He de empezar poniendo de relieve que no es ésta una idea personal mía, ya existe un trabajo titulado "El síndrome metabólico de Kurt Wallander", del Dr. Altisent Trota, que habla extensamente y con fundamentos científicos del tema; pero la idea me ha gustado y en términos coloquiales y desde una perspectiva mucho menos ambiciosa y técnica, se me ha ocurrido hablar hoy de este personaje que para muchos, entre los que me encuentro, es ya casi un amigo más.
He de confesar que me he leído la serie entera escrita por Henning Mankell, teniendo en la actualidad medio enfilado "El hombre intranquilo", él libro con el que Mankell pone fin a las historias de este detective. Las aventuras -y desventuras- de este inspector de policía sueco fueron la puerta que me sirvió para descubrir las virtudes de la novela de intriga nórdica y, sobre todo, las peculiariedades de la sociedad sueca, a la que Mankell muestra con un perfil mucho menos idílico que el que desde alguna parte nos habían vendido.
Wallander es un personaje entrañable, a la vez que un policía completamente atípico en comparación con los que estábamos acostumbrados a contemplar en la ficción. Wallander no es un "triunfador", por mucho que a trancas y barrancas suela acabar llevándose el gato al agua en sus investigaciones. Wallander tiene unos hábitos alimenticios impresentables: bocadillos, hamburguesas, grasas indiscriminadas, pastas con salsas múltiples y dulces excesivos se van convirtiendo en cada libro en sustento del personaje entre crímenes, investigaciones y conflictos entre compañeros. El personaje creado por Mankell suele ser un buen recordatorio de la penosa influencia del colesterol, el azúcar y los triglicéridos.
Nuestro hombre, igualmente, bebe en demasía; cada aventura aporta penalidades, obstáculos, incomprensiones de todo tipo, a la vez que la propia vida personal del individuo tampoco facilita su paz interior: divorcio, problemas con su hija, ... por estas razones, Wallander recurre en exceso al frasco y no son una ni dos las ocasiones en las que el autor sueco nos describe alguna que otra melopea, que suele ir acompañada de la mala conciencia y el lamento por su falta de voluntad.
Kurt Wallander tampoco hace demasiado ejercicio; frecuentemente se autoflagela con propósitos de enmienda, pero generalmente no pasa de ridículos propósitos de marchar andando al trabajo y autojustificaciones similares. Así, uno se imagina al personaje con unos kilos de más, un abdomen que rebosa por encima del cinturón y la respiración alterada en cada escalón, cada carrerita callejera o cada vez que se ata los zapatos. La imagen de Kurt Wallander resoplando sudoroso y agobiado se ha convertido en familiar y a algunos nos lleva a la comprensión y hasta cierta identificación.
En las descripciones que nos hace Mankell, su más famoso protagonista tampoco ofrece una imagen de excesiva higiene; no son infrecuentes los relatos de cómo se viste según se levanta de la cama, como se le acumula la ropa sucia y se nos habla de zapatos viejos, jerseis y camisas raídos y cabello grasiento; Wallander encaja a la perfección en el papel de varón que vive solo y se ha abandonado hasta el extremo; no es difícil materializar ante nuestros ojos su imagen al volante de un Peugeot del año la polca que no lava ni por dentro ni por fuera desde hace meses, con una gabardina o chaqueta arrugada, los ojos adormecidos y cierto aroma a rancio y a descuido.
Pero todas estas cuestiones, ninguna de ellas demasiado ejemplar, no hacen de Kurt Wallander un personaje odioso, todo lo contrario, pues lo vemos humano, casi de carne y hueso, y nos mueve a la ternura y la comprensión, por más que en ocasiones no sirva también de despertador de nuestra conciencia, que nos recuerda que el paso de los años y el polvo del camino no nos puede llevar a descuidar nuestra salud, olvidar las exigencias de su cuidado y despreciar nuestra imagen.
10 comentarios:
El por qué una persona llega a descuidarse así tiene mucha más miga de lo que aparentemente puede parecer. Inconscientemente la persona opta por atentar contra sí mismo... biológicamente. Todos hemos tenido renuncios... es cierto, pero cuando el descuido llega a llamar la atención, debería hacerse incapié en que quizá esa persona, está pasando por un mal momento. O simplemente, que ha claudicado... pienso en todas las bulimias, anorexias, obesidades mórbidas. Hay un momento en que quizá se nos pueda hacer demasiado tarde y se necesita ya ayuda muy especializada.
Y creo firmemente que todas esas actitudes que llevan a la alteración de lo biológico (nuestro cuerpo) tienen su raíz en un dolor profundo del alma que no ha sido diagnosticad; que tampoco ha sido madurado ni pasado esa fase de duelo tan necesaria para poder asimilar las cosas con equilibrio...
Ufff....es complejo siempre hablar de cuerpos y de almas.
También tocas el desenmacaramiento de las sociedades nórdicas. Hace tiempo leí muy interesada un reportaje sobre la enseñanza en Suecia; habalaba del nivel de sus alumnos, de sus aulas, de las ofertad educativa de los colegios. Nada que ver con España. Allí, el último colegio público le daba mil vueltas al mejor privado de aquí. Finalizaba el reportaje diciendo que el nivel de suicidios en la población infantil era seis veces mayor que en España.
(...)
Por supuesto que no hice la asociación entre educación y suicidio, que seguro que hay variables mucho más determinantes, biológicas y no biológicas... pero no pude evitar decirme a mí misma lo de... bendita ignorancia.
Y por supuesto si he de elegir, me quedo con esta ignorancia, con este ser un poco zoquete, y serlo en España, con sol. En fin, para gustos supongo que colores. Como en todo...
... ya vaya con el comentario... ainssss.
Un saludo.
¿Cómo que vaya con el comentario!? ... ¡¡fenomenal comentario!!!.
Muy interesante el tema de las enfermedades del alma, del dolor interior, de esa desazón interior que lleva al abandono ... los familiares, los amigos, los vecinos, ... deberíamos estar pendientes de quien pueda sufrir algo de ésto para intentar echar una mano.
Es cierto que uno al perder alicientes puede perder interés e sí mismo, se deja, se abandona, ... no nos importamos.
Las sociedades nórdicas son sociedades tristes. Estremece oir contar como muchos finlandeses, al estar prohibido el alcohol en su país, viajan en un transbordador a Tallín y regresan al día siguiente completamente cocidos: estar en el transbordador de vuelta debe de ser un espectáculo deprimente.
Bueno, no siempre ocurre como dices Veronicia, yo conozco quien se viste muy grisáceamente porque es un poco rata y no se gasta el dinero en ropa ...;)
De todo ha de haber.
Creo que he leído todas las novelas de Wallander. Pero no me había fijado en estos aspectos tan precisos: son ciertos, así lo describe, pero la imagen que tengo de el detective es simplemente la de un hombre muy sólo, con necesidad de compañia simultaneamente a una incapacidad para comunicar....y éso lo extiende casia todos lo personajes: queda la idea de una sociedad de individuos clausurados en ellos mismos... Gracias, probaré a relerlos...si hace suficiente tiempo no me acuerdo de la trama, y puedo repetir...
La aparición de los libros de Mankell supuso en su día un fenómeno literario importante, y nos ha traído una visión social de Suecia que desconocíamos.
La figura de Wallander es muy representativa, pero no está carente ni de valores, ni de alicientes ni de bondad.
Modestino borré mi comentario por ser demasiado lúgubre.
Era un comentario muy repetable, Veronicia ... pero hay libertad de cátedra.
Feliz fin de semana.
Debo de ser la única que no ha leído a Mankell... Sin embargo, la figura de Wallander, que describes con gran precisión, me resulta muy familiar, es el típico anti-héroe que me recuerda mucho a los personajes de la literatura norteamericana más reciente. Me gustan los "perdedores". A ver si un día de éstos le hinco el diente a alguna de sus novelas.
Gracias por el retrato.
Wallander es un perdedor que te acaba ganando...:).
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