"No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón."
(Mensaje de Su Santidad Juan Pablo II para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz. 1 de enero de 2002)
Todos los años, el día 1 de enero el Papa ofrece al mundo su mensaje por la paz. Seguir las palabras del Santo Padre a favor de la paz se ha convertido en una tradición para muchos, de la misma manera que, en otro orden de cosas, también hemos incorporado a nuestra rutina del primer día del año el Concierto desde Viena y los saltos de esquí.
En el año 2002 aún estaban muy recientes los tremendos sucesos del 11 de septiembre anterior; toda la humanidad se había estremecido ante la masacre ocurrida en Nueva York y las palabras de Juan Pablo II, ya muy afectado de la enfermedad que llevó con entrega y ejemplaridad los últimos años de su vida, tenían ese año un significado muy especial. Y el Papa no defraudó: hablo de la paz, del terrorismo, de la Justicia Social y del perdón.
Arriba he dejado el enlace del discurso, pero solamente me quiero referir ahora a este último punto. Y es que últimamente he escuchado demasiadas veces frases que en cierta manera me rechinan. Y no es que no comprenda la situación, porque es humano que ante una muerte injusta, frente a un drama inesperado el corazón se rebele y uno acabe sintiendo la necesidad de vindicación. Es muy difícil encontrar el equilibrio, el punto justo que excluye la impunidad y no alcanza la venganza.
Creo que a quienes han sufrido en sus propias carnes el dolor no se les puede exigir ni serenidad ni mesura, algo que solamente puede ir llegando con la ayuda externa y el paso del tiempo; pero sí cabe pedir esta ponderación a quienes crean opinión, a quienes transmiten las noticias. Por poner un ejemplo reciente, no se si ha ayudado mucho a la salud social todo el despliegue mediático aparecido en torno al trágico suceso vivido recientemente en Sevilla. Hay que apoyar a los familiares, por supuesto, se ha de exigir a quien tiene que castigar que cumpla su obligación con eficacia, rapidez y la contundencia adecuada, pero tal como se han llevado las cosas, me temo que se ha conseguido que en ocasiones no se sepa distinguir la frontera entre "buscar justicia" y "ser justiciero".
A veces pienso que vivimos en una sociedad que no sabe perdonar; se niega la bondad de hechos como comprender, olvidar o reconciliarse. Somos demasiado individualistas, tendemos a vivir nuestra vida y podemos acabar siendo incapaces de ponernos en el lugar del otro. Así, con frecuencia aparecen manifestaciones de una sociedad deshumanizada, fría e implacable.
"En realidad, el perdón es ante todo una decisión personal, una opción del
corazón que va contra el instinto espontáneo de devolver mal por mal. Dicha
opción tiene su punto de referencia en el amor de Dios, que nos acoge a pesar de
nuestro pecado y, como modelo supremo, el perdón de Cristo, el cual invocó desde
la cruz: « Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen » (Lc 23, 34). "
Para los cristianos el perdón tiene raíces evangélicas; no me cabe ninguna duda que cuando al final de nuestros días terrenos tengamos que dar cuenta a Dios de nuestros actos, nuestra capacidad de disculpa, las veces que hayamos sabido pedir perdón y, sobre todo, perdonar serán unas de las mejores bazas a nuestro favor. En mi opinión, el gran drama de la sociedad europea actual consiste en la pérdida de los valores cristianos, esos valores que sirvieron para hacer crecer al continente, y la filosofía del perdón tiene mucho que ver con ésto.
"(...) el perdón es necesario también en el ámbito social. Las familias, los
grupos, los Estados, la misma Comunidad internacional, necesitan abrirse al
perdón para remediar las relaciones interrumpidas, para superar situaciones de
estéril condena mutua, para vencer la tentación de excluir a los otros, sin
concederles posibilidad alguna de apelación. La capacidad de perdón es básica en
cualquier proyecto de una sociedad futura más justa y solidaria. "
Creo que la frase del Papa Wojtyla es magistral; porque resalta que a la paz se llega por la justicia y porque deja bien claro que las palabras justicia y perdón está íntimamente relacionadas, no valen la una sin la otra.
Fotos: www.20minutos.es; www.lasegunda.com
6 comentarios:
Fantástico post, Modestino. Y también fantástico por acudir a uno de los grandes humanistas de todos los tiempos.
El perdón. Igual derivo...
¿Te has fijado en lo poco que nos perdonamos a nosotros mismos? Erramos y nos encallamos. Nos cuesta mucho pasar página. No cuesta aceptar que somos limitados, que heredamos la "naturleza caída". Y nadie da lo que no tiene.
Para perdonar hemos de hacer extensible esas limitaciones a los demás. Hemos de reconocer que cualquiera es capaz de cometer una atrocidad, incluidos nosotros mismos.
El siguiente paso es la dureza de corazón porque se nos ha atragantado el orgullo y no lo digerimos. Así no hay quien perdone. Para conseguir esta actitud de acogimiento a pesar de todo creo que es básico saber que
todos erramos y todos podemos remontar.
Tiene mucho que ver con el resumen de los Mandamientos (parte 2) "... ama al prójimo como a ti mismo". Luego nos hemos de amar, querernos con todo lo bueno y lo malo... primero cada uno. Y ésa es la medida del amor a los demás. Y la consecuencia directa es el perdón.
¿Quién soy yo para no perdonar ... ?
Gracias por la reflexión. Es cierto que estos días, con el tema de Marta, parece que esta palabra no exista en el diccionario.
¡Cómo me he enrollado!.Lo siento.
Un saludo desde Tarraco
Buen post paralelo¡¡¡¡. Es posible que no sepamos perdonar porque no nos sabemos perdonar a nosotros mismos.... aunque el hombre tiende a ser muy laxo consigo mismo.
Vale. Pon que somos laxos. Al laxo le trae al fresco haber herido o haber faltado. Por las mismas mide con su rasero al otro. Por lo tanto cree saber que al otro también le importa un pepino si ha obrado bien o mal, si nos ha ofendido o no. Y acabamos en el mismo punto. Cada uno por su lado. ¿Perdonar? ¿De qué? Que empiece él...
No me hagas mucho caso, que hoy sólo divago... y precisamente tengo un duelo conmigo misma sobre el tema que has tocado.
Un saludo y ya no te doy más la brasa
Muy interesante, Modestino, el tema del perdón da para mucho. Interesante también "la comentarista".
Lo de perdonarse a uno mismo da también para mucho. A veces lo confundimos con la laxitud, no sé. Otras no. Yo creo que son cosas distintas. Laxo es el que no ve que hizo mal. Creo que a veces uno es demasiado exigente con uno mismo, no sé, lo fía demasiado a una visión de uno mismo, a la voluntad. Creo en la voluntad... y no creo en ella...
Yo de lo mejor que leí sobre el perdón -y la escuché- era de Jutta Beugraff (no me acuerdo si se escribe así).
Tengo claro que no es lo mismo la laxitud que el autoperdón. Es verdad que muichas veces somos excesivamente duros con nosotros mismos; tal vez nos falte sencillez y conciencia de lo que nos quiere Dios.
Miraré a ver que dice la tal Jutta.
Modestino.El texto que cita Máster es muy bueno. Te dejo el enlace.
Se titula "Aprender a perdonar" de Jutta Burggraf.
http://www.almudi.org/Inicio/tabid/36/ctl/Detail/mid/386/aid/339/Default.aspx
Saludos
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