No se si se debe a que antes nos fijábamos menos, a que ahora el personal vive más años o a que vivimos en un mundo en el que contrastan los enormes avances en la curación de las enfermedades con el desarrollo de nuevos males que afectan a la humanidad. La realidad es que uno se encuentra cada vez con mayor frecuencia con personas, a veces no excesivamente mayores, que padecen enfermedades mentales del como el Alzheimer, la demencia senil y otras que tienen como común denominador el que les van apartando de la realidad, frecuentemente hasta dejarlos completamente al margen de la misma.
Cuando vas cumpliendo años aún resulta más doloroso comprobar cómo personas a las que has conocido en su plenitud, llenos de vitalidad y sabiduría han perdido la noción del tiempo y el espacio, cómo inteligencias preclaras ya no saben quienes son. Y ante esta realidad no puedo dejar de recordar a Jorge Manrique ... "cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor.".
Pero tenemos que aprender a convivir con ésto; en primer lugar teniendo la capacidad de sacrificio, comprensión y dar cariño que exigen estas personas; en una sociedad individualista y materializada como ésta este tipo de enfermos corren peligro de caer en la soledad y el abandono. Pero hay una segunda parte, y es que ésto nos puede pasar a nosotros, a lo mejor antes de que lo pensamos; y, como la muerte, es una realidad de la que no podemos prescindir. Plantearnos que un día, más o menos cercano, podemos regresara la más tierna infancia, dedicarnos a llamar la atención a unos y otros o convertirnos en seres casi inanimados nos debe ayudar a ser más humildes, a dejar de estar encantados de conocernos y a dar al éxito, al progreso personal y a las posesiones el limitado valor que tienen ... "No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera, más que duró lo que vio porque todo ha de pasar por tal manera."
Se dice que en la vejez vuelves a la infancia, pero no es lo mismo. Un niño pequeñito mueve a la ternura, es divertido y aunque en ocasiones puede llegar a ser agotador, "te lo comerías", aunque no lo conozcas, aunque te lo hayas tropezado en el autobús urbano, en la farmacia en un restaurante. Pero a los setenta y tantos años la cosa es muy distinta, el cuerpo está decadencia y corre el peligro de mover a la hilaridad. Esta nueva infancia ya solamente puede llevar a la ternura cuando se quiere, cuando existe esa palabra llamada amor, y a veces hay circunstancias -entre ellas nuestro propio egoísmo- que pueden haber oscurecido aquél.
Y cuando todavía somos conscientes de quienes somos y donde estamos, nos vendrá bien ser agradecidos: a quienes se esfuerzan por encontrar remedios que prevengan y alivien estas enfermedades, que evidentemente están trabajando para nosotros; y a Dios porque, al menos yo, no entendería estas cosas ni las encontraría sentido sin un Ser Superior que sabe más que nosotros.
9 comentarios:
¿Qué puede haber peor que el que te roben la memoria? ¿Que te roben lo que eres y lo que has sido?
La enfermedad más triste... no te regresa a la infancia. Porque la infancia es esperanzadora y se mueve por el sendero del aprendizaje y de la acumulación de experiencias. El Alzheimer es desesperante, para el que lo padece cuando se da cuenta de que se le van borrando los recuerdos de toda una vida y cuando finalmente olvida cada cosa que hace, cuando comienza a olvidar las palabras... cuando olvida el rostro de la mujer/hombre que ha compartido toda su vida con él o el de los hijos a los que dio su vida...
Desesperante para esa mujer/marido y para esos hijos. ¿Puede haber algo más doloroso que estar frente a tu padre o tu madre y que no sepa quién eres?
Conozco bien la enfermedad por mi trabajo y he vivido muchas experiencias reales... Afortunadamente no me ha tocado cerca. Pero cruzo los dedos, es una enfermedad que da miedo cuando uno se la imagina en casa.
Un abrazo Modestino
La has definido muy bien Rocío, es algo que está en el camino y te puedes tropezar con él. Por eso hay que aprovechar mientras tenemos conciencia.
Es durísimo, Modestino, para la familia no se hace uno ni idea, hasta que no lo tiene cerca. Además de cuidar al enfermo... hay que cuidar al cuidador principal que suele acabar realmente agotado, deprimido. En fin, muy duro.
Un abrazo
"... a Dios porque, al menos yo, no entendería estas cosas ni las encontraría sentido sin un Ser Superior que sabe más que nosotros."
Hay muchas circunstancias que a mi me hacen llegar a ese gesto, ese que dice, si Tú Dios, que sabes más, permites esto, a mi no me queda más remedio que callar y saber de mi pequeñez, asumir lo que no entiendo... y comerme esta rabia con la que a veces me enfrento al dolor del otro.
Son muchos los nombres y las circunstancias... y también muchos los que cuidan de esas personas y de su circunstancia... Ahí están; afrontando, sujetando y sorprendentemente, sonriendo.
Y le agradezco a Dios todos los días mi normalidad. Así soy de cobarde.
Sí Master, hay que ponerse en el lugar del cuidador ... y es que en ocasiones las personas somos algo inconscientes y no nos damos cuenta del valor que tiene quien está a cargo de estos enfermos. A veces puede ser hasta más dura la indiferencia de los demás que la propia carga de atender a un enfermo. Y en estos tiempos que corren somos muy dados a dar las cosas por supuestas.
Poco que añadir a lo que dices, Ana: has sido elocuente.
Modestino. El alzheimer... Antes no se sabía y quedaba todo dentro de la etiqueta demencia senil. Yo no lo he vivido de cerca, gracias a Dios. Pero una amiga del alma se encontró, de repente , sin madre muy pronto. Vivía... pero lejos, en otro mundo. Me contaba lo duro que era tenerla en casa y lo duro que fue tener que ingresarla. No reconocía a sus propio hijos ni a su marido.
Como una niña pequeña. La quisieron mucho y se daban cuenta de que respondía a lo estímulos de las caricias, de lo besos .
Que quede aquí este testimonio de mi amiga Carmen. Lo que tú has dicho: amor, ternura, comprensión. Todo menos abandonarlos.
Gracias, Modestino
Yo creo que a los estímulos que provoca el amor siempre se reacciona, aunque a veces nio se note.
Realmente bueno el post, Modestino. Sólo añadiré,la gran lección diaria que estas pesonas nos dan, lo que aprendemos de ellos, y a lo que nos alientan y animan, segundo a segundo. Sin ellos o sin su recuerdo, sería realmente imposible seguir.
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