Ayer tuve "reunión en la cumbre" en Zaragoza; como quienes la organizaban no son gente estrecha y rancia, la comida que suele poner fin a estos eventos tuvo como escenario uno de los mejores restaurantes de la ciudad: "La Granada", ubicada en los bajos del edificio de "Ibercaja".
Comer en un lugar de lujo y encima sin pagar un duro no deja de ser una suerte. En esto de los restaurantes ocurre como en el arte, la literatura o la música, hay gustos para todos y lo que es para unos la caraba, para otros es una tomadura de pelo. Eso sí, las tres veces que he estado en "La Granada" he comido a nivel de "Liga de Campeones".
La atención es esmerada, como suele ocurrir en estos sitios, incluso a veces puedes sentirte atendido en exceso; el ambiente es discreto y la decoración elegante; eso sí, uno no deja de sentirse un poco en "yuppilandia". Empiezan sirviendote un aperitivo excelente; existe la costumbre de que el camarero te cante los nombres de las distintas viandas de dicho aperitivo y uno escucha frases tan llamativas como "elaboración de aceituna negra", "salmón ahumado con queso caramelizado" o pijadas parecidas.
Muy bueno todo ello, aunque pronto pasamos a lo consistente, y aquí hay que agradecer que no se haya caído en la tentación de los platos enormes con cantidades ridículas ni en la del adorno excesivo de los alimentos principales. Como primer plato opté por un salmorejo huevos pasados por agua y picatostes de pimentón que estaba muy bien, aunque puede que lo hagan mejor por el sur y en casa, mientras a continuación fui a lo seguro y me zampé un entrecot de buey con patatas rotas, algo de primera calidad.
Creo que acerté, aunque creo que también lo hubiera hecho de haberme metido entre pecho y espalda los canelones de pularda, la ensalada de bacalao, la merluza o el bonito que se tomaron mis compañeros de mesa.
Los postres muy elaborados, aunque poco recomendables para quien necesita dieta.
Como estamos en un blog fino no voy a hablar de precios, que es de mal gusto ;) ; aunque la cuenta la abono otro y en secreto, puedo asegurar que resultó más barato de lo que parece y más caro de lo que más de un "agarradillo" consideraría sensato, pero en esto también hay opiniones.
En definitiva, fue una comida grata, bien servido y bien acompañado. En esto de las comidas de esta naturaleza he escuchado con frecuencia voces críticas; no niego que hay actitudes "triperas", personajes con bastante gorra y profesionales del sibaritismo, pero hay que saber apreciar lo bueno.
Comer en un lugar de lujo y encima sin pagar un duro no deja de ser una suerte. En esto de los restaurantes ocurre como en el arte, la literatura o la música, hay gustos para todos y lo que es para unos la caraba, para otros es una tomadura de pelo. Eso sí, las tres veces que he estado en "La Granada" he comido a nivel de "Liga de Campeones".
La atención es esmerada, como suele ocurrir en estos sitios, incluso a veces puedes sentirte atendido en exceso; el ambiente es discreto y la decoración elegante; eso sí, uno no deja de sentirse un poco en "yuppilandia". Empiezan sirviendote un aperitivo excelente; existe la costumbre de que el camarero te cante los nombres de las distintas viandas de dicho aperitivo y uno escucha frases tan llamativas como "elaboración de aceituna negra", "salmón ahumado con queso caramelizado" o pijadas parecidas.
Muy bueno todo ello, aunque pronto pasamos a lo consistente, y aquí hay que agradecer que no se haya caído en la tentación de los platos enormes con cantidades ridículas ni en la del adorno excesivo de los alimentos principales. Como primer plato opté por un salmorejo huevos pasados por agua y picatostes de pimentón que estaba muy bien, aunque puede que lo hagan mejor por el sur y en casa, mientras a continuación fui a lo seguro y me zampé un entrecot de buey con patatas rotas, algo de primera calidad.
Creo que acerté, aunque creo que también lo hubiera hecho de haberme metido entre pecho y espalda los canelones de pularda, la ensalada de bacalao, la merluza o el bonito que se tomaron mis compañeros de mesa.
Los postres muy elaborados, aunque poco recomendables para quien necesita dieta.
Como estamos en un blog fino no voy a hablar de precios, que es de mal gusto ;) ; aunque la cuenta la abono otro y en secreto, puedo asegurar que resultó más barato de lo que parece y más caro de lo que más de un "agarradillo" consideraría sensato, pero en esto también hay opiniones.
En definitiva, fue una comida grata, bien servido y bien acompañado. En esto de las comidas de esta naturaleza he escuchado con frecuencia voces críticas; no niego que hay actitudes "triperas", personajes con bastante gorra y profesionales del sibaritismo, pero hay que saber apreciar lo bueno.
2 comentarios:
Conozco ese restaurante, amigo, aunque no he tenido la suerte de 'reincidir', como has hecho tú. Sin duda, se trata de un excelente establecimiento, aunque, si tuviera que ponerle algún 'pero', diría que esas formas rectas, cuasi impersonales (tan de moda en estos tiempos, por cierto) y esa reducción en la decoración a los colores blanco y negro, le quitan calidez. Sé que lo más importante en un restaurante es la comida, y no la decoración; pero todo ayuda. Sin ir más lejos, el Lillas Pastia, que pertenece al mismo dueño (Carmelo Bosque), es mucho más acogedor (a mi gusto), siendo que la comida es, incluso, de más calidad, si cabe.
En todo caso, ya sabes que soy de los que opinan que los mejores restaurantes de Zaragoza están..... en Huesca.
Coincido en ambas cosas: en lo de la frialdad -ya has visto que no he puesto fotos del interior- y en la superioridad oscense.
Algún día habrá que empezar a hablar de "Martín Viejo".
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