22 de junio de 2008

Bielsa-Tella

Huesca es una provincia privilegiada para aquellas personas a quienes les gusta la montaña, el senderismo o la simple contemplación del paisaje. Cuando llegué a la capital oscense uno de mis propósitos consistió en abandonar mi habitual tendencia a la vida sedentaria -defecto al que se une el ser históricamente más de piso que una baldosa- y empezar a disfrutar de las maravillas del Pirineo Aragonés. La verdad es que mis primeros cinco años lo cumplí muy poco y mis excursiones por los valles oscenses fueron bien escasas. Tuve que entrar en la nómina de los infartados para comenzar a hacer caso a los médicos e incluir los paseos por los montes -siempre bajos- entre mis costumbres.

Recuerdo que mi primera "aventura" de entidad fue hacer la "cola de Caballo" en Ordesa, envite que para cualquiera medianamente habituado a estas cosas dudo que presente problema alguno y que para mí constituyó una hazaña, gozosa eso sí.


El año pasado comenzamos un grupo de gente a realizar por etapas el Camino de Santiago Aragonés; desde Somport hasta Puente la Reina disfrutamos de cinco etapas preciosas que siempre acababan con una excelente comida en una aún más excelente compañía.

Como, terminado el recorrido había que seguir ejercitando la nueva afición, estudiamos otros recorridos alternativos y ayer sábado emprendimos la ruta que va de Bielsa a Tella a través del Canal. Fue un recorrido largo, que nos costó algo más de cinco horas, por la dificultad del mismo y por el ritmo de algunos que no se hallaban en condiciones de hacer excesos.

Incluso para un "urbanita" como yo, bastante inútil a la hora de apreciar como merecen las maravillas de la naturaleza, fue un privilegio contemplar un paisaje espectacular y unos parajes únicos. La belleza de la naturaleza te hace comprender que semejante esplendor solamente es posible si ha habido una mente que lo ha creado, no tengo duda alguna de que lo que ayer presencie no es más que una nueva confirmación de la existencia de Dios.

El camino se acabó haciendo largo y el tiempo se nos fue echando encima; la incertidumbre sobre el momento de la llegada y el retraso con relación a la hora en que habíamos anunciado nuestra llegada al restaurante me llevaron a la impaciencia, provocando unos breves momentos de pérdida de papeles, torpeza que tuvo afortunadamente pocos testigos pero que demuestra que uno no acaba de madurar: tiempo al tiempo. El almuerzo lo realizamos en esta ocasión en el Hotel Lamiana, ubicado en la pequeña localidad que le da nombre y cuya elección constituyó un acierto total; en primer lugar por la humanidad y el excelente trato de las personas que sé encontraban al frente: es de agradecer que cuando a pesar de no haberse cumplido con el horario previsto, todo fueran facilidades, que se desdramatizara la situación y que todos nos sintieramos atendidos con una cordialidad suprema.Por otra parte, el "ubi" era inmejorable, y aquí incluyo tanto la limpieza y pulcritud del restaurante como el paisaje exterior: tras la comida tomamos el café en la terraza, un momento memorable; finalmente, y no es lo menos importante, la pitanza fue excelente: dejamos completamente asoladas tres bandejas de cordero del país capaz de recomponer las secuelas de cualquier caminata.


1 comentario:

Suso dijo...

¡Buena excursión!. Y mejor si la haces ascendiendo al collado de Tella, la vista del Monte Perdido desde allí es maravillosa- y bajas al Valle de Pineta por la otra vertiente.

Allí me iba yo muchas veces y, echado en la pradería del collado,se me hacía la tarde.
Es una senda ,hasta el collado, que se hace en dos horitas...