La muerte en el Annapurna del montañero balear Tolo Calafat ha vuelto a teñir de duelo el mundo de la Alta Montaña; lo cierto es que la lucha del hombre por superar los obstáculos que conlleva este deporte: clima, altura, dificultades técnicas, enormes simas, ... ha dado lugar a enormes gestas, a grandes éxitos, de la misma manera que se ha cobrado muchas vidas. En el alto Aragón, tierra de grandes montañeros, sabemos muchos de lo uno y de lo otro. En este caso, el drama ha ido acompañado de la polémica, con declaraciones cruzadas y acusaciones a sherpas y expedicionarios de haber denegado el auxilio debido al montañero fallecido.
Me faltan datos, pues no he seguido la noticia más allá de los titulares y los comentarios más genéricos del suceso, razón por la que todo lo que no me atrevo a hacer una valoración sobre el caso concreto, aunque partiendo del mismo sí afloran en mi mente una serie de consideraciones generales en torno a este deporte de aventura. Yo, que soy una persona incapaz de emprender cualquier tipo de actividad que suponga riesgo, sí que me hago cargo de que algo especial debe de tener el alpinismo cuando la gente está dispuesta a emprender expediciones de esta naturaleza. La magia, el encanto de la montaña no necesito ya que nadie me lo explique, pues aunque sea tarde hace ya tiempo que he comprendido el tiempo que he perdido por mi incorregible condición de urbanita sedentario, pero enfrentarse a las mayores alturas del mundo en las condiciones en las que lo hacen estos audaces individuos escapa a lo que mi cabeza puede abarcar; pero -ya lo he dicho- no tengo ninguna duda que esa magia existe y que hay razones que explican que aquéllos se jueguen la vida en sus intentos.
Ayer estuve hablando con una persona con una gran experiencia en este tipo de empresas: ha alcanzado las cumbres más altas de los cinco continentes y ha estado metido en el grupo de "Al filo de lo imposible", y puedo asegurar que por su talante, sus planteamientos y su modo de acometer la vida es todo lo contrario a un irresponsable o un incauto, todo lo contrario, es un hombre reposado, sensato, al que no te imaginas a 200 km/hora por la autopista. Y esto me reafirma en que estas aventuras en el Himalaya, la Patagonia o los Alpes tienen su justificación, no son empresas de locos, sino para personas que saben medir sus fuerzas y las de la naturaleza, aunque no se pueda evitar ni que en ocasiones se sume algún imprudente o que los que lo son también corran el riesgo de caer en el intento.
Me parece, y repito lo dicho sobre mi ausencia de conocimiento profundo del tema, que buena parte de la polémica ha venido, además de por el exceso de información inevitable cuando los móviles, la informática y la red han llegado a las alturas, porque no se asume una realidad que me da la impresión de que los montañeros tienen bien clara: en la montaña puedes vencer, pero también puedes morir y esto es parte del juego; no se si es una barbaridad asegurar que uno tiene la impresión de que para ellos morir allí no es un drama, sino una posibilidad más, una etapa posible del camino. La persona a la que hacía referencia me decía que cuando se marchaba al Everest, al Mont-blanc, al Annapurna, ... advertía a su familia que todo podía pasar, y que en el peor de los casos, comprendieran que seguramente su cuerpo no volvería, quedaría para siempre en la montaña ...
Por supuesto que cualquier muerte, más si es una persona joven, con mujer y niños pequeños, es un drama terrible, pero esta gente se enfrenta con el riesgo porque asume lo que éste conlleva: que la cosa puede salir mal, y no se si es una barbaridad el que me plantee que ante la posibilidad de que un recoveco nevado a cinco mil metros sea su nicho, no envidian a quienes lo tendremos en un cuidado cementerio.
10 comentarios:
La montaña atrapa. Ahora ando reconvertida en "senderista", pero he sentido esa irresistible atracción, aunque no con tan grandes cumbres. Pero la sufro: hija, hermana y sobretodo, madre de montañero-escalador, ahí duele. Siempre tiene la palabra "prudencia" en la boca, pero yo no estoy tan segura.
Has escrito un precioso homenaje a este montañero.Gracias.
Tiene mucha gracia lo que dices en el ultimo párrafo, así es, no creo que sea una barbaridad, totalmente al revés. Un abrazzzzo!
El espíritu aventurero, algo de lo ue carezco completamente, unido a la identificación con la naturaleza lleva a esta gente a hacer lo que hace, y aunque yo nunca emprendería nada parecido, no puedo dejar de admirarles, son de una pasta especial.
Yo leí un libro que me apasionó... "K2" de Javier García Sánchez.
Era como si la montaña os hiciera señas con el dedo y nos dijera bajito: "Venid, venid..."
Anatoli Bukreev.
"Las montañas en general, y el K2 en particular, atraen por lo que hay en las personas de más valioso. Sencillamente, quieren ponerlas a prueba. Se trata no sólo de valores de índole física, sino sobretodo espiritual".
Una vez comenzada la lectrua... ya no pude parar. Es un mundo apasionante.
"La soledad absoluta es esférica porque es la única forma carente de estructura".
Aníbal García Arregui.
Creo que es un libro que te gustaría mucho.
Saludos.
Tomo nota del libro, aunque insisto en que es un tema que me pilla tan lejos ...
A mí también me queda muy lejos... pero me enganchó.
Habrá que probar ... pensándolo bien, también me pilla lejos Rusia y me encanta Dostoyewski ...;)
jajajajajajaja... mira que eres!
Lo mismo acabas en la cordillera del Karakorum pensando en ochomiles!!!!
Toda persona que practica un deporte (más si es de riesgo) con pasión, tiene asumido los riesgos que corre. Incluida la muerte. Por eso la ven como un posibilidad más, sin darle más importancia de la que tiene. Yo creo que son felices así, y lo que es dificil es que los de su alrededor comprendamos esa filosofia de vida. Eso si. están siempre rozando el límite entre naturaleza y vida, entre pasión y locura, entre amor y dolor... Sé feliz montañero.
Hoy he leído un buen artículo en el Heraldo sobre "esta especial raza de gente"
http://www.heraldo.es/noticias/himalayistas_salon.html
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