De aquella televisión de mi infancia guardo entre los recuerdos más especiales el programa "Estudio-1", ese magnífico plató televisivo donde se representaban las mejores obras de teatro; en esa ventana privilegiada pude presenciar, a cargo de actores tan variopintos como Julio Núñez, María José Goyanes, José María Prada, Andrés Mejuto, Berta Riaza, Mercedes Prendes y tantos otros, desde los dramas de Shakespeare hasta los clásicos como Lope o Calderón, pasando por Miguel Mihura, Chejov, Casona, Carlos Arniches y Jardiel Poncela.
Tal vez, entre tantas obras excepcionales, el recuerdo más imborrable lo protagoniza "Doce hombres sin piedad", la genial obra de Reginald Rose, llevada al cine por Sidney Lumet en 1957 y representada en TVE bajo la maestra dirección de Gustavo Pérez Puig. La he visto en varias ocasiones, y creo que nunca me cansaré de hacerlo.
Para hacer realidad su proyecto, Pérez Puig, que ya se ve no respetó la paridad, escogió a lo más granado de la nómina de actores de la época, ofreciendo al telespectador un reparto tan sensacional como inolvidable.
El papel de número uno del jurado y portavoz del mismo le correspondió a Jesús Puente, un magnífico actor, al que tal vez le iban especialmente las comedias, pero que cumplió con decoro el trabajo que quizá ofrecía menos lucimiento del plantel. La primera vez que ví a Puente en la tele fue en una de esas novelas por capítulos de los años sesenta, representando el "Tartarín de Tarascón" de Daudet y la última, en la función de presentador de "Lo que necesitas es amor", sin olvidar la serie "Historias de Mateo".
El número 2 le correspondió a Pedro Osinaga, que entonces era un joven y prometedor actor. Osinaga en la obra realiza su papel favorito: un hombre bueno, noble y algo simplón. Recuerdo al actor como un habitual en la tele de la época, generalmente haciendo papeles en comedias.
El tercer jurado lo representaba uno de los primeros espadas del teatro español: José Bódalo; Bódalo había nacido ocasionalmente en Argentina y era un actor de una fuerza interpretativa extraordinaria. El papel de hombre duro, inflexible y amargado le iba como anillo al dedo y su duelo interpretativo con José María Rodero revistió los caracteres de mítico al mismo nivel que en el celuloide lo habían hecho dos monstruos como Henry Fonda y Lee J. Cobb.
Luis Prendes da vida a un personaje opuesto al de Bódalo: su papel es el de un hombre frío y calculador; llamartiva es la escena en la que, tras una sesión llena de tensión, los miembros del jurado se reparten por la sala, mientras Prendes permanece impasible en su silla, leyendo el periódico. Perteneciente a una familia de actores, junto a sus hermanas Mercedes y María del Carmen, Luis Prendes, recientemente fallecido, era un maestro al desempeñar papeles de cínicos y estirados.
El jurado número cinco le tocó en suerte a Manuel Aleixandre, un gran secundario al que aún no le habían llegado sus mejores momentos de gloria. Aleixandre cumple en su función de hombre bueno, sensato, con la sabiduría de la calle. Se convierte en uno de los primeros apoyos de José María Rodero en su cruzada por defender la inocencia del acusado.
Otro formidable papel lo realiza Antonio Casal; el suyo es el de un hombre duro, poco amigo de bromas y bastante concienzudo. No era de los actores que más se prodigaban en la tele, y le recuerdo más participando en otro tipo de programas dando muestras de una simpatía y una capacidad de broma espectaculares.
Una de las interpretaciones más recordadas en esta obra es la de Sancho Gracia; el actor estuvo inmenso en su papel de chulo: un jurado que llega a contrapelo, deseoso de que todo acabe cuanto antes para poder irse al partido para el que tiene entradas; Gracia domina las tablas cuandom se encuentra en su ambiente, y es que era como si Curro Jiménez se hubiera reencarnado en jurado. Poco a poco, el personaje va rectificando y pasa de la irresponsabilidad a la conciencia.
A José María Rodero le toca el papel protagonista, eld el hombre dispuesto a luchar en solitario contra todo y contra todos para defender su convicción de inocencia. Rodero ha sido, posiblemente, el mejor actor español de la segunda mitad del siglo XX y en "Doce hombres sin piedad" da la talla de principio a fin. Su seguridad, su mirada, la serenidad y firmeza en el debate .... todo lo que hace Rodero está lleno de contenido, toda su actuación es una lección de teatro.
El personaje que representa Carlos Lemos es el primero que da un voto de confianza al de Rodero. Menudo actor el manchego¡; mi primer recuerdo de Lemos en la televisión de mi infancia lo es en el papel de Francisco de Quevedo. Este actor ofrecía siempre una visión serena y ponderada, era frecuente verle en papeles donde destacaba la bondad y la ternura, algo que tammbién resalta en su papel en esta obra: magnífica su respuesta a quien le critica haber provocado la continuación del debate cuando su voto supuso el primer respaldo a la tesis de José María Rodero.
Isamel Merlo es otro de los pesos pesados de la escena de entonces; su personaje es otro de los "duros", de los que se oponen hasta el final a la inocencia del acusado; a lo largo de su interpretación nos ofrece momentos de gran intensidad dramática. El personaje que interpreta Merlo está acatarrado, circunstancia que el áctor explota con una maestría inigualable.Tal vez, junto a Bódalo y Rodero, froma el trio de estrellas de la representación.
El número once quedó reservado para uno de los habituales de la pequeña pantalla: Fernando Delgado; el actor, calvo, serio y de excelente dicción, da vida a un personaje sensato y juicioso, un hombre tranquilo que está dispuesto a dedicar el tiempo preciso para buscar una decisión justa.
El jurado lo cierra Rafael Alonso; un actor que por aquella época era más frecuente en el teatro que en la tele y a quien le toca el papel de hombre "veleta", el de una persona superficial que cambia de opinión en varias ocasiones a lo largo de la actuación; queda en mi memoria la bronca que le endosa Fernando Delgado en uno de estos cambios de criterio. Antes de fallecer, Rafael Alonso nos dejó una magistral interpretación en la película "El abuelo".
Que gran programa "Estudio-1"¡¡¡¡.... cuanta calidad se lograba con tan pocos medios, y que diferencia cuando uno piensa en Sardá, en la "Hora Hache" o en "Aida".
4 comentarios:
Mijahilhof, o como se escriba ( director de la inolvidable "ojos negros","el barbero de Siberia" y otras, estrenó este año "12", candidata al oscar a la mejor penícula extranjera. Es una versión muy rusa de 12 hombres sin piedad. La crítica se dividió con la película: o muy mala o muy buena.
A mi me gustó, aunque excesivamente larga. Es muy rusa: Chejov,Dostowesky...respira lo ruso por todos los lados: sentimentalismo, mentes algo infantiles, primitivas.
Buen cine,buenos actores.
Aunque para verla con cinéfilos
Al principio, antes aún del famoso film de 1957, "12 hombres sin piedad" también había sido una película para televisión. Fue emitida el 20 de septiembre de 1954en un programa de la cadena CBS que, curiosamente, se llamaba "Studio One".
Estoy seguro, Modestino, de que recuerdas la música que acompañaba la acción, o más bien los intermedios, de la fabulosa versión de Pérez Puig. Si no me equivoco, era "La casa del sol naciente". Podía haber sido un buen acompañamiento musical para tu estupendo artículo. Enhorabuena (una vez más).
Gracias por recordar Estudio uno. Yo también pillé esa época. Y 12 Hombres sin piedad... sin comentarios. Fantástica. El mejor: José Mª Rodero.
Con Estudio 1 podrían hacer como "Cine de barrio". ¿Por que no rescatan del pasado programas que valieron la pena?
Ahora que lo pienso... se puede interpretar que equiparo cine de barrio con Estudio uno. No es eso. Es la idea común de trasladar al presente lo que funcionó en el pasado.
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