En el ambiente se respira una visión pesimista y negativa de España; nuestra autoestima anda por los suelos y puede que haya que remontarse a la generación del 98 para encontrar una situación equiparable. La crisis económica, el paro, la decepción en torno a la clase política y a las Instituciones en general, el desencanto que trae consigo descubrir que habíamos vivido en la inopia y el engaño y ni somos la octava potencia ni el presente reviste, ni de lejos, el esplendor que nos anunciaban cuando solamente era futuro. A estos aires de desengaño pienso que contribuyen también los vientos de distanciamiento y cierta agresividad que vienen de territorios que alardean de derechos históricos y cuyos "próceres" parecen disfrutar mirando por encima del hombro, enarbolando la bandera de la desmitificación y atacando a todo a lo que suene distinto a sus obsesiones atávicas. Además, la leyenda negra nunca ha dejado de sobrevolar el territorio nacional, y nosotros mismos hemos terminado dando más protagonismo del que debería tener a la llamada "España profunda", como si los sangrientos sucesos de Puerto Urraco fueran el pan nuestro de cada día, cada español tuviera alma de torero o cantante flamenco y al salir de las grandes urbes uno tan sólo pudiera toparse con cerrazón, incultura y costumbres tan antiguas como salvajes. No dudo que tengamos mucho que mejorar, pero a lo mejor deberíamos andar menos preocupados por conocer Nueva York, la India o Marrakech y redactar un plan para conocer, en serio y en profundidad, las tierras de por aquí y, sobre todo, sus gentes.
Sería muy triste que la imagen de España se cerrara con un toro y una bailaora encima de la tele, un muestrario de tapas en la barra de un bar o las carreras de los mozos delante de los toros por la calle de la Estafeta. Y es que España, vayas por donde vayas, es territorio donde se ubica el arte más bello y que desde más antiguo ha surgido del mundo, y no cabe reducir esos monumentos, y toda la historia y la grandeza que ocultan de quienes los elevaron y los ocuparon, a maravillas únicas como la Alhambra de Granada, la Mezquita de Córdoba, las catedrales de León y Burgos o el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, porque en cada rincón del mapa se esconden obras que engrandecen a un país, como lo demuestra un recorrido por el Románico de Aragón -la Colegiata de Alquezar, el Castillo de Loarre, San Juan de la Peña, el Monasterio de San Pedro de Siresa, la Catedral de Jaca, la iglesia de Santa Cruz de la Serós, ...- o de Cataluña -Monasterios de Ripoll y de Sant Pere de Roda, San Juan de las Abadesas, Catedral de Girona, Sant Climent de Tahull, ...-, las construcciones romanas de ciudades como Mérida, Sagunto o Tarragona, el marco inolvidable de la Catedral de Santiago, con la Plaza del Obradoiro y todas y cada una de las ruas e iglesias o ciudades que rebosan belleza en cada esquina como Salamanca, Cáceres, Toledo, Oviedo, Segovia, Sevilla, Córdoba, Granada, ... y podríamos seguir hablando de todos los tesoros del Museo del Prado, la imponente obra de Gaudí, el mudéjar turolense, ... Detrás de cada piedra, de cada trazo, de cada esfuerzo, se encuentra nuestra historia, una historia que tiene mucha más antigüedad y mucha más enjundia que unas batallas perdidas, unos errores concretos o las épocas de decadencia que a veces presenciamos y otras intuimos.
Y está también la España solidaria, tantos ciudadanos que salen de sus casas a echar una mano en las grandes tragedias, en las catástrofes naturales, en los accidentes dramáticos y los atentados más viles; esa España que se estremece ante la pobreza, ante el drama personal, que no ve con indiferencia -¡ni mucho menos!-el drama de las pateras, el de aquellas familias en las que no trabaja nadie o el más personal de quienes pierden la vida a chorros por el cáncer, la vejez o cualquier enfermedad degenerativa. Y hay una España hospitalaria, porque puedes recorrerla de norte a sur, de este a oeste confiando en que te van a acoger, que para muchas personas el viajero, el peregrino no es un ave de paso al que mirar de reojo, sino alguien con quien compartir charla y mesa, esa España cuya existencia comprobábamos quienes peinamos canas en los vetustos compartimentos del tren Expréss, entre ruidos metálicos y sabor a carbonilla, cuando cualquier pasajero se veía alegremente obligado a darte conversación y a ofrecerte un trozo de la hogaza de pan y el chorizo más bien manoseado que sacaba de la mochila, esa España que saluda impepinablemente cuando te cruzas por los caminos, que se interesa por la salud de tu familia o que llora deconsoladamente cuando tiene conocimiento de la muerte inesperada del cartero, el señor del quiosco o el vendedor de la ONCE, aunque a lo mejor ni sabía donde vivían y con quien. Y está también la España que reza, porque aquí rezamos más de lo que proclamamos y uno se encuentra en El Pilar en postura recogida, tal vez algo avergonzada, a quienes ni se le ocurriría pensar que lo pisaban, o en cualquier rincón de iglesia o catedral, donde desahogan sus penas, preocupaciones y miserias viejas beatas, jóvenes de aspecto abandonado o padres y madres de familia que parecían haber olvidado las imágenes de los santos; y no hay más que recorrer ermitas, que ver las cruces de los caminos o darle un repaso a los libros de firmas para descubrir grandezas ocultas e interiores.
Sí, tal vez nos venga bien algo de autoestima, recuperar el pulso y la conciencia, confirmar que no somos tal desastre, reducir el tiempo en el que nuestro país nos parece de pandereta, descubrir la belleza exterior del terreno y la interior de las personas. España es algo más que las personas que a lo mejor no están a la altura, que los programas de televisión donde todos gritan y se quitan la palabra los unos a los otros, que el feísmo imperante en las modas y las apariencias exteriores, que las revistas satíricas y los programas rosas, .... que la selección española o cuatro deportistas de élite que lo ganan casi todo. De Verdad, nos conviene viajar, nos conviene conocer lugares y personas y nos conviene desempolvar de vez en cuando nuestros viejos libros de historia.
11 comentarios:
"Libros caminos y días dan a los hombres sabiduría"
Bien bonita la frase, no la conocía.
Modestino ¡una entrada extraordinaria, preciosa! y ¡qué verdades expones con firmeza que a nadie puede ofender!
Te agradezco de corazón el esfuerzo que habrás tenido qué hacer escribiéndola, porque se nota muy bien trabajada¡enhorabuena!
Espero que la disfrute mucha gente.
Un abrazo y ¡feliz domingo, amigo!
Asun
Por supuesto que España es otra cosa, pero hay gente interesada en reducirnos a la barbarie, porque es más fácil controlar a la masa que tratar con personas responsables. Un beso.
Desde luego, éste es un país donde nadie se aburre.
Muy buen post.
Gracias por los piropos, Asun, el post es mas fruto del impulso de un "pronto" que de la eaboracion.
Otro beso, Susana, yo diria tambien que hay que desconfiar de quienes desean tachar todo lo anterior y aparentan creer que su solucion es infalible y, ademas, la unica.
Lo malo, interbar, es que no solo nadie se aburre, tambien algunos se deprimen ...
Gracias Carmen.
Yo soy española y hoy uno de mayo no iré de vacaciones ni de fiesta ni de manifestación ni al rosario ni de tapas ni entraré en el facebook ni haré scraches ni donaré sangre ni saldré a cenar ni veré "salvame" ni veré el telediario de la sexta ni de la primera ni leeré periódicos ni comentaré la eliminación del real madrid ni veré el barça ni me sentiré culpable por descargar una peli ni dejare de dormir la siesta... yo soy española y hoy trabajaré desde casa, veré a mis padres, llamaré a mis hermanos pensaré en mis amigos ahorraré para ir de viaje leeré rezaré correré me reiré y soñaré despierta como mucha gente hará hoy en el planeta tierra
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