Estos día agoto las últimas páginas de "La elegancia del erizo", el libro de Muriel Barbery que ha sido best-seller en Francia y ha causado también sensación en nuestro país. Estoy disfrutando con su lectura y prometo extenderme en esta misma sede en cuanto concluya la misma.
Como aperitivo del libro he decidido desarrollar unas ideas partiendo de una de las divagaciones de Paloma Mossé, la niña protagonista del libro, en torno a la belleza. Paloma se encuentra en la cocina de su casa y oye el ruido producido por un capullo de rosa al caer sobre la encimera desde el jarrón donde se encuentra. La contemplación de este instante traslada a la niña a un momento de gran belleza que Barbery describe con maestría.
Recoge la autora una frase de un poeta francés del siglo XVI, Pierre de Ronsard: "Lo bello es lo que coge en el momento en que ocurre; la configuración efímera de las cosas en el momento en que uno ve al mismo tiempo la belleza y la muerte". Me ha parecido una descripción magistral: necesitamos ser rápidos en captar la belleza, porque muchas veces su vida es efímera. Barbery pone en boca de la niña una interpretación de lo que afirma Ronsard y se pregunta: "¿quiere esto decir que así es como uno tiene que vivir su vida?, ¿siempre en equilibrio entre la belleza y la muerte, el movimiento y la descomposición?", y concluye con una frase que me gustaría fuera el núcleo de mi comentario de esta tarde: "quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren".
Nunca he tenido excesivas tendencias a la abstracción, filosofar me temo que no es lo mío, pero me ha encantado lo leído y me ha apetecido sacar conclusiones. He pensado en tantos momentos bellos que Dios me ha puesto en el camino y no he sabido apreciar y, con ello, disfrutar. Es muy posible que la felicidad tenga mucho más que ver con descubrir lo que tienes, muchas veces gratuitamente, que conseguir aquello a lo que aspiras.
No se si es un atrevimiento afirmar que la ancianidad no comienza cuando cumples una determinada edad, sino en el momento en que dejas de apreciar todo lo hermoso con lo que te cruzas, o lo que es lo mismo, saber disfrutar los momentos es el elixir de la eterna juventud.
Saber valorar una puesta de sol, la sonrisa de un niño, un paisaje de montaña, la grandeza de un gesto, el equilibrio de unas notas musicales o la mirada embelesada de dos enamorados es algo más que mero sentimentalismo, simple reacción superficial, es sensibilidad, madurez y, sobre todo, manifestación de humanidad, ... Es demostrar que somos capaces de ser algo más que una pieza de engranaje, un número en la enorme nómina de humanos todavía con vida.
Perseguir instantes que mueren ..... algo que invita a pensar; las preocupaciones diarias, los deseos que a veces se convierten en obsesión, la competencia y la rivalidad de los demás, las aspiraciones incontroladas, ... Son muchas las cosas que nos pueden llevar a desaprovechar tantos momentos maravillosos que Dios nos pone diariamente en la boca.
No se si he conseguido reflejar lo que quería decir: espero que el artículo no haya acabado pareciendo una canción de María Ostiz.....
Como aperitivo del libro he decidido desarrollar unas ideas partiendo de una de las divagaciones de Paloma Mossé, la niña protagonista del libro, en torno a la belleza. Paloma se encuentra en la cocina de su casa y oye el ruido producido por un capullo de rosa al caer sobre la encimera desde el jarrón donde se encuentra. La contemplación de este instante traslada a la niña a un momento de gran belleza que Barbery describe con maestría.
Recoge la autora una frase de un poeta francés del siglo XVI, Pierre de Ronsard: "Lo bello es lo que coge en el momento en que ocurre; la configuración efímera de las cosas en el momento en que uno ve al mismo tiempo la belleza y la muerte". Me ha parecido una descripción magistral: necesitamos ser rápidos en captar la belleza, porque muchas veces su vida es efímera. Barbery pone en boca de la niña una interpretación de lo que afirma Ronsard y se pregunta: "¿quiere esto decir que así es como uno tiene que vivir su vida?, ¿siempre en equilibrio entre la belleza y la muerte, el movimiento y la descomposición?", y concluye con una frase que me gustaría fuera el núcleo de mi comentario de esta tarde: "quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren".
Nunca he tenido excesivas tendencias a la abstracción, filosofar me temo que no es lo mío, pero me ha encantado lo leído y me ha apetecido sacar conclusiones. He pensado en tantos momentos bellos que Dios me ha puesto en el camino y no he sabido apreciar y, con ello, disfrutar. Es muy posible que la felicidad tenga mucho más que ver con descubrir lo que tienes, muchas veces gratuitamente, que conseguir aquello a lo que aspiras.
No se si es un atrevimiento afirmar que la ancianidad no comienza cuando cumples una determinada edad, sino en el momento en que dejas de apreciar todo lo hermoso con lo que te cruzas, o lo que es lo mismo, saber disfrutar los momentos es el elixir de la eterna juventud.
Saber valorar una puesta de sol, la sonrisa de un niño, un paisaje de montaña, la grandeza de un gesto, el equilibrio de unas notas musicales o la mirada embelesada de dos enamorados es algo más que mero sentimentalismo, simple reacción superficial, es sensibilidad, madurez y, sobre todo, manifestación de humanidad, ... Es demostrar que somos capaces de ser algo más que una pieza de engranaje, un número en la enorme nómina de humanos todavía con vida.
Perseguir instantes que mueren ..... algo que invita a pensar; las preocupaciones diarias, los deseos que a veces se convierten en obsesión, la competencia y la rivalidad de los demás, las aspiraciones incontroladas, ... Son muchas las cosas que nos pueden llevar a desaprovechar tantos momentos maravillosos que Dios nos pone diariamente en la boca.
No se si he conseguido reflejar lo que quería decir: espero que el artículo no haya acabado pareciendo una canción de María Ostiz.....
6 comentarios:
Totalmente de acuerdo, a veces ni vemos lo que tenemos al lado de la prisa con que vamos. Me habían hablado bien del libro antes, lo leeré.
Buen post, buen blog, juris-consulto...
Tas explicao muy majamente.No se podía decir mejot.
Te felicito por lo que has escrito en este post. Hermoso, sin duda. Sin embargo, quizá se debería añadir que en esa excelente novela late una historia sobre la sencillez y la humildad que, a mi modo de ver, está muy por encima de las puntuales referencias que se efectúan acerca de la belleza. Me alegra muchísimo que te hayas decidido a leerla, y auguro que el final te cautivará: no lo dejes para mañana.
Me puedan 60 páginas. Lo de hoy, evidentemente, es un comentario parcial. Dejo para la semana próxima, una vez terminada mi lectura, mi valoración global.
No seas malo con María Ostiz. Tenía canciones majas, y estoy seguro de que estás de acuerdo en eso. Vas a tener que hacerle un post de desagravio, en el que, conociéndote, seguro que hablas de su esposo y del Realísimo Madriz. ¿Título provisional: navarra, canta, navarra?
Por supuesto que me gustaba María Ostiz: "No sabes como sufrí", "El arbol", "Romance Anónimo", "Canta cigarra", .... pero ya sabes que las cosas evolucionan, en su época era casi la cantante del PP, pero luego se pasaron a Norma Duval ;).
En cuanto a Zoco, ha pasado de futbolista a pacharán de un plumazo.
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