El otro día entré en una confitería para comprar unos dulces; se trataba de una de esos establecimientos de siempre, con el encanto propio de lo antiguo y lo tradicional. Tal encanto adquiere un carácter especialmente atractivo en las pastelerías, donde se disfruta con los pasteles expuestos en el expositor, los botes de caramelos a granel, con los precios apuntados a boli en pequeñas pegatinas, cajas metálicas de galletas, paquetes de peladillas blancas, amarillas y rosas, tabletas de chocolate de todo tipo, algunos de papel recio con aspecto de tener tantos años como la tienda, chocolatinas redondas y rectangulares, bolsas de chupones y regaliz, mazapanes, guirlaches y cajas de bombones, muchas de ellas envueltas en lazo azul, rojo o verde, sin olvidar una balanza del año la polka o una caja registradora que haría las delicias de un anticuario y, por supuesto, las especialidades propias de cada casa. Se trata de momentos en los que a la vez que regresas envuelto en la nostalgia a la infancia, entras en un mundo cercano a la fantasía.
Pero este tipo de negocios, cuando ya llevan quinquenios atendiendo a la gente y acreditando la calidad de sus productos también corren el riesgo de caer en lo rancio y en el adocenamiento. Así, a la vez que entraba por la puerta de la confitería sonaba una especie de timbre estruendoso y excesivo, más parecido a la sirena de un patio de cárcel o cuartel que al saludo que da la bienvenida una tienda de dulces; estoy seguro de que el timbre tiene historia y es el mismo que escuchaban nuestros padres cuando iban con los suyos -nuestros abuelos- a comprar el postre del domingo. Me atendió una señora ya mayor, correcta y educada, pero seca y distante, que para la operación de coger, envolver y cobrar dos cajas de dulces me tuvo media mañana -dicho sea en tono exagerado-, con una lentitud de esas que le llevan a uno a sospechar que le importa una higa que el cliente vuelva otra vez.
Me encantan las confiterías de siempre, disfruto con ese estilo de comercio clásico, que ha existido toda la vida, y me duele pensar que se trata de establecimientos condenados a la extinción en estos tiempos de franquicias, grandes superficies y chinos, pero a la vez me fastidia que no sea oro todo lo que reluce y uno encuentre ese aire rancio que demuestra que en ocasiones el acierto de conservar lo tradicional no va unido al de adaptarse a los tiempos.
16 comentarios:
Hay un lugar en Lérida en la calle Mayor; no es de esos lugares en los que los adultos reparan hace esquina en la Calle Mayor y las ventanas al escaparate están llenas de caramelos... todas hasta arriba...de pequeña nunca pude entrar; pero imaginaba que si tenian tantos caramelos que los tenían que apilar en los cristales de las ventanas allí dentro sería el paraíso...
Ahora no entraré, no quiero entrar a otra tienda más de chucherias (que es lo que parece, no ofenderé el lugar de mi memoria) y casi me duele verla porque en mi imaginación es insuperable.
Todos tuvimos nuestras tiendas idolatradas. Algún día hablaré de las confiterias zaragozanas de mi infancia.
Mi sueño de pequeña para cuando fuera mayor y tuviera mucho dinero era comprar un bote de nocilla y comérmelo yo sola...
Lástima cuando tienes esos sueños no tener dinero y cuando tienes "dinero" no tener esos sueños...
A mí los sueños me han cambiado: han pasado de los chuches al foie, la longaniza, el gin-tonic ... y ninguno me conviene ;)
...tuve la oportunidad de participar en un pequeño debate de que si Nutella® es mucho mejor que Nocilla®
aunque a mi me gustan otro tipo de "inconveniencias", por cierto esa tienda que dices Veronicia ¿no está en la plaza de la Sal?
Nota para Brunetti...Estoy en Tarraco hoy llevo bermudas pachangueras y polo a juego azul marino...
Entre Nutelia y Nocilla me quedo con los bombones de "Rovira".
Tomae, si que es ésa tienda... si preguntas a alguien "de toda la vida" de Lérida te dira que lleva allí más tiempo que Indibil y Mandonio ;)
Yo soy 100% de nocilla aunque sea una vez de ciento a viento.
Modestino en mis sueños infantiles nunca hubo bombones Rovira, creo que haces mejor elección que yo pero contra un sueño infantil no hay realidad que se imponga.
En mi ciudad hay una confitería de ese estilo, donde entraba a menudo para comprar los caramelos preferidos de mi padre y, con mi ahijado y sus hermanos, para comprarles alguno de los inmensos bombones (con forma de animales y cosas así) con que los recompensaba, aprovechando nuestras visitas a la biblioteca pública los sábados por la mañana.
Todavía hoy, tengo dos compañeras de trabajo que viven en otra ciudad y me encargan de esa tienda unos caramelos muy especiales y difíciles de encontrar o unas tabletas de chocolate fabricadas en Cataluña y que son una exquisitez.
Por suerte, la confitería la atienden tres chicas de mediana edad que son encantadoras y educadas.
Porque la característica de no saber atender correctamente al cliente está repartida por toda clase de comercios: lo mismo en una dependienta veinteañera que vende trapillos para adolescentes que en un librero viejo y gruñón que sobrevive en su librería de toda la vida. Y, del mismo modo, te puedes encontrar gente encantadora en cualquier parte.
Estar detrás e un mostrador, de entrada, es una tarea complicada que requiere paciencia, cintura y aguantar carros y carretas. Y, como en todo, hay profesionales para todos los gustos.
Y esos chocolates catalanes, como otros, merecerían post esclusivos.
Esa clase de tiendas están desapareciendo. Las compran los chinos al contado para poner bazares de todo a cien.
Yo, en cuanto veo latas antiguas, casi que me da lo mismo lo que contegan. Por eso me gusta tanto entrar en este tipo de comercios...
Lo que cuentas, Modestino, me ha pasado bastantes veces en tiendas de-toda-la vida-, precisamente de la ciudad donde ahora vives. Me sabe mal tener que admitirlo... A veces no sabía exactamente si iba a comprar o la que me atendía me estaba haciendo un favor.
La crema de cacao con avellanas del Carrefour no tiene nada que envidiar a la Nutella. Ahora... si lo comparas con los bombones de la Confitería Rovira... nada que ver, claro. Tienes un paladar exquisito.
Hay mucha gente, Sunsi, que no tiene sentido comercial. Recuerdo la diferencia que había en tiempos entre comprar en Tarragona y hacerlo en Reus: en Tarraco tenían una cosa o dos y si no te gustaban a casa, en Reus frecuentemente te ofrecían algo mejor de lo que buscabas y si ésto no lo tenían, te lo conseguían. Con el pasod e los años Tarragona mejoró mucho en el tema.
En cuanto a los bombones de Rovira, aún recuerdo unos de color naranja realmente espectaculares.
Susana, a mí me deprime lo de los chinos: tienen todo el derecho del mundo a instalarse, por supuesto, y trabajan de sol a sol, pero son tiendas sin ningún encanto y te atienden con una sonrisa que no sabes qué significa. Pero son los tiempos y hay que asumirlo.
Lo que tienen los chinos es un acuerdo con nuestro desgobierno para evitar la doble imposición tributaria...
Dinerito que ganan aquí se va a china que termina por comprar nuestra deuda; no tenemos políticos mas tontos porque no se puede.
Si eso no fuera bastante (ejemplo) Zara produce en China, todas las empresas españolas que pueden se van a producir a chinas (mano de obra blablabla, legislación medioambiental de risa...) y luego lo venden aquí (ver etiqueta de lo que lleva puesto); domicilio social de empresas "ver para creer" de las filiales "on line" domicilio social Irlanda y sus empresarios...
Más nos valdría lo de comercio justo aplicárnoslo a nosotros porque nadie regala un duro a cuatro pesetas.
El que no sepa que leer le recomiendo NO LOGO Naomi Klein está "pirata"
Y eso qué es, un libro?
Es un libro ensayo "No logo; El poder de las marcas" buenísimo mando el vinculo de la wiki
http://es.wikipedia.org/wiki/No_logo:_el_poder_de_las_marcas
Se me ha olvidado decirte que si quieres pasarte por Tarracoferma
http://tarracoferma.blogspot.com/2011/09/homenaje-sta-tecla-23092011.html
Te he pasado , a ti y a ana del hilo, un "CARDILLO BLOGUERIL EN HONOR A LA SANTA". Una especie de premio gestado en la olla de Tomae. Tiene mucha gracia.
Publicar un comentario