31 de octubre de 2012

Sandy amenaza al gigante


De huracanes, terremotos, tifones, monzones, tormentas, erupciones y demás catástrofes naturales hemos oído hablar en muchas ocasiones; cada años diferentes lugares del mundo se ven asolados por estos fenómenos naturales que, además de sembrar la destrucción, la muerte y el desconsuelo nos recuerdan que al final la naturaleza sigue siendo poderosa y que el hombre, con todos sus indudables avances tecnológicos, sigue teniendo que hincar la rodilla ante la potencia de los elementos. Lo que no estamos tan acostumbrados a contemplar es la visión de Nueva York, posiblemente la más sólida representación de la modernidad y el progreso material, sometida a los avatares de un huracán que está causando unos daños tremendos y amenaza con convertirse en causa de una tragedia de grandes dimensiones.

Ya los tremendos atentados del 11 de septiembre de 2001 pusieron a prueba a los neoyorquinos, pero cuando la agresión procede de la propia naturaleza parece que aumenta la indefensión y la incertidumbre. No es la primera vez que un país avanzado se ve sometido a unas circunstancias como ésta: no hay más que recordar el último y aún reciente terremoto que sufrió Japón, o sin alejarse en exceso de la gran manzana, el huracán "Katrina" que devastó buena parte de New Orleans, pero uno juraría que estos dramas son más frecuentes en la India, Pakistán, Centroamérica o cualquier país del África más pobre y profunda. Estamos tan instalados en nuestras comodidades, placeres y egoísmos que hasta corremos el peligro de que nos parezca inaudito sufrir nosotros también la ira de la naturaleza.

Por eso sucesos como la furia del "Sandy" nos pueden ayudar a la reflexión, a considerar si observamos con la sensibilidad adecuada los dramas ajenos, también cuando afectan a personas que están muy lejos, en localidades cuyo nombre no habíamos escuchado nunca, si vivimos esa identificación con el sufrimiento de quienes siguen siendo nuestros semejantes, nuestros hermanos ... si ejercemos, en definitiva la caridad o pasamos por estas noticias como de puntillas, o con una simple e insuficiente expresión de pena. Y, a la vez, cuando vemos a los habitantes de Nueva York, por supuesto que también merecedores de apoyo y solidaridad, agobiados por una amenaza notable deberíamos recapacitar en eso de la fugacidad de la vida y la insignificancia de las riquezas, las posesiones y los oropeles.


9 comentarios:

Susana dijo...

Qué buena reflexión. A mí lo que me molesta un poco es que se hable tanto cuando pasa en EE.UU. y apenas se mencione cuando sucede en un país pobre. Un beso.

Modestino dijo...

Ahí está ... es como una especie de elitismo informativo. Dentro de unos´límites, porque no puede negarse que hubo mucha y buena información sobre el terremoto de Haití o el tsunami de Indonesia.

dolega dijo...

Las consecuencias han sido muy grandes, pero ellos se ponen manos a la obra y se levantan rápido.
Nueva york que es una megápolis de mil culturas, en cuanto tiene una dificultad, sus habitantes se unen y la sacan adelante en poco tiempo.
Besazo

Modestino dijo...

Las grandes tragedias sacan a flote la solidaridad de la gente. Aquí se pudo ver, por ejemplo, el 11-M.

manipulador de alimentos dijo...

cuando la madre naturaleza ruge...

manipulador de alimentos dijo...

espero que sirva para que nos demos cuenta que el estar peleados e intentando robarnos los recursos naturales no es algo importante, es mas importante ir hacia una nueva y mas justa vida para todos antes de que desaparezcamos.
Un saludo para el blog!

Modestino dijo...

Un saludo y bienvenido por estos lares. Buena reflexión¡¡¡

Gina dijo...

Inmejorable la reflexión final de la presente entrada.

Abrazo.

Modestino dijo...

Gracias Gina. Otro abrazo.