20 de mayo de 2010

El mal de Rebecca



Todos conocemos el argumento de "Rebecca", la novela de Daphne du Maurier llevada al cine por Alfred Hitchcock: el aristócrata inglés Maximillian de Winter -impecable Lawrence Olivier- acaba de perder a su esposa Rebecca y paseando su soledad ciuda por la Costa Azul conoce a una joven dama de compañía de la que se enamora y con la que regresa a su grandiosa mansión de "Manderley" tras haberla convertido en su nueva mujer. Ésta, representada por la dulce e ingenua belleza de Joan Fontaine, se topa en su nueva casa con el permanente recuerdo de Rebecca, una mujer de la que todos hablan con veneración, pues era inteligente, distinguida, elegante, brillante y bellísima. Ante la permanente presencia de su antecesora, la nueva dueña de "Manderley", personaje que el genio del suspense tiene la habilidad de hacer que el espectador ignore su nombre, se siente abrumado y acomplejado, algo que se agrava con la agobiante presión de la siniestra ama de llaves que con tanto tino interpreta Judith Anderson.

La Fontaine entra en una auténtica zozobra ante la inmensa grandeza del recuerdo de Rebecca, que, estando muerta, parece seguir presidiendo la casa y empequeñeciendo a sus habitantes, especialmente a su sucesora. Pero el desenlace ya lo conocemos, y al final se acredita que en realidad nada era lo que parecía, y Rebecca de Winter era una mujer perversa hasta el extremo, egoista, ególatra, pervertida e incapaz de tener el mínimo sentimiento de bondad. Los complejos de la nueva Sra. de Winter no sólo no tenían justificación, sino que estaban edificados en torno a una gran mentira, sobre cimientos de humo, espejuelos y fingimiento.

Y lo cierto es que esta situación no es exclusiva de la ficción, sino que tiene también bastante que ver con la vida misma; y es que hay ocasiones en las que las apariencias engañan, en que hay personalidades ocultas, apariencias falsas, personas que dan el pego, que aportan razones para incluirlos en la definición evangélica de sepulcros blanqueados.

No obstante, no es mi intención hablar aquí y ahora de dobles personalidades, actitudes falsarias o recovecos interiores, sino entrar más bien en la piel del personaje alterado por el recuerdo y la comparación; el peligro es cierto y real, hay situaciones que pueden hacer que vivamos capitidisminuidos por la sombra de alguien, sometidos al contraste y la necesidad de emular, a la tiranía del listón elevado o los brillantes antecedentes familiares o, aún peor, al permanente e indiscriminado recurso a la conducta edificante que imitar o al personaje ejemplar a quien emular.

No es malo tener ejemplos, pero es materia en la que posiblemente sería bueno dejar que cada cual busque los propios, porque hay reductos que acaban dejando exhausto, porque no es bueno forzar la historia y porque, de cualquier manera, ni hay ni ha habido seres perfectos y cualquier idealización puede acabar volviéndose en contra de los argumentos de quien idealiza.

Me parece que es mucho más inteligente y práctico preocuparse con ser uno mismo, no dejarse ni impresionar ni, mucho menos, embaucar por glorias pasadas o endiosamientos de amas de llaves con aires de psicópata, porque muchas veces uno acaba luchando contra simples molinos de viento o ídolos con los pies de barro, y, fundamentalmente, porque cada cual tenemos las suficientes capacidades para triunfar con nuestros propios valores, si a éstos los preside la buena disposición. Cada uno somos capaces, con ayudas y ejemplos ajenos por supuesto, de asumir lo que nos toca y hacerlo dignamente si nos dedicamos a intentarlo honestamente y no nos perdemos con antecedentes y circunstancias que no son más que presencias fantasmales.

11 comentarios:

ana dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ana dijo...

Hermosa explicación de la libertad, Modestino.

En ningún momento somos mejores que cuando caminamos con la sombra de nuestros errores y aciertos. Risas y llantos. Y sabiéndonos cómicamente, uno más. Uno más de ese montón de personas que también lo intenta, que carga con sus espaldarazos, y que también brilla con sus pequeñas victorias (brillar con las grandes pienso que no tiene tanto mérito).

Somos uno más. En la libertad. Y hemos de intentar contarlo con humor y sin llegar a creerse uno mismo "laquintasesenciadelomás"... pues anda que no somos pequeños!!!!

HERMOSAMENTE PEQUEÑOS!!!
Es lo que tiene la libertad.

Un abrazo.

Modestino dijo...

Sí, somos hermosamente pequeños, y uno se convierte en más humano cuando no es perfecto.

Me gusta que a mi entrada la identifiques con una explicación de la libertad, palabreja que usamos mucho y uno no acaba de descubrir nunca ... o dicho de otra manera, la va descubriendo poco a poco.

Mariapi dijo...

Hoy, Modestino, me has dado en plena diana. Esos modelos que encorsetan, esos ejemplos tan ejemplares como irreales, a seguir tan fielmente...me resultan castrantes.
Sólo ayudan las propuestas de vida que dejan libertad creativa para la individualidad intangible que cada uno somos.
Perfección absoluta...sólo la divina. Los demás imperfectos, a Dios gracias.

(¿Me he pasado, en una casa como la tuya, siempre tan equilibrada?. Si es así disculpa, es que hoy me has dado en el callo...y ya me callo)

Gracias, Modestino.

Modestino dijo...

:)... No, no te has pasado, todo lo contrario: has resumido en muy pocas líneas lo que yo quería decir.

Además eso de "casa equilibrada" puede ... debe de estar abierto a excepciones. Ayer mismo hubo quien me advirtió que estuvo a punto de quemar el blog por alabar a Luz Casal ... no hubiera estado mal algo de discrepancia.

veronicia dijo...

Modestino me gusta mucho tu entrada; la necesidad de manipular de esos sepulcros blanqueados les lleva a crear ídolos. Incluso ante su propia imposibilidad de brillar hacen brillar a otros y ponerlos como constantes ejemplos con el único fin de que estemos tan pendientes en esa carrera por igualarlos que nos olvidamos de nosotros mismos.
La mayor parte de las veces cuando descubrimos que hace muchos años que ganamos la competición es tarde…o nos damos cuenta de que ni siquiera era esa la competición que deseábamos…
Pero como podríamos haber desconfiado de alguien que generalmente es tan cercano como un familiar o un mentor.

veronicia dijo...

Mariapi, yo también iba a decir que la unica perfección es la divina pero lo he dejado, no queria parecer demasiado santurrona, y no pegaba con el comentario que hacia.

Modestino dijo...

Que no eres nada "santurrona", veronicia, no sufras.

No vale hacer ídolos en esta tierra, porque al final verás que son de carne y hueso.

annemarie dijo...

Querido Modestino,
el enredo de Rebecca me parece un absurdo tristísimo. La conversación que finalmente tuvo con su horriblemente paternal marido sobre la verdadera manera de ser de la difunta Rebecca, :)) la podría haber tenido al inicio del libro, no se ve por que no (O será que me olvido de los detalles?) Y con todos los implicados informados, y la gobernanta en su sitio, se hubiesen ahorrado una casa y muchos disgustos a la impresentable Fontaine, tantas tristes cosas! :)) Y Laurence Olivier fenomenal como siempre, en medio de todo aquello! Cual será el secreto de personas así? :))

Modestino dijo...

Si los de Winter hubieran tenido la conversación a tiempo, no habría habido película ...;)...

Hombre, a mi Joan Fontaine no me parece impresentable ni en la realidad ni en la ficción, en ésta si acaso algo débil, pánfila, ...

annemarie dijo...

Pues ese es precisamente mi punto. ;))
Lo de pánfila lo tuve que mirar, y es eso precisamente, pobre creatura! :))