.

Pero una puesta de sol, como un paisaje de montaña o el sendero que bordea un rió pirenaico, te permite llegar más lejos, comprender que es imposible una estampa tan bella y tan perfecta sin una inteligencia capaz de crearla, por eso la naturaleza te puede acercar a Dios, quien aportará a esa paz interior -y exterior- de la que hablaba el complemento de lo profundo, lo arraigado, lo eterno.


La enfermera del "Clínico"

Hace poco más de tres años me tuvieron que hacer un cateterismo; había sufrido un "infartillo" y los médicos consideraron adecuado trasladarme de Huesca a Zaragoza para que me practicaran esa intervención que facilita la limpieza de las arterias y, con ello, la fluidez de la circulación. En el Hospital Clínico de la capital aragonesa, desarrolla su trabajo uno de los médicos más entendidos de la materia, un auténtico pionero en este tipo de operaciones.

La intervención fue rápida y eficaz, duró unos veinticinco minutos y su resultado todo un éxito: dos "stens" implantados y de regreso inmediato a Huesca. Con ellos sigo funcionando a pesar de que debería hacer más deporte y caer menos en la "tentación de la croqueta y derivados". El día anterior me habían hecho firmar un papel en el que asumía todos los riesgos de esta intervención, aunque acudí a ella sin especial temor, fundamentalmente porque me habían asegurado que en un paciente más o menos joven y sano -dentro de las circunstancias- aquéllos eran casi inexistentes.

Pero el recuerdo que me ha quedado es mucho más sencillo, mucho más accidental; en quien más me fijé fue en una enfermera -tal vez se trataba de una auxiliar- que formaba parte del numeroso grupo de personas que ayudaban al médico con tareas mecánicas; mi recuerdo de los momentos inmediatamente anteriores a la operación -que viví sedado y semiconsciente- es el de un trajín enorme, el de varias mujeres vestidas de verde "quirófano" que me colocaban con una rapidez y una precisión notables en situación de recibir en mi cuerpo ese catéter que te introducen en las proximidades de zonas inconfesables. Pero por encima de todas había una en la que no pude evitar fijarme, cuya presencia hizo desaparecer los pocos residuos de tensión que llevaba; dicha enfermera era rubia y se recogía el pelo en una coleta, pero por encima de todo me llamó la atención el interés que ponía, la expresión de absoluta concentración en su trabajo que percibí en su cara, en la posición de su boca y de sus ojos, la clara conciencia que transmitía de estar bien responsabilizada de que allí cada cual debía poner los cinco sentidos en aras del éxito final. Bien es cierto que el doctor en cuestión tiene fama de exigente, incluso de voceras y a fe que lo percibí, pero no creo que su postura se debiera a temor reverencial alguno, se intuía una voluntad sincera. Era joven y era muy guapa, lo recuerdo perfectamente ... puede que todas pusieran el mismo interés ... ¡seguro!, pero yo me fijé en ella.


N del A: He tenido que cambiar el título y pàrte del contenido de mi entrada al informarme quien fue testigo del evento que la operación fue en el Clínico y no en la "casa grande" ... a veces uno ignora hasta su propia historia ... que hispánico es esto.

23 de septiembre de 2009

El chófer de Einstein














Cuenta una leyenda que en los años 20, tras publicar Einstein la teoría de la relatividad, el insigne profesor fue invitado a dar conferencias en decenas de universidades europeas.

Pusieron a su disposición un auto con chófer y durante un año recorrieron las principales facultades de Europa; en cada conferencia Einstein explicaba en el estrado mientras el chófer, en primera fila, esperaba que finalizara.

Después de varias semanas de viajes y sesiones, cuando se dirigían a un remoto lugar del continente Einstein comentó al conductor lo aburrido que le resultaba repetir lo mismo cada día; el chófer, sin apartar la mirada de la carretera, respondió: «tengo una gran memoria y he oído su conferencia tantas veces que podría repetirla palabra por palabra, incluidas las fórmulas, como nunca nadie hace preguntas creo que, si quiere, puedo darla por usted sin ningún problema».

El conductor expuso con pleno acierto la clase que tantas veces había oído a repetir a Einstein; pero la crisis estalló cuando al final se escuchó una voz desde el fondo de la sala: «profesor Einstein quisiera que me explicara con detalle el significado de los términos de la ecuación número 3, la que está arriba, a la izquierda de la pizarra».

El chófer titubeó sólo un instante y replicó: «Me extraña que me haga usted esta pregunta. Esta ecuación es tan fácil que incluso mi chófer, aquí presente, se la podrá explicar».


Y es que uno, frecuentemente, se siente como el chófer de Einstein; muchas veces me veo como un ignorante e inexperto, eso sí voluntarioso, que solamente es capaz de repetir lo que ha aprendido de otros. Tal vez la clave está, por un lado, en asimilar esas enseñanzas y sumar convencimiento y, por otro, tener esa capacidad de reacción que posiblemente tuvo el chofer de Einstein, él sabía bien quien era y no se pensaba el ombligo del mundo: el mérito de su conferencia continuaba siendo del físico norteamericano.


"Black is black", Los Bravos (1966)



"Los Bravos" fueron el primer grupo español cuyos discos tuvieron auténtica repercusión internacional, algo que comenzaron a conseguir con la que, sin ningún género de dudas, fue su tema más importante, "Black is black". Por supuesto que no es su única canción y quienes teníamos mínimo uso de razón por aquella época recordamos otros temas cono "Los chicos con las chicas", "La motocicleta" o "Bring A Little Lovin". No obstante, "Black is black" logró lo que nadie había conseguido en nuestro país ser un auténtico éxito internacional, llegando al número 2 de la lista de ventas del Reino Unido y al número 4 en Estados Unidos; la canción fue versionada al francés e interpretada por Johnny Hallyday con el nombre de "Noir c´est noir".

Parte de la enorme fuerza de "Los Bravos" venía de la enorme voz de su vocalista, el alemán Michael Volker Kogel, que luego andaría en solitario con el nombre artístico de Mike Kénnedy y quien a pesar de su nacionalidad usaba un inglés perfecto. El guitarrista, Antonio Martínez y el teclista, Manuel Fernández Aparicio procedían del grupo Los Sonor, mientras que el bajista Miguel Vicens y al batería Pablo Sanllehí tocaban junto al propio Michael en Mike and The Runaways.

Muchos fueron los grupos españoles que deambulaban por el panorama musical de los años 60: Los Brincos, Los Pasos, Los Sirex, Los Mustang, Los Salvajes, Los Ángeles, .... pero ninguno consiguió llegar tan lejos como estos bravos que, a pesar de su éxito, acabaron disolviéndose cual azucarillo.


20 de septiembre de 2009

Esas actrices simpáticas (2)



La escena, y aquí incluyo cine, teatro y televisión, de la segunda mitad del siglo XX -y parte de la primera- tuvo entre sus protagonistas algunas actrices más que las que mencionabaa hace dos días. Tendría que alargarme muchísimo para hablar de todas y me conformaré con referirme a un par más.

Al hablar de las grandes damas, sin quitar una letra, de la escena española no podía faltar el nombre de Rafaela Aparicio, otra de aquéllas que prácticamente nació y murió en un escenario: 90 años de una vida dedicada a entretener, y de qué manera¡, a los demás. A Rafaela Aparicio se la encasilló muchas veces en el papel de chacha, pero sus condiciones iban mucho más allá de este cliché; evidentemente, tenía un físico y un timbre de voz que podían condicionar enormemente los papeles que le tocaban, pero ante todo era una actriz como la copa de un pino y sabía dar, cuando era preciso, un tono auténticamente serio y dramático a sus interpretaciones. Es llamativo lo que su marido, el también actor Erasmo Pascual, decía de ella: «es la única actriz a la que pagaban por ser como era», y efectivamente, si algo destacaba de manera especial en Rafael era su espontaneidad, la misma que un día la llevó a declarar, orgullosa, que «Pedro Almodóvar se ha interesado por mí y quiere que ruede con él, pero yo no hago cosas indecentes».

Estuvo casi 60 años interviniendo en películas, desde su primera intervención en la legendaria "Nobleza baturra" (1935) hasta su papel en "Oh cielos", de Ricardo Franco, en 1994. Su importancia como actriz fue aumentando con el tiempo y son inolvidables sus papeles en películas como "El último cuplé" (1957), dirigida por Juan de Orduña, "Atraco a las tres" (1962) de José María Forqué, "Historias de la televisión" (1965), de José Luis Sáenz de Heredia, "Los chicos del Preu" (1967), de Pedro Lazaga, "El extraño viaje"(1967), de Fernando Fernán Gómez, "Las Ibéricas F.C." (1971), de Pedro Masó, "Ana y los lobos" (1973) y "Mamá cumple cien años" (1979), de Carlos Saura, "Cara de acelga" (1986), de José Sacristán, "La vida alegre" (1986), de Fernando Colomo y "El mar y el tiempo"(1989), dirigida por Fernando Fernán Gómez y por la que ganó un premio Goya.

De sus papeles en televisión cabría igualmente hablar mucho, aunque yo me quedo con tres intervenciones: la que tuvo en "Historia de la frivolidad" (1967), uno de los primeros guiones de Narciso Ibáñez Serrador en nuestra tele, realizado junto a Jaime de Armiñán y con música de otro de los incombustibles de la época: Augusto Algueró; la película estaba formado por una serie de sketches y Rafaela intervenía en uno que protagonizaba una llamada "Liga Femenina contra la Frivolidad" junto a Irene Gutiérrez Caba , que era la líder, Lola Gaos, Pilar Muñoz y Margot Cottens; todas ellas entonaban una canción que aún recuedo: "Somos puritanas, hermanas [...]. Usamos tijeras, usamos tinteros […]. Cortamos, rompemos, echamos borrones, […] bajamos las faldas, subimos escotes, usamos sombrero, quitamos la injusticia en el mundo entero.". Célebre igualmente su papel de criada de la casa de los Martínez junto a Florinda Chico y el de tía soltera en "La tía de Ambrosio", junto a Luis Morris.

Pienso que Rafaela Aparicio se ha convertido en uno de los eprsonajes más entrañables, al menos de los "chusmetas" que disfrutamos con la vieja televisión y el cine "de consumo".

Incluyo a Maria Isbert aquí y no sabría decir la razón principal, fundamentalmente porque me cae bien y porque pienso que sus interpretaciones están cargadas de fuerza y naturalidad. Es hija del gran Pepe Isbert, quien ya tuvo su momento de gloria en este modesto rincón de la red, y posiblemente, además de la vocación artística, heredó de su padre ese aire medio "coñón" medio socarrón que le caracteriza.

En cine ha intervenido en películas tan célebres como "la Lola se v a los puertos" (1947), de Juan de Orduña, "Currito de la Cruz" (1949), de Luis Lucia, junto a su padre, "Viridiana" (1961), de Luis Buñuel, "No desearás al vecino del 5ª" (1970), de Ramón Fernández un auténtico ejemplo del cine de la época que batió records de recaudación, "La guerra de papá" (1977), de Antonio Mercero, basada en una novela de Delibes, "Tiempo de silencio" (1986), de Vicente Aranda, sobre el libro del mismo título de Martín Santos, "El bosque animado" (1987), de José Luis Cuerda, sobre la novela de Fernández Florez y "La ciudad de los prodigios" (1999) de Mario Camús, también con el antecedente literraio de Eduardo Mendoza. También trabajó con su padre en tres de sus actuaciones maestras: "El cochecito", "El verdugo" y "La gran familia".

María Isbert también frecuentó la pequeña pantalla; tengo recuerdos vagos de sus intervencónes pero uno muy concreto: un capítulo de "Crónicas de un pueblo" en el que ella interpreta a una soltera del pueblo; una noche un individuo vestido con una trenka es visto entrar por la ventana de su casa, destando las habladurías de todo el pueblo. Al final quien había entrado por vía indebida era la propia María Isbert, que tenía esa prenda de abrigo y se había dejado las llaves en su casa.

Y, desde luego, cuando la han entrevistado María isbert siempre me ha parecido, por encima de todo, una señora.

Cabría hablar de otras actrices, como Isabel Garcés, una mujer con una expresividad espectacular, graciosísima, que se hizo popular en las películas de Marisol, la niña prodigio del momento, y de quien recuerdo una interpretación magistral en una pequeña obra teatral de la tele en la que interpretaba a una señora que vendía chucherías y tabaco en un carrito, al regresar a su casa se encuentra con la inesperada visita de la muerte que viene a llevarse a su marido, viejo y enfermo, que interpreta otro gran cómico, Erasmo Pascual, marido precisamente de Rafaela Aparicio; Isabel Garcés mantiene un diálogo delicioso con tan siniestra visitante, a quien llama "Carmencita" porque le parece muy fuerte llamarla "Doña Muerte" y le convence de que es mejor que se la lleve a ella; al final la parca se compadece y les deja a los dos seguir viviendo. Y cabría hablar de Guadalupe Muñoz Sampedro, Julia Caba Alba e incluso algunas menos cómicas como Luisa Sala y Asunción Villamil, a quienes nunca nos cansamos de ver en la tele, y mira que salían.



19 de septiembre de 2009

Mary Travers



Cuando en el obituario de la edición de ayer de "El Mundo" leí que había fallecido Mary Travers me pasó como imagino les habrá pasado a la mayoría de quienes hayan leído el titular del post de hoy, me quedé como estaba; pero mi reacción fue distinta cuando comprobé que la tal Travers no era otra que la guapa rubia de Peter Paul and Mary, entonces comprendí que nos había dejado un personaje importante en la historia musical de los años 60.

Hasta mediados los 70, es decir bastante después de que el grupo se disolviera, Peter, Paul and Mary no eran para mí sino un nombre más de entre los intérpretes de quienes oía hablar con admiración en los programas musicales de la televisión de la época, tales como Bob Dylan, The Shadows, The Mamas and the Papas, Nancy Sinatra o Wilson Pickett: sabía de su existencia pero nunca había oído ninguna de sus canciones, y si lo había hecho no habían dejado huella en mi recuerdo, con la única excepción del "Blowin' In The Wind" de Dylan que, por cierto, también interpretó el trío neoyorquino.

Pero durante el curso en el que estudiaba cuarto de carrera llegó a mis manos un viejo LP del grupo y con ellos descubrí las virtudes del folk; recuerdo que el vinilo recogía los grandes éxitos del trío: "Tell it on the Mountain", "Lemon Tree", "Puff (The Magic Dragon)"Five hundred miles", "Oh, Rock My Soul", "If I Had a Hammer (The Hammer Song)"Where Have All the Flowers Done" y unas cuantas más. Me ocurrió lo que me sucede en ocasiones, y es que unas canciones, unos intérpretes entrana formar parte de la rutina de cada día y no puedo pasar sin escuchar en algún momento sus melodías. Con el tiempo, etsa dependencia cesó, pero Peter, Paul and Mary pasaron a formar parte de mi música de cabecera.

Pablo Gil en su recuerdo del referido diario afirmaba que Mary Travers "era una presencia angelical en una escena de trovadores bohemios que, desde las cafeterías de Greenwich Village, puso de moda en el mundo occidental el poder de las canciones sencillas, desnudas y llenas de contenido".. Magnífica definición de lo que es el folk; Bob Dylan, Pete Seeger, Joan Baez, ... forman junto a Mary Travers, Peter Yarrow y Paul Stookey parte del olimpo de esta música popular.

Peter Paul and Mary hicieron una versión excelente de "Blowin' In The Wind", así como de dos grandes temas de Seeger: "If I had a Hammer" y "Where Have All the Flowers Done", de Pete Seeger, auténticos himnos en contra de la guerra de Vietnam y en favor de los derechos civiles; no obstante, su gran éxito fue "Lemmon Tree", de su primer álbum llamado sencillamente "Peter, Paul and Mary" y publicado en 1962, tema que se mantuvo siete semanas en el puesto número 1.

"Leemon tree" estaba en mi lista de pendientes desde hace meses; con el triste motivo del fallecimiento de uno de los miembros del grupo que cantó el tema se presenta la ocasión de incluirlo en este rincón junto a alguna más.













18 de septiembre de 2009

Cuestión de educación

Una de las noticias recurrentes de la semana ha sido la agresión sufrida por la Directora del Colegio "Loyola de Palacio" de Vallecas por parte del padre de un alumno; al parecer el papá de la criatura le dio un auténtico "upercut" a la máxima autoridad del centro, quien ha llegado a afirmar que "si no me encierro, me mata".

No voy a entrar en demasiadas valoraciones sobre el caso concreto, ni siquiera acerca del problema de la autoridad de los profesores así como de determinadas actitudes de algunos padres que, con demasiada frecuencia, reaccionan como auténticos "cabestros"; ya se ha tratado el tema en lares vecinos y por personas con mucha más experiencia y autoridad que yo. Me quiero limitar a aportar una consideración que se me ocurre a raíz de noticias como ésta: independientemente de otras cuestiones que evidentemente laten tras hechos como el que nos ocupa, pienso que en lo ocurrido trasluce algo que se repite en estos momentos en muchos ámbitos de nuestra sociedad: falta educación y respeto hacia el otro.

La agresión comentada, por supuesto, es algo más que una falta de respeto, es una infracción delictiva, un ataque directo y brutal a una persona y a lo que ésta por su cargo representa, pero en el fondo no sería de extrañar que el problema radique en que el agresor es incapaz de plantear sus reivindicaciones de forma mínimamente correcta, nadie le ha enseñado, ni se lo plantea. Estoy seguro de que el padre violento estaba plenamente convencido de que le asistía la razón, pero su actuación agresiva, de la que al menos interiormente estará seguramente arrepentido, intuyo que no se debió a que perdiera el control, sino a que ya llegó al centro con una actitud inadecuada: sin educación ni respeto, "dispuesto a lo que sea" ... menos a razonar.

Hemos perdido la medida a la hora de protestar, criticar y reivindicar. Los ciudadanos somos cada vez más conscientes de nuestros derechos, y eso es bueno; y por supuesto, tenemos todo el Derecho a reclamar, a pedir explicaciones a quien está obligado a darlas y a ejercer una sana y necesaria crítica. Pero con frecuencia nos pierden las formas y no sabemos reivindicar sin recurrir al ejercicio de desacreditar o utilizar el método del insulto.

A la hora de acudir a protestar a un centro u oficina, público o privado, es frecuente que quien lo haga pierda los papeles o mantenga actitudes chulescas y provocadoras. Es verdad que hay situaciones, especialmente por parte de la Administración, que pueden hacer perder los nervios y que esa chulería también existe a veces en quienes deberían ser mejores servidores públicos, pero no estoy reivindicando la desaparición de la capacidad de quejarse, del derecho a exigir lo que corresponde y a criticar lo que está mal hecho, sino el que se manifieste todo ello con la educación debida. Y en el concreto ámbito de la educación, lees noticias y escuchas relatos que acreditan que tal vez habría que empezar a plantearse devolver a la escuela a más de un padre y más de una madre.

Y otro ámbito donde también se observa un evidente problema de educación es el de la crítica; no hay más que entrar en muchos foros de internet, escuchar determinadas llamadas a programas de radio o leer los comentarios de algunos lectores en las ediciones digitales de los periódicos para comprobar como las palabras respeto, tolerancia y mesura han desaparecido del diccionario de unas cuantas personas. Parece como si no fuera posible resaltar el desacuerdo con una decisión, la crítica a una persona o a una actuación sin recurrir al insulto, a la descalificación o al desprecio más absoluto. En ocasiones cierta acidez en la crítica es hasta saludable, pero para hacerlo hay que tener una sutileza y una finura de la que algunos carecen. Claro que en internet la falta de respeto viene con frecuencia aderezada por la cobardía de insultar amparado en el anonimato.

Repito, pienso que nos hemos aficionado demasiado a la táctica del caballo en la cacharrería, que a veces funcionamos sin mirar a los ojos del otro, es decir, sin caer en la cuenta que es una persona, así, como nosotros.

Foto: www.abc.es


16 de septiembre de 2009

Estimado Alzheimer



No se si se debe a que antes nos fijábamos menos, a que ahora el personal vive más años o a que vivimos en un mundo en el que contrastan los enormes avances en la curación de las enfermedades con el desarrollo de nuevos males que afectan a la humanidad. La realidad es que uno se encuentra cada vez con mayor frecuencia con personas, a veces no excesivamente mayores, que padecen enfermedades mentales del como el Alzheimer, la demencia senil y otras que tienen como común denominador el que les van apartando de la realidad, frecuentemente hasta dejarlos completamente al margen de la misma.

Cuando vas cumpliendo años aún resulta más doloroso comprobar cómo personas a las que has conocido en su plenitud, llenos de vitalidad y sabiduría han perdido la noción del tiempo y el espacio, cómo inteligencias preclaras ya no saben quienes son. Y ante esta realidad no puedo dejar de recordar a Jorge Manrique ... "cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor.".

Pero tenemos que aprender a convivir con ésto; en primer lugar teniendo la capacidad de sacrificio, comprensión y dar cariño que exigen estas personas; en una sociedad individualista y materializada como ésta este tipo de enfermos corren peligro de caer en la soledad y el abandono. Pero hay una segunda parte, y es que ésto nos puede pasar a nosotros, a lo mejor antes de que lo pensamos; y, como la muerte, es una realidad de la que no podemos prescindir. Plantearnos que un día, más o menos cercano, podemos regresara la más tierna infancia, dedicarnos a llamar la atención a unos y otros o convertirnos en seres casi inanimados nos debe ayudar a ser más humildes, a dejar de estar encantados de conocernos y a dar al éxito, al progreso personal y a las posesiones el limitado valor que tienen ... "No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera, más que duró lo que vio porque todo ha de pasar por tal manera."

Se dice que en la vejez vuelves a la infancia, pero no es lo mismo. Un niño pequeñito mueve a la ternura, es divertido y aunque en ocasiones puede llegar a ser agotador, "te lo comerías", aunque no lo conozcas, aunque te lo hayas tropezado en el autobús urbano, en la farmacia en un restaurante. Pero a los setenta y tantos años la cosa es muy distinta, el cuerpo está decadencia y corre el peligro de mover a la hilaridad. Esta nueva infancia ya solamente puede llevar a la ternura cuando se quiere, cuando existe esa palabra llamada amor, y a veces hay circunstancias -entre ellas nuestro propio egoísmo- que pueden haber oscurecido aquél.

Y cuando todavía somos conscientes de quienes somos y donde estamos, nos vendrá bien ser agradecidos: a quienes se esfuerzan por encontrar remedios que prevengan y alivien estas enfermedades, que evidentemente están trabajando para nosotros; y a Dios porque, al menos yo, no entendería estas cosas ni las encontraría sentido sin un Ser Superior que sabe más que nosotros.


15 de septiembre de 2009

Esas actrices simpáticas (1)



El teatro, también en su vertiente televisiva, es una fuente de vivencias, anécdotas y, sobre todo, de arte; pero también es una pasarela donde desfilan continuamente una serie de personajes de lo más variopinto.Aunque su vida está dedicada a la representación, a hacer de lo que no son, cada uno de ellos es de carne y hueso y aún dentro de ese mundo de ficción, nos ofrecen una imagen que posiblemente tenga también algo que ver con la realidad de cada uno de ellos.

Entre todos los actrices y actores que han ido apareciendo por la escena española y visitando nuestros hogares a través de la televisión hay una serie de mujeres, casi todas hoy desaparecidas, que transmitían, además de una elevada calidad interpretativa, una notoria simpatía. Hablando en "román paladino" podríamos decir que "se quedaban contigo", que te identificabas con ellas, que casi entraban a formar parte de tu particular cajón de seres queridos.

Si intento enumerar las más representativas, seguro que me dejo unas cuantas, pero quiero empezar por Aurora Redondo, casi me parece una obligación y creo que haré justicia. Esta mujer, que nació el primer día del siglo pasado en Barcelona, comenzó a deambular por los escenarios a los 7 años y murió con las botas puestas a los 96 es todo un ejemplo de constancia y saber hacer profesional. Pero ante todo, Aurora Redondo era una mujer encantadora, daba gusto oír sus entrevistas, como daba gusto verla actuar con un aplomo y una soltura espectaculares. A lo largo de prácticamente todo un siglo la actriz representó a lo más granado del teatro cómico del momento: los sainetes de Carlos Arniches, las obras inconfundibles de los Hermanos Alvarez Quintero y las geniales creaciones de Pedro Muñoz Seca, sin olvidar el más serio y profundo teatro de D. Jacinto Benavente.

En los años 50 y 60 destacó también representando a Miguel Mihura, al parecer "Maribel y la extraña familia" fue escrita expresamente para ella, sin olvidar su papel de Doña Josefa en "La casa de Bernarda Alba". Su último gran éxito fue "Celos al aire", de José López Rubio, que representó con más de 90 años. En televisión interpretó papeles de muy diversa consideración: "Cañas y barro", "Anillos de oro", "Los ladrones van a la oficina", ... aunque yo la recuerdo de una serie menor: "El último café", que echaban los sábados por la tarde y en la que Aurora representaba magistralmente, como siempre, el papel de señora de los lavabos; sus compañeros de reparto eran Valeriano Andrés, Antonio Garisa, Venancio Muro, Joaquín Pamplona, Diana Sorel, Joaquín Roa y el inolvidable Luis Sánchez Polack, "Tip".

En el cine cabe destacar su actuación en "El padre Pitillo" (1954), de Juan de Orduña, "Buenos días condesita" (1966) de Luis César Amadori, "El hombre que se quiso matar" (1970), de Rafael Gil y "Las bicicletas son para el verano" (1983), de Jaime Chávarri.

Esto se decía de ella tras su fallecimiento: "Con ella concluye una experiencia notable del teatro español y el testimonio de una parte de su historia. Esa historia que la vincula al pisar las tablas con veneración y oficio; a una manera de entender el teatro en el que no caben más valores que el talento, la constancia y la continuidad; a una energía de cómica -entendido en el más noble sentido del término- infatigable, irrompible." (El Mundo).

Siempre sentí una simpatía especial por Mari Carmen Prendes; imagino que uno no puede calibrar la cordialidad de una persona mientras no la conozca en la intimidad, pero al menos en la ficción la segunda de los Prendes era todo simpatía. Era de una familia de actores, su hermana mayor Mercedes fue una estupenda primera actriz a quien ya recuerdo en sus papeles de persona mayor, mientras su hermano Luis era un habitual de la tele en blanco y negro.

Mari Carmen Prendes acabó encasillada en su faceta cómica, pues era capaz de crear las situaciones más hilarantes de los guiones más flojos, pero en el teatro representó, entre otros, a autores de la talla de Shakespeare, el Arcipreste de Hita -en una versión del Libro del Buen Amor de Manuel Criado de Val- y Leandro Fernández de Moratín.

Su carrera en el cine se centra en películas muy populares, cercanas al público más mayoritario y menos exigente, así en su filmografía la encontramos al lado del aragonés Paco Martínez Soria en dos ocasiones: “Don Erre que Erre”(1970), de José Luis Sáenz de Heredia y “El calzonazos” (1974), de Mariano Ozores, y dirigida por profesionales que hacen de la taquilla su objetivo fundamental, como Pedro Lazaga, "Sor Citroen", (1967),Manuel Summers, “No somos de piedra”, 1968, Luis María Delgado, “Mi marido y sus complejos” (1969), Javier Aguirre, “El insólito embarazo de los Martínez” (1974), Fernando Merino (“Pisito de solteras”, 1973), por citar sólo algunos ejemplos.

En Televisión comenzó trabajando en series de Jaime de Armiñán, uno de los mejores guionistas de la época, aunque posiblemente su papel más célebre sea el de Olga Pompeyo, madre de Julita Martínez y suegra de Carlos Muñoz en "La casa de los Martínez", todo un clásico de la época; también son de recordar sus intervenciones en una versión de "La venganza de Don Mendo", de Muñoz Seca, en "Estudio 1", junto a Tiony Leblanc, Antonio Ozores, Fernando Guillén, Gemma Cuervo, Amparo Baró y Jaime Blanch, entre otros, en la serie "Un señor de negro" y en "La saga de los Rius", una monumental versión de la obra de Ignacio Agustí protagonizada por Fenando Guillén, Maribel Martín, Emilio Gutiérrez Caba y Ramiro Oliveros en sus papeles principales.

Esta actriz, especialmente en sus papeles cinematográficos, venía a ser como una de esas tías simpáticas, tal vez primas hermanas de tu padre o de tu madre, que te alegran la vida cuando te vienen a ver o les haces una visita. Murió en Madrid a los 95 años. En un excelente blog sonbre actores españoles se hablaba de ella como "una sonrisa de cercanías", pienso que no se la podía definir mejor.


Mingote y el tabaco

Tras debutar con Forges en este nuevo apartado del blog, prometí a Tommy que sacaría al veterano Antonio Mingote, quien desde hace muchísimos años viene ofreciendo su fino humor en las páginas de ABC. Mingote nació hace 90 años en Sitges, aunque tiene orígenes aragoneses, pues su padre era de la localidad zaragozana de Daroca; sus inicios se produjeron en La Codorniz, la absolutamente genial y mítica revista de humor que se merece un post especial para ella.

Mingote también hizo guiones para la televisión y el cine, en concreto recuerdo una serie que tuvo su éxito en los años 70: "Este señor de negro", protagonizada por José Luis López Vázquez y dirigida por Antonio Mercero. En cine escribió guiones en colaboración con José Luis Dibildos, como los de las películas "Soltera y madre en la vida", "Pierna creciente, falda menguante", "Hasta que el matrimonio nos separe", o su sátira política "Vota a Gundisalvo" ... ya se ve que lo suyo no era la intelectualidad cinematográfica.

Había pensado poner un muestrario de chistes del genial dibujante afincado en Madrid, pero he preferido seleccionar un par de ellos que reflejan con gracia e imaginación la actual situación de los fumadores, una especie de nuevos "apestados" del siglo XXI. Mingote creo que lo hace con gracia, aunque por su condición de fumador parece claro que toma partido claramente. Un buen tema para debate el valorar hasta que punto la persecución del tabaco ha sido adecuada o se han pasado. Por ahora vamos a limitarnos a intentar sonreír un poco.




14 de septiembre de 2009

"Juan Belmonte, matador de toros", Manuel Chaves Nogales













"Juan Belmonte, matador de toros"
Manuel Chaves Nogales
"Libros del Asteroide". Barcelona (2009)
343 páginas


Pienso que no hace falta ser de los llamados "taurinos" para disfrutar leyendo esta deliciosa biografía escrita por entregas por Manuel Chaves Nogales, un periodista español que durante los años 30 tuvo su momento cumbre con reportajes de auténtica vanguardia sobre la "naciente aviación" y la revolución soviética, llegando a entrevistar a personajes de la importancia de Joseph Goebbels. Ferviente republicano y partidario de Manuel Azaña, se exilió en París y Londres, donde murió en 1946 sólo y abandonado, tras enfrentarse a los extremismos de derecha e izquierda.

El libro es una formidable biografía de Juan Belmonte escrita en primera persona, con la peculiariedad de que el libro está formado por los capítulos sueltos que Chaves escribía en el periódico y de que el torero protagonista puso fin a sus días de un disparo en la cabeza 16 años después de la muerte de su biógrafo.

Belmonte no fue un torero cualquiera, pues para muchos el matador de Triana se convirtió en la persona que revolucionó el toreo moderno; fue él primero en quedarse quieto delante del toro, esperándole y dándole pases templadamente sin andar hacia tras ni moverse continuamente en la arena. Hasta la aparición de Belmonte, torear consistía básicamente en sortear las acometidas de los toros sobre las piernas con más o menos valor y gracia. Su extraordinario dominio de los terrenos le permitió ejecutar el toreo de una forma nueva, despacio y con una cercanía nunca vista. Puso en práctica los tres tiempos de la lidia: parar, templar y mandar, a lo que más tarde agregó cargar la suerte.

Pero el libro es mucho más que un tratado sobre toros; en él nos describe a la perfección el ambiente de la época, con unas deliciosas escenas de la infancia y juventud de Belmonte en el sevillano barrio de Triana, del negocio de quincallería de su padre y de sus andanzas toreando de noche y clandestinamente en las marismas.

Belmonte, a diferencia de los otros toreros de su época, era un hombre cultivado; a pesar de no tener prácticamente estudios, viajaba siempre con un cargamento de libros, algo que no entendían los de su ambiente, a la vez que frecuentó la amistad de grandes personajes de la cultura como Valle-Inclán, Pérez de Ayala, Ignacio Zuloaga o Julio Camba, quienes le agasajaban y le consideraban un artista más, llegando a adoptar sus modos e incluso su estilo de vestir, renunciando a la coleta clásica de torero.

Por supuesto, hay sitio para comentar su alternativa, la rivalidad que mantuvo con Joselito y sus viajes a América, con especial referencia a su primer viaje a Méjico y su estancia en Perú, donde conoció a la que sería su mujer, con la que se casó por poderes "porque aborrecía las ceremonias". Todo ello relatado desde un prisma humano y lleno de sentido.



http://www.elboomeran.com/obra/275/juan-belmonte-matador-de-toros/





13 de septiembre de 2009

Una derrota lógica y excesiva














Sevilla F.C. 4 Real Zaragoza 1




Cualquier aficionado blanquillo esperaba con cierto escepticismo el partido de ayer el en Sánchez Pizjuan; a pesar de que el Sevilla había empezado la temporada con derrota y que Kanouté estaba sancionado, una simple lectura al poder sevillista de medio campo para arriba -Luis Fabiano, Negredo, Jesús Navas, Capel, ...- bajaba de la nube al más optimista y, aunque la esperanza de dar la campanada siempre existe, nos bastaba con dar una buena imagen.

Por esta razón uno no sabe a que carta quedarse cuando valora lo sucedido a noche en el barrio de Nervión, pues durante casi una hora el equipo blanquillo dio una buena imagen, trató de tú a los de Manolo Jiménez y consiguió empatar el partido en dos ocasiones, por mucho que en la segunda el trencilla le anulara un gol que era legal. Por eso, si vemos la botella medio llena, podemos hablar de que durante dos tercios del encuentro el Zaragoza volvió a dar la imagen de equipo ordenado, comprometido y que sabe lo que quiere que dio frente al Tenerife hace quince días. Desde luego, hubo mucho más "equipo" que hace dos años, cuando el Sevilla nos metió una "manita" y el Zaragoza se paseó por el Pizjuán acreditando pasividad e impotencia.

Pero el gol anulado, que fue un mazazo, máxime cuando en un minuto se pasó del posible empate a dos al 3-1, no puede ocultar las dos grandes deficiencias que ayer acreditó el equipo del escudo del león: la debilidad defensiva y la falta de banquillo. Mientras los improvisados laterales las pasaban canutas con Jesús Navas y Perotti -atentos a este nuevo descubrimiento de la Pampa- y Ayala volvía a acreditar que los años le pesan muchísimo, la lesión de Uche nos dejó romos del todo en ataque.

De ayer no me preocupa la derrota -era lo normal, lo esperado-, ni siquiera la goleada sufrida, aunque escueza, pues me pareció excesiva, pero sí me inquieta la fragilidad de la parte de atrás zaragocista, que sigue incidiendo en los mismos fallos y defectos que nos lo han hecho pasar tan mal en los últimos años, así como la realidad de que tenemos una plantilla muy corta, que no hay laterales y que se está cargando demasiada responsabilidad sobre unos canteranos a los que hay que dejar progresar poco a poco.

Insistiendo con la defensa, no soy capaz de entender cómo Marcelino condenó al fracaso a un hombre que no es lateral zurdo como Babic, mientras dejaba en Zaragoza a Javier Paredes, condenado a un ostracismo que me empiezo a plantear si a quien más perjudica es a los intereses deportivos del Zaragoza. Ayala no está para aguantar una temporada, y comienzo a suspirar por el retorno de Raul Goni, pues el centro de la retaguardia maña necesita velocidad como el comer. Pablo Amo, que falló en el segundo gol, estuvo mejor, mientras que a Carrizzo lo vi en exceso estático y a Obradovic acelerado en el poco tiempo que jugó.

De medio campo para adelante hay un equipo apañadito, aunque ayer Ponzio bajará varios puntos respecto a sus últimas excelentes actuaciones, mientras Pennant sigue demostrando que es un jugadorazo, aunque me preocupa esas molestias que le impiden siempre acabar el partido, mientras Jorge López continúa siendo el jugador intermitente de siempre. Arriba Arizmendi se está ganando la titularidad a base de trabajo, como siempre y, además, de goles.

Lo más preocupante del partido de ayer no es ni la derrota ni los defectos observados, sino la lesión en la rodilla de Uche; tenemos muy malas experiencias en este club con este tipo de percances y, aunque las primeras noticias hablan de un esguince que supondría perderse pocos partidos, el nigeriano es imprescindible en un equipo que por su sistema de juego necesita su velocidad. De cualquier forma, ayer quedó claro que el equipo necesita poder contar cuanto antes con Lafita y Ewerthon.

Hay que tener paciencia y no hacer un drama de la notable derrota de ayer, el equipo tiene que seguir trabajándose, sobre todo en sus aspectos defensivos y hay que dejar que se vayan acoplando y cogiendo forma tanto unos jóvenes que prometen mucho como unos fichajes que han tenido que viajar demasiado con sus selecciones. Eso sí, ha quedado claro que la plantilla no se ha configurado adecuadamente, que no es normal no tener laterales derechos y contar con tan pocos puntas. Por esta razón el partido del próximo domingo frente al Valladolid se va a encarar con lo mínimo, y habrá que ganarlo para no engancharse a la zona del sufrimiento.



12 de septiembre de 2009

Andy Williams - "Moon River" (1961)



"Moon River" es la canción estrella de la banda sonora de "Desayuno con diamantes", la película de Blake Edwards que protagonizan la gran Audrey Hepburn y el televisivo "Banaceck", George Peppard, con un elenco de secundarios del nivel de Patricia Neal, Martin Balsam y Mickey Rooney; no obstante el mayor éxito del film viene de su música, pues los dos Oscar que se llevó fueron a la mejor banda sonora original -Henry mancini- y a la mejor canción, la que hoy traigo aquí compuesta por el propio Mancini y Johnny Mercer.

"Moon River" es, más que nada y ante todo, una canción bonita; de esas tiernas que despiertan el sentimiento y la dulzura. Audrey Hepburn, dulce, elegante, joven,.... tocando la guitarra en "Breakfast at Tiffany's" mientras canta esta canción es sin duda una escena inolvidable.

Hay muchas versiones excelentes de esta canción, desde la antigua del sudafricano Danny Williams hasta la más reciente de REM, pasando por las de Louis Armstrong, Frank Sinatra, Elton John, Barbra Streissand y Morrisey, pero en esta ocasión voy a elegir la de uno de los clásicos "crooner", Andy Williams. Williams llegó en su día a ser más famoso por los problemas con la Justicia de su ex-mujer, Claudine Longet, acusada de matar a su amante que por sus éxitos musicales, pero no cabe duda de que los tuvo.

Recuerdo que la primera vez que supe de la existencia de este solista nacido en Wall Lake, Iowa hace 81 años fue en un programa presentado por Miguel de los Santos, "Voces de oro", en el que se emitían grabaciones de los grandes cantantes internacionales de la época, Andy Williams era uno de los habituales del mismo. También recuerdo sus versiones de los temas principales de dos películas que dejaron huella en su día: "Love Story" (1970) y "El Padrino" (1972), ambas interpretadas con fuerza y estilo y de las que también hizo versiones en español. Andy era el típico cantante de smoking, pajarita y camisa blanca perfecto para escuchar mientras se cena en un restaurante de nivel.

"Moon river" es, posiblemente, el mayor éxito del cantante americano, que hizo una versión que rezuma elegancia, buen gusto y sentimiento.


11 de septiembre de 2009

Sobre la libertad


"La libertad no es simplemente un privilegio que se otorga; es un habito que ha de adquirirse."

David Lloyd George


David Lloyd George ocupó la sede de Downing Street,10 en un periodo tan difícil como el que va de 1916 a 1922, es decir, comenzó durante la Gran Guerra y tuvo una intervención decisiva en las largas reuniones de paz de París junto al presidente estadounidense Woodrow Wilson y el primer ministro francés George Clemenceau. Para la historia quedará la foto que contempla a los tres estadistas culminando unas conversaciones de paz que se prolongaron seis meses y que a la larga resultaron insuficientes para contentar a todos y, con ello, evitar una nueva guerra.

La frase recogida puede, a primera vista, parecer algo simple, casi un eufemismo, pero pienso que tras ella puede verse una verdad bien profunda; y es que en ocasiones hablamos de la libertad como algo que nos dan desde fuera, cuando somos nosotros quienes hemos de conseguirla, frecuentemente con esfuerzo y dejando algo de nuestro resuello por el camino.

Imagino que el político liberal inglés se refería a la libertad de los pueblos, la capacidad de los ciudadanos de elegir sus representantes, la posibilidad de las naciones de asumir líbremente su destino, de quitarse de encima a quien las oprime y cercena sus derechos y libertades. Pero también podemos aplicar este pensamiento a nuestra propia libertad interior.

¿En qué medida somos libres?, o dicho de otra manera, ¿somos capaces de superar los obstáculos para actuar libremente?; como no intento hacer un tratado metódico y completo sobre el tema me voy a limitar a ir sacando diversos planteamientos sin demasiado orden y concierto. Y lo primero que se me viene a la cabeza es el miedo, porque muchas veces son nuestros miedos los que limitan nuestra voluntad: miedo a elegir, miedo a decidir, miedo a quedar mal, al qué dirán, a no ser políticamente correcto, ... Y si no lo superamos, quedará a medio camino nuestra libertad para opinar lo que opinamos, para actuar como nos gustaría, para ser nosotros quienes decidamos y no lo que consigue quien o lo que nos condiciona.

Y existe otro miedo, el miedo a decepcionar, a no estar a la altura, a no das satisfacción a quien por edad, familia o deseo de emulación tenemos por superior. Y todos hemos conocido las frustraciones de quien tiene que ser, por narices, ingeniero, notario o general de brigada, de quien debe casarse con alguien de su clase o de quien tiene que llegar a senador porqué papá ya lo fue, o le hace ilusión o mamá ya le ha preparado la novia. Y este temor reverencial se puede extender a mil aspectos de la vida y, por supuesto, ir mucho más allá del ámbito familiar. Y la culpa es mutua, de quien no sabe respetar la libertad del otro y piensa que éste no es capaz de sobrevivir sin ayuda y de quien carece de la fortaleza necesaria para dejar plantado al lucero del alba.

En ocasiones somos excesivamente superficiales y pensamos que uno es libre cuando va a votar en una elecciones democráticas, o cuando se manifiesta a favor o en contra de una opción, o cuando envía una carta a la prensa opinando de lo que sabe y de lo que no sabe, ... Y efectivamente está ejerciendo libremente unos derechos, aunque vete a saber si también al hacerlo está limitado por algo o por alguien. Ejercer la libertad tiene que ir mucho más allá de actuaciones puntuales, es una actitud a mantener a diario, a ejercitar con el viento a favor y, mucho más difícil, a contracorriente.

La libertad tiene límites, los que marcan el respeto a la libertad del otro y los principios morales, pero para saber ejercitarla con estas coordenadas es muy importante que a uno, en su época de formación -en casa, en el colegio, ...- le hayan sabido explicar bien las cosas: no basta señalar un modo de vivir, de funcionar, hay que dar toda la información, mostrar sus condicionantes, ofrecer alternativas. Y hay que aprender a ejercerla, responsablemente por su puesto, pero sin miedo y asumiendo las consecuencias; a mí me pasa que las decisiones difíciles solamente me producen ansiedad cuando no me acabo de enfrentar a ellas, cuando pacto con el compromiso cómodo, cuando trampeo, una vez tomada una decisión de la que estoy convencido es mucho más fácil decir "a otra cosa, mariposa" y cargar con lo que venga.

Se nos llena demasiado la boca con la palabreja ... ; recuerdo una vieja y casi desconocida canción de la llorada Mari Trini que hablando de la libertad dice "La libertad, hermosa palabra, no la ensuciemos, no la exhibamos como una estatua ...". Porque éste es el peligro, que la libertad sea un simple monumento, y por lo tanto algo meramente decorativo, sin movimiento ni vida propia, un mero objeto que se enseña con pose infantil y orgullo injustificado.

También están los que parece que creen estar en posesión de la exclusiva de la libertad, como si fuera un legado histórico heredado, un privilegio propio, una señal distintiva; porque en todas las facetas de la vida siempre hay algún que otro aspirante a profesor frustrado que encantado de conocerse nos habla cual oráculo de Delfos como si acabáramos de salir del cascarón.