29 de mayo de 2018

Toda una gran dama


Hoy me he levantado con la noticia del fallecimiento de María Dolores Pradera. La cantante madrileña contaba con 93 años, a pesar de lo cual era de esas personas que no se sabe porqué uno piensa que no van a morir nunca: ha permanecido al pie del cañón prácticamente hasta el final. Con la muerte de la Pradera me siento como si se hubiera ido alguien cercano, una mujer que, sin haberla tratado nunca personalmente, era  alguien de la familia, un ser querido y respetado.

María Dolores Pradera ha sido siempre uno de esos recursos musicales que uno tiene cuando necesita paz, reconstituir el ánimo o simplemente pasar un rato agradable. Nunca me cansaré de escuchar sus temas de siempre: "Pa todo el año", "Fina estampa", "Cuando vivas conmigo", "Amanecí en tus brazos", "La flor de la canela", "Viene clareando", ... Todas ellas son canciones eternas, cantadas por muchos ... pero nadie lo hacía como ella. Elegancia, buen gusto, arte, serenidad, estilo, ... 

Es una pena, poder escucharla alguna vez en directo ya no es una ilusión, ... es una quimera. Pero, como los grandes cantantes que la historia nos ha regalado, su voz, sus canciones, su forma de cantar, ... permanecen inmortales y seguirán siendo ese tesoro que desenvuelves en los momentos que, por una u otra razón, consideras especiales.

Dicen que fue desgraciada en amores, algo que uno intuía de las letras de sus canciones, de su modo de expresarlas, de esa serenidad qyue siempre parecía bañada de nostalgia y cierta tristeza. Descanse en paz.

27 de mayo de 2018

La noche triste de Karius


Loris Karius es un portero de fútbol que nació hace 24 años en la localidad alemana de Biberach. Tras jugar en las divisiones juveniles del Sttutgart y el Manchester City, Karius debutó como profesional en el Mainz 05, equipo principal de Maguncia y sus buenas actuaciones le llevaron a fichar por el Liverpool, uno de los grandes de la "Premier".

En la Final de la "Champios League" que ganó el Real Madrid en la noche de ayer, Karius se convirtió, muy a su pesar, en protagonista, pues sendos y enormes fallos suyos dieron lugar a dos de los tres goles que marcaron los "merengues" para obtener su decimotercera Copa de Europa. La imagen del joven cancerbero teutón llorando desconsolado al fin del encuentro fue estremecedora, y por encima de la cierta satisfacción  que supone el éxito de un equipo español, se impuso en aquellos momentos un sentimiento más fuerte de solidaridad ante un hombre que tuvo la mala pata de tener el "día tonto" de su vida profesional en el momento menos oportuno.

Me pareció especialmente dura la soledad de Karius en ese minuto 94: ninguno de sus compañeros fue a consolarle, y hubo de ser el madridista Nacho quien acudiera a ofrecer algo de apoyo a un hombre destrozado. Cuenta la prensa que el futbolista se rehizo y dio la cara, explicando a los periodistas las razones de sus fallos, cosa que le honra. Lo que le ocurrió a Karius nos puede pasar a cualquiera: no somos personajes infalibles, y quien se crea libre de caer en fallos monumentales o está ciego o no pone los pies en el suelo o posee una soberbia que le obnubila.

La final de ayer nos daría para mucho más: nos quedará siempre la duda de la influencia de la lesión de Salah, gran figura de los "reds" en el bajón que dio su equipo desde que se fue al vestuario, o de si Sergio Ramos, un gran central que parece necesita siempre una polémica añadida a su juego, fue a por él o tan solo se trató de un choque fortuito. También podríamos hablar de dos hombres, Benzema y Bale, a quienes parte del madridismo había puesto la cruz y terminaron siendo las figuras del match, por encima del propio Cristiano, quien ayer no desbordó ni a su sombra ... y también cabría citar las declaraciones finales del portugués, que da la impresión de sentir siempre la necesidad de ser protagonista y pareció pretender darle pimienta al éxito insinuando su marcha de Madrid ... de ser así, y como dicen en Murcia: "tanta gloria lleves como paz dejas".

Yo me quedo con la figura de Loris Karius: ayer pintaban bastos, pero la historia -la pequeña historia del fútbol- seguro que le guarda momentos más dulces.

18 de mayo de 2018

Divagaciones de un peatón


En otros tiempos, que no digo fueran mejores, la cuestión de la deambulación callejera era sencilla y no planteaba grandes controversias. Los que éramos -y somos- peatones teníamos claro que caminar por la acera era cosa segura y solamente el hecho de cruzar la calzada nos obligaba a estar atentos para no actuar con precipitación ni imprudencia ... siempre a salvo de que no hubiera un vehículo que por despiste o accidente fortuito invadiera tu espacio, algo que no solía ser lo habitual.

La cuestión es que ayer sentí cierta añoranza de aquéllas épocas tranquilas cuando un individuo ya talludito, con pelo rizado y abundante, barba de días, coleta larga y vestido con un bañador de flores estuvo a punto de atropellarme a bordo de un "skateboard" cuando caminaba tranquila y, me temo, algo despistadamente a la altura del FNAC del Coso de Zaragoza. El personaje ni se inmutó ni se disculpó, ... es más, sospecho que debió de pensar que quien no estaba a la altura era "menda", convertido en peatón de vieja usanza, en persona transformada en obstáculo.

No hace muchos meses sufrí un incidente parecido al ver como se avalanzaba sobre mi indefensa humanidad un ciclista que salía del parking de bicicletas sito en el edificio "Pignatelli", ...  no deja de ser llamativo que puedas sufrir un atropello a las mismas puertas del poder ejecutivo de nuestra tierra. Ya bastantes problemas tengo para orientarme a la hora de atravesar los célebres "carriles-bici" como para tener que andar con cuidado ante quienes trasladan sus peligros del carril a la acera. No solo no tengo nada contra los ciclistas, sino que asumo lo sano que desde muchos puntos de vista es optar por este medio de transporte, pero no dejo de intuir cierto aire de poderío en algunos de sus usuarios.

También me he visto en apuros alguna vez cuando las largas correas que hoy en día colocan a los perros se extienden y abarcan toda la acera, marcando una especie de "listón" que va de la mano del dueño al cuello del can, de manera que uno no sabe por donde pasar e icnluso teme ver sus piernas enroscadas en aquéllas ante la sorpresa del animal, que normalmente no incluye la comprensión de la torpeza ajena entre sus instintos. Y no digamos, en aquellas ocasiones en las que se cruzan dos perros y comienzan a ladrar, enfrentarse, olisquear al otro o hacerse "cucamonas", en cuyo caso el apuro descrito se multiplica por dos.

En fin, que la condición de peatón ya no supone una garantía de paz y seguridad, sino que tenemos que acostumbrarnos a convivir con nuevos obstáculos ... no pasa nada, nos haremos a todo.

16 de mayo de 2018

Ese ciclista tan alternativo


Gert Jan Theunise fue un ciclista holandés que se mantuvo en activo entre 1984 y 1985. La "wiki" nos dice que obtuvo 18 victorias a lo largo de su carrera, aunque he de confesar que mi recuerdo acerca de este deportista se reduce a aquellos Tours de Francia en los que Perico Delgado se batía el cobre con los norteamericanos  Greg Lemond y Andrew Hampsten, su compatriota Erik Breuking, el irlandés Stephen Roche, los italianos Gianni Bugno y Claudio Chiappucci, el suizo Tony Rominger, el mexicano Raúl Alcalá, los colombianos Lucho Herrera y Fabio Parra, el danés Bjarne Rijs y alguno más.

Theunise competía en el equipo neerlandés del PDM y fue uno de los protagonistas de esas rondas francesas de finales de los 80 en los que  el ciclista segoviano destacaba tanto por sus magníficos cambios de ritmo y su brillante forma de escalar como por alguna que otra pájara, una fallida descalificación por un doping que devino inexistente y su despiste por las calles de París que le hizo perder de entrada casi tres minutos en la etapa prólogo de la edición de 1989, cuando salía como el vencedor del año anterior. Gert Jan Thenunisse subía como los ángeles y perdurará en mi retina y en mi memoria la imagen de su melena rubia ondeando al viento de las cumbres principales de Alpes y Pirineos junto a Perico y su compatriota Steven Rooks. En concreto el mismo año que Delgado ganó por fin el Tour (1988) Theunisse fue el vencedor del Premio de la Montaña y se impuso en la mítica cumbre de Alpe d'Huez, posiblemente la etapa más bella de la ronda francesa.

Theunise era un personaje especial, en tiempos en los que la mayoría de cilcistas ofrecían una imagen discreta, con pelo corto y aspecto moderado, Theunise corroa con pendiente y una larga cabellera cotrtada en plan "cherokee". El aspecto del holandés duplicaba el interés, pues ofrecía un toque entre feroz y moderno realmente interesante. En la carrera profesional del ciclista hubo también sus sombras, pues dio en alguna ocasión positivo el el control anti-doping por tetosterona, sustancia que siempre ha negado haber consumido.

Tras su retirada, la vida de Theunise no ha sido fácil, pues sufrió un ataque al corazón y tuvo un grave accidente de coche que le dejó parapléjico. El holandés demostró una enorme voluntad de superación y consiguió rehabilitar parcialmente la movilidad de las piernas hasta poder participar en competiciones deportivas para discapacitados. Todo ésto adorna con un toque humano a un  hombre que aportó una imagen nueva al  mundo del ciclismo.


1 de mayo de 2018

Lecturas entre lluvias de primavera


En abril, tal vez a causa de un mal tiempo que empujaba a quedarse en casa los fines de semana, he leído siete libros. En esta ocasión la ficción ha superado al ensayo y puedo destacar una maravillosa colección de relatos cortos, una breve e impactante novela del Pessoa de los primeros años y una thriller ambientado en Texas. A idéntica altura se encuentra el ensayo de Antonio Basanta, mientras los otros tres lecturas tampoco están nada mal.

Existió una denominada edad de oro de la novela policiaca escrita por mujeres. Dicha época anduvo ubicada en Inglaterra en la primer mitad del siglo pasado, y sus máximas representantes fueron Agatha Christie -por encima de todos-, Dorothy L. Sayers. Margery Allingham y la neozelandesa Ngaio Marsh. Los cronistas del género citan unas cuantas más y entre todsd ellas la editorial "D'Epoca" ha decidido traducir al español la primera de las tres novelas que escribió la londinense Molly Thynne. El relato está protagonizado por el anciano Dr. Constantine, un experto maestro de ajedrez. Lleva por título "Crimen en la posada Arca de Noé" y ha sido  magnificamente editada, con ilustraciones y todo. Se trata de una historia de intriga escrita con una estructura clásica, muy al estilo de Agatha Christie -listado de personajes al inicio incluido-, con el inevitable crimen en habitación cerrada. Me ha parecido una novela entretenida, en ocasiones algo liosa, con "idas y venidas" argumentales y de la que, sin decepcionarme, esperaba algo más. El prólogo, relativo a la referida "época dorada" resulta interesantísimo y se convierte en una auténtica guía de lectura.

Antonio Basanta es doctor en Literatura Hispanica por la Universidad Complutense de Madrid, habiendo dedicado buena parte de su trayectoria profesional a fomentar y defender el hábito de la lectura. No cabe duda que lo dicho le convierte en una autoridad en la materia y una persona con una actividad verdaderamente apasionante. Por eso, su ensayo "Leer contra la nada" me pareció, desde que tuve conocimiento de su existencia y comprobé las unánimes críticas favorables,  un libro imprescindible, una lectura necesaria. No se trata de una lectura "al uso", sino  una especie de recopilación de artículos, pensamientos, opiniones, propuestas, ... todas ellas relativas al hecho de leer y de una profundidad, valor e interés notables.  Basanta incorpora consejos, propuestas de libros, afirmaciones osadas, ... en definitiva un compendio de consideraciones tan útil como sugetivo. No es un libro para leer y devolver a una biblioteca o estante, sino un pequeño tesoro para tener en la mesilla y al que recurrir con frecuencia. De vez en cuando uno se encuentra a autores y obras que agradece haber conocido, sin duda Basanta es alguien capaz de escribir y tener una indudable impronta positiva en  muchos.

Hacía mucho que no pasaba por mis manos un libro elabotado a base de relatos cortos,  género bastante propicio a la narrativa de calidad. Siguiendo los consejos de separatas literarias como "Babelia" o "El cultural" de ABC, escogí "En un café", una extensa recopilación de relatos de Mary Lavin, escritora que vivió en el siglo pasado, nacida en Massachusetts, hija de emigrantes irlandeses y que regresó a su tierra de origen siendo todavía adolescente. Son narraciones que hasta hoy no se habían traducido al español y que, tengo que adelantarlo cuanto antes, me han parecido una auténtica maravilla, una delicia. Pienso que la frase que mejor define esta obra de Lavin es la que titula la reseña de "Babelia": "Todo pasa cuando no pasa nada", y es que lo que nos relata la autora son sucesos ordinarios de la vida ordinaria, cosas que nos suceden a cualquiera, ... lo que ocurre es que lo cuenta con una maestría y sensibilidad especial. Mary Lavin refleja con mimo y al detalle la vida  irlandesa, generalmente la  rural, de su época, haciéndolo de una manera que la sientes como propia, te identificas con unos personajes llenos de vida y muy reales, casi siempre mujeres. Una lectura que terminas con pena y satisfacción a la vez.

Había escuchado y leído muchos comentarios y valoraciones -siempre positivos- del escritor portugués Fernando Pessoa, un personaje de vida complicada y muerte prematura. Me costaba decidirme a leer algo escrito por él, ya que intuía un estilo complicado y difícil de seguir, pero la reedición de una de sus primeros relatos -"Una cena muy original"- me animó a dar el paso. Se trata de una obra breve -72 páginas-, publicada en 1907 con el seudónimo de "Alexander Search". Debo admitir, de inicio, que literariamente me ha parecido una obra de arte: provoca una lectura deliciosa y placentera. Está ambientada en el Berlín de principios del siglo XX, en concreto en la reunión de su "Sociedad gastronómica". Se relata en primera persona y se centra en un personaje principal magnífico, un ser depravado y enloquecido, que encarna la maldad y el vicio que al parecer menudeaban en aquellos tiempos. Poco más puedo comentar sin desvelar la trama, solamente decir que se trata de una lectura que te deja anodadado, con un final tremendo que firmaría el mismisimo Edgar Allan Poe.

Hay lecturas que llevas tiempo esperando hacer y otras que decides sobre la marcha. Es el caso de "El hombre de la Leica", del escritor y periodista navarro Fermín Goñi, obra que desconocía y  que despertó mi interés mientras curioseaba libros en la Biblioteca Pública de Zaragoza. Se trata de un relato novelado de lo ocurrido en España al iniciarse la guerra civil, con el personaje del general Emilio Mola como figura central: de ahí el título, pues Mola se caracterizaba por llevar siempre consigo una máquina de fotos de la marca en cuestión. Aunque Goñi habla del final de la República y la sublevación militar en su conjunto, su historia la centra en Pamplona, donde Mola figuraba como general al mando de la plaza, siendo personajes principales los que  en uno y otro bando ocupaban cargos y puestos de responsabilidad en torno a Navarra. La novela alterna capítulos en los que el autor pone al propio Mola como relator y otros en los que lo hace en tercera persona, contrastando la versión subjetiva sobre los acontecimientos del protagonista, con la valoración histórica y crítica de Goñi. El libro está relatado con orden, mantiene el interés y nos ofrece una versión de los hechos sin duda interesante, a la par que una descripción psicológica del general Mola bastante lograda y una serie de tesis que vale la pena considerar.

Dentro del "periplo" que vengo dando últimamente en torno a narradores aragoneses contemporáneos, he incluido entre las lecturas de abril a Daniel Gascón, un joven autor zaragozano, hijo de otro brillante representante de las letras aragonesas, por mucho que en su día naciera en Galicia, Antón Castro. La novela se llama "Entresuelo", apenas pasa de 100 páginas, fue publicada hace cuatro años y en ella Gascón nos cuenta su vida familiar, algo que parece estar de moda últimamente entre narradores tan sugerentes como Manuel Vilas, Vicente Molina Foix y Cristina Fallarás, entre otros. Para contarnos sus vivencias personales el autor parte del piso de sus abuelos, ubicado en la esquina entre Avenida Goya y la calle del Carmen, una casa por donde van pasando padres, hijos, tíos, tías, primos, ... con mayor o menor estabilidad. El relato contiene también referencias al pueblo originario de la familia materna del autor, Ejulve (Teruel). Daniel Gascón cuenta hechos, encuentros, anécdotas, .... sin un orden concreto, lo que no perjudica un relato realizado con frescura y claridad. En la contraportada se recoge una frase de Albert Camus: "después de todo, la mejor manera de hablar de lo que se ama es hacerlo a la ligera", un pensamiento que creo define perfectamente este libro, en el que se relata la vida ordinaria de una familia normal, sin buscar grandes trascendencias, pero en el que se intuye mucho cariño y cierta nostalgia.

En la "Casa del Libro" de Zaragoza, ubicada en la céntrica calle San Miguel, tienen un expositor a la entrada en el que se exhiben las principales novedades literarias del momento. Como es zona de paso para mi ida y vuelta del trabajo, suelo asomarme en algún momento para ponerme al día, y así fue como llamó mi atención "Texas blues", un thriller escrito por una autora nacida en Texas, Attica Locke. La novela venía avalada por una buena crítica y el hecho de haber obtenido el premio "Edgar", según cuentan el más importante que se otorga en Estados Unidos en el género policíaco. La trama está situada en Lark, un pequeño pueblo de Texas, en un ambiente típico del sur de USA, con los problemas raciales propios del lugar que por lo visto aún siguen vigentes. El personaje protagonista, Darren Mathews, es un "Ranger" de color con una situación personal delicada: está apartado del servicio y anda a punto de romper con su esposa. El hombre se tiene que enfrentar con la muerte violenta de dos personas, un hombre negro y una mujer blanca, en medio de la hostilidad de los habitantes de la localidad y con la incomprensión de sus superiores. Toda esta historia es relatada con acierto, cuidando los detalles literarios y con un interés que crece conforme avanza la lectura, algo esencial desde mi punto de vista en este tipo de novelas. Yo le pongo una buena nota.