23 de septiembre de 2009

El chófer de Einstein














Cuenta una leyenda que en los años 20, tras publicar Einstein la teoría de la relatividad, el insigne profesor fue invitado a dar conferencias en decenas de universidades europeas.

Pusieron a su disposición un auto con chófer y durante un año recorrieron las principales facultades de Europa; en cada conferencia Einstein explicaba en el estrado mientras el chófer, en primera fila, esperaba que finalizara.

Después de varias semanas de viajes y sesiones, cuando se dirigían a un remoto lugar del continente Einstein comentó al conductor lo aburrido que le resultaba repetir lo mismo cada día; el chófer, sin apartar la mirada de la carretera, respondió: «tengo una gran memoria y he oído su conferencia tantas veces que podría repetirla palabra por palabra, incluidas las fórmulas, como nunca nadie hace preguntas creo que, si quiere, puedo darla por usted sin ningún problema».

El conductor expuso con pleno acierto la clase que tantas veces había oído a repetir a Einstein; pero la crisis estalló cuando al final se escuchó una voz desde el fondo de la sala: «profesor Einstein quisiera que me explicara con detalle el significado de los términos de la ecuación número 3, la que está arriba, a la izquierda de la pizarra».

El chófer titubeó sólo un instante y replicó: «Me extraña que me haga usted esta pregunta. Esta ecuación es tan fácil que incluso mi chófer, aquí presente, se la podrá explicar».


Y es que uno, frecuentemente, se siente como el chófer de Einstein; muchas veces me veo como un ignorante e inexperto, eso sí voluntarioso, que solamente es capaz de repetir lo que ha aprendido de otros. Tal vez la clave está, por un lado, en asimilar esas enseñanzas y sumar convencimiento y, por otro, tener esa capacidad de reacción que posiblemente tuvo el chofer de Einstein, él sabía bien quien era y no se pensaba el ombligo del mundo: el mérito de su conferencia continuaba siendo del físico norteamericano.


10 comentarios:

ana dijo...

Una anécdota genial que nos recuerda el valor de la humildad, ese no saberse el gran ombligo del mundo. Eso que tantas veces se nos olvida; sabernos uno más.

Que sea un buen día para todos.

Tommy dijo...

En cualquier caso, ya decían Los Luthiers que lo importante no es saber sino tener el teléfono del que sabe.

annemarie dijo...

A veces hace falta un gran amigo para hacernos sentir como lo suficientemente libres para llegar a saber. Yo creo firmemente que es cuestión de amistad.

Modestino dijo...

Hay personas que van por la vida como si fueran el oráculo de Delfos: y eso no existe. Toda sabiduría es adquirida, por lo tanto hay mérito ajeno, de quien enseña, de quien permite que aprendas.

Está bien lo del teléfono Tommy, es bueno siempre tener a mano un teléfono ... dicho en sentido figurado. Y en cuanto a Los Luthiers, a ver si los traigo por aquí algún día.

La amistad ... ujn tema para profundizar y mucho. Muchas veces llamamos amigo a cualquiera y un amigo es una cosa muy grande.

annemarie dijo...

Sí, es una cosa muy, muy grande, pero muy sencilla, en mi modesta opinión. :))

Modestino dijo...

Ahí está su grandeza, en que es una cosa sencilla. Muchas veces estamos buscando descubrir el Pacífico -que ya se descubrió hace mucho por cierto- y no nos damos cuenta de que lo tenemos al lado.

María dijo...

Curiosa anécdota... tuvo una buena salida el chófer de una situación que pudo haber sido realmente delicada.

En cuanto a tu reflexión, yo creo que a todos nos pasa, o al menos a mí también, que a veces nos sentimos sin ideas propias, como papagayos, repitiendo lo que ayer o anteayer le oímos a otro. No es malo, creo yo, si lo repetimos con convencimiento y tras una reflexión, y no como un mero "querer aparentar que sabemos".

Y Tommy tiene razón... es la mayoría de ocasiones no es cuestión de saber, sino de tener el teléfono del que sabe... esa capacidad para utilizar los recursos que uno tiene a su alcance es muy importante.

Un saludo, Modestino.

Modestino dijo...

Yo estoy convencido que no es anécdota sinó leyenda, invención.
Hay veces en la vida en que te toca venderle miel al colmenero y no es sencillo; y en ocasiones el colmenero está en su sitio, pero otras parece que ande a la caza del gazapo.

sunsi dijo...

Siento derivar, Modestino. Tu historia de Einstein me ha recordado al chófer de la película "Sabrina". El que ecuchaba atentamente al Sr. Larraby cuando hacía negocios desde el coche(creo que lo he escrito bien...)y aprendió ... tanto que amasó una fortuna. Era chófer. Y ello le permitió leer... y leer... mientras esperaba al empresario para llevarlo a otro destino. Una vida sencilla con mucho tiempo libre para alimentar el espíritu.

Otro chófer... el padre de Sabrina hermosa.

Un saludo desde Tarraco

Modestino dijo...

Puestos a hablar de chóferes, inolvidable el papel de Morgan Freeman en "Paseando a Miss Daisy", un film delicioso.