7 de octubre de 2008

La soledad buscada



No tengo ninguna duda de que el hombre es un ser social; nacemos en el seno de una familia, crecemos y nos educamos rodeados de gente, trabajamos con otros y necesitamos el contacto con nuestros semejantes de manera habitual. Y eso es bueno, porque de los demás aprendemos, los demás nos comprenden y ayudan y, al menos a veces, los demás nos escuchan.

Pero a veces las personas necesitamos estar sólos, unos más que otros y a temporadas con más asiduidad. Hay veces, tal vez por estar agotado, quizá por tener preocupaciones especiales o, sencillamente, por simple necesidad de airearme, me gusta pasear solo, callejear sin un destino predeterminado, buscar el refugio de las calles amigas, el sonido de las pisadas sobre el empedrado, la brisa del mar o el silencio de la noche. Recuerdo con agrado notable cuando en Tarragona me acercaba al Balcón del Mediterráneo y podía contemplar extasiado alguna puesta de sol, o caminar en mi primera época universitaria por las calles estrechas de determinadas zonas de Zaragoza abrigado frente al frío del invierno y descubriendo los edificios que aparecían desde la niebla y algunos paseos por Madrid después de una jornada de trabajo o de una reunión agotadora, la oscuridad que anuncia el final de la tarde otorga un encanto especial al Paseo del Prado, a la fuente de la Cibeles, a los nobles edificios de la Castellana o a la elegancia especial del Barrio de Salamanca.

Son momentos para que descanse el cuerpo, para que se airee el espíritu, para soltar las tóxinas que tantos sucesos y tantas circunstancias han alterado en mayor o menor medida tu paz interior. La soledad, en esos momentos, es una soledad necesaria, algo que el cuerpo te pide y la cabeza desea. Una soledad puramente exterior, porque interiormente el ambiente te llena de riqueza y sientes, más que nunca, la compañía de Dios, artífice principal de esa magia que devuelve la tranquilidad.

Hay una soledad que no es buena, la que viene impuesta, la que no se quiere; nos corresponde a los demás hombres paliar la soledad de los demás, ofrecernos a cubrir esas carencias que provocan desasosiego, ansiedad, tristeza. Puede que sea uno de los males más frecuentes en nuestros días: matrimonios fracasados, aspiraciones profesionales incumplidas, frustraciones familiares, desarraigo, aislamiento, ... hay ocasiones que buscamos las carencias, la necesidad muy lejos cuando existen alrededor nuestro personas tan necesitadas como quienes sufren las hambrunas de africa meridional o las víctimas del Tsunami.
La soledad no puede ser compañera habitual, y si no es querida hay que poner los medios para superarla, pero existen momentos en que la soledad nos ayuda, nos descansa y hasta nos llega a curar.
Fotos: poetas.biz; http://www.karlankas.net/; http://www.herzeleyd.com/

7 comentarios:

Máster en nubes dijo...

Qué bien lo has descrito. Me pasa igual, pero igual, igual...

Cierta soledad buscada es buena.

A mí no obstante me da miedo porque es que le encuentras su gustillo y todo... y pienso si no me haré más egoista...

Modestino dijo...

El peligro del egoismo existe; efectivamente, podemos encerrarnos en nuestra torre de marfil, en nuestro reducto y eso no es bueno.

Por eso hay que saber administrar esa soledad buscada y, si es preciso y bueno para otro u otros, renunciar a ella cuando haga falta.

Pero todos necesitamos nuestras vías de escape, de eso no tengo dudas.

Máster en nubes dijo...

El equilibrio a veces es difícil.


Lo malo debe de ser cuando te encuentras solo -y mal- en familia, con amigos... O sea, la soledad en compañía, eso debe de ser durísimo.

Yo creo que quien está bien solo... luego suele estar bien con los demás. Y que muchas veces cuando no aguantas a los demás es que ni tú mismo te aguantas en el fondo...

Suso dijo...

También busco el silencio, la soledad buscada:andar y escribir ayuda.
Te recomiendo la película "El gran silencio". Es un documental muy bien hecho, pausado y sereno, sobre la vida de cada día de unos monjes. Es larga, no dice nada...¡pero te deja muy tocado!

sunsi dijo...

Me ha sorprendido y, a la vez, me ha hecho gracia el primer comentario. Yo iba a comentar lo mismo. Me pasa igual, pero igual, igual... Tal vez por eso madrugo mucho. Necesito una soledad previa antes de enfrentarme con la tropa y lo que viene después. Y cuando cae el día necesito silencio ... aunque sea poco rato. Respirar en silencio mientras camino. Y ojalá pudiera ser donde tú has citado: El Balcón después de haber recorrido la Rambla. Pero me cae lejísimos de casa. Y es verdad que si en estos momentos te suena el móvil ... lo estamparías contra la pared. Alguna vez no he contestado, ni siquiera he mirado quién llamaba. Igual eso es también egoísmo. Pero sin ratos de soledad no podría sobrevivir.
Saludos desde Tarraco.

Modestino dijo...

El egoísmo supone incapacidad de renunciar a lo propio para darse a los demás, si uno tiende a ser individualista tendrá que intentar no aislarse y dosificar su individualismo, pero eso no significa que sea egoísta. Por supuesto que la caridad y las obligaciones con los otros te limitan y condicionan, pero así como el cuerpo necesita ejercicio, nuestra salud mental a veces nos pide soledad.

annemarie dijo...

Modestino, yo hice parte, hace ya algunos años, de un grupo de lectores al que llamábamos "Fanatics Club". Era divertido, (y teníamos precios especiales en muchas librerias:)). Nuestro slogan era "La gente dice que la vida es lo importante, pero yo prefiero leer". Los hijos cambian todo esto, tal vez: sin embargo, esto lo digo sin seguridad completa. :))