Mi estancia en Sevilla durante buena parte del mes de julio me permitió visitar con cierto detenimiento el Hospital de la Hermandad de la Caridad. Dicho lugar está ubicado en la sevillana calle de Temprado, cerca de la Catedral, y constituye una auténtica joya artística.
Fundado en el siglo XVII por el procer sevillano Miguel de Mañara, un prohombre de la época que al quedar viudo decidió dedicar su vida a los más desfavorecidos; en concreto, la inicial función de la Hermandad de la Caridad era el entierro de los ahogados y ajusticiados.
Hoy en día es fácil oir hablar de estos personajes con desdén y hasta cierta burla, atribuyéndoles una filantropía trasnochada y añadiendo que los argumentos válidos deben de ser los derechos individuales y la justicia social: es cierto, pero éstos no pueden, nio deben, quitar a la vida y obras de gente como Mañara ni un centímetro de mérito y valor, además del peligro tan frecuente de caer en el error de juzgar conductas pasadas con criterios actuales.
Hoy en día es fácil oir hablar de estos personajes con desdén y hasta cierta burla, atribuyéndoles una filantropía trasnochada y añadiendo que los argumentos válidos deben de ser los derechos individuales y la justicia social: es cierto, pero éstos no pueden, nio deben, quitar a la vida y obras de gente como Mañara ni un centímetro de mérito y valor, además del peligro tan frecuente de caer en el error de juzgar conductas pasadas con criterios actuales.
La contemplación de la iglesia del Hospital, llamada de San Jorge, me dejó extasiado, siendo ayudada además por la formidable explicación verbal que contienen esos aparatos sonoros tan útiles que entregan con la entrada.
Preside dicha iglesia un retablo magnífico, que luce junto a un Sagrario de plata precioso, de un tamaño notable y que enriquece todo el altar. El retablo está protagonizado por una escena imponente del entierro del Señor que entrega todo el protagonismo del retablo al cuerpo sin vida de Jesús, junto al que aparecen la Virgen, Nicodemo y José de Arimatea. A ambos lados se encuentran San Jorge, patrón de la Iglesia y San Roque, patrón de los pobres. En la parte más alta se impone una representación de las tres virtudes cardinales: en el centro la caridad, representada con unos niños, a la izquierda la fe, con la cruz, y a la derecha, la esperanza, armada con un ancla. Se hace notar que, a diferencia de otros retablos en los que es la esperanza quien los preside, en éste lo hace la caridad por la propia naturaleza de la institución.
Tiene la iglesia cuatro cuadros de Bartolomé Esteban Murillo, el genial pintor sevillano; destacan dos enormes lienzos que representan el milagro d ela multiplicación d elos panes y los peces y el pasaje del Exodo en el que Moises hace brotar agua de la roca, los cuales representan las obras de misericordia de dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento. No son menos bellos los que representan a Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos y a San Juan de Dios transportando a un enfermo. A lo largo de la explicación, el visitante se entera del expolio llevado a cabo durante la Guerra de la Independencia por el Mariscal francés Soult, quien en 1810 se llevó cuatro obras maestras de Murillo, las cuales representaban otras cuatro obras de misericordia: "la curación del paralítico" -curar a los enfermos-, "el retorno del hijo pródigo" -vestir al desnudo-, "los ángeles de Abraham" -dar posada al peregrino- y "la liberación de San Pedro de la prisión por un ángel" -redimir al cautivo-. Estos cuadors están hoy repartidos por todo el mundo.
A la entrada de la iglesia, a ambos lados, se encuentran dos estremecedores cuadros de Valdés Leal, ambos representan la muerte y constituyen dos tremendas alegorías de la fugacidad de la vida y lo pasajero de los bienes materiales y la gloria humana. Tanto Murillo como Valdes Leal vivieron en el siglo XVII y se cuenta que estos cuadros denotan la distinta reacción de uno y otro ante la tragedia de la epidemia de peste que asoló Sevilla en aquella época, pues mientras Murillo se plantea la necesidad de hacer el bien al prójimo, su colega enfoca su arte hacia la dura realidad de la muerte.
Junto a la belleza del arte, no se puede dejar de considerar el espíritu que rige la institución: por un lado, Miguel de Mañara quiso siempre plantear la rapidez con que pasa la vida, el contraste de la transitoriedad de este muindo frente a la eternidad futura; por otra parte, todo lo que se repreenta en este Hospital, y muy especialmente en su fantástica iglesia, esta claramente relacionado con las obras de beneficiencia para con el prójimo, una exigencia evangélica que e smovida por la caridad y de la que uno sale convencido tras la visita.
1 comentario:
Perdona la informalidad de los posts, hábitos bloguísticos... :)).
Me era difícil entender muchas de las cosas que decía el Papa anterior, y lo atribuía a una manera distinta, tal vez eslava, de pensar, resultado de otra tradición de pensamiento. No sé muy bien, pero era realmente difícil a veces, y no muy atractivo. Con Benedicto XVI es muy agradable entender todo, hasta el proceso de pensar.
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