2 de mayo de 2010

Visceralidades



Hace pocos días y en torno al tema de ciertos programas televisivos, un comentarista anónimo incluía en su opinión la siguiente frase: "En general, las personas buscamos o evitamos información según nuestros gustos, por lo que es sano escuchar argumentos de otra gente que no piensa como nosotros."; con un presunto permiso utilizo esta frase, que me parece acertadísima, como introducción a mi entrada de hoy. Tal vez porque andamos en tiempos convulsos es algo que se nota más, pero desde mi balcón observo que se incrementa esa tendencia española a funcionar visceralmente. Yo soy el primero que cuando miro atrás observo que he tenido mis visceralidades, algunas bien acentuadas, aunque me parece que los años te hacen perder intensidad, aunque seguro que conservo mis residuos por eso de "genio y figura ...". De cualquier manera, como siempre, mis valoraciones tienen tanto de observación exterior como de autorreflexión.

Es bueno tener convicciones, ser firme en las mismas, pero muchas veces me pregunto donde está el tamiz adecuado que nos ayude a distinguir lo esencial de lo accidental, lo irrenunciable de lo discutible. A mí el paso del tiempo me ha ayudado a relativizar algunas cosas y me planteo si es un problema de haber caído en ese relativismo nocivo que abunda por ahí o es, simplemente, que uno acaba aprendiendo a quitar importancia a cuestiones que antes la pasión de la juventud te llevaba a trascendentalizar. En los últimos tiempos se ha dado mucha importancia al concepto de tolerancia, y a mí no me disgusta, aunque conozco a enemigos acérrimos de la palabreja. Creo que muchas veces cuando pensamos en las ideas, los modos de vida, las posturas de los demás, si nos paramos a pensar un poco y a permitir que algunos de nuestros planteamientos se flexibilicen, se adapten y hasta se reconduzcan, mejorará nuestra capacidad de comprender y, con ello, convivir. Y repito, sin que se tenga que producir por ello resquebrajamiento alguno de nuestras convicciones.

Con frecuencia se escucha que determinadas posturas radicales se solucionan viajando; pienso que en algunos casos puede ser así, pero no se si a lo mejor la solución se puede encontrar mejor conversando, escuchando y poniéndonos en el lugar del otro. El pasado viernes tuve ocasión de compartir mesa con una persona que tiende a hablar con pasión, con esa seguridad en si mismo que a veces apabulla a quienes tendemos a lo contrario; es una persona de planteamientos rotundos, pero al mismo tiempo, yo al menos agradezco el que siempre te deje una salida, que una discusión con él suela acabar siendo interesante y divertida y el hecho de que en el fondo cuente sus opiniones sin que parezca que tiene la razón absoluta y no hay hueco para matices diferentes. Cuando hay amistad, o por lo menos afecto y respeto, las diferencias pierden importancia, casi llegan a olvidarse y se acaban -o por lo menos se templan- las virulencias y las venas hinchadas. Eso sí, hay que dar pasos, flexibilizar posturas y aprender a discrepar.

También existen las fijaciones, esas obsesiones que nos entran con relación a personas, grupos de gente, temas concretos, ideas determinadas; las fijaciones me temo que tienden a oscurecer la inteligencia, como esos espejos que desfiguran y no te dejan ver la realidad tal como es, como dice el dicho popular, árboles que nos impiden ver el bosque. A lo mejor todos tenemos derecho a tener alguna, el problema es cuando pretendemos extenderlas a los demás, cuando no estamos tranquilos hasta que hay más que las comparten con nosotros.

La vida, creo yo, te acaba enseñando que no vale la pena hacer bilis, que con frecuencia desde fuera hay quien pretende pescar a río revuelto y que lleguemos al trabajo, a casa, ... excitados, con ganas de morder, y a la hora de la verdad no compensa. Sin que por ello nadie tenga que renunciar a sus ideales ni a luchar por ellos.


12 comentarios:

annemarie dijo...

Yo soy enemiga :)) acérrima de la palabreja esa, pero no de la actitud. Será porque utilizar la palabra es ya señal de tolerancia como estrategia, y la tolerancia solo es tolerancia cuando ni piensas en ella. Yo no llego a entender las personas viscerales, son enigmas sin mucho interés. La vida es tan corta, y hay gente y libros taaaan apasionantes... :)) Viajar como remedio? No sé. Yo he conocido por ejemplo a muchos americanos, de distintas clases de dinero y de educación, y estén donde estén, no salen nunca de su pueblo mental, es muy penoso observar como funcionan, da claustrofobia.

Modestino dijo...

Está muy bien eso del "Pueblo mental" de los yankees ;);)

ana dijo...

Yo estoy con annemarie... "a vida es tan corta, y hay gente y libros taaaan apasionantes".. y muchos de ellos lo son porque precisamente son ese lado contrario, el complementario, la piedra de toque que te hace girar sobre ti mismo y saber quién eres realmente.

Yo he de reconocer que soy tremendamente visceral, algo sarracena... vamos, que a veces parece que hablo incluso ex-cátedra de la vena que se me pone...

...pero bien es cierto que al lado de ese contrario me suelo encontrar a menudo en diálogo conmigo misma, que esa mirada del otro que no piensa como yo, siempre me devuelve mi mirada tal cual es. Si das con un contrario honesto... su sola presencia te engrandece... tal cual eres. Esa honestidad del amigo que nos da la medida sobre nosotros mismos es un regalo: ese amigo que nos pone sin titubeos al lado de nuestras grandezas y nuestras pequeñeces... eso que somos... y al que no le importa...

... reconocimiento.

Un abrazo.

Modestino dijo...

Estar muy convencido de algo no equivale a ser visceral, tampoco el expresar ese convencimiento con rotundidad ... para mí el problema viene cuando ni se escucha ni se está dispuesto a escuchar, cuando solamente se tienen ideas fijas, cuando se es incapaz de ponerse en el lugar del otro: no se trata de renunciar a las convicciones, sino de comprender ...

Ser firme es bueno, lo malo es ser inflexible ... y tu no hablas "ex cátedra", Ana, eres muy poco "episcopal" ;)...

Mariapi dijo...

Conozco mi vehemencia al hablar, por eso siempre aviso,de que sólo son "formas". Porque vivo en una tierra donde es difícil que se desvelen las opiniones en blanco o negro, y me he pegado unos cuantos tortazos... No es que me haya vuelto relativista, ni que ya no tenga firmes convicciones, no, pero los años, y esos tropiezos, me han enseñado que la seguridad en lo que pienso no está reñida con la comprensión y el respeto, que creo que es mucho más que la tolerancia, palabra que no me gusta nada. Y a tomarme menos en serio...no merece la pena.Gracias, Modestino.

sunsi dijo...

Es muy interesante el tema que propones, Modestino. Y qué riqueza tiene nuestro idioma. Firmeza que no es sinónimo de rigidez. Flexibilidad… que no implica relativismo. Rotundidad, que no tiene por qué identificarse con la defensa apasionada de un ideal. Tener objetivos sin que implique vivir con fijaciones excluyentes.

A mí, lo que más me preocupa de las rigideces es cómo repercuten en las personas que todavía se “están haciendo”. Un adulto las puede torear, pero si un proyecto de hombre cae en estas garras queda una huella que no se rellena jamás. Es muy complicado que se recupere algo tan intrínseco en el ser humano como es saberse libre y tener conciencia de que todos los actos nacen de la propia conciencia (valga la redundancia…). Estoy convencida de que el rígido no se cuestiona nada.
Perdón. Me he extendido demasiado.
Gracias por este post.

Un saludo desde Tarraco.

Pido por favor que si algún día asoma una punta de rigidez en algo que diga o escriba... alguien me lo advirtiese.

Modestino dijo...

Creo, mariapi, que es importante eso de tomarnos menos en serio. En cuanto a la palabra tolerancia, siempre se le puede encontrar su aspecto positivo.

La solución a lo que propones rspecto a las personas en formación, Sunsi, es educar en la libertad, cuestión nada fácil de la que yo al menos no me atrevería a aconsejar.

Anónimo dijo...

Haces hincapié en la importancia de la edad a la hora de relativizar las cosas.
Hay un dicho que dice: en política, religión, sexo y se puede añadir en fútbol, cada uno tiene sus gustos.
La edad nos enseña a comprender que cada persona es un mundo y al menos con las que nos relacionamos habitualmente, como sabemos lo que piensan, aprendemos a respetar sus opiniones. De las demás casi ni nos importa lo que digan o piensen.
De todas formas,también debido a la edad, ya no nos reprimimos ni nos callamos cuando vemos que se hace daño, no por error ni inconscientemente, sino a sabiendas y con intención de herir o perjudicar.La experiencia que da haber vivido muchos años, nos hace más valientes, aunque tambien es verdad que hay gente cobarde toda su vida.

tomae dijo...

...Yo no entiendo aquello que se amenudo se dice:
"respeto tu opinión pero no la comparto" ¿se dice mucho, no?. Perdonad, si no viene a cuento...

Cuando oigo este "formalismo", siempre pienso las opiniones pueden ser dignas de nos ser respetadas, que el mayor grado de respeto que tiene una opinión es que se comparta.

Entonces si no compartes una opinión en lo más mínimo ¿porqué hay que respetarla?.

El tema es que respetemos a las personas por muy irrespetables opiniones que tengan.

Bueno esto que digo no se si es opinable y/o respetable.

Modestino dijo...

Hombre sí, respetanmos a las personas, sea cuál sea su opinión ... y, evidentemente, su opinión podemos pensar que es nociva, pero seguiremos respetando a esa persona.

¿Y cómo "combatiremos" esa opinión si la consideramos perniciosa? ... ahí está la cosa; yo mantengo que las ideas se rebaten desde el diálogo y con las armas legales. A veces yo veo causas con las que me identifico que algunos defienden con formas que no comparto y nunca emplearía yo ...

Tintin dijo...

La tolerancia y el respeto por las opiniones ajenas son virtudes difíciles de practicar que se curan escuchando mucho y no sintiéndode el ombligo del mundo.Convivo con gente a los que noto, escandalosamente, que estando en grupo, no escuchan las opiniones de los demás y continuamente atraviesan la palabra.Me preocupa por aquello de no ver la viga en el propio

Modestino dijo...

Ay amigo, aprender a conversar ... nos cuesta no precipitarnos, no pisar la palabra del otro, ... tenemos tantas ganas de hablar que no escuchamos.