26 de agosto de 2008

Matar a un ruiseñor

El calendario exige que hoy hable de cine; aunque posiblemente si quien yo me se tuviera que elegir hubiera optado por una película de mayor complejidad, me encuentro más a gusto comentando "Matar a un ruiseñor", el film con el que, como dice Torres-Dulce, Horton Foote no solamente no destrozó, sino que "quintaesenció" una magnifica novela de Harper Lee. Efectivamente, yo había leído primero el libro y, al contrario que otras veces, no me sentí decepcionado tras ver la película.


En "Matar a un ruiseñor" destaca por encima de todo el formidable trabajo de Grégory Peck en el papel de Atticus Finch, un abogado viudo y con dos hijos que vive en una ciudad sureña de los Estados Unidos; su interpretación le valió al actor el único Oscar de su carrera. Junto a Peck destaca la increíble actuación de Mary Badham, la niña que desempeña el papel de Scout, la hija pequeña de Átticus, así como Robert Duvall, en uno de sus primeros trabajos cinematográficos, Duvall, que con el tiempo se convertiría en un secundario con hechuras de principal, quien interpreta a Boo Radley, el misterioso vecino con el que los niños acaban componiendo una maravillosa historia de afecto y generosidad.

En la película alternan los juegos de los niños, con sus travesuras, sus fantasías y sus inquietudes, con el trabajo como abogado de Finch, centrado especialmente en el juicio donde defiende a Tom Robinson de una terrible acusación. La tensión desatada en el pueblo por el citado juicio, junto al juicio en sí, constituye el núcleo central de la trama del film, en paralelo con las ingenuas investigaciones de los hijos de Finch y su amigo.

La historia es narrada en primera persona por Scout, lo que aporta un toque especial de ingenuidad infantil; esta visión de la vida por parte de unos niños dota a la película de una personalidad propia, así el propio juicio es visto desde la perspectiva de dos niños sorprendidos ante los errores de sus mayores. Una escena inolvidable es aquella en la que Scout, cuando su padre es acorralado por varios habitantes del pueblo, los aleja simplemente con una inocente conversación con uno de ellos, a quien pregunta por su hijo, compañero suyo en la escuela; en ella podemos observar la inocencia de una niña sin maldad enfrentada a una persona llena de odio y de prejuicios, así como aquélla en la que Finch cuenta a sus hijos la historia que da título a la película y que sólo comprenden al final de la misma.
Para quienes actuamos con frecuencia en un tribunal queda grabada para siempre la escena de Átticus Finch al principio del juicio; a Finch le toca defender a un ciudadano de raza negra de la peor acusación que a una persona de color se le podía realizar en aquella época en un estado del sur: haber agredido sexualmente a una mujer blanca. Peck se dirige al jurado y tras explicar cuales son los defectos del sistema judicial americano, cuales sus propias limitaciones personales y cuales las dificultades del ambiente, está seguro de que con su trabajo generoso y honesto será capaz de conseguir un juicio justo; magistral la toma a la salida del tribunal de Atticus cuando todos los negros presentes en la sala se ponen de pie y lo saludan con orgullo.

La última fase de la película viene a constituir una especie de alegoría de Frankestein, con el baile de disfraces, la persecución en el bosque, cuando la película llega a su climax y la aparición de Boo Radley.

La banda sonora corre a cargo del prolífico Elmer Bernstein en cuya filmografía hay títulos tan significativos como "El Hombre del Brazo de Oro", "Los Siete Magníficos" y "La Edad de la Inocencia", incluso películas comerciales como "Aterriza como Puedas" o "Los Cazafantasmas". La música creada resulta es muy acorde al sentido poético de la película.

Estamos ante una película de cuya visión sales encantado, con la sensación de haber presenciado una obra de arte, un mensaje de bondad y solidaridad y un canto a los mejores sentimientos.






7 comentarios:

Anónimo dijo...

"El calendario exige que hoy hable de cine": ¡no me digas que también trasladas tu férrea disciplina a una actividad de puro ocio como es este invento del 'blog'! Creía yo que esto era mucho menos previsible y más azaroso y circunstancial.

Dicho lo cual, he de felicitarte por tu excelente análisis de esta película, aunque convendrás conmigo en que erótica, lo que se dice erótica, no lo es mucho..... (Temo tu respuesta, Modestino).

Modestino dijo...

Vamos por partes, gran tipo:

Hoy es el cumpleaños de un amigo supercinéfilo, y por esta razón -en su homenaje- he querido hablar de cine, que parece que tanta y tan buena literatura no te ayudan a captar los giros de redacción;).

Pues no, no parece erótica la película, aunque vete a saber si Gregory Peck se entendía con la sirvienta negra. Voy a abrir una sección de colaboraciones para que puedas hacerme un trabajito sobre "El último tango en París".

Esta es la respuesta que temías, ladrón?.

Anónimo dijo...

No puedo sino agradecerte el comentario de hoy. Vale, everybody knows que no es mi peli favorita, pero el tiempo me ha hecho apreciarla en cierta medida. De todos modos, y usando un símil típicamente futbolístico, recordaré que "Matar a un ruiseñor" perdió ante "Lawrence de Arabia" en los Oscar de 1962 por 7 estatuillas a 3. Yo, qué te voy a decir, por una vez estoy con la Academia de Hollywood. En cualquier caso, reitero mi agradecimiento por tu detalle y tu recuerdo.

Modestino dijo...

Pues yo no pude con Lawrence de Arabia, de hecho me quedé dormido. A ver que elijo para mi próximo capítulo del Séptimo Arte.

quique dijo...

comparto contigo el que la novela es mejor...ni comparación como refleja el entorno opresivo en el que se mueve Atticus ni el maravilloso mundo de los niños
por cierto, no sería que tenías sueño cuando te quedaste dormido con Lawrence de Arabia? yo la encuentro fascinante y absorvente.

Anónimo dijo...

Gran film

David Cotos dijo...

Es una joya del cine.