31 de enero de 2014

Adiós a Pedro Jota


El cese de Pedro J. Ramírez como director de "El Mundo" no cabe duda de que ha sido una de las noticias impactantes del mes de enero, al menos en España y desde luego en el ámbito periodístico. Durante los 25 años que este periodista nacido en Logroño hace 61 años lo ha dirigido, El Mundo ha sido uno de los puntos de referencia más importantes de la prensa española, y sin duda el medio que ha hecho más ruido y ha provocado más dolores de cabeza a unos y a otros. Ramírez es un personaje polémico y no deja indiferente a nadie, suscita tantos apoyos como rechazos y bastantes de nuestros políticos intuyo que cada mañana echan un vistazo, tal vez de refilón, a los titulares del diario con el corazón en un puño por si su nombre aparece relacionado con cualquier tipo de "movida" con tintes de escándalo. Algo tendrá el agua cuando la bendicen, y no hay duda de que estamos ante todo ante un auténtico monstruo del periodismo, alguien capaz de sacar adelante un medio de la entidad del "Mundo" marchando siempre a la cabeza y con su persona y su trabajo siempre a la vanguardia de todo. Pedro Jota es el más importante representante en nuestro país del llamado periodismo de investigación, posiblemente el padre genuino de una forma de hacer periodismo. Siempre ha estado rodeado de polémica, ha sido odiado por muchos, primero por los socialistas que vieron cómo anduvo a la cabeza de las informaciones sobre casos como el GAL y Filesa, y ahora por el partido del Gobierno, a cuyos miembros no ha parado de hacerles perder el sueño con los papeles de Bárcenas.

Desde mi punto de vista, este hombre de voz incisiva, "toupé" llamativa y tirantes tiene sus puntos oscuros, sus aspectos criticables, o que al menos a mí me lo parecen. Nunca me ha gustado en exceso ese estilo tan propio de ir sacando las noticias poco a poco, como por entregas; cuando sacaba a la luz un escándalo no se limitaba a contar íntegramente lo que sabía, sino que le gustaba ir dando suspense a la cosa y espaciar las noticias, sistema que huele a ganas de ganar dinero; posiblemente sería más honesto actuar con luz y taquígrafos desde el principio y tratar de evitar esa tendencia, hoy generalizada, a establecer en los medios auténticos juicios paralelos. Por otra parte, no puedo evitar tener la impresión de que con los años Pedro J. Ramírez ha ido incrementando cierta tendencia a la egolatría, a exponer un "ego" bastante elevado.

Su sucesor será Casimiro García Abadillo, un periodista que me gusta bastante, esperemos que saque adelante el periódico, pues me temo que la situación no debe de ser fácil, que su tarea se presenta complicada y no estamos como para que desaparezca la prensa más importante.

30 de enero de 2014

Tiempo de "opinantes"

Leonardo Castellani fue un sacerdote argentino, como el papa Francisco, ... y jesuita, también como el papa; su vida fue bastante azarosa, pues en 1949 fue expulsado de la Compañía de Jesús y suspendido en su ministerio sacerdotal, condición que recuperó en 1966. Alguien le ha llamado "el Chesterton de las letras españolas", título sobre el que no puedo opinar, pues todavía no he leído nada de este hombre, de quien nos cuentan fue todo un referente del periodismo argentino. Leonardo Castellani no fue un personaje común; toda una generación, tanto de amigos como de adversarios, estaría dispuesta a testificar que fue un ser excepcional, y para muchos de esa generación el "Padre Castellani" es prácticamente toda una leyenda.

Traigo a colación a este argentino porque a él se refería en su columna del último dominical Juan Manuel de Prada, un escritor que no goza del favor de mucha gente, pues se le considera pedante y barroco, y aunque algo de esto tiene el hombre, yo le suelo ver bastante independencia de criterio y una notable valentía para navegar contracorriente y no caer en tópicos y generalidades políticamente correctas. De Prada ponía en boca de Castellani la definición de la libertad de opinión como "patente del sofista" o "el chillar de los ineptos para acallar al sabio". Es posible que algo de radicalidad haya en estas afirmaciones y que a más de uno escandalicen en tiempos en los que parece que se impone el griterío, pero éstas son frases que me han traído a la cabeza las intervenciones de muchos en las redes sociales, en twitter, facebook, foros variados, ... los comentarios que amparados en un "valiente" anonimato muchos incluyen en las noticias de los periódicos digitales y las afirmaciones que, frecuentemente a vocinazo limpio, se oyen en algunas tertulias televisivas. ¡Cuanta soltura y cuanta seguridad a la hora de opinar sobre tantas cosas!, muchas veces sin más fundamento que lo que se ha escuchado por ahí o leído en algún libro con fuerza comercial o en ciertos artículos sueltos escritos desde el instinto más visceral.

El escritor leonés habla de "opinantes", y pone el ejemplo de aguien que dedica su vida al estudio de Homero, quien "puede quemarse las pestañas en la medición de sus versos, en la ponderación de sus epítetos y en el escrutinio de sus figuras retóricas; y llegar a la conclusión de que Homero es la octava o novena maravilla del orbe", a la vez que alguien que "solo haya leído a Homero en una traducción inepta (¡o incluso que no haya posado los ojos en su puñetera vida sobre una línea de Homero!) puede decir sin empacho, haciendo uso de su sacrosanta libertad de opinión, que Homero es una mierda pinchada en un palo; y su opinión será tan 'digna' como la del estudioso devoto" ... Y quien habla de Homero, también puede hablar de la historia de España y del mundo, de los orígenes del Derecho, de la Iglesia en tiempos del medioevo o de la trascendencia de la pintura de El Greco.

Vivimos en una sociedad en la que abundan los "opinantes", donde fácilmente te hacen callar sin darte ni siquiera la oportunidad de argumentar, en la que a la vez que se demoniza todo dogmatismo se han creado nuevos dogmas que el "opinante" medio no permite discutir.




28 de enero de 2014

Rosell se tuvo que ir



Sandro Rosell tuvo siempre carita de triunfador; ya desde aquel lejano verano del 2003 en el que, tras mil complicadas operaciones, consiguió cerrar el fichaje de Ronaldinho se mostraba a quien le quisiera ver como un genuino ejecutivo, lo que hoy algunos snob llamarían emprendedor; uno sin necesidad de escucharle se daba cuenta que el joven directivo de Nike era de aquéllos que se pasan el día hablando de tomar decisiones, tener liderazgo y asumir riesgos. Con los años, Rosell pasó de la sombra a la cima y llegó a la presidencia de un Barça que arrasaba con todo, batía records cada año y parecía ser indestructible. Los azulgrana siguen ganando más partidos que nadie, pero parece ser que a su ya ex presidente le han pillado en un renuncio; evidentemente habrá que demostrarlo y aún viviremos un largo y complicado proceso penal, pero todo hace pensar que en el fichaje de Neymar hubo trampas y engaños. No creo que sea Rosell el único pecador -o presunto pecador- en estos negocios del fútbol, que con todo el dinero que se ha manejado a este y oeste, pasando por el centro, a lo mejor nos dábamos un susto de muerte si descubriéramos lo que hay detrás de tantas operaciones millonarias, pero bien me parece que de una vez por todas se ponga coto a los desmanes y se exijan responsabilidades.

El nuevo presidente blaugrana, un tal Bertomeu, ha tenido la ocurrencia de recurrir a la manida teoría de la oficina siniestra, viniendo a decir que todo se ha manejado desde "Madrit"; en mi opinión, mal hace el recién estrenado mandatario en ver conspiraciones y ejercer el victimismo, con unas formas y unos argumentos que solamente pueden convencer a los forofos menos cultivados y más crédulos y a algún que otro talibán fanatizado. Ya resultó poco ejemplarizante la imagen de Messi entrando y saliendo del juzgado en olor de multitud como para que hora se pretenda escurrir el bulto de lo ocurrido con el otro astro del equipo barcelonés a base de politizar el affaire.

El fútbol anda muy mal, el personal no entiende que en plena vigencia de esta larga y demoledora crisis los equipos grandes sigan manejando dólares y euros como si fueran fichas de dominó o cartas de la baraja. El pasado sábado el Zaragoza jugó en Anduva, el estadio del Mirandés C.F., un campo vetusto en el que buena parte del público está de pié, con grada que casi invaden el césped y afición tan ruidosa como noble, los zaragocistas que viajaron a Miranda de Ebro regresaron encantados, evidentemente porque su equipo venció, pero también por la elegancia y el buen trato de la afición rival y por un ambiente de fútbol del de antes que hace tiempo no vivían. No estaría de más que volviéramos en esto a los orígenes, a lo mejor no habrá argentinos, brasileños, portugueses, galeses, ... pero sí más honestidad y un fútbol auténtico.

27 de enero de 2014

Primeros pasos en Zaragoza de un paraguayo que llegó, vio y triunfó


Hace poco alguien comentaba que el último 28 de octubre se cumplieron 40 años del debut oficial de Nino Arrúa con la camiseta del Real Zaragoza. Como quienes hemos pasado la barrera de los cincuenta recordamos, el fichaje del paraguayo fue el gran “culebrón” zaragocista del verano de 1973; Avelino Chaves, un fenómeno gestionando adquisiciones buenas, bonitas y baratas, había logrado incorporar a la nómina blanquilla al mejor jugador paraguayo del momento y una de las figuras indiscutibles del fútbol de Sudamérica. Como la selección paraguaya andaba inmersa en las eliminatorias de clasificación para el Mundial alemán del 74, la llegada de Arrúa a la capital del Ebro se retrasó y cuando el jugador aterrizó en nuestra ciudad ya se habían jugado siete partidos en los que, por cierto, había habido de todo: 3 victorias (2-1 al Celta y 3-2 al Castellón en La Romareda y 1-2 en Los Cármenes), dos empates (1-1 en el debut liguero en Santander y 0-0 en casa frente a la Real Sociedad en ese triste encuentro donde Leirós se rompió la tibia y el peroné) y otras dos derrotas (3-1 en el viejo Sarría y un doloroso 4-0 en el Bernabeu).

Nino Arrúa, quien ni siquiera había viajado antes a Zaragoza para firmar el contrato, llegó poco después del Pilar y como el fin de semana siguiente a su presencia entre nosotros no había liga, la directiva que presidía José Angel Zalba organizó deprisa y corriendo un encuentro de presentación de la nueva estrella del equipo frente al Nastic de Tarragona, un conjunto que por aquellos años navegaba por la segunda división. La expectación fue notable y todos acudimos a La Romareda con la ilusión de comprobar “in situ” las maravillas que nos habían contado hacía el paraguayo con el balón. A la hora de la verdad Arrúa apenas intervino en el juego: llevaba pocos días entrenando, se le veía perdido y tampoco pareció querer asumir excesivos riesgos ni responsabilidades. No obstante, mediada la segunda mitad se produjo una rápida jugada en el área rival, con una pared que dejó sólo al nuevo astro frente al meta rival y Arrúa, con un toque genial, mandó la pelota por bajo y lejos del alcance de aquél, con lo que en un instante nos dejó boquiabiertos y justificó su fama. Posteriormente Planas hizo el 2-0 y el ariete tarraconí Paquito, un tanque que había jugado en primera con el Sporting, maquilló la derrota. En ese mismo encuentro debutó también “Cacho” Blanco, el otro extranjero del Zaragoza, quien a pesar de haber llegado ya en verano, todavía no había llegado a jugar con Carriega, el lateral charrúa hizo un partidazo como lateral diestro, aunque paradójicamente terminara triunfando en el otro lado de la defensa.

Al día siguiente “Zaragoza Deportiva” amanecía con un titular de su cosecha: “No era Arrúa, era su primo”, aunque nadie se preocupó del escaso rendimiento de éste, pues le quedaban más de tres cuartos de liga para mejorar. En el equipo de Tarragona destacó notablemente la actuación de un centrocampista brasileño llamado Baptista, quien había llegado a España con la fama de ser apodado en su tierra como “Pelezinho”, pues se aseguraba que su juego era similar al del gran Pelé, algo que acreditó, dentro de lo que cabe, en el “bolo” de Zaragoza, aunque al hablar sobre él años después con aficionados de Tarragona, éstos me comentaron que fue éste el único encuentro donde el carioca demostró algo, pues se dedicó toda la temporada a deambular sin pena, gloria ni esfuerzo por los campos de la división intermedia.

El siguiente domingo la cosa ya iba en serio y se presentaba en La Romareda un Real Murcia que acababa de ascender y a las órdenes del argentino Felipe Mesones venía dando un buen rendimiento, con jugadores de calidad como García Soriano, Cristo, Vera Palmes, Ponce o Ruiz Abellán y una serie de sudamericanos duros y correosos como Pazos, Abel Pérez y Juárez. El encuentro, que era televisado en directo, se jugó a las 8 de la tarde y los aficionados blanquillos lo esperaban con ilusión, pues se pensaba que Arrúa era el complemento adecuado para un once titular que tenía un lider nato –Violeta-, centrocampistas de clase –Planas y García Castany- , extremos rápidos –Rubial, Leirós y Soto- y un ariete poderoso –Ocampos-, pero al que faltaba mayor capacidad goleadora. El partido fue decepcionante, los pimentoneros montaron una defensa numantina y una tela de araña agotadora en medio campo y el Zaragoza apenas creo ocasiones de gol, siendo sometido Arrúa a un marcaje individual del que apenas pudo salirse. El encuentro terminó sin goles y en los rostros de los seguidores locales se reflejaba la desilusión de haber pinchado en hueso a la primera.

El encuentro siguiente supuso un aumento de la inquietud; el equipo jugaba en San Mamés y otra vez estaban presentes las cámaras de la única televisión de la época. El comienzo del partido fue nefasto y los leones marcaron rápidamente dos goles (Lasa y Rojo II) y en el minuto 10 el encuentro estaba ya cuesta arriba; aunque la expulsión del menor de los hermanos Rojo devolvió alguna esperanza, incrementada con un bonito gol de García Castany, el match acabó en derrota. Como no podía jugar Ocampos –no recuerdo si por lesión o sanción- Carriega adelantó a Arrúa al centro de la delantera, lugar donde el 10 zaragocista se perdió, siendo sustituido mediada la segunda parte. Como el aficionado al fútbol es esencialmente impaciente, entre los zaragocistas cundió la preocupación y se empezó a temer que nos hubieran dado gato por liebre y que el fenómeno no lo fuera tanto.

El siguiente visitante de La Romareda era el Sporting, un equipo de la zona baja, a pesar de lo cual tenía a jugadores del nivel de Quini, Churruca, Valdés, Castro, José Manuel, Megido, Leal, Ciriaco, … Se confiaba que por fin el paraguayo demostrara su fama, y en esta ocasión ya no hubo frustración alguna. Ya en el primer tiempo un centro desde la derecha fue rematado de arriba hacia abajo con la cabeza por Arrúa, consiguiendo inaugurar el marcador. No obstante, el clímax llegó tras el descanso, pues al poco de comenzar un nuevo centro al área fue de nuevo cabeceado por el paraguayo, esta vez viniendo desde atrás y por medio de un testarazo impresionante, entrando el balón en la red tras tocar el travesaño; Arrúa no se limitó a felicitarse con sus compañeros y, ante la sorpresa de todos, se dirigió a las gradas, abrazándose con el público, cosa que repetiría en partidos posteriores y que supuso una razón más para convertirse en el ídolo indiscutible del zaragocismo. Ocampos remató la faena con un tercer tanto, y de nuevo “Zaragoza Deportiva” dio en el clavo con un titular llamativo: “¡Arrúa mío!”.

Al domingo siguiente los blanquillos consolidaron su posición con una victoria en Málaga por 0-1, en partido cuyo recuerdo quedó marcado para siempre por el fallecimiento en el palco presidencial del directivo Jesús Castejón víctima de un infarto de miocardio. Adolfo Soto marcó un golazo precioso con un tiro en parábola desde fuera del área, tras recibir un pase del mismo Arrúa. La victoria afianzaba al equipo en los puestos nobles de la clasificación, además de reforzar la moral y la seguridad de plantilla y afición.

Los mayores niveles de euforia llegaron una semana después; eran los primeros días de un frío diciembre y llegaba a Zaragoza el Real Oviedo, un equipo con el que se había compartido ascenso dos años antes y que llegaba en situación bastante apurada. En su plantilla permanecían sus mejores jugadores de entonces –Galán, Uría, Carrete, Tensi, Marianín, …- pero su inicio de temporada estaba siendo flojísimo. Por esta razón se confiaba en una cómoda victoria de un Zaragoza lanzado, a pesar de que García Castany era baja por lesión , lo que daba la oportunidad de ser titular al sevillano Pepe González, fichaje de ese año y que aún no había podido demostrar gran cosa. Hubo exceso de confianza y se pagó, pues los asturianos se fueron al descanso con un sorprendente 0-2, con goles de Iriarte y Marianín. Aún recuerdo la desolación de los aficionados en el intermedio, de golpe y porrazo habíamos vuelto a aterrizar en tierra, se había perdido la seguridad con la que se llegó al campo y nadie confiaba en sacar adelante el partido. Fue ese día cuando Arrúa demostró que era un jugador distinto, un líder, una estrella … en un inicio fulgurante del segundo tiempo el paraguayo marcó dos golazos, esta vez con el pié, uno en tiro raso ajustado al poste y otro de un zambombazo que entró por la escuadra y convirtió un funeral en una tarde de ilusiones. De nuevo celebró su segundo tanto con el respetable, aunque aún había que completar la faena. De esto último se encargaron Ocampos y Javier Planas con dos goles desde fuera del área. Al final el marcador lucía un 4-2 que todos leíamos tan incrédulos como radiantes. Una gesta así no se veía en Zaragoza desde la época de los “Magníficos” y era prueba notoria de que había comenzado en el equipo del escudo del león una época nueva y esplendorosa. “Zaragoza Deportiva” se lució de nuevo con un título tan divertido como imaginativo. “Hicieron once cambios”, a la vez que se exhibía una foto del partido en el que un jugador rival se dirigía al árbitro y los “ideólogos” del inolvidable semanario deportivo habían abierto un “bocadillo” en la boca del futbolista que decía: “trampa, trampa”, … pero la única trampa tenía forma de jugador melenudo, más bien bajito y con el 10 a la espalda.

Desde ese encuentro la trayectoria del Real Zaragoza fue siempre ascendente, Arrúa terminó marcando 17 goles y el equipo cubrió una de las épocas más bonitas que se han vivido en La Romareda.

21 de enero de 2014

Descubriendo nuestro particular Oxford



Cuenta C.S. Lewis que cuando siendo un estudiante de final de bachillerato viajó por vez primera a Oxford con el fin de examinarse para la obtención de una beca que le permitiera estudiar allí la carrera, bajó del tren y tras salir de la puerta de la estación de ferrocarril al exterior con su maleta a cuestas, le llamó la atención la fealdad de la vía que asomaba tras ella, fue avanzado por las calles confiando encontrar a la vuelta de cada esquina la belleza de edificios y jardines que daba fama a la pequeña villa universitaria, pero tras atravesar unas cuantas calles solamente vio casas y tiendas cochambrosas y al avistar que ya asomaba el campo, señal de que la ciudad llegaba a su fin, su asombró se convirtió en profunda decepción al descubrir que Oxford no era más que un pueblo gris y feo. Solamente unos momentos después, al volver sobre sus pasos, observó a lo lejos las torres y campanarios de edificios e iglesias típicas de Oxford, todas ellas de una majestuosa belleza y se dio cuenta de su error, pues había salido de la estación por la puerta trasera, habiéndose topado con el barrio de Botley, un descuidado y cochambroso suburbio de Oxford.

Al leer esta curiosa anécdota del excelente ensayista británico ha venido a mi pensamiento las veces en las que los hombres caemos en idéntico error, y fruto de esa misma torpeza contemplamos nuestro propio pasado y los aconteceres diarios desde un prisma equivocado, y vamos por la vida decepcionados y cabizbajos por nuestra acentuada incapacidad para descubrir la auténtica verdad de esa vida y de esos sucesos, pues los valoramos con las "orejeras" de nuestra subjetividad, y esa facilidad que tenemos para salir por la puerta equivocada, por la gatera. Y lo mismo cabe decir de nuestra habilidad para valorar negativamente y a las primeras de cambio a las personas, me temo que muchas veces somos injustos con nuestros semejantes por haber incurrido en el error de tomarles en consideración desde una perspectiva completamente distorsionada. Lewis tuvo la suerte de descubrir la verdad y la humildad de admitir su yerro, la de cosas buenas que podemos estar perdiéndonos.
 
 
 

19 de enero de 2014

Hollande gestionando cuernecillos


En Francia, como en el resto de Europa tenemos ya suficientes problemas como para que la opinión pública se entretenga demasiado en las aventuras amorosas del presidente de la república; no obstante el hecho de que François Hollande haya sido sorprendido con las manos en la masa, pillado en plena escapada nocturna -al parecer en una Vespa- para visitar -y algo más- a una joven actriz francesa es algo que sin duda tiene su morbo, su moraleja y puede dar sin duda alguna bastante jugo. A lo mejor alguien pensaba que las veleidades amorosas, los ejercicios de conquistador, eran habilidad exclusiva de estirpes monárquicas o algunos altos políticos norteamericanos, pero demostrado queda que también en la vieja y adelantada Francia sus más altos jerarcas se dedican a algo más que a consolidar su "grandeur". Mientras en España andábamos pendientes del encuentro del presidente del gobierno con Barak Obama, de la última pantomima de Arturo y de las "hazañas" de algunos jóvenes encapuchados con afán revolucionario, en el país vecino han pasado una semanita entretenida con los despistes de bragueta de su máxima autoridad.

Lo primero que le viene a uno a la cabeza es que cada cual tenemos nuestra vida privada y también a los políticos en activo habría que reconocer el derecho a llevar la suya sin que tengan que estar sometidos al juicio público, evidentemente siempre y cuando lo que hagan no perjudique al interés general. Pero no es menos cierto que a quien mas poder tiene se le debería exigir mayor ejemplaridad, y vamos a considerar sin ánimo der se políticamente incorrectos ni ejercer de "carcas", que alternar, en toda su extensión, con persona distinta de aquélla con la que seconvive no es actitud loable, máxime si, como cuentan es el caso, se hace con nocturnidad y engaño. También me asalta el planteamiento de que teniendo las autoridades públicas el deber, firme e ineludible, de administrar su poder y sus atribuciones -incluida la gestión de los fondos públicos- con honestidad, fácilmente nos puede entrar la sospecha de que no lo haga precisamente así quien no es capaz de mantener la mínima fidelidad admisible en su relación familiar.

Tengo cierta curiosidad por saber los efectos que podrá tener una situación así en los resultados de las encuestas de voto y popularidad por lo que a Hollande se refiere, aunque intuyo que no habrá excesiva incidencia pues las preocupaciones populares suelen ir por otros derroteros. Además, a la vista de lo que observamos en la sociedad europea donde vivimos, a nadie debería extrañar que también los grandes prebostes sean tan poco contantes en sus amoríos.

17 de enero de 2014

Un nombre oportuno


Paseaba ayer por la tarde por Fernando el Católico, una de las vías más nombradas de Zaragoza, y ya próximo al Parque Grande me fijé en la existencia de un establecimiento dedicado a funeraria; seguro que he pasado montones de veces por ese mismo lugar, pero por esas cosas de la vida -y esas limitaciones de las personas- hasta ayer no me llamó la atención su existencia. No cabe duda de que ofrecer al cliente la solución de los distintos trámites que exige el hecho de morirse no deja de ser un negocio seguro, pues los humanos podremos dejar de comprar determinados productos, de usar algunos servicios o de mantener ciertas aficiones, pero lo que no dejaremos nunca de hacer es morirnos. Y lo que más me llamó la atención de dicho local fue la razón social que el propietario o fundador de la empresa tuvo la ocurrencia de poner: "El Paraíso"; en cuanto lo vi me di cuenta de que el título era acertado, que no podía haber mejor cartel para presidir un negocio de pompas fúnebres que uno que mencionara el edén.

Andamos en tiempos de cierto descreimiento, pero para quienes mantenemos la convicción de que hay algo más tras el final de la vida humana, no deja de ser consolador observar que desde el primer momento puede recurrirse al "paraíso", ya se que los gestores de esta empresa no pueden prometerte el cielo, pero ya está bien eso de poder empezar con buen pie. Además alguien ha tenido la buena idea de colocar en la fachada una foto grande de la Virgen del Pilar, algo que refrenda lo dicho: es bueno morirse y que ya de entrada te reciba quien hace ya bastante tiempo vino en carne mortal por estos lares. Fuera de bromas, conforme vas cumpliendo años comienzas a ver la muerte como algo más real y cercano, y las "Pompas fúnebres El Paraíso" me ayudan a recordar nuestras metas más importantes.

15 de enero de 2014

¿Vivimos en una sociedad maleducada?



Hace un par de meses coincidí desayunando con un viejo colega de profesión; tiene 77 años y ya lleva siete jubilado, es hombre inteligente, inquieto, con unas formas más bien ácidas y una orientación ideológica claramente decantada hacia la izquierda. No nos veíamos desde su adiós a la carrera y hablamos de cuestiones interesantes y de actualidad. En un momento determinado, y no recuerdo bien a cuento de que, afirmó que "vivíamos en una sociedad maleducada". Me llamó la atención el comentario, en primer lugar porque es una idea que frecuentemente pasa por mi cabeza, pero fundamentalmente porque venía de alguien experto, con muchas horas de vuelo y nada sospechoso de rígido ni de carcamal.

Como decía mi abuela, "siempre ha habido hospicios" e imagino que en todas y cada una de las épocas que han precedido a la nuestra muchas personas, sobre todo una vez que empiezan a peinar canas, han tenido pensamientos similares y no vamos a caer en la tentación, probablemente errónea, de considerar que vivimos en el peor mundo posible. Eso sí, con demasiada frecuencia uno escucha noticias o vive en directo experiencias concretas que le mueven a pensar que a mi viejo colega no le falta razón. El individualismo de la gente, ese funcionar como si el resto del mundo no existiera, algunos modos de divertirse, la consideración de coger una "kurda" como costumbre usual y hasta lógica de los fines de semana, la agresividad en foros y redes sociales, la notoria disminución en el empleo de términos como "gracias" y "perdón" o la exigencia de derechos sin guardar forma alguna ni admitir la existencia de deberes correlativos son, entre muchas otras, manifestaciones de que algo de urbanidad y educación nos falta, por no incluir situaciones tan actuales como el afán de reivindicar quemando contenedores o destrozando bancos y establecimientos, así como su exaltación y alabanza en los correspondientes lugares de internet.

A mí, personalmente, se me han quitado las ganas de intervenir en algún que otro foro en el que hacía de vez en cuando algún comentario; en alguna ocasión también "se me ha ido la olla" discutiendo de fútbol, política o nacionalismos, pero creo que o he pedido disculpas o en cualquier caso lo he hecho sin pisotear al otro, sin exhibir superioridades morales de ningún tipo y sin entrar en epítetos sobre la madre del rival o en enviar al otro a tomar por el "riau". En fin, que me parece que nos vendría bien que de vez en cuando nos sacaran algo de brillo, que cuando menos nos pasaran el cepillo por encima.

13 de enero de 2014

Una muerte que trae recuerdos de otra época

El pasado 30 de diciembre falleció en Madrid Carlos García Romero, contaba con 72 años y había triunfado en el mundo de la canción ligera española con el nombre de Tito Mora. Venía de familia de artistas, pues su padre era barítono y su madre soprano y comenzó su carrera a principios de los 60 formando junto a su hermano mellizo Enrique el grupo "Los Brujos", pionero en el pop español junto a otros como "Los Pekenikes" o "Los Estudiantes". El cantante fallecido grabó versiones de éxitos de Francia o de Italia como el "Mon Dieu" (Escucha, señor) de Edith Piaf o el "Hoy de rodillas" (In ginocchio da te) de Gianni Morandi, así como temas de compositores populares como Augusto Algueró ("Todo el amor del mundo", "Gracias", ...) y otros autores del momento. También se hizo famoso con el mítico tema de "La novia", una canción que hoy suena a cursi hasta el fondo, pero que en su día rompía corazones. También participó en aquellos festivales históricos que se hacían en España siguiendo el modelo de San Remo, como el Festival de la Canción del Mediterráneo y el de Benidorm. Precisamente una de las canciones triunfadoras de este último, "La hora", que había ganado el certamen en las voces de Alberto y Rosalía, fue versionada con gran éxito por Tito Moras con una interpretación cargada de dramatismo. También se hizo famoso como uno de los introductores en España del "bossa-nova".

A mí Tito Mora me recuerda aquellos programas musicales de la tele en blanco y negro, como los de las noches de los sábados y en los que intervenían solistas de los que luego nunca más se supo como Luis Gardey, Valen, Alberto, Adriángela, Jaime Morey, Ana Kiro, Santi Castellanos, Franciska o Gelu, una cantante que tuvo su relación sentimental con Tito Mora. De éste se solía comentar que se había trasladado a vivir a los Estados Unidos y creo recordar que interpretaba versiones en castellano de temas como "A mí manera", "Extraños en la noche", etc. Eran tiempos en los que había menos exigencia y cualquier programa medianamente variado y organizado nos parecía la "repanocha". También había otros musicales a horas de menor audiencia en los que aparecían cantantes tan curiosos como una aragonesa llamada Licia, un matrimonio catalán formado por Francisco Heredero y Luisita Tenor que cantaban, entre otros, el tema de "Un hombre y una mujer" -"sabadabada, sabadabada, ..."- o un tal Michel -no confundir con el ex-futbolista- que cantaba con gafas negras, presumía de haber triunfado en la URSS y solía interpretar "Los ojos de la española".

Tito Mora, junto a tantos otros, puede ser considerado uno de los precursores de la música moderna española, a través de los obituarios de "El país", "El Mundo", "ABC", ... he conocido nuevos datos de su currículum, como sus trabajos en la segunda entrega cinematográfica de la pareja Pili y Mili, "Dos chicas locas, locas" (1964), dirigida por Pedro Lazaga y junto a un joven cantante granadino que atendía al nombre artístico de Mike Ríos y en "Mayores con reparos" (1966), de Fernando Fernán-Gómez, o el disco que sacó en 1995, "Vivo por tí", con la colaboración de autores como Alberto Cortez, Juan Pardo, Dúo Dinámico, Augusto Algueró y Luis Aguilé. Descanse en paz.


10 de enero de 2014

Tiempos de extravagancias


Vivimos en una sociedad plural y cada cual viste, se peina y se adorna como le viene en gana; por otra parte en cuestiones de modas, usos y costumbres sería un error pensar que todo es inamovible y los criterios de elegancia y protocolo son poco menos que dogma de fe. No hay más que hacer un repaso por la historia para encontrar hombres con faldillas -ya se sabe hasta donde estaban "de Pilatos"-, miriñaques, pelucas blancas, todo tipo de gorros y sombreros, gargantillas, calzas, polisones y demás. Y puesto por delante mi respeto al gusto de cada cual y a la libertad de todos de aderezar su cuerpo como les plazca, tengo que admitir que cada día arraiga con más fuerza mi convicción de que andamos en tiempos en los que hay quien opta por la moda del "feísmo".

Me parece normal que se relajen antiguas rigideces, que la corbata haya dejado de ser prenda obligada para bastantes eventos, que haya ido desapareciendo esa cierta uniformidad en hombres y mujeres a la hora de acudir a ciertos actos, ... pero por mucho que se generalicen y persistan en el tiempo, no me acabo de acostumbrar a determinadas cabezas peladas, a los zapatos de punta, a todo tipo de pinchos que sobresalen en los órganos propios de los sentidos del gusto, olfato y oído, a tatuajes inmensos de apariencias no se sabe si góticas o terroríficas, a moscas en la barbilla, patillas desbordadas, aretes múltiples, pelos de todos los colores, rastas que aparentan equiparar la cabellera a vertederos descontrolados, ...

En ocasiones pienso que algunas de estas cosas no son más que el reflejo de una sociedad que ha perdido la mesura, de la falta de control de esa tendencia que en mayor o menor medida todos tenemos a la provocación y la rebeldía ... o, posiblemente todo se reduzca a que me estoy haciendo mayor, que algo de eso también habrá.

9 de enero de 2014

Microsistemas



Corren tiempos en los que muchos critican el sistema; antes de que todo explotara, dejáramos de ir de prósperos ciudadanos y no sonara mal eso de ser gente guapa, los "antisistema" eran cuatro y el de la guitarra, de unos tiempos a esta parte al carro del desprecio de lo que suene a "establishment" se han apuntado unos cuantos más, algunos movidos por la desesperación, otros reforzados en sus convicciones y alguno más porque siempre hay gente a quien le gusta aparecer en toda movida que se precie. Es cierto que ahora se intuye un final de época y que el futuro asoma con perspectivas de novedades que vete a saber en que se terminarán concretando.

Pero junto a ese "sistema" que en su momento todos parecimos asumir y ahora cuestiona hasta el último de la clase, siempre se han movido otros sistemas accesorios, laterales o suplementarios y allí cada cual se ha ido arrimando no se si por eso de buscar el sol que más calienta, por asegurar una protección, un medio de vida o tal vez por dar la razón a quien defiende el carácter social del hombre que necesita al fin y a la postre confiar en algo. Así han ido apareciendo una especie de "microsistemas", como recursos alternativos de quien quiere escapar de lo establecido sin poder evitar buscar protección en otros ámbitos. Un ejemplo es el Facebook, un lugar donde muchos acuden a desahogar sus agobios, preocupaciones y penas, donde surgen grupos de personas que montan su "grupete" y se alientan mutuamente, frecuentemente mientras ponen a caldo a otros colectivos. Han aparecido auténticos líderes virtuales, personajes capaces de batir records de amigos añadidos, de fundir su muro a base de horas tras la pantalla, de crear opinión a base de intuiciones o visceralidades, ... aunque uno no termina de saber si ese -o esa- alentador de masas es capaz de dar la talla también en el cara a cara, cuando aterriza en el mundo real.

Eso de los "microsistemas", que a lo mejor no es más que un término que he elegido desacertadamente, no debe de ser nada nuevo; antes estaban las tertulias de los cafés, o las reuniones en la barra de un bar delante de una caña y un pincho de tortilla, ... y los "Ateneos", los clubs de opinión, las "Casas del pueblo" o las lentejas de Mona Jiménez. La cosa es buscar cada cual sus rincones protectores, esos lugares donde arreglar el mundo sin que nos exijan demasiadas responsabilidades.

8 de enero de 2014

Un mister de una pieza


José María Maguregui falleció en Bilbao el pasado 30 de diciembre a la edad de 79 años. Todavía era joven, pero andaba flojo de salud: ya en la inauguración del nuevo San Mamés se le vio con muletas, mayor y limitado. Maguregui formó en el Athletic de los años 50 una media de ensueño junto a Mauri; la primera vez que oí mencionar esta pareja de volantes fue a un profesor de lengua española que tenía la habilidad de intercalar en sus excelentes clases alguna que otra morcilla futbolística: a él le escuché por primera vez mencionar la clase del volante Ramiro del Atlético de Madrid o del extremo barcelonés Basora. Eran tiempos en los que el centro del campo era sostenido por dos únicos jugadores, en el caso de los leones por uno más "técnico" y ofensivo, que era Mauri -Mauricio Ugartemendia Lauzirika- y otro más físico y defensivo, Maguregui. Con ellos en liza el Athletic conquistó una Liga y tres Copas. Entre su adiós al Athletic (1961) y su retirada del fútbol (1965), Maguregui, quien había dado sus primeros pasos futbolísticos en el Villosa de Llodio y el Arenas de Guecho, aún jugó en el Sevilla, Español y Recreativo de Huelva.

Para los de mi generación Maguregui fue, fundamentalmente, un entrenador de leyenda, uno de esos trabajadores del fútbol que garantizaba a la directiva que le fichara trabajo, humildad y eficacia. No se podría entender el fútbol de los 70 y los 80 sin el nombre de José María Maguregui, un auténtico especialista en subir equipos a primera y mantenerlos con cuatro retales. Fue célebre su frase de que en este equipo "quien no corra tiene menos futuro que un espía sordo". El otro día Eduardo Rodrigálvarez en El País contaba una anécdota de una de sus épocas en el Racing que le define: "en un partido trascendente del Racing, quizás contra el Madrid, quizás contra el Barça, Maguregui, corría la temporada 1984-85, durante la charla previa en el vestuario, aleccionó a los futbolistas con una táctica sencilla: “Si hay un saque de banda, se la damos a Setién; el portero saca y se la da a Setién; si hay una falta lejana al área rival, se la damos a Setién; si hay una falta directa, la tira Setién; si hay un córner, lo saca Setién y se la pone a Setién para que remate”. “Míster”, dijo Setién, “yo no puedo hacer las dos cosas”. “Mire, si usted no se siente preparado para este partido, no juega”. Sus primeros éxitos notables llegaron precisamente en el equipo de "El Sardinero", al que en 1973 llevó a la primera división tras coger un club inmerso en una crisis que había estado a punto de llevarle a tercera, y lo levantó con gente de la casa: el meta Santamaría, los defensas Chinchón y Portu, los medios Santi y Díaz, el atacante Sebas ..., jugadores desechados por el Real Madrid como Espíldora, De la Fuente y Barba, algún veterano "recauchutado" como Sistiaga, Arrieta o Pedro Amado y el prometedor Aitor Aguirre. Aunque la estancia en la máxima categoría fue breve, la directiva siguió confiando en él y en 1975 lo devolvió a la cima con una plantilla reforzada con Camus, Zuviría, Geñupi, el exvalencianista Sergio  y el extremo internacional José Armando Ufarte, esta vez con una estabilidad de varios años.

En 1977 abandonó Santander y se fue a Vigo. El Celta había descendido a segunda y tenía un equipo muy limitado: Fenoy, Villar, Santomé, Juan, Castro, Félix, ... tras doce jornadas en la zona baja de la categoría, la directiva celeste confío en el vasco, quien terminó consiguiendo el ascenso, a pesar de lo cual al año siguiente se marchó al Almería, llegando a Vigo Laureano Ruiz. En Almería Maguregui consiguió una de sus hazañas más espectaculares, pues ascendió a primera a un club sin historia en la división de honor que acababa de llegar de tercera; como siempre la plantilla tenía más "hombres" que "nombres": César y Maxi, llegados del Oviedo, Garay, del Athletic, Zunzunegui del Barça, Jeromo y Paniagua del Recre, los paraguayos Oscar López y Rolón, ..., manteniéndolo en primera, incluso con posibilidades en algún momento de clasificarse para jugar en Europa. También Rodrigálvarez tiene "sucedido" para esta época: "Curioso fue cuando el Almería, tras haberlo ascendido a Primera División en 1979, le ofreció seguir como entrenador y al negociar las cláusulas le dejó que exigiera la cantidad que quisiese por objetivos. Él dijo que no sé cuántos millones por meterlo en Europa y el presidente con una sonrisa sardónica aceptó de buen grado. Mediada la segunda vuelta fue palideciendo porque el Almería crecía y crecía, ganaba y ganaba, y las arcas se hacían estrechas para el objetivo pactado. Al final el equipo andaluz no entró en Europa por seis puntos y más de uno (no la afición) respiró aliviado."

En 1980 el entrenador fallecido tuvo la oportunidad de tomar las riendas de un equipo ya asentado en primera como era el Español, un club que tenía en su plantilla nombres tan ilustres como Urruti, Molinos, Roberto Martínez y Marañón, futbolistas junto a los que comenzaban a destacar jóvenes como Urbano, Zúñiga, el danés Lauridsen y Diego Orejuela. No obstante, en ese Español rocoso y regular Maguregui tuvo la valentía de hacer debutar a auténticos desconocidos que terminaron cuajando en buenos jugadores: el lateral Job, los centrales Canito, Gallart y Miguel Ángel, el fino interior "Tintín" Marquez y el extremo Mauri. Fue el de Maguregui un Español dinámico, que siempre tanteaba los lugares altos de la clasificación y que terminó siendo el origen de ese Español que llegaría a la Final de la UEFA bajo las órdenes de Javier Clemente. Tras su pase por el viejo Sarriá, Maguregui regresó a Santander, donde estuvo cuatro años con un Racing de primera donde el mejor era Quique Setién y en el que también brillaban Castaños, Bernal, Alba, Sañudo, Gelucho, ... un Racing con su sello, en el que sus aficionados sabían que el banquillo era un seguro de vida.

En 1987 Maguregui vuelve a Vigo. El Celta ya no era el equipo sin más aspiración que la permanencia de las otras veces, acababa de subir de segunda y la directiva le buscó buenos refuerzos. Recuerdo perfectamente el "Estudio-Estadio" de una de las primeras jornadas, los de Vigo iban embalados y alguien entrevistaba a Maguregui, quien con voz emocionada y entusiasta afirmaba con firmeza: "¡tengo mimbres!, ¡tengo mimbres!", y efectivamente el equipo era sólido: a jugadores que habían sido clave en el ascenso como Maté, Atilano, el inglés Hagan, Camilo, Vicente, Arteaga y, por encima de todos, los goleadores Baltazar y "Pichi" Lucas, se habían sumado en verano dos veteranos centrocampistas de garantía como eran el ex atlético Julio Prieto y el ex sevillista Zambrano, a los que había que sumar el regreso de Noly y la revelación de la temporada, Jorge Otero, quien luego sería internacional y debutó con el mister vasco. La temporada fue sensacional, y Maguregui se convirtió en el entrenador de moda, tanto que despertó el interés de Jesús Gil, dueño y señor de un Atlético de Madrid  que cada año renovaba sus caprichos; Gil llegó a un acuerdo con "Magu", quien no terminó el curso con el Celta fruto del enfado de sus directivos.

Sentarse en el banquillo del Vicente Calderón era la oportunidad de su vida; nunca hasta entonces había estado al mando de un equipo con las máximas aspiraciones, aunque también era cierto que ese mismo banquillo tan goloso era llenado cada temporada de pólvora y Maguregui no iba a ser la excepción. El año anterior había fracasado el mismísimo César Luis Menotti y Gil alardeaba de que por fin había conseguido contratar a un entrenador serio, trabajador y que no vendía humo. Maguregui se pasó el verano repitiendo con emoción una frase muy suya: "tengo un equipo a mi medida", vete a saber que querría decir el hombre con tal afirmación, aunque imagino que se refería a que sus jugadores eran gente trabajadora y eficaz, que no había "figuritas. De hecho, como cada año, Gil no se había parado en barras para traer a su "mister" lo que le pidió: el carrilero del Valladolid Torrecilla, los centrocampistas mallorquines Orejuela y Luis García, los brasileños Donato y Baltazar, el extremo del Murcia Manolo, el goleador del Oviedo Carlos y el defensa canario Sergio Marrero. A pesar de todo, los resultados no llegaron, el inicio de temporada del equipo fue desastroso y Maguregui duró cinco jornadas. Eso sí, con una directiva más común y sensata, posiblemente las cosas hubieran ido de otra manera. Tras su paso por Madrid estuvo media temporada en el Real Murcia, un par más de nuevo en el Celta y terminó su carrera en 1993 en Almería, donde seguro aún recordaban sus hazañas de diez años antes.

El currículum de José María Maguregui es difícil de igualar, le colgaron el "sambenito" de inventar la táctica del autobús, le acusaron de defensivo, pero ahí está: un montón de ascensos, un trabajo inconmensurable semana tras semana con equipos de esos que no gastan en fichajes y una honestidad con la que se ha ido a la tumba y que habrá sido un buen carnet de presentación allí arriba. descanse en paz.

6 de enero de 2014

La conciencia de las propias limitaciones


No se si esto es una de esas verdades de Perogrullo, si se trata de una afirmación que sobra por conocida o incluso si más de uno pensará que ya son horas de que me cayera del "guindo"; la realidad es que conforme voy cumpliendo años soy más consciente de mis limitaciones, de los errores cometidos, de mis miserias pasadas y las contemporáneas. A veces pienso que el personal anda bastante "in albis" de sus límites, de sus defectos, ... incluso de su capacidad de hacer el ridículo ... por eso en los últimos tiempos abundan más de lo debido quienes miran a otro lado cuando llueve, quienes aseguran no arrepentirse de nada, quienes incurren tanto en lo de tropezar de nuevo con la misma piedra.

No se trata de esconderse en un rincón, ni de sentarse en la esquina a esperar que escampe, pero a mí me viene bien darme cuenta de hasta donde puedo llegar ... al final somos capaces de aprender con los años ... al menos algo.

2 de enero de 2014

Los últimos libros del 2013



Habrá que empezar diciendo que más que hablar de los libros leídos en diciembre, debería hacerlo de los terminados en dicho mes: de los siete que expongo, tan sólo el breve relato de Cormac McCarthy, el mas largo de Benson y la novela de Cónnelly los empecé en diciembre, mientras el resto ya venían iniciados de antes. Cualquiera de los siete libros me parecen recomendables, aunque por encima de todos ellos quiero destacar "La hija de la criada", una de esas lecturas que nunca desearías terminar. Aparecen dos escritores ilustres, Cormac McCarthy y Joseph Roth, tal vez con dos novelas poco relevantes, pero que justifican el nivel de ambos autores, nivel que en el campo de la novela policíaca tiene sin ninguna duda Michael Cónnelly. Los recuerdos de Fernando Onega sobre Adolfo Suárez, un libro recomendado por el papa Francisco y un original testimonio de los años 60/70 completan mi testamento literario del mes que cierra el 2013.

La transición española y, en concreto, la persona de Adolfo Suárez son temas que siempre me han fascinado; he leído unos cuantos libros relativos a la cuestión y 4 o 5 biografías del político de Cebreros. Por eso me decidí a repetir aventura con "Puedo prometer y prometo", unas reflexiones de un periodista que me parece bastante sereno y objetivo como Fernando Onega en torno a la figura del ex-presidente, con el aval de haber sido el redactor de discursos tan importantes como el que realizó Suárez en defensa de la Ley de Asociaciones Políticas siendo Ministro Secretario General del Movimiento o el que pronunció ante toda España en 1977, en vísperas de las primeras elecciones democráticas tras la guerra civil española, a lo que cabe añadir el haber estado durante un tiempo al mando del gabinete de información de la Moncloa cuando ésta era ocupada por Suárez. El libro es un buen testimonio de una persona y de una época, aunque está escrito desde el afecto de alguien que valora bien a Suárez y desde el respeto hacia quien no está en condiciones de defenderse, Onega no escurre el bulto y también incide en los errores que piensa que cometió aquél, aunque se nota una profunda admiración hacia la persona del ex presidente y el fundamental papel desempeñado por éste en la reciente historia de España. Aunque el ya veterano periodista nos descubre algún episodio novedoso, el libro habla en general de hechos muy conocidos, y puede perder interés para quienes no tengan especial predilección por el tema.

Desde varios puntos me habían recomendado vivamente la lectura de "La hija de la criada", de Bárbara Mutch; sus 490 páginas las he devorado en una semana y puedo asegurar que la recomendación estaba absolutamente justificada. Se trata de una magnífica novela, escrita con un estilo sencillo y claro que consigue que se lea con facilidad, sin que por ello mengue lo más mínimo la calidad literaria del texto. El relato es una magnífica crónica del apartheid en Sudáfrica, que en mi caso ha coincidido con el fallecimiento de Nelson Mandela, quien es, por cierto, citado en algún momento de la narración. Se trata de una novela dura, pero a la vez llena de sentido positivo, como bien dice el dorso de las tapas, estamos ante una historia en la que el amor y la esperanza se imponen a la crueldad humana, y puedo asegurar que de ésta hay bastante en las páginas de este libro. Bárbara Butch consigue crear un auténtico himno a la amistad y a la lealtad, creando un personaje protagonista, Ada Mabuse -la hija de la criada- de una bondad que emociona, sin que por ello se nos ofrezca, ni de lejos, un personaje cursi y pegajoso, todo lo contrario. Se trata de un relato lleno de ternura en el que la autora decide dar notorio protagonismo a la música, pues Ada es una virtuosa del piano y con sus nocturnos de Chopin, las sinfonías de Beethoven o las composiciones de Debussy, entre otras, consigue dar armonía y dulzura al duro relato que ella misma cuenta en primera persona. Toda la magia de África y la buena creación de personajes consigue una novela altamente recomendable.

Parece no haber duda de que Cormac McCarthy es uno de los autores norteamericanos más fiables del momento; este mismo año leí la primera entrega de su "Trilogía de la frontera" -"Todos los hermosos caballos"-, tan buena novela como complicada de leer; novelas punteras de este autor como "La carretera", con la que ganó el Pulitzer o "No es país para viejos" aún no han pasado por mis manos. Me llamó la atención su última obra "El consejero", un relato breve y bien editado por Mondadori, de moda en nuestro país por haberse estrenado recientemente la versión cinematográfica dirigida ni más ni menos que por Ridley Scott y con un cartel de super-lujo -Michael Fassbender, Penélope Cruz, Brad Pitt, Cameron Díaz y Javier Bardem-; me hice con ella y la he leído en pocos días, si bien no he quedado excesivamente satisfecho del libro. La primera razón estriba en que no es propiamente una novela de la que sale una película, sino prácticamente el propio libreto de ésta: disposición de ambiente y personajes en cursiva, diálogos en forma teatral y acción trepidante, con ausencia de cualquier cesión a la literatura en sí. Por otra parte McCarthy me ha parecido en este relato llamativamente sangriento y sensual, casi con exceso, imagino que precisamente por razón de lo anterior, el destino cinematográfico del mismo. Siento cierta curiosidad por conocer la opinión de los expertos en el autor y en el tema.

Joseph Roth fue sin duda un escritor de primer nivel; vivió en una época convulsa y su vida fue complicada y dura, algo que no le impidió escribir auténticas obras maestras como "La marcha Radeztsy" y "La cripta de los capuchinos"; me llamó la atención "Los cien días", un breve relato reeditado por "pasos perdidos" que tiene por tema central el regreso de Napoleón tras su destierro en la isla de Elba y su último y frustrado intento de recobrar grandeza en Waterloo. No es propiamente una novela histórica, pues Roth se centra mucho más en la psicología del emperador de origen corso, presentándonos su faceta de derrotado, lo que no deja de hacerle también más humano. Asimismo incluye unas cuantos capítulos a hablar de un personaje de ficción, Valentina Pietri, una criada de Napoleón que le profesa un amor y una entrega ciega y fiel. La narración es dramática, con ciertas dosis de desesperanza, pero a la vez nos muestra con maestría el ambiente humano del emperador y sus soldados más fieles, con referencias a personajes históricos como la emperatriz Josefina, los hermanos de Napoleón, el Mariscal Ney o el rey Luis XVIII. Lo más valioso del libro, lo que lo hace altamente recomendable, es la calidad literaria de Joseph Roth, uno de esos autores que nunca falla.

Hacía tiempo que había oído hablar de "El señor del mundo", un libro del converso inglés R.H. Benson que a principios de siglo escribió una especie de parábola sobre el fin de los tiempos, aunque no me he puesto a la tarea de leerlo hasta que el Papa Francisco lo recomendó en un discurso como remedio frente a lo que él llama "progresismo adolescente". Benson elabora una ficción en torno a la aparición en el mundo de un personaje perfecto y lleno de cualidades que se convierte en el líder de una especie de nueva religión que acaba imponiéndose sobre todas las demás. Lo más llamativo de la novela, a la que me atrevería a definir como un relato de ciencia ficción con matices apocalípticos, es la enorme capacidad de Benson de adelantarse a los tiempos, pues debe de notarse que el libro fue escrito en 1907 -Benson falleció en 1914- y, desde mi punto de vista, la situación mundial que nos relata tiene bastante que ver con la realidad. Desde luego, se trata de un relato que hoy cabría calificar como "políticamente incorrecto", a mí me ha hecho pensar, además de que no deja de impresionar y hasta poner la carne de gallina, por mucho que evidentemente hay que saber interpretarlo sin necesidad de hacerlo "al pie de la letra". Desde un punto de vista literario, tal vez la forma de escribir de Benson haya quedado algo caduca, pues lo hace en un tono algo redicho, más bien "profesoral".

No me sonaba el nombre de Marcos Ordóñez, aunque he comprobado que se trata de uno de esos buenos articulistas que tiene El País y que su lista de libros escritos no es pequeña; leí unas cuantas buenas críticas de "Un jardín olvidado por los árboles", aunque lo que me decidió finalmente a leerlo fue el comprobar que el escritor nos contaba el ambiente familiar y social de su infancia, algo que al haber nacido un año antes que yo (1957) le daba al libro un interés especial. Dicha infancia y juventud son vividas en Barcelona, lo que convierte muchos recuerdos -calles, cines, establecimientos, bares, colegios, ...- en cuestiones muy específicas de allí, pero además del interés propio de esa ciudad, mucho de lo que nos cuenta tiene una raíz común: la llegada de la tele a España, los colegios de religiosos, la sobriedad de una sociedad marcada por la pasada posguerra, las noticias de la época -asesinato de Kénnedy, llegada a la luna, Vietnam, ... Todo se cuenta, como comentaba un blog vecino, con una extrema cordialidad, a la vez con una delicadeza que supera cualquier susceptibilidad. Los recuerdos de infancia de Ordóñez -los quesitos "MG", las películas de reestreno, las sesiones continuas, los tebeos, las librerías de enlace, la margarina, ...- van unidos a los de sus padres y abuelos, algo que consigue llevar al relato los tiempos de la república, la guerra civil y la posguerra, relatados desde el desapasionamiento y con la ventaja de que sus ascendientes la vivieron desde las dos posiciones, algo que consigue aportar una versión amplia y plural. Como comento a veces, el mayor inconveniente del libro está en su extensión, 472 páginas, aunque pienso que merece la pena leerlas pacientemente, sin prisas.

Este mes no había caído ninguna novela policíaca y había que remediarlo, para cubrir el vacío opté por ir a lo seguro y acudí a uno de los más prolíficos -y comerciales- autores norteamericanos actuales del género, Michael Cónnelly y siguiendo el orden cronológico de la serie que protagoniza Harry Bosch, cogí "El vuelo del ángel", un libro que reune todas las virtudes -y algún tópico- del escritor citado: trama bien desarrollada, personaje complicado y conflictivo, interés que nunca decae y sorpresas varias hasta casi la última hoja. Como todos los de Bosch, el relato se desarrolla en Los Ángeles y la trama gira en torno al asesinato de un célebre abogado penalista de color que tenía varias querellas presentadas contra miembros del Departamento de Policía de Los Ángeles, donde trabaja el protagonista. Una hábil mezcla de investigación criminal, pederastia y corrupción policial en la que Harry Bosch, como siempre, ni se casa con nadie ni tira la toalla cuando todo parece perdido. Cónnelly, en definitiva, sigue siendo una garantía cuando se necesita algo ameno y que sirva de evasión.