11 de octubre de 2012

Cuando uno nota que el otro no finje


Hace ya muchos años, en noviembre hará nueve, fui invitado a intervenir en un acto organizado por una institución que acogía a familias con personas afectadas de algún tipo de discapacidad; recuerdo que mi charla no fue excesivamente larga y que se desarrolló en un ambiente grato y sereno: se trataba de gente que lo que quería era que se les escuchara y se resolvieran sus dudas y preocupaciones, y no hubo quien diera la nota con exabruptos o reproches de esas que hoy en día utilizan algunos que piensan que usando la vehemencia se cargan de razón. Entre las personas que, por bonhomía e ilusión profesional o, en la mayoría de las ocasiones, por sufrirlo en sus familias se vuelcan en el trabajo por progresar en la atención y defensa de sus derechos de personas con minusvalías he encontrado casi siempre ese tipo de gente que te reconcilian con la humanidad y te ayudan a ver que sigue valiendo la pena luchar por algo bueno.

Como es lógico, mi intervención fue gratuita, ni tengo caché ni me apetece ir por la vida de personaje de difícil acceso; entre los asistentes recuerdo a la presidenta de esa asociación y a una asistente social, joven, alta y morena, que colaboraba con la misma: salta a la vista que en este tipo de grupos la labor de las trabajadoras sociales es fundamental. A los pocos días se presentaron ambas en mi despacho, venían a agradecerme la colaboración -agradecimiento que tenía que ser recíproco, porque con esas personas uno suele recibir y aprender-, observando que la asistenta social llevaba un paquete con envoltorio de regalo en sus manos, y nunca olvidaré su mirada, que mostraba -pienso que no me equivoco- la ilusión que parecía hacerle entregarme el obsequio. Dicen que la cara es el espejo del alma, y en mi corazón y en mi memoria quedó grabada la expresión de lo que era una persona agradecida, de alguien que lo pasaba bien entregando, síntoma de lo que con toda seguridad hacía habitualmente en su trabajo profesional: disfrutar dando, quedar satisfecha sin esperar nada a cambio. Les agradecí el presente con la amabilidad que pude, aunque no fui capaz de devolver tan oxigenante y bella actitud.

El regalo, que es lo de menos, consistía en el famoso libro "Tras las huellas de Lucien Briet", sobre el fotógrafo y explorador francés que plasmó el Pirineo con unas fotos maravillosas; en dicho libro se contrastan las fotos de Briet con otras hechas en los mismos lugares 50 años después. La verdad es que el regalo estuvo a la altura de las manos que lo portaban ... y lo tenía difícil.


12 comentarios:

paterfamilias dijo...

Dicen -y así lo creo yo- que se disfruta más dando que recibiendo.

Bonita anécdota

Modestino dijo...

Es así, aunque a veces nos cueste darnos cuenta.

Susana dijo...

Admiro mucho a la gente que se entrega a los demás sin esperar nada a cambio. Enhorabuena. Un beso.

Modestino dijo...

De esos hay bastantes que nadie conoce y algún otro que lo hace de boquilla.

dolega dijo...

Simpre que das, tienes un semtimiento mucha más agradable que al recibir, por lo menos en mi caso.
Besazo

tomae dijo...

¡Felicidades maño!

..y a todas las Pilares que se pasan por aquí, que hay bastantes ;)

Modestino dijo...

Gracias amigoa!, yo tambien felicito a zaragozanos y Pilares, aunque esta vez no pueda hacer post especial por estar fuera.

Anónimo dijo...

A mi me gusta regalar pero me encanta que me hagan regalos. Imagino que esa alegría que siento cuando me regalan algo es el mismo que sienten los demás cuando lo hago yo.

Gina dijo...

Es lindo recibir un obsequio cuando no hay de por medio una fecha o día especial donde tengamos/debamos recibir alguno, esos regalos inesperados y que nos producen una genuina sorpresa, vaya, creo que son los mejores.

Saludos y felicitaciones por el blog, siempre paso a leer, aunque no siempre intervenga.

Modestino dijo...

Y siempre serás bienvenida!. Un saludo.

Brunetti dijo...

Desde hace ya mucho tiempo, únicamente regalo libros, camisas o vino, dependiendo de la persona.

No hace falta ser psicólogo para entender que, en realidad, regalo lo que a mí me gusta que me regalen.

Feliz semana, ya plenamente otoñal (o eso espero).

Modestino dijo...

Siempre había pensado que una corbata era más regalo que una camisa ... pero si sabes la talla de tus amigos...;)

Claro que la corbata tiende al desuso: habrá que hablar algún día¡¡¡¡