Felipe Ocampos fue un delantero centro paraguayo que marcó una época en el Real Zaragoza; llegó comenzada la temporada 1969-70 y enseguida se metió al público en el bolsillo. Se trataba de un ariete de enorme envergadura, tenía un remate de cabeza excepcional, se peleaba con tesón y auténtica furia con los defensas y abría huecos notables en el área rival. Su juego de cabeza era un espectáculo, en ocasiones colocaba la pelota a los pies de otro delantero desmarcado, en otras remataba con una fuerza impresionante y con no poca frecuencia lo que hacía era peinar el balón con una habilidad y precisión que hacían imposible que el meta contrario lo alcanzara. En su primera temporada causó sensación hasta que se lesionó, la siguiente estuvo muy desacertado y el equipo bajó a segunda, pero en la división intermedia el paraguayo terminó siendo una pieza fundamental para el regreso a la élite y demostró su profesionalidad y su amor a unos colores peleándose a brazo partido con las duras defensas de la 2ª división de la época.
Pero Ocampos tenía un problema: era de sangre caliente; fuera del campo el hombre era un bendito, como un niño grande, pero en el césped su carácter fuerte y su afán de no dar un balón por perdido le hacía perder demasiadas veces los papeles y montar tanganas con frecuencia. Los defensas le tomaron la medida, y en cada encuentro se ejercitaban en el poco deportivo arte de provocarle; los realistas Martínez y Gorriti, el españolista De Felipe, el inefable central merengue Goyo Benito su paisano del Granada Fernández son futbolistas que cuando se enfrentaban al Zaragoza tenían como una de sus misiones principales buscarle las cosquillas al bueno de Felipe Ocampos. Los árbitros, que ya por entonces eran caprichosos y tendentes a las fijaciones, le pusieron pronto en el punto de mira y cada temporada el paraguayo se perdía unos cuantos encuentros por sanción.
Fue Ocampos el primero de los “Zaraguayos” y cuando llegó Nino Arrúa dejó de ser un luchador solitario en el área para convertir el ataque maño, junto al nuevo ídolo de la afición , en una apisonadora, cosa que se vio reforzada con la presencia de Adolfo Soto y la posterior llegada del Lobo Diarte. Corría la temporada 1973-74 y el nuevo Zaragoza de los “Zaraguayos” comenzaba a ser una máquina imparable; en el tercer partido de la primera vuelta el Zaragoza se enfrentaba al Español –recuerdo que era el mítico puente de Santo Tomás y San Valero que hacía las delicias de los colegiales de la época- y en el primer tiempo Ocampos se las tuvo con el árbitro navarro Juango Ruiz al que terminó aplaudiendo una decisión, gesto al que Juango respondió con una tarjeta roja: el equipo se quedó con 10, a pesar de lo cual venció a los periquitos por 3-1.
Ocampos fue sancionado con dos encuentros, los cuales supusieron sendas derrotas a domicilio frente a Real Sociedad (2-0) y Castellón (2-1); la reaparición del ariete tenía lugar en La Romareda un miércoles por la noche en una jornada que se había retrasado no recuerdo por qué causa y el rival era nada menos que un Real Madrid que venía de perder 0-5 frente al Barça de Johan Cruyff. Arbitraba un tal Molina Segovia y los blancos, en época de vacas flacas, salieron con la idea de calentar el ambiente, planteamiento que incluía provocar al 9 zaragocista. A los pocos minutos de iniciado el encuentro Nino Arrúa adelantó al equipo local, algo que por lo visto puso más nerviosos a los jugadores merengues, entre otros al mítico Pirri, que provocó a Ocampos, decidiendo el árbitro la expulsión de ambos. Se organizó junto a la banda el follón habitual en estos casos, incorporándose a la tangana el gallego Amancio, un hombre tendente a la protesta y algo provocador donde los haya que se dedicó a decir “guapezas” al paraguayo, quien ni corto ni perezoso le soltó un puñetazo que dejó KO al extremo internacional madridista. Se reanudó el juego y con veinte jugadores sobre el campo el Real Zaragoza le dio un auténtico baño al Real Madrid y aunque el partido acabó con victoria mínima por 2-1, la diferencia sobre el césped de La Romareda fue abismal.
El Comité sancionó a Felipe Ocampos con 8 partidos, y aunque el ariete reapareció en los últimos partidos de Liga, los últimos incidentes fueron la gota que colmó el vaso de la directiva zaragocista, que decidió no renovar al jugador. A pesar de ese carácter explosivo, el recuerdo de Ocampos en Zaragoza es el de un delantero excelente, un jugador entregado al club y una buena persona, aunque ya se sabe que hay formas de ser que terminan siendo el principal enemigo de uno mismo. Lo que nadie puede discutir es que Felipe Santiago Ocampos Benítez fue un jugador muy querido en La Romareda.
Nota: La fotografía en blanco y negro la saqué de la excelente colección de "losblanquillos.com".
10 comentarios:
No sé si fue Ocampos o Arrúa, pero dicen de quien sea de los dos, aunque puede que se trate de una leyenda urbano-futbolera, que, muchos años después de haber dejado el Zaragoza, volvió a la capital del Ebro y, poco menos que al bajar del avión, preguntó si aún vívía Goyo Benito.
Claro que Benito se las traía. Ya contaba Camacho, y esto no es una leyenda porque yo se lo oí decir, que, en la época en que coincidieron en el Madrid, cuando jugaban contra equipos alemanes se dedicaban, ya en el túnel de vestuarios, a darles empujones a los jugadores germanos para que salieran al campo amedrentados. Ah, el fútbol, qué gran deporte.
Hablando de macarradas y de amedrantar al contariro; los estudiantes de la Plata de Zubeldía no lo se bién salían al campo con chinchetas en las manos y les daban a los contrarios; los llamaban "pincharratas"
Dudaba en que el entrenador fuera Belardo o Zubeldía, por eso dije no lo se bien...
Goyo Benito, Tommy era todo un caso. Fueron famosos sus duelos con el goleador del Bayern Múnich y la selección alemana Gerd "Torpedo" Muller; recuerdo un partido amistoso España-Alemania disputado en el viejo y desaparecido estadio de Sarriá en el que se oía a Kubala gritar al central madridista que se moderara, que se trataba de un amistoso.
Estudiantes de la Plata tuvo su época gloriosa, que terminó cuando en la Final de la Copa Intercontinental frente al Ajax de Ámsterdam montaron tal trifulca que acabaron sancionando de por vida a algún jugador, entre ellos creo recordar que al central Aguirre Suárez, que jugaría luego en el Granada.
¿No fue Aguirre Suárez quien le hizo un tajo en toda regla en el muslo al "pendenciero y provocador" Amancio Amaro Varela en un partido jugado en el viejo Los Cármenes? ¿O fue quizá Fernández? (otro angelito).
Tomae, a ver si te fijas mejor: no era yo el encapuchado, sino el del tambor.....
Por cierto, jamás en mi vida he asistido a una procesión más desordenada, caótica, deslavazada, e insulsa que la presenciada este Viernes Santo en Tarragona. Qué desastre.
El responsable de organizarla es colega mío, y estoy deseando encontrármelo para hacerle un par de comentarios.
Por mucho menos, se ha pedido a veces la dimisión de un ministro o de un alto cargo.....
Salud!
Fue Fernández: quede claro que Amancio fue uno de mis ídolos de infancia, pero coñazo lo era un rato.
Algún día debería volver un Viernes Santo a salir de nuevo con la Cofradía del Ecce Homo.
Brunetti: he tratado de suavizar los epítetos del gallego sabio.
...Apoyo la moción que plantea Brunneti sobre procesión de Viernes Santo en Tarragona (perdona Modestino, aunque sería un buen motivo para una entrada)
Pues sí, más de una vez he pensado dedicar un post a la procesión de Tarraco.
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