3 de septiembre de 2011

Manzanares "versus" Manzanares



Jose Mari Manzanares ha sido uno de los grandes toreros españoles del último cuarto de siglo; comenzó a brillar a principios de los años 70, tomando la alternativa tan sólo con 18 años en un cartel donde figuraban dos auténticos símbolos taurinos: Luis Miguel Dominguín y Santiago Martín "El Viti". En España se encontraban en los últimos estertores de su carrera un importante número de primerísimas figuras, algunos auténticos toreros de época: los citados Dominguín y "El Viti", Antonio Ordóñez, Diego Puerta, Antoñete, Paco Camino, Manuel Benítez "El Cordobés", Jaime Ostos, ..., mientras que ya estaban consagradas figuras emergentes como Francisco Rivera "Paquirri", Ángel Teruel o Antonio José Galán. Manzanares formó parte de lo que fue entonces la nueva ola del toreo junto a dos diestros que también sentaron cátedra: Pedro Moya "El Niño de la Capea" y el malogrado Julio Robles. Recuerdo que actuó varias veces en Zaragoza como novillero y desde el primer momento demostró ser de aquellos toreros tocados por la mano de Dios; a sus deseos y voluntad de triunfar sumaba arte y temple, condiciones esenciales para no ser un diestro del montón. Estuvo durante 35 años en el escalafón superior, siempre en la zona alta, habiendo quien asegura que ha sido el torero que más toros ha matado de la historia de la tauromaquia.

Manzanares, a pesar de lo dicho, no mantuvo una línea permanente de éxitos; una vez pasados los impulsos de los primeros años como matador, en los que llegó a ser el número uno del escalafón, fue acusado de acomodarse y eludir su presencia en aquellas corridas llamadas duras, con toros de casta como los temidos "Vitorinos", Eduardo Miura o Celestino Cuadri. En Madrid, plaza con un exceso de aficionados "inmisericordes", tuvo importantes enemigos que no le perdonaron ni una cuando toreó en la Feria de San Isidro, a pesar de lo cual obtuvo allí éxitos importantes. Era torero de planta notable, que templaba y sabía pararse, manteniendo la figura erguida ante cada muletazo y con un excelente toreo de capote. Los más puristas siempre lo tuvieron como uno de sus favoritos, por más que se asegurara que se había convertido en un "amarrón" que se limitaba a cumplir lo mínimo exigible, algo que sólo saben hacer bien los maestros con auténtico oficio. A lo largo de su larguísima trayectoria disputó la hegemonía taurina a diestros de la categoría de Dámaso González, "Paquirri", "Espartaco", Paco Ojeda, "Niño de la Capea" o Enrique Ponce, una lucha en la que siempre salió airoso, entrando con por méritos propios en el libro de oro de los grandes toreros españoles.

En el mundo de los toros es habitual la existencia de dinastías, si las hay de médicos, abogados o futbolistas, es lógico que también aparezcan en una profesión tan especial como la taurina; toreros de época como Julio Aparicio, Chamaco, Paco Camino o Miguel Báez "Litri" han tenido sucesores en sus hijos, y Manzanares no ha sido menos, pues su hijo, que lleva el mismo nombre artístico -los Manzanares se apellidan en realidad Dols- es matador de toros desde el año 2003, cuando tomó la alternativa de manos de Enrique Ponce y con la presencia de Francisco Rivera Ordóñez. Y este joven Manzanares ha sido capaz de superar lo hecho por su padre, posiblemente por eso de que "de tal palo tal astilla" y por tener una constancia y pundonor mayor que su progenitor. En la actualidad puede que sea Manzanares el torero más completo y en mejor forma del escalafón taurino. Pero no ha triunfado desde el primer momento, pues sus primeros años de matador no fueron precisamente fáciles y algún que otro especialista de los que pululan por periódicos y radios aseguraba que le faltaba nivel para triunfar. Hace ya unos años que este nuevo Jose Mari Manzanares ha cuajado en un torero con la clase, el arte y el temple de su padre, torea como los ángeles habiendose perfeccionado, además, hasta llegar a ser de los mejores en la suerte de matar.

Recuerdo a Manzanares hace un par de años en la Feria de San Lorenzo de Huesca, con dos faenas espectaculares que culminó con dos estocadas de esas que no son ni caídas, ni ladeadas ni bajonazos, sino en la cima del toro y "hasta la bola". Tengo presente la imagen de un Manzanares feliz, saliendo a hombros por la puerta grande y haciendo con los dedos ese gesto de adiós que hacen los niños pequeños, y es que una cosa tan seria como jugarse la vida con un toro de más de 500 kilos también permite ternuras y sentimentalismos.


8 comentarios:

sunsi dijo...

Olé la Enciclopedia del Cajón de Sastre. Gracias Modestino. Con este blog tuyo piensas: "nunca te acostarás sin sanber una cosa más"

Feliz domingo

Modestino dijo...

Una Enciclopedia algo simplona. Tal vez ;).

Driver dijo...

El público de Madrid y especialmente el tendido seis son inmisericordes hasta los límites no escritos.

No soy aficionado a los toros, pero suelo asistir a alguna corrida de rejoneo, donde la vistosidad de los caballos, la doma y el conjunto artístico de caballo, toro y rejoneador, me han hecho pasar alguna tarde mágica.

Siempre me ha sorprendido el nivel de exigencia de los aficionados "entendidos", que son capaces de distinguir el arte en los numerosos lances donde la muerte ronda.

Personalmente ya me parece una azaña ponerse delante de la res, que empujada por una natural y potente musculatura, alcanza con el peso y la velocidad un poder destructivo descomunal.

Y el torero, vestido de luces y ennegrecido por la sombra de la muerte, se enfrenta a un destino incierto y caprichoso, donde la gloria y el destino fatal se entrecruzan de forma violenta y aleatoria.

¡Y encima les piden que se arrimen con arte!

¡Madre del amor hermoso, qué fácil es la crítica y que difícil torear!

Como sentencia el rico refranero español: "Es muy fácil ver los toros desde la barrera"; refrán que aplicado a la vida corriente, nos acerca al noble arte del toreo; espectáculo español merecedor de mejor trato que el que les dispensan ciertos toros mansos, ciertas aves perroflautistas, y porqué no decirlo alto y claro, ciertos enemigos de las tradiciones que las atacan con más cobardía que inconsciencia.

¡Ole los toros bravos!

Modestino dijo...

Inolvidable haber visto desde el callejón las actuaciones en Huesca hace un par de años del rejoneador español Pablo Hermoso de Mendoza y el portugués Diego Ventura, una auténtica maravilla, arte en sentido estricto, belleza genuina en el ruedo.

veronicia dijo...

A mi de los toros lo que más me gusta son los pasodobles :)))

Y algo que descubrí en una antigua película española de la que no logro recordar el título el toreo de salón... con éste concepto aluciné... con éste y con C.J.Cela escribiendo sobre el ambiente taurino de los años 40 en España
http://torear.blogspot.com/2007/01/camilo-jos-cela.html

Modestino dijo...

Hubo una célebre película española de los años 50 titulada "Tarde de toros", la protagonizaban tres diestros de la época: Domingo Ortega, Antonio Bienvenida y Enrique Verá, el primero hacía de torero viejo en decadencia, el segundo de figura pujante y el tercero de promesa en crisis. Junto a ellos aparecían una amalgama de artistas del momento.

damitor dijo...

A mi sin embargo amigo Modestino es un torero que no me dice nada, prefiero tragarme 40 petardos de Morante para poder ver lo que hizo en Bilbao este año o el año pasado en Nimes que 50 orejas que pueda cortar el amigo Manzanares.
Como lector habitual del blog y aficionado taurino agradecerte los artículos relacionados con la fiesta, me gustan mucho sobretodo los de toreros antiguos
Por cierto gran intervención hoy en AR, desconocía que eras colaborador en el programa de Ortiz Remacha.

Modestino dijo...

Morante es el arte, las esencias, ... Pero Manzanares hace un torero serio, trabajado, ... yo creo que no es de los que se limitan a dar pases como "El Cordobés" o "El Fandi", por ejemplo.