No se que es lo que me pasa, si será inmadurez, torpeza o simples manías personales, pero no consigo adaptarme a las noches pasadas en la habitación de un Hotel; ultimamente no viajo demasiado, pero de 2005 a 2009 he estado haciéndolo mensualmente a Madrid y nunca he estado a gusto en esos impersonales cuartos que te adjudican en los hoteles. Y no es que acudiera a establecimientos de poca calidad, pues los que he frecuentado -NH Zurbano y Paseo del Arte, fundamentalmente- sin ser el acabose están bastante bien y tienen todas las exigencias de confort, limpieza y servicios exigibles, simplemente que en cuanto me encerraba en la habitación me entraba la "murria", me sentía inseguro y me daban ataques de soledad. Que nadie me explique las razones, pero dificilmente he encandenado una hora seguida de sueño en un Hotel ... y ya se que debe de ser para hacérmelo mirar.
En ocasiones, si el tiempo acompañaba, lo que he hecho es retrasar el momento de enfrentarme a esa soledad ejercitándome en la práctica de callejear, algo bastante grato cuando se trataba del Hotel Zurbano, ubicado en la calle del mismo nombre de Madrid y cercano a la Castellana, con todo el encanto que este Paseo lleva consigo, a zonas tan tradicionales como las calles Zurbarán, Almagro o Abascal y en torno a edificios de corte clásico y elegante. En otras ocasiones uno engañaba al cuerpo pidiendo al servicio de habitaciones un sandwich -habitualmente de jamón y queso- que iba acompañado de una buena cerveza fría y uno sentía las delicias de la vida burguesa, a la vez que cierto remordimiento por un gasto sobrevalorado; de cualquier manera, tales sensaciones acababan siendo efímeras.
Para más "inri", mi recuerdo de los hoteles suele ir unido a temperaturas desproporcionadas, o bien un calor excesivo o, por el contrario, un aire acondicionado que te acerca al Polo Norte ... circunstancias nefastas para un inútil de la técnica como quien suscribe, a la par que poco hábil y espontáneo para requerir la ayuda ajena. Todo ésto me hace pensar que es posible que mi problema es haberme convertido en un ser prolongada e impenitentemente inexperto, incapaz de saber buscarse la vida en este tipo de circunstancias tan ordinarias.
No es una experiencia trágica, ni siquiera un trauma que se prolonga en el tiempo o una experiencia que me horroriza cuando me enfrento a ella; es un sentimiento de debilidad, una sensación de indefensión, tan real como completamente injustificada. ¿Será que uno se siente un simple número más?, ¿que al final las plantas del Hotel se acaban representando como jaula en la que se aposentan especies del género humano en fase de migración?, ¿es la soledad lo que duele?, ¿o es la lejanía de los seres cercanos, quienes representan algo más que una persona a la que se saluda tímidamente en un pasillo o ascensor por simple cortesía?, ¿acaso me falta sociabilidad?, ¿todo se arreglaría siendo más espontáneo?.
Quien sabe, ... para mí el las habitaciones del Hotel son mucho más cercanas a una película de Hitchcock que a una comedia de George Cukor, a una novela de Stephen King que a un poema de San Juan de la Cruz ... y mira que en un Hotel nunca pasa nada.
17 comentarios:
Modestino, yo tengo alma gitana. A la media hora de estar en un hotel o apartamento...ya estoy en casa.
Pero cuando llego a casa...también digo eso de"como en casa..." Ni yo me entiendo.
Y si viajo sola, es tan fuerte el contraste con mi "bulla" habitual, que disfruto de esa soledad y silencio. La falta de costumbre.
Gracias por compartir estas vivencias.
Muchas veces estas ocasiones te permiten evadirte del día a día, cambiar de chip, huir de la rutina ... pero aceptando eso, a mí me ocurre lo narrado.
Ya he contado otras veces que yo me "desatasco" mejor callejeando sólo.
A mí, en cambio, me encantan los hoteles. De hecho, uno de mis sueños confesables es poder vivir de manera permanente en un hotel, como dicen que hizo durante muchos años Xavier Cugat (creo que ocupaba una suite del Ritz de BCN, que es algo distinto a la Pensión Rugaca, pongo por caso).
Sólo le veo ventajas al asunto: si quieres tranquilidad, te encierras en tu habitación a leer o mirar las musarañas; si necesitas contacto con la gente, te bajas al bar del hall o te vas a callejear, como te gusta a ti; las toallas del baño, siempre limpias y mullidas; la cama, impecable; el minibar, listo para ser asaltado; el servicio de habitaciones, a tu entera disposición; y, encima, todas las cadenas deportivas a simple golpe de mando a distancia.
Definitivamente, un buen hotel es lo más cercano a vivir en el paraíso.
Hombre, Brunetti ... si se trata de la suite del Ritz estoy dispuesto a cambiar de sentimientos ...
En cuanto al minibar, su salto es a precio de oro ... y un respeto para el "Rugaca" ;)
Tal vez sea que uno no se encuentre bien en su espacio vital, y ese da igual que sea en un hotel que en cualquier parte, lo que sucede es que en el hotel eres consciente de ello, y puedes ver lo que necesitas y lo que te falta. Es cierto que siempre se extraña la cama de casa, pero quitando las comodidades... ¿dónde estás tu?
También cabe hacer la interpretación positiva: en todas partes podemos encontrar nuestro rincón agradable.
No creo que sea para hacértelo mirar, Modestino. No tengo la experiencia de hotel sola. Bueno... la verdad es que tengo pocas experiencias de hotel. Pero con un poco de empatía no me cuesta demasiado entender lo que describes. No es el mismo silencio que el que puedes encontrar en tu casa aunque estés solo. La soledad del hotel es un tanto despersonalizada aunque tengas todo en perfecto estado. Posiblemente no hay ninguna razón objetiva. Sólo es que uno no se halla... o se siente anónimo en una estancia que quiere emular un hogar en miniatura pero que no...
Tal vez te entiendo porque tengo alma de seta. Me cuesta pegar ojo si no es en mi casa y en mi cama. Pero claro... yo tampoco he probado la suite del Ritz, oye. Y vete a saber si le pillaría el gustillo y al carallo el presupuesto...
Un saludo, jurisconsulto.
Has descrito muy bien lo que he querido decir. y también tengo alma de seta.
Yo lo el Ritz lo dejo para la gloria accidental ... puesto a reventar el presupuesto lo haría en Arzac o Zalacaín ...;)
Modestino, a mi me ha encantado tu descripción del sentimiento de soledad en un hotel, a mi por el contrario, cuando estoy sola en una ciudad, tengo la sensación de inseguridad en la calle, pero no es inseguridad por temor a que me pase algo, no! es la sensación de soledad en un sitio donde o tengo referencias...y por eso vuelvo pronto al hotel.
A mí, en cambio, no me pasa eso cuando estoy en una ciudad desconocida. Esa sensación ¿es soledad, o podríamos denominarla mejor fragilidad?.
Hoteles hay de varios tipos.
Los tres /cuatro estrellas(que cada vez se parecen más, en el sentido que los de cuatro se asimilan a los de tres,basta ver los complementos de lavabos y del minibar). Las teles son siempre las mismas...lo mejor,para mi,irsen al cine a ver una buena penícuna,a las 8,después tomarte un bocata y un jacks daniels, y apareces en la habitación a las once,más o menos.
Abres el mini bar, coges una botellita de ginebra,te la pimplas,la rellenas de agua(colocas la arandela del botellín, la vuelves a introducir en el minibar) y...¡¡¡a dormir!!!
Si es de cinco la cosa cambia, pero no digo más por no escandalizar.
Todo esto con una condición:que no vuelvas por allí.
Pues yo creo que no hay que mirarse nada... cada uno es como es. Cada uno hace las cosas a su modo, o sencillamente como le salen. Y nos sentimos mejor en unas circunstancias o en otras según lo cercanas o lejanas que nos resulten... creo yo.
A mí me ocurre lo que a Mariapi, enseguida consiguo hacer mío un espacio; habitarlo me resulta de lo más natural. Me siento muy bien en los espacios pequeños, en una conversación tú a tú... por el contrario me siento distante entre grupos de gente muy grandes, o en casas enormes.
Somos comosomos. Por ejemplo, siento más esa especie de fragilidad de la que habla el anónimo, siento más la inseguridad cuando mi soledad se mueve en espacios sin puntos de referencia... porque cuando me muevo sola en algo más o menos reconocido, me encanta. Pero también he constatado que detrás de todo esto quizá esté la falta de hábito. A saber por qué nos sentimos como nos sentimos...
Lo mejor, reírse un poco de uno mismo. De uno y de cada una de sus manías.
;))
Hay que ser muy hábil para camuflar un botellin de ginebra usado ... y sobre todo, ser consciente de que no se va a volver. Hay quién siente debilidad por las toallas.
En cuanto a lo que dice Ana, efectivamente mejoramos mucho y desaparecen problemas cuando nos habituamos a reírnos de nosotros.
A mi me encantan los hoteles, tanto los que la sorpresa es el chocolate en la almoada como la cucaracha en la cama...
No me siento en los hoteles más sola que en cualquier otro sitio yo soy siempre la misma y peor sería tener que dormir en el coche o en una estación...
Por cierto le tengo dicho a mi familia que si me pierdo me busquen en un hotel por el caribe...
Modestino y no hace falta "mangar" en el minibar sacas todo lo que haya, pones tus bebidas a refrescar y a disfrutar! y sin cargos de conciencia...
Un abrazo!
La idea de comprar unas latas y enfriarlas en el minibar ya la he puesto en práctica en ocasiones.
Y en cuantota la sorpresa ... mejor que sea un bombón.
Leyendo otra cosa recordé algo que hago de forma tan inconsciente...
Para dormirme pongo perfume en la almohada, mi mente ya ha asociado ese olor y me da paz...
Porque es cierto Modestino el insomnio te deja mucho tiempo para leer... y al día siguiente un dolor de cabeza mediano.
Mucho tiempo para leer, y mucho -demasiado- para pensar, amiga.
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