Recuerdo que en una ocasión me encontraba con varias personas y se me ocurrió alabar uno de los artículos más famosos de Larra, "El castellano viejo", uno de los presentes comentó con desdén que se había suicidado, como queriendo zanjar cualquier comentario laudatorio del escritor por razón de haberse quitado la vida; por lo visto hay metes tan estrechas que tachan de entrada a una persona en cuanto comprueban sus equivocaciones; me parece dramático el final de Larra, pero afortunadamente he aprendido a no juzgar y a no etiquetar a nadie, al menos negativamente.
No conozco la obra de Larra en toda su extensión, pues he leído solamente unos cuantos de los artículos periodísticos que bajo varios pseudónimos, el más celebre fue el de "Fígaro", escribió a lo largo de su corta vida. En esos artículos el escritor madrileño releja lo que Iris M. Zavala denomina el "romanticismo democrático en acción". Larra sitúa a España en el centro de su crítica, una crítica nacida del dolor por lo que le disgusta, por los errores de sus gobernantes y de sus compatriotas. Resulta significativo como en 1908 tres de los más conspicuos representantes de la generación del 98, Azorín, Baroja y Unamuno, llevan una corona de flores a la tumba de Larra, una auténtica señal de la identificación de dicha generación con un escritor al que pretenden redescubrir y con cuyo pensamiento y preocupación por España se identifican.
La vida de Larra fue corta pero intensa, participó desde posiciones liberales en los mentideros políticos de su época, estuvo en Londres,Lisboa y París, donde conoció a Alejandro Dumas y Víctor Hugo y tuvo un matriimonio desgraciado con Dolores Armijo cuya ruptura le llevó a su última y dramática decisión.
Larra escribió la mayoría de sus artículos en tres periódicos: "El duende satírico del día" con el pseudónimo de "El Duende", en "El probrecito hablador" con el de "Bachiller Juan Pérez de Murguía" y en "La Revista Española" con el de "Fígaro".
Sus artículos son incisivos, dan en el clavo y están escritos en una prosa magnífica, muy por encima de la de su tiempo. Tales escritos contienen una elegante y contundente crítica social, aunque también escribió otros contra la censura ("Lo que no se puede decir no se debe decir"), la pena capital ("Los barateros o el desafío" y "La pena de muerte"), los carlistas ("Nadie pase sin hablar al portero") o el uso incorrecto del lenguaje ("Las palabras" y "Por ahora").
Si tuviera que elegir uno, no dudaría en señalar "El castellano viejo", recuerdo que la primera vez que supe de su existencia fue en clase de literatura de 6º de bachillerato cuando un excepcional profesor nos lo leyó de principio a fin y donde narra un encuentro indeseado con un conocido que le obliga a comer en su casa; Larra, un auténtico dandi, relata al detalle toda la ordinaria y soez forma de vivir y actuar de ese amigo, un auténtico castellano viejo:
"¡Santo Dios, yo te doy [las] gracias, exclamo respirando, como el ciervo que acaba de escaparse de una docena de perros y que oye ya apenas sus ladridos; para de aquí en adelante no te pido riquezas, no te pido empleos, no honores; líbrame de los convites caseros y de días de días; líbrame de estas casas en que es un convite un acontecimiento, en que sólo se pone la mesa decente para los convidados, en que creen hacer obsequios cuando dan mortificaciones, en que se hacen finezas, en que se dicen versos, en que hay niños, en que hay gordos, en que reina, en fin, la brutal franqueza de los castellanos viejos! Quiero que, si caigo de nuevo en tentaciones semejantes, me falte un roastbeef , desaparezca del mundo el beefsteak , se anonaden los timbales de macarrones, no haya pavos en Perigueux, ni pasteles en Perigord, se sequen los viñedos de Burdeos, y beban, en fin, todos menos yo la deliciosa espuma del Champagne. "
"Vuelva usted mañana" es tal vez su relato más famoso; se trata de una crítica demoledora contra la burocracia de la Administración, y se ha convertido a lo largo de los años en todo un símbolo de la lucha del ciudadano medio frente a la lentitud, la complicación y los abusos de los poderes públicos. Larra ridiculiza la rutina y el formalismo que abotargaba el funcionamiento de las oficinas públicas y ofrece una sátira verdaderamente afinada de situaciones que en su época eran aún mas sangrantes que ahora.
Hay otros artículos del mismo nivel como "Entre qué gentes estamos", "En este país", "El día de difuntos" y "El casarse pronto y mal". Sus contenidos son diversos, pero en todos ellos destaca su visión crítica de un país y una época, su fino estilo´satírico y, en algunos, un hondo pesimismo.
La obra de Mariano José de Larra, especialmente sus artículos, conserva vigencia en la actualidad, no ha pasado de moda. Por un lado, suponen una auténtica radiografía de la España de su tiempo, una disección escrita desde el cariño a una nación, a la vez que desde la desesperanza de su prosperidad. Por otra parte, están escritos con una elegancia y una perfección a la que han llegados pocos de sus contemporáneos.
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