"El hombre se cree siempre ser más de lo que es, y se estima en menos de lo que vale"
(Johann Wolfgang von Goethe)
Hay que reconocer que las personas tendemos a complicarnos la vida, y con frecuencia mucho más en nuestras divagaciones personales que en nuestras acciones exteriores. La frase anterior, atribuída a Goethe, el gran literato alemán, tiene cierto carácter paradójico, pero a le vez resume perfectamente los planteamientos que frecuentemente pasan por nuestra cabeza.
Es cierto que lo exigentes que llegamos a ser con los demás, lo puntillosos que nos mostramos al juzgar los defectos del prójimo, desaparece cuando se trata de autoevaluarnos; todos conocemos el dicho de que el mejor negocio del mundo consistiría en comprar un argentino por lo que vale y venderlo por lo que se cree que vale, afirmación que posiblemente sería extensible a millares de personas de todas las procedencias. Todos hemos escuchado más de una vez las quejas de quien no se considera valorado en el trabajo, los alardes de quien piensa que descubre la piedra filosofal en cada momento, las bravatas de aquéllos que se expresan de tal manera que dan a entender que se consideran únicos. En ocasiones el desconocimiento de la propia realidad puede llegar hasta el experpento y el ridículo. Todos conocemos a fatuos, prepotentes y engreídos. Pero ese estar encantado de haberse conocido me parece que es algo más que la miseria de unos pocos y viene empaquetado al nacer con la naturaleza humana, aunque cada cual lo exteriorice de manera distinta. Por eso, buena parte de la lucha por mejorar, por madurar, tendrá bastante que ver con el esfuerzo por conocerse y por la asimilación humilde de nuestra realidad, dejando bien claro que no hablo ni de resignación ni de apocamiento.
Pero, como decía, la paradoja estriba en que a la vez que tendemos a creernos el ombligo del mundo, mostramos con no poca frecuencia una tremenda falta de autoestima. Bastantes de los problemas que nos llenan de angustia y desazón tienen mucho más que ver con nuestros complejos y nuestra inseguridad que con la realidad de las cosas; y curiosamente, el diagnóstico puede ser el mismo que antes: no nos acabamos de conocer. Es posible que para alcanzar esa autoestima habría que empezar por darle menos importancia a lo que piensen los demás de nuestros actos que a lo que pensamos nosotros mismos, a la vez que a evitar la tentación de compararnos con el vecino. Y tampoco está de más saber elegir nuestros modelos, pues a veces nuestra ruina viene por imitar a alguien de quien pensamos equivocadamente que cae bien; vamos a ser más nosotros mismos y si hay que emular hagamoslo en las virtudes y no en los gestos.
Se trata de encontrar el equilibrio entre la humildad y la sencillez personal y la pérdida del miedo al que dirán, a parecer raros, a no ser oportunamente correctos, a que nos critiquen ... y de manera muy especial, dejar de pensar de una vez en que el resto del mundo está pendiente de nosotros, porque el prójimo piensa muchos menos en nosotros de lo que nos parece.
16 comentarios:
¿Eso es aquello que dicen que muere después que nosotros?
Otra versión Modestino... "Y hay que ver qué poca cosa soy y cuántos defectos tengo... quita quita, si me ha quedado fatal".
Vale cuando lo digo yo. Pero ojo que alguien se atreva a decírmelo.
Las críticas constructivas curten mucho, pero a veces te escudas, te escondes para no ser un buen blanco.
Saludos
Es que estamos muy pendientes de lo que piensen los demás de nosotros mismos. Es lo malo, lo que nos importa no es lo mal hecho sino el que los demás lo noten.
Por otra parte, hay ocasiones en las que la autocrítica suena a teatro o a excusa; hay quien admite errores buscando que se los atenúen, que se le diga: "no hombre, no....".
Tenemos una gran capacidad de autoengañarnos.
Es cierto. Esa era la segunda parte. "No, hombre, no. Si el mundo no sería mundo si no fuera por ti".
Desde luego, somos complicados.
La vida espiritual seria es ciertamente buen remedio para estas paradojas. Hoy venía en el coche para casa y siempre hay a esa hora (que no sé exactamente cual es) un programa de dos minutos o tres en que un comentador habla de cosas que están en la frontera de la antropología/historia/periodismo/blabla. El hombre tiene muchísima gracia a veces, otras no. Hoy dijo que un teólogo, cuyo nombre no pude escuchar, decía que los teólogos deben escuchar sobretodo los grandes santos, porque son los que más supieron amar. Parece evidente, pero debe de ser fenomenal no tener ilusiones sobre uno mismo. El truco, no lo conozco. :))
Me parece una gran verdad eso de que los santos son lo que más supieron amar. Y es que el mnsaje del Evangelio es fundamentalmente un mensaje de amor.
Chico, lo has clavado y explicado de maravilla. Gracias, de verdad.
Mi padre siempre nos dice (al colectivo de hermanos/as):
" Cuando algún día notéis que os estáis creyendo importantes y maravillosos, miraos ante un espejo grande en calzoncillos - variante bragas - " y yo añadía, " con los calcetines puestos"
Efectivamente, esa visión es reveladora, y ya no te digo sí eres de piel blancuzca y tienes algún que otro michelín.
Hay una película que en su día me impactó, protagonizada por Victoria Abril y Pilar Bardem y dirigida por Agustín Díaz Yanes (lo siento, amigo Modestino, pero es lo que hay), cuyo sugerente título parodio en aquellas numerosas ocasiones en que observo que alguien olvida nuestra absoluta nimiedad: nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto.
P.D. Ya estoy temiendo la crítica que Tommy puede realizar acerca de esa película; mejor haberme mordido la lengua....
Se trata de un título que pone de manifiesto una verdad como un templo. Por eso uno valora ja importancia de los amigos y de las cosas ordinarias, que es lo que realmente vale la pena, y a la vez lo bien que viene sabes diferenciar entre lo pasajero y lo permanente.
Y no temas a Tommy, pues sus críticas, además de sabías, son elegantes y nada ácidas.
Qué cosas tienes, Brunetti. Yo no soy un crítico terrible y despiadado. Sólo soy un pobre espectador que sí que ha visto mucho cine pero que cada vez ve menos, especialmente porque está saciado del tipo de pelis que se hacen ahora, y que está pensando seriamente pasarse al Teatro, cuyo lenguaje quizá no sea tan sofisticado pero que por lo menos parece más auténtico.
No, no voy a hacer ninguna crítica de la peli de Díaz Yanes, pero sí que diré que su título, aparentemente difícil, tiene tanto significado como longitud. La peli, sin embargo, no creo que hable de la nimiedad del ser humano, sino más bien de la fortaleza de los débiles, de la dignidad de los humildes, de la grandeza de la lucha del día a día. Todo eso con mafia mexicana y con bastante sangre, eso sí, pero ya lo dijo Hitchcock cuando le pidieron una definición del Cine: es una sala vacía con una pantalla y con butacas que tienes que llenar de gente como sea.
Pero nosotros no somos absolutas nimiedades, el problema es ese.
No, no somos absolutas nimiedades; cada uno de nosotros tenemos un valor especial .... pero a la vez, a lo largo de la historia del mundo, en medio de los miles de millones de habitantes de la tierra, ... ¿qué somos? ... la humildad no es más que la consecuencia de la verdad, de la realidad, que somos muy poca cosa... aunque a la vez tengamos ese valor, un valor que yo no entiendo sin un sentido trascendente de la vida.
Problemas complicadísimos, equilíbrios que hacen y deshacen la felicidad de cada uno, necesito un café XL. :))
Jo, qué bonita entrada y comentarios. Pero también, jurisconsulto, a la vez que hay que descomplicarse, la vida es la complicación de que te quieran y querer: eso sí que es complicado a veces ;-)
Un abrazo
Claro que la vida es complicada, peo al menos se trata de no complicarla más nosotros.
Y para que veas que ando en tu línea, aquí esta lo que decía hace unos meses: http://modestino.blogspot.com/2008/10/la-vida-es-muy-complicada.html
Otro abrazo.
Publicar un comentario