Durante bastantes años he estado topándome ocasionalmente con la sonrisa más bonita de Huesca; una sonrisa indiscutible sincera, ni forzada, ni artificial ni desproporcionada, porque saltaba a la vista que fluía de modo natural e iba acompañada de una mirada que no engaña. Su dueña me suministraba periódicamente, cuando tenía la fortuna de coincidir con su horario de trabajo, champús, cuchillas de afeitar, colonias a granel, "cleenex" y demás. Conforme pasan los años agradezco cada vez más la bondad del ciudadano de a pié, la sencillez de quienes son capaces de aguantar detrás de un mostrador las manías, la altanería y las impertinencias de clientes que se creen con derecho a todo sin perder la compostura y exhibiendo la paciencia que puede tener tanto porcentaje de bondad como profesionalidad. Así funcionaba la sonrisa más bonita de Huesca.
Hace ya más de un año que llegó un día en que dejé de ver esa sonrisa, no porque su propietaria la hubiera dejado de exhibir, sino porqué ésta había abandonado la tienda y la caja. Lo sentí y la eché de menos, aunque imaginé que la razón de su ausencia podría a ser -así lo deseaba- por haber accedido a una situación mejor. La sonrisa ocupó su lugar en el recuerdo, en ese anaquel de nostalgias que algunos tanto critican, porque piensan que hay que vivir al día y que los recuerdos más bien entorpecen ... ellos se lo pierden.
Hace unas semanas me encontré de nuevo con la sonrisa, y la escena que contemplé me confirmó que la razón de su abandono tenía su origen en un acontecimiento feliz: la chica llevaba un bebé en brazos, mientras el mozo que le acompañaba portaba un carrito de niños. Quien supo lucir con elegancia y discreción una sonrisa que llegaba a cautivar se había convertido en madre; con toda seguridad, ahora su sonrisa tiene como destinatario casi exclusivo el niño o la niña a quien con tanto cariño llevaba encima; ella ha traído a este valle de lágrimas a un ser afortunado que nace con la suerte de saber que será bien cuidado. Nos cruzamos, y fue todo tan rápido que no tuve tiempo de saludos, frases ni felicitaciones, pero interiormente disfruté compartiendo la suerte y la alegría de alguien de esos a los que admiras -y agradeces- en silencio.
2 comentarios:
Hola. me encantaron tus palabras en las que destacan la sonrisa de la dependienta pero que podría de ser de cualquier persona con la que compartimos alguna de nuestras tareas cotidianas... me alegra leer que la sonrisa sigue intacta y que no estaba en la tienda porque ahora tiene un bebé... seguimos en contacto
Las sonrisas debería estar siempre intactas, aunque a veces pueda costar mucho sonreir.
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