1 de octubre de 2019

Septiembre atípico

No ha sido septiembre un mes fácil para leer: falta de tiempo, desorden personal y lecturas más bien complicadas ha reducido a cinco los libros terminados, con la peculiariedad de que todos los concluí en los últimos diez días. No obstante, cabe destacar mi primera experiencia lectora con Moravia y un ensayo actual y de calidad.

En una de las pocas ocasiones en que he podido volver a reunirme con mis amigos de tertulia "negro-criminal" de Huesca, quien es genuino "alma mater" de la misma me prestó "La crueldad de abril", un thriller auténticamente "negro-negro" del gallego Diego Ameixeiras. Se trata de una novela corta, bien escrita y francamente dura. EL relato no está exento de crítica social, y desde mi punto de vista, lo mejor del mismo es la magnífica forma que tiene Ameixeiras de reflejar los ámbitos marginales -el centro del argumento radica en la muerte de dos indigentes en un incendio provocado en la casa abandonada donde malvivían- y los barrios más populares: me ha parecido magistral como nos muestra el autor el ambiente del bar donde trabaja una de las protagonistas. Todo lo que se cuenta es muy crudo, desalentador, sin margen a la esperanza, sin huecos para luz alguna. Creo que es una novela interesante, de un autor cuya lengua habitual es el gallego y que no desaconsejaría a los interesados en la nueva ola de intriga nacional.

Entre las recomendaciones de la última entrega de la Librería "Cálamo" se encuentra "Agostino", una novelita de Alberto Moravia reeditada recientemente por "Altamarea". Moravia, que nació y murió en Roma, fue un prolífico y exitoso novelista italiano del siglo pasado, con una vida azarosa tanto desde el punto de vista político, como de salud y sentimental, llamativo representante del realismo pesimista, cuyos libros sirvieron de guión para un buen número de películas del realismo italiano que imperó en los principios de la segunda mitad del siglo XX. La brevedad de la novela, el no haber leído nada de Moravia y cierto Morbo derivado de haber sido una novela prohibida en su día, me animaron a leerla, lo que hice en tres ratos nocturnos. El escritor, fallecido hace casi 30 años, nos cuenta el descubrimiento de la "vida" por parte de un adolescente de familia pudiente, cuya inocencia choca con los amoríos de su madre y la pillería de unos jóvenes de barrio que conoce en sus vacaciones en la playa. Todo ésto es descrito magistralmente por Alberto Moravia, con un dominio magnífico del lenguaje, una gran capacidad de relatar los compolejos sentimientos del portagonista y una ambientación excelente.

Sonia Hernández es una de esas autoras españolas de nueva hornada que tanta curiosidad me despiertan. Ya he leído textos de unas cuantas -Sara Mesa, Marta Oreriols, Cristina Cerrada, ...- y me llamó la atención "El lugar de la espera", una novela no demasiado extensa -lo cual no es ni mucho menos un error- publicada por "Acantilado".  El septiembre postvacacional me pareció un buen momento para iniciar una lectura que ha termiando, en contra de lo previsto, durando todo el mes. Y es que, como me comentaba el sabio propietario, y ante todo librero, de "Cálamo", Sonia Hernández no es una autora fácil de leer. Se trata de una novela doral, con varios protagonistas que plantean la queja que tan bien definió Enrique Andrés Ruiz en "Babelia": "la catalana Sònia Hernández hace universal la perplejidad de una generación a la que se prometió que podía ser lo que quisiera". El hermano de quien narra el relato en primera persona pretende presentar una denuncia contra sus padres por "venderle"  un futuro tan brillante y feliz como irreal. La verdad es que he podido enterarme mejor conforme avanzaba la lectura, aunque veo en parte en este libro esa tendencia, que personalmente considero más bien desacertada, de vernos todos víctimas y como único culpable al sistema. Una novela curiosa, como queda dicho nada sencilla de leer.

El historiador italiano Emilio Gentile es uno de los mayores expertos mundiales en la historia del fascismo. "Alianza Editorial" ha publicado recientemente "Quién es fascista", una magnífico trabajo -ni mucho menos el primero- de Gentile acerca del tema, con un título francamente sugestivo, especialmente a la vista de la frecuente, y habitualmente injustificada, utilización del término, muchas veces tengo la impresión que con exclusivos fines de descrédito, o cuando menos de manera frívola y "ahistoricista". Me ha parecido un ensayo magnífico, escrito con una clñaridad y profundidad sobresaliente y planteado sin matizaciones ni subjetivas ni mucho menos sectarias. gentile entra primero en temas históricos, relatando con claridad y pormenorizadamente los acontecimientos a partir de los cuales surgió el fascismo en la Italia de los años 20, con la evolución que tuvo esta ideología totalitaria, para luego distinguirlo de otras posturas, así como difereniarlo de las posiciones que mantienen hoy en día políticos populistas y extremistas de diversos signos. Gentile no pretende bendecir ni condenar ideas, sino que se limita a quitar el grano de la paja y aclarar cada idea y posición. Un ensayo digno de ser tenido en cuenta.

Hace ya un tempo que en el mundo de la novela de intriga ha comenzado a proliferar el denominado "true crime", relatos que nos cuentan noveladamente crímenes reales. Se trata sin duda de un ´novedoso género bastante interesante que puede dar mucho de sí. Entre los que ha tenido en los últimos meses una valoración más positiva por los expertos ha sido "La poeta y el asesino", un minucioso y más bien extenso trabajo del británico Simon Worrall, objeto además de una cuidadísima edición, como suele hacer "Impedimenta". Se trata de una novela que tiene bastante más de explicación pormenorizada que de misterio. No cuenta la tremenda historia de Mark Hoffman, un en apariencia respetable padre de familia de religión mormona que dedicó su vida a la falsificación de todo tipo de documentos, con especial mención de trabajos sobre los orígenes de los mormones, en un afán casi enfermizo de desacreditar su propia religión, así como de la poeta Emily Dickinson, que terminó convirtiéndose en un despiadado asesino. Worrall es minucioso hasta el límite, y nos cuenta, además de la propia vida personal y profesional de Hoffman, cada falsificación con todo lujo de detalles. Esto puede hacer algo lenta y cansada la lectura, pero a la vez dota de calidad y credibilidad al relato. El libro va cogiendo interés conforme se avanza, pues hay que reconocer que las primeras cien páginas -y pico- corren el peligro de hacerse plúmbeas.