14 de febrero de 2009

Regreso a la Universidad



Ayer tuve ocasión de asistir a un acto organizado por la Facultad de Derecho de Zaragoza; aunque ya he regresado en alguna otra vez a la sede que contempló mis primeros pasos universitarios, pienso que ayer fue la ocasión en que me encontré más a gusto e identificado con el mundo universitario.

No pretendo idealizar un ámbito tan mejorable y complicado como el de la Universidad española, máxime en tiempos como los actuales, cargados de polémicas y convulsiones por el famoso "Plan Bolonia", simplemente pretendo reflejar mi ilusión y mi apoyo a todo lo que suene a Universidad y darle cancha a la nostalgia, algo a lo que me temo tengo cierta tendencia.

Y es que regresar al Aula Magna de mi Facultad, donde pasé días felices y momentos de tensión en aquellos años convulsos de la segunda mitad de los setenta, jalonados por la muerte del dictador, por tensiones estudiantiles y policiales, siendo como éramos algunos tan ingenuos como conscientes de que se vivían momentos históricos, aunque lo hiciéramos con cierta superficialidad irresponsable, tan propia de la juventud.

La Universidad sigue teniendo un aura especial, todo acto universitario, a poco que se cuide y no se caiga en la vulgaridad, la precipitación o el esperpento es para mí algo atractivo y sugerente. El de ayer tuvo todos los atributos de algo serio, grato y solemne; se cuidó el protocolo, quienes dieron sus discursos fueron brillantes y no cayeron ni en los cursi ni en lo pedante ni en el exceso y se concluyó con la intervención de un coro que cantó, muy bien por cierto, tres bonitas composiciones, tras lo que se entonó el "Gaudeamus ígitur". Una ocasión para disfrutar y revivir el pasado con un baño de presente.

La Universidad debe de ser un lugar de encuentro, un sitio abierto donde todos caben y donde se intenta de verdad que sea un templo del saber; donde la investigación y la enseñanza crucen sus caminos y donde una carrera universitaria se convierta en una meta alta, sorteando el peligro de convertirla en una máquina expendedora de títulos.




4 comentarios:

annemarie dijo...

Sí, la etapa de la Universidad es tan decisiva para toda la vida, y la formalidad es parte completamente fundamental de eso, sin duda. Un poeta irlandés, Yeats, habla del trágico abandono de la “ceremonia de la inocencia” (en tiempos de instabilidad social) y es, me parece, exactamente ese el ambiente que describes a propósito del acto de Zaragoza: la época de la ceremonia de la inocencia, de las grandes esperanzas.

Modestino dijo...

Has conseguido concretar perfectamente lo que quería dar a entender; te agradezco el que hayas conseguido dar claridad a un post que ne parece había quedado poco lucido.
El protocolo, la brillantez, el buen estilo,... no son cuestiones menores.

Vicente Lera dijo...

Yo también estuve en ese acto de la facultad. Me alegro de que tú también estuvieras y que heches de menos tu época universitaria. Al fin y al cabo, como todos hecharemos de menosalgún día...

Modestino dijo...

La época universitaria suele ser una época dorada, aunque posiblemente entonces no nos damos cuenta. Con el tiempo la echamos de menos e, incluso, lamentamos no haberla aprovechado lo suficiente.