29 de noviembre de 2013

¿Sólo paciencia?


Hace ya tiempo que la esperanza de vida ha aumentado notablemente, algo por lo que habrá que dar gracias a Dios y a quienes con su ciencia y su trabajo han colaborado en ello; esta realidad tiene, entre otras, una consecuencia evidente: se ha incrementado de forma llamativa el número de personas mayores que pululan por estos mundos de Dios. Así, a mínima capacidad de observación que tengamos cada día seremos mas conscientes de situaciones concretas que tienen como protagonistas a personas que ya han cubierto la mayor parte de su camino en esta vida; por ejemplo, si somos usuarios habituales del autobús urbano seremos testigos de tantos hombres y mujeres de edad que suben con dificultades al mismo y se adentran en su interior con pasos torpes mientras miran ávidamente si existe algún asiento libre o, en su defecto, si todavía queda alguien tan galante como para dejar el suyo. En la estación de autobuses de Zaragoza -imagino que como en cualquier otra- uno suele tropezar con personas de edad "provecta" que andan perdidas entre el laberinto de taquillas, andanas, carteles, horarios, ... y no pocas veces ves reflejada en su rostro la tensión y hasta la angustia que les produce esa desorientación, algo que se acelera conforme llega la hora de salida del bus en cuestión y que los más jóvenes tenemos el peligro de considerar simple falta de habilidad, no estar al día o vete a saber qué "zarandajas", tal vez porque somos incapaces de ponernos en su lugar. Y puestos a poner ejemplos, me parece que la lista podría extenderse hasta el infinito.

La madurez que se nos supone debería movernos a pensar que esas personas que ahora van por la vida con torpeza, despiste y notoria falta de reflejos -con todo el derecho del mundo, por cierto- también fueron en su día hombres y mujeres ágiles y decididos, así como que algún día, y a lo mejor no falta mucho, a nosotros nos pasara lo mismo. Lo primero que me viene a la cabeza respecto del planteamiento es la necesidad de tener paciencia con ellos, .... tal vez porque de natural soy un "polvorilla" y necesito controlarme ... pero una vez tomado asiento y reflexionado algo, me convenzo de que eso de la paciencia tiene que ver demasiado con la compasión, concepto excesivamente alejado de la caridad, del amor. Así, ante la escena de alguien de avanzada edad -que cada cual asuma  lo que entiende por tal- decido concluir que esa solidaridad que lleva al respeto, a la ayuda, debe de fundamentarse mucho más en el cariño que en la paciencia, además de que existe otro elemento a tomar en consideración: el agradecimiento, no vaya a ser que olvidemos que ese hombre encorvado o esa mujer temblorosa probablemente nos prestaron en su día buenos servicios que ahora les pagamos con una injustificada mirada de suficiencia.

28 de noviembre de 2013

Entre otras frases


«Más que como expertos en diagnósticos apocalípticos u oscuros jueces que se ufanan en detectar todo peligro o desviación, es bueno que puedan vernos como alegres mensajeros de propuestas superadoras, custodios del bien y la belleza que resplandecen en una vida fiel al Evangelio»

Acaba de salir a la luz la exhortación apostólica «Evangelii Gaudium» (La alegría del Evangelio), primer escrito oficial redactado de puño y letra por el papa Francisco. Son más de 200 páginas y leyendo las primeras informaciones de prensa parece quedar claro que tiene mucho de innovadora, que toca muchas teclas y que más de una afirmación va a dar lugar a todo tipo de opiniones y polémicas. Como ni siquiera he comenzado a leer el escrito, cualquier valoración será arriesgada, aunque creo en el Espíritu Santo y estoy seguro que en cada momento tenemos el papa que necesitamos, y desde luego lo que reflejan los titulares de prensa entiendo que son cuestiones importantes y necesarias en los tiempos que corren.

Pero no puedo evitar entresacar una frase que me ha gustado; cuando la he leído he pensado, y esto es una idea mía, de esas que surgen de repente y que espero nadie incluya en la nómina de las herejías, que en el fondo el papa nos está diciendo que suena mucho mejor lo que aparece escrito en el Evangelio que la música contenida en normas, criterios y reglamentos. La fe no la podemos convertir en una larga autopista llena de señales de prohibición y de peligro, porque de ser así se corre el peligro de terminar entre saturado y agotado, ... o nos volvemos flexibles o corremos el riesgo de acercarnos a la fosilización.

Así, a vuela pluma, sin profundidades, observo la exhortación como un auténtico compendio que invita a la entrega y al servicio a los demás, sin duda un documento para reflexionar, para asimilar y para poner en práctica.

26 de noviembre de 2013

La verdad y la noticia

Todos hemos escuchado en alguna ocasión ese dicho de que "la verdad no te estropee un titular", un planteamiento que por desgracia no es nada infrecuente entre quienes gestionan de una manera u otra los medios de comunicación en España. Tengo un gran respeto por la prensa, entre otras razones porque sin ella es muy difícil que la libertad sea criterio de funcionamiento en cualquier país y porque desde antiguo la prensa ha sido medio necesario para sacar a la luz asuntos oscuros que de otra manera es posible que hubieran permanecido ocultos por los siglos de los siglos, ... tal vez el "Caso Watergate" sea el ejemplo más patente de las últimas décadas.

Sin añoranzas ni comparaciones -siempre ha habido maldades- soy de los que se inclinan a pensar que se ha producido cierto desarme moral, ético en la sociedad actual, y eso es algo que se refleja en los modos y criterios a la hora de dar las noticias. Con frecuencia hay titulares cuyo contenido supone un daño importante para la fama de la persona o personas a las que se refiere, daño que luego va a ser muy difícil de reparar; evidentemente, si se trata de hechos ciertos y comprobados, el que se publiquen, el que salgan a la luz no es más que una consecuencia de la libertad de prensa, del derecho de los ciudadanos a la información, pero no son pocas veces las que uno tiene la sospecha de que hay noticias que se explican sesgadamente, con doble intención, incluso sin contrastar. Entiendo que la obligación moral de quien tiene como función contar lo que pasa es tanto comprobar la veracidad de lo que dice, asegurarse de todos los matices antes de sacarlo a la luz y también, tener la responsabilidad -y la honestidad- de formarse bien sobre los temas que trata, porque a veces intuyo que el problema no es de mala fe, sino de no asimilar bien un tema o un concepto.

Andamos en tiempos de sorpresas y escándalos, y como es lógico el ciudadano exige conocer al detalle lo que ocurre e identificar a quienes incurren en responsabilidades graves, la prensa -cada vez más la digital y menos la escrita- tiene la obligación de informarnos, no debería ser un exceso pedir rigor y veracidad en lo que nos cuentan, y ya no me refiero a demenciales programas televisivos que desacreditan a quien los hace, a quien acude a ellos y puede que hasta a quien los ve, ni a tanto "valiente" con vocación de "anónimo" que disfruta envenenando foros y redes sociales, sino a medios de comunicación mucho más rigurosos que deberían perder la cabeza por encontrar la verdad de cada caso, y una vez explicada esa verdad es cuando comenzará la hora de las valoraciones, momento en el que cada cual puede aportar sus subjetivas interpretaciones, que eso ya es otro cantar.

25 de noviembre de 2013

¿Respiro o ruleta rusa?



Histórico acuerdo entre Irán y las potencias mundiales por el arsenal nuclear

Tras más de cuatro días de intensas negociaciones, el gobierno iraní aceptó limitar su programa nuclear a cambio de que se suavicen parcialmente las sanciones económicas impuestas al país islámico.


Las bombas atómicas siempre me han puesto los pelos de punta; ya sabemos lo que pasó en Hiroshima y Nagasaki como para andar con bromitas sobre el asunto. Desde entonces parece que hemos estado  de equilibrios constantes en la cuerda floja y en diferentes momentos de la historia que comenzó con el final de la 2ª guerra mundial dio la impresión de que todo podía irse en cualquier momento, y literalmente, al garete. Con el fin de la guerra fría, la posterior caída del Muro de Berlín y la disolución cual azucarillo de una Unión Soviética vetusta, oxidada y decadente todos soñamos con un "mundo nuevo y feliz", pero entonces aparecieron nuevos peligros con los países islámicos, el terrorismo yihadista y esa sensación de descontrol que convertía la amenaza en más temible ... y probable.

Irán anduvo siempre a la cabeza de los rincones del mapa más temibles al respecto; la presencia como primera autoridad del país de un hombre como Mahmud Ahmadineyad, radical y fanático como pocos, convertía en preocupante la situación y no resultaba extraño que pasasen por la cabeza todo tipo de posibilidades a cual más tremenda. Con la llegada al poder de un hombre más moderado, Hasán Rouhaní, da la impresión de que todo se ha calmado más y tras complicadas negociaciones los iraníes han admitido restricciones a su programa nuclear, algo que ha provocado que en el resto del mundo -al menos en parte de él- se haya escuchado un simbólico respiro. Vamos a celebrar el pacto y a desear que no quede en papel mojado.

Basta una pequeño viaje por la historia y un muestreo de los periódicos más significados de los últimos decenios para comprobar como este tipo de acuerdos positivos e ilusionantes no son más que el prólogo de nuevas disensiones, tristes incumplimientos y hasta agravamientos indeseables de la situación. Ojalá estemos ante el principio de tiempos de paz y tranquilidad, pero no puedo evitar cierto escepticismo, y no lo digo por la negativa reacción de Israel, que ya sabemos como se las gastan los hermanos judíos, sino porque con los años soy cada vez más consciente de la condición humana y ya he visto como con más frecuencia de la deseada las palabras se las lleva el viento ... y quien lo dude que se de una vuelta por los libros de historia y vea como andaba el mundo a finales de los años 30.

24 de noviembre de 2013

Prestar dinero



¿Quién no ha sido asaltado en alguna ocasión por algún familiar, amigo o conocido que le ha pedido dinero?; por delante suele haber una historia triste, una situación agobiante, un pago inaplazable, mientras la solicitud va acompañada de ojos avergonzados, miradas bajas y actitudes nerviosas y huidizas. A mí me ha pasado en varias ocasiones, aunque he de admitir que nunca se ha tratado de grandes cantidades, de números que iban más allá de las tres cifras; eso sí, mi experiencia nunca ha tenido el final previsto, pues nadie me ha terminado devolviendo lo prestado. Habrá que piense que soy un pardillo notable, y puede que tenga razón, pero prefiero pecar por tonto que por rata, aunque también sea cierto que uno va aprendiendo y termina poniendo unos límites a su capacidad de ser embaucado.

La cuestión no deja de ser todo un dilema moral; ¿en qué medida podemos dejar en la estacada a quien, al menos en teoría, anda necesitado de una ayuda?; lógicamente siempre y cuando estemos en condiciones de hacerlo, no parece mal ese dicho que "haz bien y no mires a quien", o, dicho con otras palabras, un acto bueno no dejará de serlo por su torticera utilización por parte de quien es el beneficiario. Eso sí, no le quito su parte de razón a quien piensa que no se trata de dejar que te tomen "por el pito del sereno". En esta vida hay su buen porcentaje de caraduras y aprovechados, de quienes no tienen ningún escrúpulo en venderte una historia maquillada -o sencillamente falsa- para sacarte unos euros y, una vez gastados, terminar haciéndose el remolón y dando la impresión de que quien los ha prestado no termina de ser caritativo y comprensivo si los reclama.

No hace mucho tiempo fui testigo directo de un caso en el que un individuo fue pidiendo entre 100 y 250 € a diversos conocidos, sin que éstos tuvieran conocimiento del tema entre ellos ... todo ha terminado con la amistad rota, el "prestatario" haciéndose el ignorante y el dinero, por supuesto, sin regresar a su origen. Muchas veces hemos escuchado eso de que "el dinero no hace la felicidad, pero ayuda a conseguirla", ... cada cual tendrá su opinión y su experiencia al respecto, lo que tengo claro es que el dinero es fuente habitual de problemas y que puestos a llegar a alguna conclusión, me temo que más que unir, desune.

22 de noviembre de 2013

50 años sin JFK

Tal día como hoy hace 50 años John Fitzgerald Kennedy, presidente electo de los Estados Unidos, era asesinado en Dallas, capital del estado de Texas, en un atentado cuya autoría se atribuyó a Lee Harvey Oswald, un fanátioo antiamericano, aunque siempre ha habido una misteriosa nube oscura sobre conspiraciones, intereses ocultos e implicaciones a altos niveles. Curiosamente, el magnicidio de Dallas es uno de mis primeros recuerdos infantiles; era la víspera de mi quinto cumpleaños y estaba con mi madre en la cocina, no se si observando como preparaba la cena o cumpliendo ya de hecho con la tarea de alimentarme; en ese momento llegó a casa mi padre, se acercó a la cocina y con la crudeza propia de un aragonés claro y directo comentó: "se han cargado a Kénnedy". Curiosamente, aún en tan tierna edad, el nombre de John Kénnedy no me era desconocido y entre la lógica nebulosa de un recuerdo tan antiguo pienso que instantáneamente llegó a mi cerebro la imagen joven y moderna del entonces presidente. A un niño de cinco años estas noticias le pueden impresionar, pero el mundo de juegos, fantasías e ilusiones propio de esa edad hace que el impacto de las mismas dure más bien poco.

Kennedy fue un hombre idolatrado, su juventud, la imagen que ofrecía junto a su esposa Jacqueline y sus hijos Carolina y John John de la perfecta familia americana, el hecho de ser el primer católico que había llegado a presidente de los Estados Unidos y su imagen jovial, dinámica y elegante le convirtieron en un símbolo y provocaron que su muerte trajera frustración y desencanto al mundo occidental. Con el tiempo su imagen fue perdiendo prestigio, se le puso la etiqueta de mujeriego, se le atribuyeron amistades oscuras y peligrosas y se cuestionaron muchas de sus decisiones políticas. Es algo que suele pasar, y en este mundo rápidamente pasas de ejemplar a maldito, vete a saber cuanto de superficial y gratuito hubo en su ascenso al Olimpo y cuánto de cierto en los errores y vicios que le imputaron. De lo que no cabe duda es de que John Fitzgerald Kénnedy fue un personaje importante en su momento y que es una de las figuras clave de una época llamativa de la historia.

Ahora es tiempo de recuerdos, de profundizar en una época interesantísima de la historia del mundo, de saber escoger las fuentes donde encontrar datos, sucesos y opiniones. Parece que la de los Kénnedy es la historia de lo que puedo ser y las circunstancias impidieron que llegara a serlo.

20 de noviembre de 2013

¿Armado hasta los dientes?


Ayer estuve en el Pilar; eran poco más de las 2.00 de la tarde y aunque pasó por mi cabeza el atentado de hace mes y medio, ocurrido en torno a esas horas, pudo más la devoción -¡faltaría más!- y me acerque un rato a rezar a la Capilla, además de encender unas cuantas velas, que en una u otra dirección seguro que vienen bien para algo o para alguien. Al salir de la capilla de la Virgen, me dirigí a la derecha y de lejos vi acercarse un matrimonio de mediana edad con pintas de turista; me pareció observar que el hombre llevaba una llamativa cicatriz que le cruzaba la boca, algo que de entrada me impresionó, imaginando que habría sufrido alguna enfermedad o accidente que le había desfigurado. Pero cuando la pareja llegó a mi altura y nos cruzamos, me di cuenta de que andaba completamente errado y que lo que alteraba el rostro del individuo que me había movido a compasión era ... un palillo. Así, sin anestesia ni tiempo de reacción, pase de la misericordia a la chanza y volví a recapacitar sobre la condición humana. El tema del palillo en la boca, que si la memoria no me falla también fue tema central de un antiguo post, es todo un símbolo del costumbrismo español, ... me temo que de la parte más cutre de ese costumbrismo, porque si funcionar con la vida con un palillo en la boca, de esos que parecen tener vida propia porque van de un lado a otro sin usar las manos, ya es de por sí algo más bien ordinario, roza la falta de respeto y decoro hacerlo en el interior de una iglesia, y ya no digamos en la mismísima Basílica del Pilar.

Al hilo de la anécdota me vinieron a la cabeza dos experiencias recientes que abundan en lo poco corteses en que nos hemos convertido los españoles; una de ellas cuando hallándome en un establecimiento "juguetero" de Huesca y procediendo a abonar mi compra se me adelantó una mujer que, sin dejar en ningún momento de mascar chicle, le dijo a la dependienta que había cogido el producto que deseaba y lo abonaba al instante, alegando que llevaba suelto; no me molestó el que se me colara, pues efectivamente pagó en metálico contante y sonante y no interrumpió mi compra, pero maldije esa fea costumbre de compaginar el diálogo con el andar por la vida mascando chicle. En un viaje en AVE que hice la semana pasada desde Madrid, mi vecino de asiento sacó una bolsa llena de pistachos, y conforme el "convoy" avanzaba vía adelante, fue procediendo al lento y sonoro proceso de morder la cáscara, comerse el pistacho y depositar aquélla en el cenicero; de esta manera la música ambiente cambió, indeseadamente, del jazz al fruto seco.


Consciente soy de que no son cuestiones de vida o muerte, de la general ausencia de maldad de quien las practica y que quien esto escribe duda estar libre de pecados análogos, pero a veces el personal funciona con una inconsciente y clamorosa ausencia de educación.

17 de noviembre de 2013

El Vichy catalán

Siempre he sentido debilidad por el agua con gas; hay quien dice -y sus motivos tendrá- que no es bueno abusar de dicha bebida, pero sin duda son indiscutibles sus propiedades tanto para una buena digestión como para quitar la sed: posiblemente sea junto a la cerveza bien fría, el recurso más eficaz cuando el sol aprieta y uno anda deshidratado y con la boca seca. Y al hablar del agua mineral con gas el nombre que viene inmediatamente a la cabeza es el del "Vichy catalán", una marca que en mis recuerdos más lejanos anda al nivel de los polvos "Calber", el "Eko", la piedra pómez, la colonia añeja, el papel higiénico del elefante rojo, el jabón "Palmolive" y el chocolate "Elgorriaga". Al cabo de tantos años pidiendo agua con gas, las he probado con casi todas las etiquetas -"Vitalis", "Badoit", "San Pellegrino", "Fonter", "Caldas de Malavella", ...-, unas mejores que otras, algunas que tras probarlas tienes la sensación de que alguien introdujo en su día un trozo de hierro en la botella, pero al "Vichy" parece que se le puede equiparar a lo que es "La Casera" en las gaseosas: seguramente no es ni la más cara ni la más sofisticada, pero con el tiempo afianzas la idea de que el agua con gas tiene que ser de "Vichy". Recuerdo que tras leer varias novelas protagonizadas por el comisario Maigret, el inolvidable personaje de Georges Simenon, me quedé con las ganas de probar el agua "Perrier", que no está nada mal, pero que también ha sido incapaz de superar mi preferencia por este producto catalán que en 2009cumplió nada menos que 150 años.

Con el tiempo los fabricantes del producto han ido perfeccionándose y aumentando la oferta, y ahora ya se vende también en latas, en botellas de todos los tamaños, incluso de plástico y con tapón giratorio, con paquetes de seis botellines y hasta una variante que incluye algo de lima-limón ... a pesar de lo cual yo siempre me quedaré con la botella tradicional de litro con chapa. Tengo un amigo con exquisitos y exigentes gustos gastronómicos, un personaje que come con paz y tranquilidad y que a los 60 años conserva un envidiable apetito de adolescente, cuando como con él rara vez falta la presencia de la botella de "Vichy", cuyo contenido va desapareciendo con la misma calma y ritmo lento y constante con que se evaporan los solomillos, las lubinas o el cochinillo correspondiente. Y cuando el calor del verano asola el asfalto zaragozano o los aires mediterráneos, que bien sienta un vasito, si es posible con una rodaja de limón.

16 de noviembre de 2013

Ambiente de artistas



Ayer asistí a la inauguración de una exposición de pintura; un entusiasta experto local que posee una tienda de material pictórico con espacio suficiente para exponer organizó una muestra de cincuenta pintores entre los que se encontraba un amigo mío y consiguió que el establecimiento estuviera de bote en bote, hasta el último rincón de gente dispuesta a contemplar los cuadros que pintores célebres y aficionados, veteranos y noveles, habían aportado al evento. Yo no entiendo demasiado de esto y mis gustos son más bien sencillos, por no decir rudimentarios: paisajes, retratos, escenas poco complicadas, bosques, montañas, ... estoy seguro de que cualquiera con mínimos conocimientos hubiera sido capaz de darme las explicaciones pertinentes para distinguir el grano de la paja, pero ayer no había ni tiempo ni espacio para ello.

Paralelamente a la exposición pictórica, se produjo un auténtico muestrario de personajes originales; ya se sabe que los artistas forman un mundo especial, que les gusta presentar un aspecto exterior con tendencia a lo estrambótico, a lo llamativo. Así, en el interior del establecimiento en cuestión se juntaron cabellos teñidos de colores diversos, bigotes cuyo tono no se correspondía al pelo, peinados de lo más original, vestimentas curiosas, abrigos de pelo con cuello de piel, pulseras que tintinean, collares llamativos, sombreros sorprendentes, ... Estamos en una sociedad en la que hace tiempo que ha desaparecido cualquier freno en materia de indumentaria, forma y color del pelo, etc ... e imagino que es positivo, pero hay ocasiones en las que las formas tradicionales hacen que uno se comience a sentir un poco marciano.
 
Los artistas se hicieron una foto juntos, y mientras posaban se les veía felices, justa y razonadamente orgullosos de su arte al pintar ... e imagino que de su estilo inimitable.

13 de noviembre de 2013

Oraciones por Filipinas



El potente tifón Haiyan deja 10.000 muertos y un gran caos a su paso por Filipinas
 
Haiyan, el tifón más potente del año, ha dejado un reguero de desolación a su paso por la región central de Filipinas, donde las autoridades locales han estimado este domingo que han muerto más de 10.000 personas.
 
El tifón, bautizado con el nombre de Yolanda por las autoridades filipinas, ha destruido entre el 70 y el 80 % de la población de Tacloban, capital de la provincia de Leyte, con una población de 220.000 personas. Así lo ha indicado el jefe de la policía regional, Elmer Soria, a los medios de comunicación.
 
Según las estimaciones de la gobernación provincial, habrá unas 10.000 víctimas mortales" solo en la isla de Leyte, ha declarado Soria. Por su parte, el ministro del Interior, Manuel Roxas, ha asegurado tras llegar a Tacloban que "la devastación es absoluta". Esta población es la más castigada por el fenómenos meteorológico, a unos 580 kilómetros al suroeste de Manila.
 
Una vez más la naturaleza ha sido cruel con una zona pobre; la muerte y la desolación han asolado una parte de Filipinas, un país que históricamente ha tenido importantes vinculaciones con España y cuyos habitantes suelen ser gente buena, alegre y trabajadora. Su drama nos ayuda a darle a nuestras "cuitas" la importancia relativa que tienen y nos mueve a ser solidarios con ellos.

Poco más puedo decir, tan sólo elevar mis plegarias por toda Filipinas, que sus habitantes sepan que los tendré presente en mis "momentos buenos".




10 de noviembre de 2013

Por favor, sigue sonriendo



Muchas mañanas coincido con ella, tanto al llegar a mi lugar de trabajo como cuando salgo; ultimamente llega en bici, en ocasiones incluso la escucho resoplar, reflejando tal vez su agobio por haber tenido que darle fuerte a los pedales para llegar a tiempo. El que desempeña no es un trabajo cualificado, aunque tengo la impresión de que está encantada de tenerlo; es una de esas iberoamericanas que ofrecen constancia y eficacia al otro lado de un mostrador, una de esas personas que han venido de lejos para darnos ejemplo de sencillez y naturalidad, de capacidad de esfuerzo, de abnegación y sacrificio. Su bicicleta queda atada a uno de esos postes cuyo número ha habido que incrementar en los últimos tiempos por eso de la peatonalización, una "bici" de aspecto aseado y color amarillo que recuerda la sonrisa de su dueña.

Porque si hay algo que llama la atención es que la chica sonríe, no ha entrado en esa corriente de crispación y agresividad, de tristeza y sentido negativo que, no sin razones, tanto nos afecta en los últimos tiempos por estos lares. Y yo le agradezco a ella, alguien para mí anónimo y desconocido, que siga sonriendo, que se enfrente a la jornada laboral con mirada limpia y expresión brillante, de la misma manera que es de alabar que cinco horas después siga manteniendo la actitud abierta y positiva ... al menos exteriormente. Sirvan estas breves líneas para reconocer mi admiración y agradecer el ejemplo.

7 de noviembre de 2013

La bolsita de Mickey

Esta mañana cuando me dirigía a trabajar he comprobado que, como otras veces, marchaba delante de mí una señora que acompañaba al colegio a su hija, una niña pequeñísima que dudo haya cumplido los 3 años. He coincidido en varias ocasiones con ellas y, a salvo de uno de los primeros días en los que la pequeña lloraba desconsoladamente, da gusto contemplar la ilusión con la que la mocita marcha al "cole", con la sonrisa en la boca y unos ojos enormes y negros que miran felices a su entorno, unos ojos tan bonitos que no me cabe duda están llamados a conquistar en su día el mundo. Por todo equipaje la niña llevaba una pequeña bolsa de lona de color rojo y que lleva grabada la inconfundible figura de Mickey Mouse, imagino que dentro de la bolsa llevaría el bocadillo, vete a saber si de nocilla, jamón de york o carne de mebrillo, puede que incluso acompañado de una chocolatina o un quesito en porciones. A esas alturas de la vida no son necesarios ni libros, ni plumieres ni catones; tuve una enorme y sana envidia de esta pequeña que lleva tan poco tiempo entre nosotros -¿qué son 2 o 3 años?- y no pude -ni quise- regatear el deseo de que a mi oficina lo único que tuviera que llevar cada mañana fuera una bolsa de Mickey Mouse con el bocadillo, envidia que incluía también, por supuesto, toda la ilusión de una vida por delante y la ignorancia casi completa de tantas cosas lamentables que suceden alrededor: mejor nos iría si nos bastará ver grabada en una tela la imagen del primer personaje creado por Walt Disney.

Escribiendo este relato, que no se si me ha quedado cursi o simplón, me vino a la cabeza el último puente de Todos los Santos pasado en Tarragona, viaje en el que tuvo principal protagonismo la hija de unos amigos -2 años y medio de vida y toda una promesa futura de liderazgo le contemplan-, y que el sábado por la mañana, cuando nos disponíamos a desayunar en la grata terraza de un establecimiento de la Rambla Nova, en la plenitud de una de esas mañanas que reflejan el privilegiado clima mediterráneo, se dirigió a la camarera para pedirle con su media lengua "unos 'croasansitos' de chocolate", también pensé que era una delicia poder ser feliz con aspiración tan simple ... ¡lo que tenemos que aprender de los niños!.

“Los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?» Entonces Jesús llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: «En verdad, en verdad os digo que si no volvéis a haceros como niños, no entraréis en el Reino de Dios. Pero, el que se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de Dios». (Mt.18, 1‑ 4)

6 de noviembre de 2013

De la crueldad a la mala leche

He escuchado muchas veces que la infancia es cruel, y algo de cierto hay en esto. Me pongo a reflexionar y he de admitir que conforme vas adquiriendo uso de razón -o algo equivalente- te vuelves exigente, duro y criticón. Es fácil oír hablar de mobbing, de acoso escolar, y generalmente la víctima del mismo no suele ser el más listo de la clase, el que destaca en todos los deportes ni quien tiene madera de líder, sino el gordito, el tímido, el que tiene menos luces que un barco de contrabandistas. Y esa crueldad se cualifica y esmera conforme vas haciéndote mayor, despreciamos a quien nos parece mediocre, nos reímos del que viste sin gusto, somos durísimos con los defectos de los demás y con los fracasos ajenos. Recuerdo con desagrado una comida profesional en la que alguien destrozaba ante el resto a un tercero no presente cuyos pies por lo visto no se lavaba con frecuencia ni acierto, defecto evidente pero que no debería merecer el desprecio y la burla públicos. Por eso pienso que la crueldad es un error de juventud, tiempo en el que caemos en el error de andar en exceso poseídos de nosotros mismos y mirar a parte del prójimo por encima del hombro.

Conforme cumples años, pasas el ecuador de la vida y de la madurez llegas al preludio de la vejez, esa crueldad se atenúa, muchas veces hasta desaparecer, los gorditos ya nos hacen gracia -o somos nosotros-, a los tímidos les encontramos motivos para serlo y hasta nos son más gratos que los "echaos palante" y llegamos a pensar que los tontos no lo son tanto. Son momentos en los que se suele adquirir una mayor capacidad de comprensión hacia las miserias de los otros, posiblemente porque somos más conscientes de las nuestras; el conocimiento propio nos ayuda a disculpar con más rapidez y frecuencia, algo a lo que un sentido cristiano de la vida suele ayudar, por cierto,  bastante. A lo mejor también nos ocurre que hemos conseguido ceder en fijaciones y fanatismos, y mientras no nos produce el éxtasis la virtud cuando la vemos excesiva y artificial, nos volvemos más condescendientes con las "vergüenzas" ajenas al verlas algo humano y hasta inevitable. Eso sí, a la vez que se reduce la crueldad, se empieza a notar que sube la "mala leche", algo que puesto a pensar intuyo que tiene su causa en la desconfianza hacia algunos que antes admirábamos y pensamos que nos han fallado y en general hacia la totalidad del género human; ya no es tan fácil que nos las den "con queso" y nos ha entrado un poco de ese estilo que en Aragón llamamos "somarda". Habrá quien diga que generalizo, y seguramente tendrá razón, pero me miro al espejo y no puedo evitar observarme  con esas tendencias.

3 de noviembre de 2013

"El Moto"



Desde el jueves por la tarde hasta el día de difuntos he estado en Tarragona; necesitaba aire y descanso y la capital romana del Mediterráneo es una de las soluciones mejores que conozco para ello; todo marchó muy bien y podría hablar de nombres, personas y lugares que han ayudado -¡y mucho!- a oxigenar mi cabeza y mis tensiones, pero no se trata hoy de aliviar intimidades y como entre ellos hay algún lector del blog, no hace falta que les diga lo agradecido que estoy a todos. Pero sí quiero reflejar un suceso, que no es ni el único ni el más trascendente de los ocurridos, pero que no dejó de tener su significado.

El bar "Moto club" es uno de los más típicos de la ciudad, auténtico lugar de encuentro, de citas y reuniones, un establecimiento emblemático ubicado en la Rambla Nova, genuino centro neurálgico de la ciudad, largo paseo embellecido con los años y que culmina -o empieza, por hablar con más precisión- en el mítico Balcón del Mediterráneo. A los tarraconins más significados, los que lo son de toda la vida, les he oído hablar montones de veces del "Moto" -así se le llama- como el punto de encuentro, la sede en torno a la cual se producen eventos, sucesos, ... un verdadero centro de recuerdos y evocaciones. Y la verdad es que el sitio no tiene nada de particular, se trata sin más de un bar como otro cualquiera ubicado en la esquina de la Rambla con la calle Conde de Rius y que responde al más clásico concepto de cafetería, con camareros de camisa blanca, barra tradicional, veladores metálicos y clientes habituales que no hace falta que digan lo que quieren consumir.

Pero curiosamente, tras haber vivido 22 años, con sus días y con sus noches, en la Imperial Tarraco, nunca había entrado en el interior del establecimiento, es más, no podría jurar haberme sentado en alguna ocasión en la terraza exterior. Por eso tuvo esencias de acontecimiento especial cuando el día 1, festividad de Todos los Santos, y tras haber escuchado Misa en la iglesia de los Carmelitas de la calle Asalto, me senté con un viejo amigo en un velador del "Moto", y al tener el hombre algo de frío, terminamos entrando dentro y consumiendo un café y una caña en el interior. Nada especial descubrí allí, simplemente un establecimiento sencillo, más bien vetusto, eso sí con casi todos los periódicos del "Principat" a disposición de quien los deseara leer y con un camarero cuya profesionalidad se notaba y tres o cuatro clientes con cierto aspecto trasnochado, casi como si estuvieran permanentemente ubicados en la cafetería, como un mueble más.

Así, por virtud de un amigo más bien friolero, ejerciendo esa vieja costumbre de tomar algo tras cumplir con el precepto, cubrí una laguna que poco añadirá a mi currículum, pero que en cierta manera me une más, si cabe, a la ciudad de Tarragona, y es que bastantes de sus habitantes tal vez no me hubieran perdonado esta carencia.

1 de noviembre de 2013

Lecturas de otoño


El mes de octubre lo inicié terminando las novelas de Follett y Leonard que había comenzado mediado septiembre, para leer íntegramente en el transcurso del mes cinco libros más. Pienso que el gran hallazgo de estos días ha sido Josep Pla, aunque pongo buena nota a "Perdida", un thriller distinto cuya película pienso que si han sabido hacerla bien va a causar impacto y las memorias de un hombre tan interesante como Adolfo Marsillach. Muy bien, como siempre Eugenio Fuentes y llamativa la primera experiencia de ficción de García de Cortázar.

No había leído nunca nada de Ken Follett, uno de esos grandes expertos en best sellers, es decir, en convertir en oro todo lo que escriben; más de una vez he tenido en la cabeza emprender la aventura de las mil y pico páginas de "Los pilares de la tierra" y más recientemente "La caída de los gigantes", pero entre la excesiva extensión de tales novelas y cierta desconfianza en torno a la credibilidad de lo que cuenta han ido dejando el propósito en agua de borrajas. Cuando en 1995 se publicó en España "Una fortuna peligrosa", la novela me entró por los ojos, no era tan larga -aunque 670 páginas no sea moco de pavo- y el tema, la banca en Inglaterra durante el largo imperio de la reina Victoria, era interesante. He tardado 18 años en cumplir el deseo y tras dedicar tres semanas al libro mis opiniones son encontradas: no puedo negar que se trata de un relato entretenido que incluso genera cierta "adicción" y el famosísimo escritor se ha informado sin duda bien acerca del tema. Eso sí, la novela me ha parecido mucho más cerca del "folletín" que de la novela histórica, Follett carga mucho los toques sensuales, algo que suena a búsqueda de ventas y algún suceso y el mismo final me han parecido excesivamente artificiales y poco creíbles. No obstante, a quien necesite oxígeno o descanso le puede venir bien la lectura de esta "Fortuna peligrosa".

El 20 de agosto falleció en Detroit Elmore Leonard, sin ninguna duda uno de los grandes de la novela negra. Ya pasó por mis manos hace unos años un relato de este norteamericano cuyas novelas brillaron frecuentemente en el cine -"los cautivos", "Un hombre", "Joe Kidd", "Jackie Brown", "Be cool", "El tren de las 3.10", ...- y decidí homenajearlo leyendo otro relato suyo, para lo cual hurgué en una lote de la vieja colección "Crimen y cía" que me regalaron hace un tiempo y allí encontré "Fulgor de muerte", una historia genuinamente "negra" ambientada en Atlantic City. Casinos, prostitución, policías sin demasiados prejuicios, dinero fácil y sucio, ... todos los ingredientes que crean el ambiente adecuado para este género; junto a esto Leonard nos trae unos personajes bien creados: el detective Vicent Mora y Teddy Macghic, un auténtico psicópata, dos hombres obsesionados el uno con el otro y que se persiguen mutuamente; junto a ellos aparecen más personajes verdaderamente interesantes: hay quien opina que son precisamente los personajes las claves del éxito de Leonard, cuyos argumentos suelen ser más bien simples. El autor fallecido consigue un thriller entretenido, tal vez excesivamente extenso, en el que la tensión y la ambientación son más importantes que un misterio que prácticamente no existen. Una buena novela para pasar el rato y conocer un género que muchas veces es confundido con otros.

Creo que cualquier lector devoto tiene como asignatura pendiente leer a Josep Plá, yo humilde y contrito he de admitir que he tardado 54 años en aprobar esta materia, pero afortunadamente he llegado a tiempo y tras leer en una semana "Madrid. El advenimiento de la República" puedo confirmar que el catalán es un escritor excelente. El libro es breve -174 páginas- y en él cuenta con soltura y dinamismo sus experiencias durante los acontecimientos del 14 de febrero de 1931 en Madrid y los meses posteriores; Pla era un joven periodista destinado a la capital, donde tuvo ocasión de ser protagonista de unos momentos tan decisivos para la España del siglo XX. Es un relato claramente periodístico, bañado de la visión inteligente y sensata de Pla, que no parece tomar partido, sino que se limita a comentar su interpretación de hechos y personas. Al paso de las páginas van apareciendo personajes variopintos e interesantes, como los políticos Manuel Azaña y Miguel Maura, el banquero Juan March, el filósofo Eugenio D'Ors y el escritor Julio Camba. Un testimonio relevante, una narración amena y, por encima de todo, un Josep Pla que escribe de primera. Hay que seguir con él.

La campaña de marketing de "Perdida", escrita por la periodista y escritora de Kansas Gillian Flyn ha sido notable, imagino que entre otras consecuencias ha tenido la de que decidiera leerlo. La novela no es un clásico relato policial, es más pienso que ni siquiera puede definirse como una novela policíaca, sino más bien como un thriller psicológico que se aproxima -ya se que son arriesgadas las comparaciones- a autores como Patricia Highsmitt y Stephen King. "Perdida" es una novela de calidad y compleja, con un ritmo tan sorprendente como agobiante. Su autora ha seguido la técnica de alternar los capítulos con narraciones en primera persona de los dos protagonistas, Nick Dunne y Amy Elliot, dos personajes francamente complicados; hay más personajes secundarios de cierta enjundia en un plantel donde los menos relevantes son los policías. Me da miedo entrar en demasiados detalles, pues el propio desarrollo de la trama, hábilmente estructurado por Gillian Flyn, hace que fácilmente puedas incurrir en el error de dar demasiadas pistas y hasta comenzar a destrozar una posible lectura. Puedo adelantar que estamos ante una novela distinta, muy bien escrita y construida y verdaderamente inquietante. Hay momentos en los que te entra cierto estremecimiento, por lo que si alguien tiende a dejarse influenciar en exceso por lo que lee le aconsejaría que se pensara dos veces ponerse a leer este relato que, de cualquier manera, no deja indiferente. Una buena novela, por encima de los últimos libros publicados con la etiqueta de "boom del año" y con un argumento muy adecuado para el cine, de hecho ya se habla de su llegada a Hoollywood y ya suenan los nombres de Reese Whiterspoon y Charlize Theron como probables protagonistas. Final sorprendente, pero no digo más por miedo a dar pistas que lo destrocen.

No cabe duda de que Fernando García de Cortazar es un gran historiador, he leído unos cuantos artículos suyos en la página 3ª de ABC que me han parecido excelentes; por eso me animé a leer "Tu rostro sobre la marea", su primera novela que además ha ganado este año el "Premio de novela histórica Alfonso X el Sabio". Se trata de un relato bien escrito que abarca una época tan interesante de la historia española y europea como el primer tercio del siglo XX y, como acredita el autor al final, estupendamente documentada, a pesar de lo cual me costó entrar en el libro. Para hablarnos de sucesos tan llamativos como la 1ª Guerra Mundial, la revolución rusa, la dictadura de Primo de Rivera, la II República o los inicios del fascismo italiano García de Cortázar se sirve de un personaje de ficción, Angel Bigas, un bilbaíno perteneciente al cuerpo diplomático, liberal, romántico, aventurero y con ciertos aires de revolucionario y unos hechos en el que bajo el nombre de "Operación Turquesa" hacen referencia a una pretendida operación de contrabando de armas que inicialmente destinada a destronar al dictador de Portugal termina sirviendo para la revolución de Asturias de 1934 y en el que implica nada menos que a personajes como Manuel Azaña e Indalecio Prieto. Para estos acontecimientos y otros, ocurridos en lugares tan dispares como San Petesburgo, Bucarest, Constantinopla o Roma, El autor se sirve del "truco" de ir alternando cartas, entrevistas y memorias que tienen como protagonistas nombres tan importantes como los citados Prieto y Azaña, Agustín de Foxá o Rafael Sánchez Mazas, entre otros. También destaca al principio una entrañable incursión en las tertulias literarias madrileñas de principios de siglo en las que implica a Valle Inclán, Pérez Galdós o Francisco de Ayala. A pesar de tener un contenido tan interesante, me ha parecido que García de Cortázar narra los hechos de modo demasiado desordenado, como comprimiendo demasiados datos y sucedidos; por otra parte la prosa de Cortázar, sin duda trabajada y detallista, me ha resultado algo barroca y engolada. Terminada mi valoración leo una gran alabanza de la novela por parte de Juan Manuel de Prada, algo que me confirma su calidad ... y que se pasa de barroca.

He hablado reiteradamente de la calidad de Eugenio Fuentes, sin duda uno de los mejores autores de novela policíaca en España y cuya calidad literaria va más allá del género: de hecho ya ha sacado alguna novela de otra naturaleza. En esta ocasión he leído "Las manos del pianista", no se si la cuarta o quinta entrega que protagoniza el detective Ricardo Cupido. No se trata de una trama excesivamente interesante ni complicada, pero Fuentes la relata con pulcritud y cierta profundidad. El crimen se produce en esta ocasión en el ámbito de la construcción, un mundo propicio al conflicto y de actualidad, muy especialmente al tiempo en que se publicó el libro en el año 2003. El autor aprovecha para tratar temas de cierto interés como la adición al juego, el dinero fácil, las crisis familiares, la burbuja inmobiliaria, ... así como a mostrarnos el lado más entrañable de los protagonistas; destaca la presencia del "pianista", personaje cuyo nombre no aparece en todo el relato y da nombre al título, un músico frustrado que se gana la vida tocando en verbenas populares y dando muerte a animales de compañía y otras mascotas de los que sus dueños quieren desprenderse. Como todas las novelas de Cupido está ambientada en el imaginario pueblo de Breda y de ésta se hizo una versión cinematográfica dirigida por Sergio G. Sánchez y protagonizada por Javier Gutiérrez, Fernando Cayo y Clara Segura, entre otros. Yo empezaría por el libro ...

En uno de esos caprichos que tengo de vez en cuando saqué hace tres semanas de la Biblioteca de Huesca las memorias de Adolfo Marsillach, unos recuerdos que el actor y director fallecido hace once años publicó en 1998 tituló "Tan lejos, tan cerca"; tengo que empezar reconociendo que he disfrutado con la lectura de la vida de Marsillach contada por él mismo, por mucho que se trate de un personaje tan alejado ideológicamente de mis convicciones y de que algún que otro "ortodoxo" me pueda reprochar que en el relato se cuentan aventuras bien poco edificantes del autor, con elegancia y discreción por su puesto. Pienso que estas memorias están escritas con una honestidad notable, el propio autor admite que no es parcial en algunos momentos, pero es algo de lo que probablemente nadie puede presumir y cuyo reconocimiento honra al polifacético personaje. Es interesante ver la visión de la España que vivió un hombre que pasó la infancia durante la II república y la guerra civil y la adolescencia y juventud en plena posguerra. Sirven también para hacerse una idea de una apasionante época, larga y fecunda, del cine y el teatro españoles, amen de una serie de incursiones televisivas de un hombre complicado y comprometido. El libro está escrito formidablemente y el autor nos hace sus recuerdos amenos, con una prosa en la que queda reflejada la fina ironía y el carácter críptico de Marsillach, quien a la vez que es respetuoso con sus oponentes profesionales e ideológicos ni perdona el egoísmo y la deslealtad ni ahorra dureza en sus críticas. Como aspectos menos positivos incluiría que al hablar de la época de su vida en la que detentó poder político -Adolfo Marsillach tuvo cargos cuando siendo Jorge Semprún Ministro de Cultura del gobierno socialista- no puede evitar caer en la vanidad y el recurso a la auto-justificación, además de que 574 páginas pueden ser muchas para el lector impaciente.