20 de febrero de 2017

¿Quién tuvo más suerte, el gato o yo?


Corría la década de los 90 y había quedado a comer con unos amigos en un buen restaurante de Tarragona. Era uno de esos ubicado junto a la playa a cuyo encanto cabía añadir que ofrecía comida de calidad, un ambiente agradable y una atención adecuada. Llegamos al sitio pasadas las 2.30 del mediodía y nuestra mesa ya estaba preparada en un reservado.

Recuerdo que me fui a sentar en uno de los extremos de la mesa, y cuando comenzaba a depositar mis reales en el sillón noté que mi trasero se aposentaba sobre algo "mullidito", por lo que pensé que la dueña, una mujer muy profesional y amable, había puesto algún tipo de cojín o almohadón más ancho de lo habitual. Mi sorpresa fue cuando comprobé que la pretendida almohada cobraba vida  y salía disparada quien sabe hacia qué escondite. La citada dueña puso cara de circunstancias, sonrío tímidamente y dijo con media voz: "... el gato ...". La situación fue en un primer instante embarazosa, aunque no llegó a mayores: al fin y al cabo el peligro había pasado.

Desde entonces, cuando me viene a la cabeza el incidente, que se saldó sin daños personales por ambas partes, me planteo qué hubiera pasado de haberme sentado en la butaca con más energía de la mostrada. Es posible que el pobre felino hubiera quedado gravemente perjudicado con mi peso, que por entonces no era precisamente poco. Pero también se me ocurre, y entonces me entra como un sudor frío, que ante mi agresión, por involuntaria que fuera y el animal no tenía porqué saberlo, éste podía haber reaccionado con sus afiladas armas y haberme dejado las posaderas como un mapa, obligándome a dormir durante un tiempo cabeza abajo.

Todo quedó en anécdota "chusca", con los años divertida, pero en mi mente quedó la idea clara que por prudente que uno sea, nunca sabes por donde te puede venir el peligro.

17 de febrero de 2017

Anuncios de primavera



Desde ayer el tiempo mejora. Han desaparecido las nieblas, las nubes, ... hasta el frío es menor. Los árboles andan aún vacíos de colorido, todavía se intuye timidez en los cantos de los pájaros, ... mientras los humanos parece que nos resistimos a borrar de nuestra cabeza las contrariedades que tienden a menudear en los primeros meses del año. No seamos ciegos a esas pequeñas pìnceladas de color, de frescura, que Dios nos regala. Que los árboles no nos impidan ver el bosque.

El verde de los campos, las flores aromáticas, los brotes de cada marzo no andan tan lejos. Seguro que en la tierra, en nuestras vidas llegaran los soplos de aire fresco, el horizonte asomará cada mañana más despejado, nos ayudará a enfrentarnos con más garbo con cada obstáculo.

Queda tiempo, todavía nos visitarán días oscuros, jornadas de esconderse tras los visillos, pero ¡cuántas sorpresas nos deparará esa primavera que ya casi se deja ver!.

15 de febrero de 2017

El rostro de la crueldad


Corría el mes de septiembre de 1980, aún duraba el calor agobiante del verano y quien esto escribe, acabada felizmente la carrera en el mes de julio, se encontraba cumpliendo con la Patria en el Campamento de Rabasa, en Alicante. Fue un mes y pico caracterizado por los agobios, por pagar el precio de la inexperiencia y la candidez y por ese peligro permanente de aborregarse que tenemos los varones cuando andamos en "manada". Nunca conseguí mostrar excesiva marcialidad, aunque al final uno consigue pasar el apuro y hasta conservar recuerdos gratos de una experiencia tan poco deseada.

Nunca olvidaré un día en que quienes nos mandaban decidieron dedicar al día a que desempeñáramos oficios varios. Así cada recluta fue preguntado sobre su profesión y uno, pardillo e inexperto, tuvo la torpe ocurrencia de decir que acababa de terminar Derecho ... como suele ocurrir en estos casos, ante la inutilidad del conocimiento de las leyes en ese tiempo y lugar concretos, fui enviado a un campo cercano a recoger junto a otros "primos" similares piedras y escombros. La mañana resultó agotadora, aunque la experiencia se iba a quedar pequeña ante lo que vino después.

Como por lo visto se trataba de mantenernos ocupados, se nos encargó que tras la comida echáramos una mano en recoger el comedor e ir llevando platos, cubiertos, bandejas y  cacharros a la cocina. Al mando de esta última se encontraba un individuo de quien recuerdo era orondo, joven, sudoroso y con aspecto sucio. Tuve la impresión de que era originario de las Islas Canarias, con el acento propio de los "guanches". No tengo ni idea de si era militar profesional, andaba haciendo la mili en la cocina o era un civil contratado, ... lo que recuerdo como si fuera hoy es la crueldad con que nos trató, la reata de insultos, comentarios despectivos, amenazas y obscenidades que le escuchamos sin parar en el escaso cuarto de hora que duró la operación. Manteniendo una sonrisa despreciativa e hiriente, nos trató como a seres inferiores y sin alma, con esa actitud de prepotencia y seguridad que da el saberse con la sarten por el mango, el que le hubieran dotado de un poder, de una autoridad ante la que no cabía defensa, por mucho que fueran provisionales y las ejecitara de forma soez y desaliñada.

Desde ese día viví atemorizado ante la posibilidad de que un día me tocara trabajar en  cocina, un servicio que duraba 24 horas y que podía terminar siendo un calvario. No se si por suerte o porque alguien intercedió por mí, no tuve que volver a pasar por la cocina ni ver al personaje citado. Con el paso de tantos años sigue vigente en mi memoria esa escena que en su día me pareció terrible y eterna, aunque las templanza que da el tiempo me mueva a ser más condescendiente. Las personas, posiblemente, somos capaces, vete a saber por qué razones, de mostrar nustra cara mas agria, más cruel, pero no es menos cierto que incluso el individuo que me inquietó tanto tenga su lado humano, e igual quede  poner la piel de gallina a un grupo de reclutas torpes y novatos, era capaz de quere a una mujer, cuidar a unos niños, ser un buen hijo y ser generoso con quien lo necesita.

13 de febrero de 2017

Todo un campeón mundial


Con la Transición comenzó a declinar el interés por el boxeo en España. Hasta entonces eran muchos los aficionados que disfrutaban con un deporte que, según quien hable de él, puede calificarse tanto de violento y excesivo como de disputa entre  estilistas y gladiadores ... y es que ya se sabe eso de que todo depende del color del cristal con que se mira. En España durante las décadas del 60 y el 70, tiempo de mi infancia y adolescencia, entre los grandes héroes deportivos de la época se incrustaban nombres como los de Pedro Carrasco, José Legrá, José Hernández, Perico Fernández y el polémico "morrosko" José Manuel Ibar "Urtain". Pero también hubo boxeadores menos famosos que lo hacían muy bien, y entre éstos se encontraba el madrileño José Durán, un púgil elegante y técnico que llegó a ser campeón mundial de los pesos Welter.

Los pesos Welter incluían a los púgiles que pesaban entre 64 y 69 kilos, y en dicha categoría Durán  fue desde el 7 de junio de 1974 el indiscutible campeón de Europa, pues ese día arrebató el título en Madrid al francés Jacques Kechichian, renovando dicha corona en tres ocasiones sucesivas frente al alemán Eckhard Dagge, el austríaco Johan Orsolics y Franz Sandl. El año 1975 no fue bueno para el boxeador, pues el 15 de mayo disputó el título Mundial, vacante entonces, frente al brasileño Miguel de Oliveira, siendo derrotado a los puntos. A este pinchazo se añade el sufrido cuando unos meses después pierde el título europeo frente a Dagge por KO en Berlín. Parecía que con 30 años a las espaldas su carrera llegaba al final, pero uno de los grandes valores del madrileño fue siempre saberse cuidar y llevar una vida ordenada.

En el primer trimestre de 1976 las circunstancias le darían la gran oportunidad de su vida, y la supo aprovechar. El campeón mundial era el japonés Koichi Wajima, y ante la espantada del aspirante oficial se le brindó la posibilidad de disputar al nipón el cetro mundial. El combate fue fijado para el 18 de mayo, con todos los elementos en su contra: se disputaría en Tokyo, uno de los árbitros sería japonés y Wajima era uno de esos grandes fajadores nipones, auténticos kamikazes que brillaban por aquello años en el planeta del boxeo, tales como Masao Ohba, campeón mundial de los pesos Mosca y fallecido en 1973 en un espectacular accidente de coche, Yoshiaki Numata y Kuniaki Shibata, que lo fueron de los pesos Super-pluma o Masahiko Harada, que dominó varios años el título mundial de los Pesos Gallo.

El combate fue épico, Durán salió concentrado al máximo y luciendo su forma de boxear técnica y estilista, aunque sabía que para ganarlo necesitaba hacerlo por KO pues con el ambiente y las circunstancias del mismo lo máximo a lo que podía aspirar era a un match nulo que dejaría el título en el país del sol naciente. Por esta razón, a su elegancia habitual añadió buenas dosis de empuje y combatividad, derribando a su oponente en los asaltos 2º y 6º. El combate fue durísimo, los dos contendientes se vaciaron y conforme llegaba el final se notaba el agotamiento de ambos. Pero Durán sabía que no podía llegar al 15º con su rival vivo  y en el penúltimo round echó el resto y propinó un durísimo upercut al japonés, quien cayó al suelo y no fue capaz de levantarse antes de la cuenta de diez. José Durán había logrado, contra todo pronóstico, el sueño de su vida y la noticia corrió como la espuma por toda España, que celebró este inesperado éxito.

Como tantas veces nos sucede, la gloria le duró poco a José Durán, y en la primera defensa de su título, celebrada en el Palacio de los Deportes de Madrid el siguiente 8 de octubre, perdió el combate frente al argentino Miguel Angel Castellini, en una pelea muy igualada que parecía destinada al combate nulo, pero en la que los árbitros acabaron dando el triunfo a Castellini, a quien en su país apodaban "Cloroformo", no se sabe si por dar unos golpes que "anestesiaban". Ya semiretirado de la práctica del boxeo, tuvo una nueva oportunidad por el cetro mundial frente al pegador italiano Rocky Mattioli, pero ya estaba lejos de su mejor forma y no pudo hacer frente a un rivalque le noqueó en el quinto asalto.

José Durán pasó a la historia al quedar incluido en la breve nómina de púgiles  españoles que lograron un título mundial de boxeo. A este valor cabe añadir uno más importante, pues Durań fue un hombre sensato, que se cuidó siempre y ha logrado llegar a los 71 años en perfectas condiciones físicas y mentales.



8 de febrero de 2017

Antiguos supervivientes


Me pongo a recordar el Paseo Independencia de mi infancia zaragozana y compruebo que de aquellos porches no quedan demasiados establecimientos. Sin comprobaciones concretas ni afanes exhaustivos, observo que hace ya tiempo que no están las librerías "Lepanto" y "Gacela", de la misma manera que terminaron cayendo "Marín Chivite" y "Comercial Millán", los cines "Avenida", "Actualidades", "Dorado" y "Coliseo Equitativa", así como el teatro "Argensola", la granja "Kelito", el "Stork club", las cafeterías "Ceres", "Roma" y "Avenida" o los restaurantes "Bienvenido" y "La Maravilla".  El actual "Las Vegas" no tiene nada que ver con el de entonces, y hace décadas que no existen el "SEPU" y "Galerías Preciados", por mucho que otros propietarios ocupen sus edificios, a la vez que los "Helados Italianos" se han cruzado de acera y los "Espumosos" empiezan a estar en todas partes menos en nuestro céntrico paseo principal.

Por eso resulta tan llamativo como grato observar que entre las cenizas de tantos lugares entrañables para varias generaciones y al lado de nuevas tiendas y franquicias, sobrevive una pequeña bombonería, "Soconusco", tan cargada de historia como de "delicatessen". De niño  veía el lugar como una especie de "fruta prohibida", un lujo para momentos excepcionales. El local es pequeño, por dentro y por fuera, y en su interior te atienden sin prisas, a ritmo pausado porque la calidad y la dulzura de sus productos exige calma, fuego lento. Allí sigue vigente el papel sedoso, las cintas de dos colores que se envuelven con lazos delicados, las bandejas de cartón de diversos tamaños, las cajas para bombones y todo esa parafernalia encantadora y que desearía fuera inmortal.

En "Soconusco" se puede seguir soñando con caramelos de calidad, con toffes que se deshacen en la boca, pastillas de café con leche, bombones variados, incluídos esos de licor envueltos en papel brillante y que explotan en la garganta, los "cortados de Uña", confites, turrones que se venden a peso, anguilas de mazapán toledano, lenguas de gato, trufas, bocaditos de nata, ... Todo un canto a las confiterías de siempre, las de regalos espléndidos, las de los domingos al salir de misa, ... establecimientos a los que se acude sin prisa, porque termina resultando tan delicioso el protocolo comercial como el producto que se compra y se consume.

6 de febrero de 2017

Luces de África


Ayer encontré esta foto colgada en el muro de Facebook de una amiga. Me gustó, lo colgué en el mío ... aunque tuvo, al menos por escrito, poca resonancia. La imagen venía calificada con tres términos: Simplicidad, Belleza, Ternura ... así, en mayúsculas y sin más añadidos. Y no se porqué, los tres me parecieron atinados, por mucho que no se ve más que a una niña de pelo desaliñado mirando desde la ventana, aparentemente sin cristales, de un vehículo destartalado. Con todo, la foto es bella, y esa niña de piel oscura y una mirada que no sabría asegurar si es de serenidad o de indiferencia, me transmite paz.

Es la paz de los pobres, de los que no son vergonzantes, de los que compaginan la alegría con la carencia, de quienes saben que la felicidad no está necesariamente en la posesión de bienes, de dinero ...  Esa mirada es limpia, es sincera ... y por eso cabe hablar de belleza, de simplicidad ... por eso la imagen mueve a la ternura, al deseo de estar allí, de compartir ... tu lo tuyo, ellos lo suyo ... y vete a saber quién sale ganando.

Hablan del mal de África, de esa enfermedad que  suele afectar a los viajeros que visitan el continente y cuyos síntomas son la necesidad de volver, la añoranza por lo que se ha vivido en él. ¿Cómo será que incluso lo notamos quienes no hemos estado nunca, quienes en alguna ocasión hemos coincidido con los que han viajado a África, ... con los que viene de allí. Tendríamos que aprender a leer detrás de las imágenes, a aprender de quienes se dieron cuenta antes, de los que viajaron más deprisa. 

He pensado en los problemas y crisis actuales, en la crisis de Europa, de Occidente, ... Me han venido a la cabeza los agobios cotidianos, ese afán descontrolado por correr, la tendencia al stress, al inconformismo, a la desazón, ... He vuelto a mirar a esa niña de edad y raza indefinidas, y he creado en mi cabeza una ventana igual, vieja, descolorida, gastada, ...  a través de ella intento descubrir un nuevo modo de pensar, de plantear la vida sin necesidades innecesarias, de abrir los ojos a los mundos lejanos que tienen menos, aman más y nos esperan.

“Me gustaría transmitir lo que fue África. Nunca experimenté nada así. África tiene su propia personalidad. A veces es una personalidad triste, a veces impenetrable, pero siempre irrepetible. África era dinámica, era agresiva, estaba al acecho”

 Ryszard Kapuscinski

1 de febrero de 2017

Inicio literario de 2017


Mi particular  elección literaria del primer mes de 2017 ha valido la pena ya sólo por la opción de "Tu no eres como las otras madres", un libro de los que dejan huella. No me quejo de los otros siete: dos novelas de autor español contemporáneo simplemente aceptables, una de intriga que ha dado mejor resultado del esperado, una entretenida crónica sobre la historia del Tour, la sugerente explicación de la espiritualidad del rey Balduino, una de las primeras novelas de Baroja y un interesante libro sobre libros.

"La ciudad de la mentira" fue la novela finalista del premio "Nadal" de 2015. Su autor, Iñaki Martínez, nació en Guatemala, de madre panameña y padre vasco, y ha vivido casi toda su vida en España. Se trata de una novela ambientada en Tánger y situada en la eṕoca inmediatamente posterior a la guerra civil española, con la 2ª guerra mundial de trasfondo y un buen número de políticos, diplomáticos y espías alemanes, ingleses, norteamericanos, españoles, etc pululando en medio de todo. Lo mejor de la novela es precisamente la ambientación, un paisaje donde se combinan los salones de lujo con los locales nocturnos de diversión y juego, todo ello con el encanto de una ciudad con aires misteriosos como Tánger. Pero pienso que la novela falla por su falta de dramatismo: todo sale demasiado bien, y convierte, desde mi punto de vista, un libro con aspiraciones en un relato de aventuras. Por otra parte, pienso que Martínez recurre en exceso a los tópicos y, tal vez por eso, los personajes acaban pareciendo un poco de cartón piedra. La novela es entretenida y, el propio autor lo admite, viene a ser una especie de guiño a "Casablanca", ... aunque yo, sin duda, me quedo con la película.

"Libros del KO" es una editorial que suele publicar libros de  pocovolumen  sobre diversos temas. En concreto ya han pasado por mis manos tres breves anecdotarios sobre equipos de fútbol: Atlético de Madrid, Español y mi maltratado Zaragoza. El Tour de Francia fue una de mis pasiones veraniegas de infancia y adolescencia, por lo que me llamó la atención y decidí comprar y leer "Plomo en los bolsillos", una resumida y selecta historia de la ronda francesa escrita por el periodista donostiarra Ander Izaguirre. El subtítulo que aparece en la propia portada explica perfectamente el contenido y estilo del librito: "Malandanzas, fanfarronadas, traiciones, alegrías, hazañas y sorpresas del Tour de Francia". Una lectura entretenidísima, con un autor que escribe bien y sabe del tema, entre otras razones porque en su día hizo sus pinitos con la bici. En él he conocido la sorprendente y épica historia de los primeros tiempos de la vuelta a Francia, he profundizado en las hazañas de hombres como Bobet, Coppi, Bartali, Bahamontes o Anquetil, a  quienes sólo conocía de oídas y he rememorado historias ya vividas en directo como las frustraciones de grandes ciclistas como Poulidor y Ocaña, la trágica muerte de Tom Simpson, las épocas de dominio avasallador de Mercks, Hinault y nuestro Induraín, las polémicas de Armstrong y los éxitos de corredores como Thevenet, Van Impe, Lemond, Perico Delgado, Rominger y tantos otros. A quien le guste el ciclismo que no se lo pierda.

El rey Balduino fue sin duda uno de los grandes jefes de estado europeos de la segunda mitad del siglo pasado. Su vida no fue fácil: su madre falleció en accidente cuando solamente contaba tres años, vivió varios años en el exilio, hubo de suceder muy pronto a su padre y se tuvo que enfrentar con múltiples conflictos en sus más de cuarenta años de Monarca. Balduino, casado con la española Fabiola de Mora y Aragón, fue un rey distinto, no sólo por la regurosa gestión de su reinado, sino por ser un católico convencido, devoto y coherente. Por eso puse interés en hacerme con el libro publicado por quien fue su director espiritual, el Cardenal León Joseph Suenens, que fue publicado en 1995 bajo el título "Balduino, el secreto del Rey". No se trata ni de una biografía ni de un relato de los eventos principales de su reinado, sino una breve recopilación del pensamiento y la espiritualidad del monarca desde los inicios de su noviazgo con Fabiola hasta su repentina muerte en la localidad granadina de Motril. Un libro muy bien escrito, con unas reflexiones que hacen pensar mucho y engrandecen una figura admirable.

"Monteperdido" es una novela policíaca escrita por  Agustín Martínez un guionista español de series de televisión de cierto éxito -"Homicidios", "La chica de ayer", "Sin tetas no hay paraíso", ...- que en el verano de 2015 se lanzó a la aventura  negro-criminal. Me llamó la atención en su día por lo original de su carátula, el hecho de estar ambientada en el Pirineo Aragonés y por alguna que otra buen crítica. A finales de diciembre decidí enfrentarme con ella -no siempre se atreve uno con 464 páginas- y he de comenzar admitiendo que me ha gustado bastante más de lo esperado, tanto que hasta soy capaz de correr el riesgo de recomendarla. "Monteperdido", que hace referencia a un pueblo y no a la montaña de las clavijas, está formidablemente ambientada y quienes conozcan bien el Pirineo oscense se sentirán plenamente identificados con sus descripciones. Pero como novela, donde destaca más, desde mi punto de vista, es en lo acertado de sus personajes, todos ellos complejos, con historias personales que ocultar y con fuerza, así como en la elaboración de una trama bien compleja que el autor desarrolla bien. Como he leído en alguna reseña, se nota la profesión habitual de Agustín Martínez, pues en ocasiones parece que el texto se ajusta más a un guión cinematográfico que a una novela.

El año pasado se cumplió el 60º aniversario de la muerte de Pío Baroja, uno de los más ilustres representantes de la Generación del 98 y, sin duda, uno de los grandes de la narrativa española del siglo pasado. Mi bagaje de lecturas del novelista guipuzcoano es pequeño -"Las inquietudes de Sanhi Andía"; "La busca" y "Mala vida"-, por lo que decidí sumar alguna lectura más. Así comencé su tetralogía llamada "Tierra vasca" con la primera "entrega", "La casa de Aizgorri". El libro está dividido en siete escenas y un epílogo, y aunque esté técnicamente calificado como una novela tiene cierta estructura de obra de teatro, con diálogos reflejados como en éstas. Se trata de un drama, valorado por  los expertos  como una "temprana representación de la modernidad literaria" -fue escrita a finales del XIX- y donde se refleja perfectamente el ambiente rural del País Vasco, al parecer influenciado por la experiencia de Baroja como médico en la localidad de Cestona. Es una novela breve -la mayoría de las ediciones no llegan a cien páginas- y más bien sencilla, aunque con todo el valor de algo escrito por Baroja.

Cualquier libro que hable precisamente de eso, de los libros, es un "bocado" atractivo para cualquier aficionado a la lectura. Por eso me llamó la atención la "Historia de los libros" del escritor, editor, ensayista y traductor italiano Giorgio Van Straten publicada recientemente por la editorial barcelonesa "Pasado & presente". Se trata de un breve ensayo de poco más de 140 páginas sobre una serie de libros escritos por escritores ilustres que no sobrevivieron por ser robados, destruidos, abandonados, etc.  En él aparecen obras escritas e ignoradas de autores tan importantes como Lord Byron, Walter Benjamin, Nicolas Gogol, Silvia Plah y Ernest Hemingway, así como otros que también lo deben ser, aunque yo no los conozca, como Romano Bilenchi, Bruno Schulz o Malcolm Lowry. Se trata de una lectura francamente entretenida, tal vez en exceso esquemática, que no solamente nos relata un acontecimiento tan triste como la vida frustrada de un libro, sino que muestra también el carácter y las particularidades de quienes lo escribieron. Sin duda un ensayo enriquecedor.

"Tu no eres como las otras madres" ha sido sin duda una de las grandes publicaciones literarias en España de 2016. Y utilizo el término "publicaciones" refiriendome a nuestro país porque la  redacción del libro data de 1992, y han tenido que pasar veinticuatro años para que los lectores hispanos podamos disfrutar de esta joya escrita por la germana Angelika Schrobsdorff. Mi primer conocimiento del libro viene de la excelente reseña que Andres Trapiello hizo en "Babelia" ... y es que la unión del escritor español y el suplemento cultural de "El País" forman sin duda una garantía total de fiabilidad. "Tu no eres como las otras madres" no es una novela propiamente dicha, sino un testimonio, un relato en el que la autora nos habla de la historia de su madre, una mujer que vivió alegre e irresponsablemente en la Alemania de los felices años 20, para ser "devorada" por los trágicos acontecimientos que se sucedieron a partir de la llegada de Hitler al poder. Me ha parecido un libro excepcional, un relato que no se pierde en disquisiciones moralizantes, sino que nos cuenta la realidad cruda y llanamente. El personaje protagonista, Else, es de una fuerza tremenda, y a la vez que la autora nos cuenta al detalle y con certera precisión y buena redacción su historia familiar, nos situa en un tiempo y en un lugar que fueron dramáticamente importantes en la reciente historia de occidente. Cabe añadir que la parte final del libro se convierte en una excepcional manifestación de desagravio por parte de la protagonista. En mi opinión, uno de esos libros por los que no se debe pasar de largo.

Cuando vi en los estantes de las librerías habituales "El carbonero", del mallorquín Carlos Soto Femenía,  me acordé de "Intemperie", la primera novela de Jesús Carrasco que fue una auténtica revelación literaria hace poco más de dos años; tal vez fue por reflejar un ambiente árido y rural, por tratarse de dos jóvenes autores en castellano o, en menor medida, por el cierto parecido de sus portadas. Espere mi turno en la Biblioteca pública de Zaragoza y tras quedar a mi disposición le he leido en un par de semanas. Está bien escrito, pero esperaba más. En la primera parte del relato Soto se detiene en explicarnos los secretos del oficio de carbonero, con frecuentes referencias a términos locales y aprovechando para ir presentando los diferentes personajes. Conforme la novela va llegando a su ecuador, el autor entra a relatarnos la historia de una venganza, las cruzadas relaciones entre los personajes que explican aquélla en hechos sucedidos años atrás. Hay un momento en el que las páginas reflejan una violencia notable, y nos presentan a un protagonista impasible y despiadado en su papel de justiciero. Una novela dura de cierta calidad literaria, pero que no resiste la comparación, meramente accidental, que me movió a leerla.