26 de junio de 2017

Sobre "flexibilidades"


Se dice que con el paso de los años, a la vez que nuestro cuerpo va perdiendo habilidades, nuestra mente va creciendo en amplitud de miras ... vamos, que el incremento en flexibilidad es inversamente proporcional en el cuerpo y en el alma. Con toda sinceridad, creo que este pensamiento tiene bastante de real, y si dedico un tiempo a darle vueltas a mis planteamientos vitales de hace, más o menos, 30 años, compruebo que he perdido en radicalidad a la vez que ha aumentado mi interés por llegar a alcanzar conocimientos y experiencias más allá de ámbitos concretos, convicciones propias y endogamias particulares. Y esto es algo que agradezco al Sumo Hacedor y a  quienes -son bastantes- me han ayudado a limitar las "ortodoxias", ... y puede que, como dije no hace mucho con ocasión de mi despedida de Huesca, hasta a asumir alguna "heterodoxia".

En esta vida hay que intentar ser feliz, aunque en ocasiones se deba admitir, como decía un excelente filósofo jubilado hace no mucho tiempo, la felicidad estribe "en no ser feliz y que a uno no le importe". Los límites de esa felicidad deberían estar en la bondad -intentar no hacer daño a nadie y procurar hacer todo el bien posible- y en la generosidad -poner el bien ajeno por encima del propio- ... y a partir de ahí no me atrevería a decir eso de que "ancha es Castilla", pero sí que no estaría de más reducir reglamentos y huir del escrúpulo. De esta manera, y mientras soportamos los dolores musculares, la fatiga, la artrosis y los olvidos que trae consigo cumplir años, nos serenamos procurando dar a cada cosa la importancia que tiene y no ponernos nerviosos ante la discrepancia y las originalidades ajenas.

Valoro mucho a las personas que siempre "están ahí", tanto que las pongo como ejemplo a seguir, como meta personal para alcanzar. Y las admiro más en cuanto ayudan con el consejo y estimulan con el ejemplo, sin que ello suponga que asuman tener la verdad absoluta ni que caigan en la tentación de forzar, de imponer. Cuando menos lo esperas salta la liebre, y puede ocurrir que el individuo menos pensado te de una lección de vida y, por el contrario, que algún adalid de la libertad esconda unas actitudes autoritarias espectaculares.





6 de junio de 2017

Un futbolista con un solo color


Una de las noticias deportivas recurrentes de las últimas semanas ha sido la retirada de Francesco Totti, futbolista italiano, goleador e internacional con la squadra azzurra. Además de ser un excelente delantero, lo llamativo de Totti ha sido que siempre ha militado en un mismo club profesional, la A.S. Roma, equipo donde debutó con 17 años en la serie A y en el que ha desarrollado una carrera nada menos que de 24 años. En estos tiempos en los que los jugadores duran tan poco en un mismo club, cuando a poco que marcan un gol de más o realizan una jugada brillante, de esas que repiten los telediarios hasta hartarnos, piden incremento de ficha o sus representantes buscan engordar sus comisiones con ventas millonarias, es de valorar que alguien con cualidades para triunfar allá donde fuere, haya sido fiel a su culb de siempre durante más de dos décadas.

A pesar de la fama que arrastra el fútbol italiano de defensivo y bronco, siempre me han gustado los futbolistas de ese país. Desde mis años infantiles en los que brillaban futbolistas como Sandro Mazzola, del Inter, Gianni Rivera, del Milan o Gigi Riva, del Cagliari, he sentido debilidad por el juego de las grandes figuras transalpinas. Posteriormente disfruté con Bettega, Antognoni, Paolo Rossi, Scirea, muchos de ellos campeones con la "azzurra" en España-82. Y, a pesar de que Italia no siempre obtuvo los mejores resultados, siempre continuó dando frutos como Roberto Baggio, Del Piero, Paolo Maldini y, en los últimos años, Andrea Pirlo.

Totti ha batido records en la liga italiana: 621 partidos jjugados -solamente le supera Maldini- y 250 goles conseguidos, lo que le convierte en el segundo goleador de la historia del Calcio. Con la selección jugó 58 partidos, marcando 9 goles y formando parte del equipo titular que conquistó para su país la cuarta Copa del Mundial, celebrada en 2006 en Alemania. Entre otras virtudes, Totti destacaba por su polivalencia, pues siendo lo que llamamos ahora un "media-punta", también rindió a perfección en las bandas, de falso nueve y como centrocampista.

La Roma ha sido uno de los equipos por los que, no sabría explicar la razón, he sentido simpatía siempre. Habitualmente ha estado oscurecido por los grandes de Italia -Milan, Juventus, Inter-, pero con su precioso uniforme "rossonero" era un equipo que siempre estaba en la "pomada", y que tuvo una época dorada cuando, con la batuta de un artista como el brasileño Paulo Roberto Falcao se hizo con el "Scudetto"  en la temporada 1982-83, jugando un año después la final de la Copa de Europa, que terminó perdiendo en los penaltis frente al Aston Villa. En la Roma jugaron futbolistas de primera fila como el uruguayo Schiaffino, los brasileños Cafú, Falcao y Toninho Cerezo, el austriaco Prohaska, los argentinos Batistuta y Walter Samuel, el polaco Boniek y los italianos De Sisti, Ancelotti, Tancredi, Vierchowod, Roberto Pruzzo, Conti, Di Biaggio, Cassano, Montella, Perrotta ...

Sin duda, el nombre de Francesco Totti se encuentra en la nómina de los mejores futbolistas de toda la historia del equipo romano, con el añadido de sus records y su fidelidad al club. La trayectoria de  Totti es todo un guiño al fútbol de siempre, a la fidelidad a unos colores, al amor a un club por encima de otras ambiciones.

3 de junio de 2017

Valiente y certero Francino


Carles Francino es un veterano periodista catalán, uno de los pioneros de TV3, a quien recuerdo como un excelente presentador del noticiario de las 9, de donde paso a la radio para hacerse cargo de diversos programas punteros de la Cadena SER. Le guardo incluso cierto cariño pues no hace muchos meses me hizo unas pocas preguntas vía telefónica en su programa "La ventana" con motivo de un asunto judicial que ahora no viene al caso.

Con motivo de la celebración de la Final de la Champions Ligue que tendrá lugar esta tarde-noche en Cardiff, TV3 difundió un anuncio que confieso no haber visto en el que al parecer se pone de manifiesto un visceral deseo de que el equipo merengue caiga derrotado. Francino, catalán y culé sin matices, ha querido poner de relieve su opinión negativa a este tipo de actitudes. Extraigo un breve párrafo:

"Yo soy catalán, del Barça y de TV-3, pero no me siento representado por nada de esto. Lo siento, pero creo que algunos están dibujando una televisión y un país donde cada vez cabe menos gente."

El artículo, y la frase concreta, me han encantado, me han reconciliado con el mundo y ha aportado algo de esperanza de que aún queda sensatez en esta tierra nuestra. Me identifico especialmente con esa frase de "un país donde cada vez cabe menos gente", porque es una idea, una sensación real que tengo desde hace bastante tiempo. Es como si cada cual nos hubiéramos encerrado en nuestro reducto y acentuado diferencias, agravios mutuos, discrepancias, ... Y no limito, en absoluto, esta apreciación al llamado "problema catalán", pues la situación es, por desgracia, aplicable a unos cuantos mundos más.

Se habla mucho de "transversalidad" y otros términos equivalentes, pero cada vez con más frecuencia tengo la sensación de que nos separamos más. Menos mal que las relaciones y las circunstancias me han hecho ir tropezando con gente abierta.

1 de junio de 2017

Libros en mayo


Mayo, con las flores y el calor, ha sido un mes de lecturas con algo de originalidad. Destacan tres novelas policíacas, una que supone reanudar mi querencia a la intriga escandinava, mientras que las otras dos son nacionales: las tres me han gustado. Ha pasado por mis manos "Stoner", una novela magistral muy recomendada previamente y he concluido tres ensayos bien distintos, de temas tan variados como Siria, la España rural y las costumbres social-gastronómicas francesas.

La escritora aragonesa Virginia Aguilera ha realizado una incursión en el género negro con tanto éxito que le ha valido el XIX Premio García Pavón de narrativa policíaca. La novela, con el título de "Ojos ciegos", está ambientada en un imaginario falansterio -así se denominaba a las comunidades teorizadas por el socialista utópico francés Charles Fourier- ubicado en la provincia de Teruel y situado temporalmente en los años finales del siglo XIX. El protagonista es un juez ciego -de ahí el título- y una aventajada y joven secretaria que responde al nombre de Candela. Como bien resaltan algunas críticas, estamos ante una novela de intriga próxima al estilo gótico, que relata acontecimientos estremecedores y donde el mal resalta sobremanera en algunos personajes, verdaderamente perversos y siniestros. Buen desarrollo de la trama, buen estilo literario e interés en el argumento, aunque en algún momento tuve la impresión de que la autora de liaba algo ...  no descarto que ha de admitirse la posibilidad de que quien se liara fuera yo.

Estamos en un momento de abundancia creativa en lo que se refiere al género negro nacional, lo que es una buena noticia aunque sea necesario -como ocurrió  en su día con la "intriga escandinava"- distinguir el grano de la paja. De entre las más recientes publicaciones nacionales opté por la lectura de "Lo que nos queda de la muerte", una novela del tarraconí Jordi Fabregat, galardonada en su día con el premio "Silverio Cañada" de la Semana Negra de Gijón. Se trata de un relato con los condimentos propios del "Noir" español actual: crítica social, tono descarnado y agilidad literaria. No estamos  en absoluto ante una novela policíaca convencional, ya que el autor parece optar por mostranos un tapiz de personajes y situaciones que se entrerrelacionan, lo que consigue con maestría notable, una acertada muestra del paisaje social de la última quinta parte del siglo XX. Está ambientada en los difíciles años 80 y 90, con elementos tan significativos como la corrupción, la adicción a las drogas, su tráfico, la desorientación juvenil, ... En mi opinión, no se trata de un producto más del género, sino de una buena novela que avala la trayectoria literaria de un autor que ya venía avalado por excelentes trabajos.

Tras el enorme éxito de "La España vacía", escrita por el aragonés Sergio del Molino,  ha cobrado actualidad la cuestión de la España rural. Acerca del tema encontré un magnífico tratado sobre libros relativos al mismo que publicó hace unas semanas "Babelia" y en el que, entre otros, se mencionaba "El viento derruido", un repaso a la comarca de Los Pedroches, ubicada en la encrucijada donde confluyen tres regiones (Andalucía, Castilla La Mancha y Extremadura) y tres provincias (Córdoba, Ciudad Real y Badajoz), durante los duros años de posguerra y dictadura. El autor, el escritor andaluz Alejandro López Andrada, natural de la zona, reflexiona sobre la vida en los pueblos a través de conversaciones con distintos habitantes que desempeñaron en su tiempo distintos oficios -panadero, picapedrero, pastor, labriego, ...- y que tienen en común su bonhomía, su vida dura y su amor a la tierra. El autor, por boca de dichas personas,  ofrece un testimonio tan duro como entrañable de la pobreza de esas zonas y esas gentes, de su lucha por salir adelante, ... de un mundo que existió y no es suficientemente conocido: miseria, niños que trabajan, emigración, hambre, ... crudeza que contrasta con la ternura y el amor a la vida con que se sobrellevaban tantas limitaciones. López Andrada es detallista y exhaustivo, y a veces la lectura puede cansar.

Leyendo el "ABC cultural" de hace algunos sábados me llamó la atención un pequeño ensayo escrito por el etnólogo y escritor francés Marc Augé y titulado "Elogio del bistrot". Para quien no lo sepa, los bistrot son unos pequeños establecimientos, populares en Francia, donde se sirven bebidas alcohólicas, café, quesos y otros refrescos; también se entienden por tales pequeños restaurantes de comidas a precios económicos. El libro ha respondido a lo esperado: entretenido, breve -117 páginas en formato "octavilla"- y elegante. Augé nos hace un agradable recorrido por estos locales franceses tan característicos, teorizando y elucubrando sobre camareros, decoraciones, ubicación de la barra, clientes habituales y ocasionales, menús, bebidas, ... todo desde un punto de vista muy humano, sin perder de vista cierto toque filosófico. Se trata de una lectura amena, que nos descubre una forma especial de entender lo que en España llamaríamos "ir de bares", con un planteamiento siempre atractivo y positivo, tal como se deduce del título. Muy adecuado para personas necesitadas de lectura oxigenante, degustadores de curiosidades y amantes de lo francés.

Hasta tres personas distintas, todas ellas de la máxima confianza en gustos literarios -y en otras cosas-, me recomendaron en diferentes momentos la lectura de "Stoner", novela escrita por el norteamericano John Williams en 1965 y traducida al español hace poco más de dos años. Tanta unanimidad no podía fallar, y efectivamente se trata de una novela magistral, perfecta, bien escrita. Y lo curioso es que no pasa casi nada: Williams nos cuenta la historia de William Stoner, un ciudadano de Missouri, nacido a principios del siglo pasado y que estando destinado a ejercer de técnico de agricultura en la granja paterna da un giro a su vida para dedicarla a la literatura inglesa en la universidad. El libro nos cuenta la rutina ordinaria de un hombre más bien gris, que intenta triunfar profesionalmente sin excesivas energías ni acierto, cuya vida familiar no deja de ser un fracaso y de poco carácter. A pesar de eso, el autor consigue ofrecernos un relato interesante, lleno de humanidad, con un personaje que, con todas sus limitaciones, consigue que de alguna manera -posiblemente cada uno a su modo- terminemos identificándonos con él. Sin duda, valió la pena escuchar el múltiple y reiteradoconsejo.

Siria es un país en permanente actualidad, y lamentablemente lo es por la sangrienta guerra que lleva años asolándolo. Por esta razón me parece especialmente interesante la lectura de "En Siria", un pequeño libro escrito por Joseph Kessel, un escritor y periodista francés, de origen judeo-lituano, que fue corresponsal de guerra y vivió en el siglo pasado. El libro comienza con un prólogo a cargo de la historiadora tunecina Leyla Dakhli y concluye con un artículo del propio autor y un breve y magnífico album fotográfico. Se trata de un ensayo breve, pues en total no llega a las cien páginas. "En Siria" no es más que el cuaderno de viaje de Kessel tras un recorrido de varias semanas por Siria en 1926. Leyéndolo van apareciendo nombres que siguen siendo actualidad: Damasco, Alepo, drusos, alauitas, ... sin olvidar lo que ahora es Líbano. El libro refleja cómo los problemas geográficos, sociales y de religión ya estaban en ebullición por aquellos años. El autor se sirve de capítulos breves en los que va relatando viajes, anécdotas, encuentros con personajes relevantes y visiones socio-políticas de la situación. Un libro francamente entretenido e interesante.

Hacía tiempo que no pasaba por mis manos -y ojos- una novela de intriga escandinava, si no recuerdo mal desde la última que leí de Jo Nesbo. Hacía tiempo que tenía en la cabeza comenzar "El hombre invisible de Salem", novedad de hace un par de años en España por la que fue galardonado con el premio de la Academia Sueca a la Mejor Novela 2013 el joven escritor y criminólogo sueco Christoffer Carlsson. Mi regreso al género negro sueco ha sido acertado, y me he tropezado con un libro al que he de reconocer tres virtudes: un personaje notable, el agente de asuntos internos Leo Junker, hombre complicado, con una infancia dura y marginal, una serie de relaciones sentimentales fracasadas y una situación difícil, al estar suspendido por la muerte trágica de un compañero y andar con alcohol y antidepresivos; una llamativa y explícita crítica social al describir la vida en un barrio marginal, Salem, marcado por la miseria y la criminalidad elevada y una trama bien estructurada que se va desarrollando con buen ritmo y desentrañándose poco a poco como un jerogífico. Se nota que Carlsson es un experto en el tema, que trata cuestiones absolutamente reales y de personas de carne y hueso. El tono es duro, sin concesiones, realista y creible. En suma, una novela al nivel de las mejores del género en aquellas zonas tan frías.