30 de enero de 2018

Un palmarés todavía más amplio que el de Federer


Este fin de semana, largo para los maños por la festividad de San Valero, uno de los grandes protagonistas ha sido el indestructible tenista suizo Roger Federer, un deportista de elite, un caballero de las pistas, un tenista de leyenda que ha ganado su enésimo "Grand Slam" al imponerse en cinco sets al croata Marin Čilić en el Open de Australia. Un éxito sin precedentes de un tenista que bate prácticamente todos los records.

Pero siguiendo varias noticias surgidas al hilo de ésta, he descubierto que todavía queda una tenista viva que ganó más grandes trofeos que Federer, la australiana Margaret Court, quie n, como han informado varios medios, ganó en su día  24 títulos individuales de "Grand Slam" (11 Australian Open, 5 Roland Garros, 3 Wimbledon y 5 US Open), a los que cabe añadir cuarenta finales más en las que se impuso formando pareja -19 en dobles y 21 en mixtos-. No cabe duda que la época y las circunstancias donde Federer ha ganado sus títulos pueden hablar de más mérito y dificultad, además de que aún puede seguir sumando laureles, pero no deja de ser interesante recordar los éxitos de esta veterana australiana.

Recuerdo perfectamente el nombre de Margarte Court como una de las figuras del tenis femenino de los años 70, aunque  como a otros, me suenan con más fuerza los nombres nombres como los de las norteamericanas Billie Jean King y Chris Evert-Lloyd, indiscutibles números uno de sus resoectivas épocas, sin olvidar a la también australiana Evonne Goolagong, a quien vete a saber por qué razón la prensa le llamaba "la aborigen", sin olvidar  a la británica Virginia Wade, quien ademas del US Open (1969) y el de Australia (1972) llegó a ganar Wimbledon ante sus paisanos en 1977. Posteriormente aparecieron en el mundo del tenis mujeres del nivel arrollador de las checas Martina Navratilova y Hana Mandlicova, la alemana Steffi Graff, la argentina Gabriela Sabatini, la serbia Mónica Seles y por supuesto, nuestras Arancha Sánchez-Vicario y Conchita Martínez.

Quede constancia de una grande del tenis mundial a la que se debería recordar más. Dejo un enlace de un reciente artículo de "La Vanguardia" que nos cuenta muchas cosas de Margaret Court.

http://www.lavanguardia.com/deportes/tenis/20180123/44219964590/margaret-court-open-australia.html

22 de enero de 2018

La sonrisa de Andy


Puede que sea "Cadena perpetua", película diurigida en 1994 por Frank Darabont e interpretada por Tim Robbins y Morgan Freeman, una de las más redondas que he visto en mi vida. A ello contribuye, sin duda, una magnífica dirección, su acertada ambientación y el monumental trabajo de sus actores principales. Pero si me ha venido hoy a la cabeza este film que va camino de cumplir 25 años es por la figura del personaje protagonista, Andrew Dufresne, un joven banquero condenado injustamente  por la muerte violenta de su esposa y de su amante. 

Alguien me recordaba ayer la figura de Andy, alguien capaz de superar un trauma de semejante calibre. Si analizamos el mensaje de la película, y con ella los valores de su personaje primario, cabría hablar de la capacidad de superación, de la constancia y la paciencia, de la inteligencia y la voluntad, ... Pero si me tuviera que quedar con algo, lo haría con lo que no se si leí o escuché hace ya años: el film es ante todo un canto a la amistad. Y esa amistad puede quedar perfectamente representada por la serena y sincera sonrisa de Andy, un gesto en el que no existe ruptura entre la boca y los ojos, una mirada y una sonrisa unidas en una actitud admirable.

Por eso, al venirme a la cabeza algop que no deja de ser una anécdota de ficción, me mueve al deseo de convertir la sonrisa de Andy en aspiración vital.  Mi agradecimiento a todos los que sonríen al mundo libremente.

21 de enero de 2018

Un recuerdo, un tesoro


El pasado viernes cogí el AVE de Madrid. El tren venía de Huesca y la salida de la Estación Delicias estaba fijada a las 9.00. Una vez más "Adif" fue puntual y no hubo retrasos ni al salir ni al llegar. En la capital se está celebrando la enésima temporada de "Fitur" y precisamente el 19 era el día señalado para el stand de Aragón. Por esta razón el AVE venía ya cargado de la capital oscense y en Zaragoza se terminó de completar el pasaje. Allí había políticos, empresarios, comerciantes, ... y tuve ocasión de saludar a varios: algunos con la nostalgia de mi aún reciente pasado oscense y otros que se montaban en el vagón a la vez que yo y quien me acompañaba.

No iba a "Fitur", y con todos mis respetos, estoy seguro de que mi plan fue mucho más bonito que el de quienes iban de "feria de turismo", ...eso sí, por elevación. A mí siempre me han gustado estos viajes rápidos a Madrid ... no se si por provinciano, por entusiasta -no siempre lo soy- o porque valoro los pequeños placeres que ocasionalmente te ofrece la vida. La cuestión es que tras regresar a Zaragoza, u a pesar del cansancio y del enésimo disgusto del equipo de mis amores, me acosté feliz por un día hermoso ... y no fue así por grandes acontecimientos ni especiales descubrimientos, sino porque la horas se pasaron con el protagonismo de la sencillez y el afecto de todos y cada uno de los que en mayor o menor medida protagonizaron la jornada.

No voy a aburrir con detalles concretos, no hace falta: hubo visitas, librerías de viejo, exposiciones, aperitivos de nivel y una comida estupenda, pero sobre todo hubo ocasión de comprobar que la gente es buena, por más de que en ocasiones cerremos los ojos a esta realidad, parezca que nos negamos a descubrir la belleza interior de cada uno. A todos los que protagonizaron un viernes cuyo mayor encanto fue la naturalidad y la ausencia de pompa y exhibición, mi agradecimiento más profundo. Es bonito comprobar eso de "puedes contar conmigo".

7 de enero de 2018

Esa jovencita francesa que ganó Eurovisión con 18 años


Esta mañana ha fallecido en Neuilly-sur-Seine, localidad cercana a París, donde nació hace 70 años, la cantante France Gall. La artista llevaba dos años luchando contra un cáncer de mama que se le había reproducido tras haber superado años antes un primer tumor. France Gall fue una auténtica estrella en el panorama francés de los años 70 y 80. Las crónicas hablan de que fue su padre, el letrista Robert Gall, quien la metió desde pequeña en este maravilloso mundo de la música. Robert Gall había escrito letras, entre otros, a artistas como Charles Aznavour o Edith Piaff, como es el caso de la tierna y bella "La mamma".

La cantante fallecida triunfó en un país y una poca de auténtico lujo en lo que a grandes solistas se refiere, pues al citado Aznavour cabía añadir nombres como Sacha Distel, Juliette Greccó, Sylvie Vartan, Gilbert Becaud, Christophe, Antoine o el recientemente fallecido Johnny Halliday. Los primeros éxitos de France Gall fueron «N'écoute pas les idoles», «La Cloche», «Les Rubans et la Fleur» y «Laisse tomber les filles». Era entonces una casi adolescente de 17 años.

El éxito definitivo de la joven parisina llegó cuando Luxemburgo la eligió como representante en el Festival de Eurovisión de 1965. Eran tiempos en el que tanto Francia como Luxemburgo solían elegir jóvenes intérpretes con voz bonita y rostro agradable, muchas de las cuales triunfaron, como es el caso de Isabelle Aubret (1962), Frida Boccara (1970), Vicky Leandros (1972), Anne Marie David (1973) y Marie Myriam (1977). France Gall interpretó «Poupée de cire, poupée de son», un tema pegadizo que no solamente se llevó el premio, sino que se escuchó por toda Europa. En concreto, consiguió 32 puntos, 6 más que los logrados por la británica Kathy Kirby. España no fue tan afortunada y nuestra Conchita Bautista, con su "Qué bueno, qué bueno" no obtuvo voto alguno y quedó última ex-aequo con Finlandia, Bélgica y Alemania Occidental.

A partir de los años 80 la estrella de France Gall brilló bastante menos, aunque tuvo también sus momentos álgidos. Las noticias que comentan su fallecimiento nos hablan de dramas familiares como la muerte de su marido y la de una de sus hijas, así como su elogiosa y constante dedicación a trabajar en favor de organizaciones benéficas. 

France Gall ganó Eurovisión en una época en la que con escenarios mucho menos sofisticados, canciones más sencillas y sin apenas golpes de efecto, el Festival era seguido con una expectación enorme. Con su sonrisa, su melenilla rubia y sus "insultantes" 18 años la francesa se ganó al público, a los aficionados de toda Europa y, fundamentalmente, al Jurado. descanse en paz.

5 de enero de 2018

Y nosotros, ¿cuánto hemos cambiado?


Quien me siga en el muro de Facebook ya habrá leído una reciente referencia a Sole Gímenez, quien durante veinte años fue solista y "alma mater" del grupo Presuntos Implicados y desde hace unos cuantos canta en solitario, con éxito, sensibilidad y buen gusto por cierto. Como ando más bien despistado sobre las novedades del panorama musical español, no redescubrí la figura de Sole Giménez hasta haber visto el magnífico concierto que bajo el título "Mi querida Cecilia" se celebró el pasado 9 de noviembre en el Palacio de Congresos de Madrid en homenaje y recuerdo a la cantante Cecilia, fallecida trágicamente hace ya más de 41 años. En dicho  evento Sole Giménez interpretó junto a David de María  "Amor de medianoche", tema con el que Cecilia obtuvo el segundo puesto en el Festival de la OTI de 1975. El dueto me pareció una obra de arte y una delicia al mismo tiempo.

He de admitir que me encantó esta cantante nacida en París, aunque creciera al mundo y a la canción en la localidad murciana de Yecla ... me encantó hasta dedicar un tiempo a escuchar sus canciones y concocer su vida y sus planteamientos personales. Tras dar un repaso por los vídeos de Youtube, disfrute con su estilo, los temas que interpreta, esa personalidad propia que les da y la natualidad con la que funciona por la vida y los escenarios.

Sole, entre otros, canta "Cómo hemos cambiado", un tema con el que ya triunfó formando parte de Presuntos Implicados y que siempre está presente en su repertorio. Escuchando esta hermosa canción, no puedo evitar preguntarme en qué medida es aplicable la frase a mí, a quienes me rodean,a mi generación, a mis amigos, ... Cuando el pelo ya clarea, dormir seguido es una quimera, caben apuestas sobre la parte del cuerpo que te va a doler cada día que nace y no puedes evitar las macas que dejan los pequeños y grandes dramas, las torpezas propias, los dardos ajenos, ... el polvo del camino, las cosas de la vida, ... es pertinente la reflexión, el pensar si hemos cambiado tanto, si hace ya tiempo que dejamos de ser ese niño que soñaba las noches de Reyes, ese joven dispuesto a comerse el mundo ... o al menos su parcela, el personaje dinámico dispuesto a dar un impulso a su propio ámbito profesional.

La experiencia es un grado, y los avatares de la vida y de la época nos enseñan y nos aportan, pero también es bueno echar el freno cuando uno se da ceunta de que quizá hemos cambiado demasiado.


3 de enero de 2018

El último "hombre sin piedad"

En 1973 el programa "Estudio-1" de TVE emitió "Doce hombres sin piedad", una versión  de la obra de teatro  redactada por el escritor norteamericano Reginald Rose. Ya en 1957 Sidney Lumet dirigió una magnífica película con el mismo título, protagonizada por Henry Fonda y que contaba en su reparto con un elenco de nombres de nombres verdaderamente extraordinario: Lee J. Cobb, Martin Balsam, Jack Warden, Jack Klugman y Ed Begley, entre otros. La versión española tuvo un éxito de audiencia espectacular y quienes seguíamos de modo habitual el mítico programa de teatro la recordamos como uno de los hitos más sonados de la historia de esa inolvidable "tele" en blanco y negro que protagonizaba sin alardes la infancia de tantos. Fue dirigida por uno de los grandes de la "casa",  Gustavo Pérez Puig, y contenía la nómina más notable de primeros artistas que recuerdo haber visto juntos en la pequeña pantalla: Jesús Puente, Pedro Osinaga, José Bodalo, Luis Prendes, Antonio Casal, Manuel Aleixandre, Sancho Gracia, José María Rodero, Ismael Merlo, Carlos Lemos, Fernando Delgado y Rafael Alonso. El paso del tiempo y los achaques de la  salud terminan siendo implacables y los actores que brillaron tanto formando parte del jurado más célebre de la ficcion fueron poco a poco falleciendo. Hasta el pasado 29 de diciembre, tan solo quedaba vivo el navarro Pedro Osinaga, quien murió tal día en Madrid a los 81 años después de que su salud fuera sufriendo diferentes avatares en los últimos años.

En la obra mencionada, a Osinaga le correspondió el papel de "Jurado nº 2", el de un joven ingenuo y confiado, cargado de bonhomía y que se ubicaba junto a dos de los más radicales opositores al presunto asesino: un padre vehemente y desengañado, José Bódalo, y un ciudadano frío y calculador, Luis Prendes. En realidad ese carácter bondadosoy sencillo que definía a su personaje parecía tener bastante que ver con el que siempre mostraba al natural  Pedro Osinaga, intuyo que también en su propia vida particular. El actor navarro caía bien, era simpático y ocurrente.

El actor fallecido fue un habitual de los grandes espacios teatrales de nuestra televisión, e incluso intervino en alguna película, pero donde exhibió una profesionalidad y un saber estar excepcionales fue en el mundo del teatro. Su trabajo, habitualmente extenuante y agotador, entre candilejas y bastidores, del camerino al escenario y viceversa a lo largo de varias décadas ha confeccionado uno de los currículums más extensos y brillantes de entre tantos grandes de la escena española.

Leyendo diversos obituarios he descubierto que el gran drama de la vida de Pedro Osinaga fue el fallecimiento en accidente de tráfico de su hijo de 20 años. El día en que ocurrió el trágico suceso el actor tenía representación: a pesar del drama y con el corazón roto subió al escenario en un ejercicio de profesionalidad y generosidad ejemplar y extraordinario. Una demostración de su categoría humana y hombría de bien. Descanse en paz.


1 de enero de 2018

Final literario del 2017


En diciembre he leído ocho libros, aunque la mitad de ellos son muy breves, se leen en un visto y no visto. Al repasar mis lecturas, compruebo que tres de ellas son de autores italianos, y las tres me han encantado. He vuelto a la intriga española con dos novelas notables, he recurrido a un veterano teórico de la economía-política, he acertado con un paisano que eescribe bien y he completado la lista con una novela que ni sabría explicar y que ha evitado el pleno de aciertos.

Durante la segunda quincena de noviembre investigué en torno a  novelas policíacas relativamente recientes y de producción nacional y me llamó la atención "Aguacero", primera incursión en el género del joven autor extremeño Luis Roso, un escritor con solamente 29 años. Una buena crítica y una sugerente edición de "Ediciones B" fueron argumento suficiente para encarar un libro que terminé  finalizando el primer tercio de diciembre. Posiblemente lo más llamativo de "Aguacero" sea su ambientación, pues el autor nos traslada a la España más mísera de mediados de los 50: un pueblo de la sierra madrileña en el que se está construyendo un pantano. La portada del libro, en blanco y negro, y el título, referido a una lluvia que va cayendo a lo largo de toda la trama, contribuyen a crear un clima adecuado para la lectura. Curiosamente, estamos ante una novela en la que esa ambientación y sus personajes están por encima del interés del argumento, de la intriga concreta, que la hay, pero sin excesiva originalidad. También aparecen los tópicos esperados, dicho sin ánimo peyorativo, ... el empresario ambicioso, el alcalde caciquil o el guardia civil corrupto. Magníficos el personaje protagonista, el inspector Ernesto Trevejo, quien narra los hechos en primera persona y responde a la figura del policía castizo madrileño, lleno de contrastes y el joven guardia civil Aparecido, nombre bien curioso y que en el relato da vida a un personaje entrañable. Un libro entretenido, bien escrito, aunque sin excesos. De momento no hay segunda entrega, aunque los personajes citados pueden seguir dando juego.

Harry G. Frankfurt es profesor emérito de Filosofía en la Universidad de Princeton. "Paidós" ha publicado un pequeño ensayo que cabría definir como "socio-económico-político" titulado "Sobre la desigualdad". En 82 páginas y con 24 notas bien aportadas, Frankfurt intenta demostrarnos que el igualitarismo no es en sí algo deseable, y que en los tiempos actuales se está fomentando una idea de la igualdad mal planteada. El profesor, próximo a los 90 años, defiende los aspectos positivos de la desigualdad, partiendo por supuesto de que todos somos iguales en derechos y debemos serlo en oportunidades. En ocasiones el contenido económico implícito en sus tesis me complicó algo la comprensión íntegra de lo que el autor nos pretende contar, pero en general sus teorías  me han parecido que andan bastante cargadas de razonabilidad y sentido común. En definitiva, Harry G. Frankfurt viene a concluir que los ciudadanos más que igualdad, lo que necesitan, y en el fondo reclaman, es respeto. El autor tiene otros ensayos en torno al amor, las preocupaciones de las personas y la verdad, temas francamente interesantes y que llaman a reincidir en la lectura de este "viejo profesor".

"El amor que te mereces" es una delicioso relato de la periodista italiana Daría Bignardi. Se trata de una de esas novelas que, no sabría decir porqué, llaman mi atención en cuanto las veo expuestas en un escaparate o anaquel por vez primera. El libro está ambientado en Ferrara, ciudad natal de la autora, y tiene como fondo los secretos familiares de la protagonista, Antonia, una joven escritora de novelas policíacas que vive con un inspector de policía, está en los últimos meses de embarazo y cuya madre vio cómo se desmoronaba su vida familiar y personal a raíz de un trágico suceso. Bignardi nos cuenta los hechos alternando la narración en primera persona de ambas, acertando con el ritmo necesario y sabiendo configurar bien el riesgo que puede conllevar el combinar dos momentos históricos distintos: una diferencia de treinta años. La primera parte del relato se hace algo lenta, incluso en algún momento entra el miedo a cierta intrascendencia, pero pronto lalectura va adquiriendo ritmo y fuerza y la suficiente intriga respecto al desenlace como para mantener una atención creciente. Me ha parecido una novela muy agradable de leer, con una trama creíble y en la que Daría Bignardi sabe conjuntar una visión social acertada y atinada con un argumento atractivo y una forma de escribir elegante y pulcra.

Javier Tomeo ha sido uno de los mejores escritores aragoneses contemporáneos. Aunque afincado en Barcelona, nació en Quicena, pequeña localidad próxima a Huesca. Su biografía es rica, con una producción amplia y variada, habiendo comenzado con novelas populares y del oeste. He conseguido llenar el vació de no haber leído nada escrito por él con "El crimen del cine Oriente", una novela basada en un hecho real y que fue llevada al cine por Pedro Costa en una comedia negra protagonizada por Pepe Rubianes y Anabel Alonso. Se trata de un relato más bien corto, con dos protagonistas casi exclusivos: una ex prostituta que empieza a trabajar como taquillera del cine donde ejerce de acomodador su nuevo novio. Tomeo nos ambienta enseguida y con maestría en el ambiente sórdido y "lumpen" en el que se mueven tales personajes y va creando un atmósfera que convierte la lectura -al menos la mía- en un ejercicio entretenido e interesante. Es curioso como unas vidas más bien "cutres" y unos personajes tirando a marginales pueden darle a una novela un color cercano a lo entrañable. Eso sí, por lo visto la película presenta llamativos cambios argumentales respecto a lo que nos cuenta la novela.

Andrea Camilleri es, sin duda, un escritor prolífico.  Cada año aparecen nuevas novelas suyas, ignoro si algunas sacadas del baúl de los recuerdos, pero siempre entretenidas y bien escritas. A las amenas investigaciones del impagable Comisario Salvo  Montalbano, cabe añadir pequeñas joyas literarias, generalmente cargadas de fina ironía y abundante sentido del humor, aunque algunas no exentas de cierto dramatismo. Este último trimestre ha aparecido en los estantes de novedades "El homenaje", una sátira genial ambientada en su imaginaria ciudad de Vigàta en pleno auge del fascismo, al inicio de la 2ª guerra mundial. Se trata de una obra pequeñísima -70 escasas páginas en edición de tamaño reducido y con letra bastante grande-. Lo leí en una mañana de domingo y lo pasé en grande. Camilleri ridiculiza el fanatismo, la vanidad política, ... la tontería humana, con una maestría especial. La novela es un visto y no visto, a uno puede entrarle el escrúpulo de estar malgastando el dinero con un relato tan corto, pero yo no dudo de que vale la pena. Me recordó en buena medida, salvando las distancias de extensión y tiempo en que se desarrollan los hechos, a "La desaparición de Patò", una novela divertidísima que hoy es muy difícil de encontrar en el mercado.

Entre las novedades literarias que han ido apareciendo a lo largo de 2017 en materia de novelas, me había llamado la atención "Un lugar donde esconderse", escrita por el novelista, ensayista  y periodista francés Christophe Boltanski. Se trataba de uno de esos relatos relativos al drama de los judíos durante la 2ª guerra mundial, en este caso ambientada en plena época del régimen francés de Vichy. Por esta razón, el día de mi cumpleaños aproveché que había un volumen disponible en la Biblioteca Pública y me hice con él. Tengo que comenzar confesando que no recuerdo me haya pasado nunca el haber concluido un libro sin llegar a saber exactamente de qué va, sin haber entendido buena parte de lo que allí se ha escrito. Es cierta la ubicación histórica referida, pero también lo es que de golpe y porrazo el autor se planta en la 1ª guerra mundial, en la Ucrania posterior a 1945 y en la Rusia actual, con Putin de por medio. Alguno de los capítulos, el mencionado de la gran guerra o los referentes al final de la segunda, me gustaron mucho, pero soy incapaz de contar su argumento más allá de los esfuerzos del abuelo del autorpor esconderse de los nazis . El relato, dentro del drama que recoge, tiene un cierto tono sarcástico. No me atrevo a recomendarlo, pero si alguien cae en la tentación de leerlo, me hará un buen favor si me aclara conceptos y contenidos.

Gabrielle d'Annunzio fue un escritor, militar y político italiano que vivió entre el último tercio del siglo XIX y el primero del XX. Su vida y su trayectoria política no estuvo precisamente exenta de polémicas y sucesos tempestuosos, pero entre sus novelas dejó alguna de calidad y equilibrio. Es el caso de "Giovanni Epíscopo", un breve relato que ha vuelto a editar recientemente "Funambulista". Se trata de un relato en primera persona de un hombre que confiesa haber matado a una persona; la narración de éste es de un dramatismo tremendo, casi estremecedora: en ella refleja una vida desgraciada y sometida a constantes humillaciones, así como un carácter apocado, cercano a la cobardía. A lo largo de las 110 páginas de que consta la novela, Epíscopo nos va contando las razones que le llevaron al asesinato. Al libro se añade una dedicatoria del autor que viene a ser una explicación de las razones que le llevaron a escribirlo y un epílogo de un tercero. En la contraportada se nos habla de una novela "rusa" de d'Annunzio, considerando que tiene un aire de las escritas por autores como Dostoyevski, Tolstoi o Gogol, y no deja de ser cierto que el personaje y su relato tiene un aire del Rodión Romanovich Raskolnikof de "Crimen y castigo". Pienso que se trata de una lectura que vale la pena.

En los últimos meses ando esforzándome por incluir a nuevos autores aragoneses entre mis lecturas. Es el caso de Fernando Sanmartín,  de quien he leído positivas críticas sobre su último libro de viajes, "Ciudades que se posan sobre pájaros", Mi primera intención fue leer esta novedad, pero en la Biblioteca de la calle Doctor Cerrada me llamó la atención su breve ensayo "Notas sobre Zaragoza del Capitán Marlow", entre otras razones porque hablaba sobre mi cudad, con la perspectiva de un personaje tan interesante como el de Joseph Conrad. Tengo que decir que el libro, que se cierra con 72 páginas, me ha encantado, ha sido una de esas lecturas en las que disfrutas. Sanmartín tiene un estilo original, un aire -a mí me lo ha parecido, al menos- bastante desmitificador y sin excesivo método, casi diría que sin orden ni concierto nos va hablando de personajes, ambientes, establecimientos, calles, ... de  Zaragoza de forma relajante y divertida, a le vez que ilustradora. Así, han pasado por mis ojos de lector interesado cuestiones como a qué se dedicaba Juan Pablo Bonet, recuerdos de lugares que ya no existen como la Bolera de San Juan de la Cruz o las piscinas de "Las Palmeras", elucubraciones "semifilosóficas" sobre el barrio del "Actur" o nombres de personas del mundo de la cultura zaragozana, algunos de los cuales conozco personalmente. Un autor del que pienso seguir catando libros.